Con toda la bomba publicitaria sobre María Corina Machado como la verdadera esperanza para superar los 25 años del Gobierno autocrático en Venezuela, los medios corporativos pasan por alto varios factores claves referente a las elecciones presidenciales pautadas para el 28 de julio.
Primero, EE.UU. ha desempeñado un papel central en apoyar las aspiraciones presidenciales de Machado y, una vez que quedó claro que el Gobierno de Nicolás Maduro permitiría su candidatura, Washington respaldó la idea de que ella tenía el derecho de escoger quien representaría la llamada oposición democrática unida.
Segundo, nunca estuvo claro en qué se basó Machado para asumir ese derecho. Esta pregunta es especialmente relevante dado que había otros candidatos que eran igualmente anti-Maduro pero mucho más calificados.
Y tercero, el ascenso de Machado como líder suprema de la oposición venezolana forma parte de una tendencia a nivel mundial en la que los dirigentes y movimientos de la ultra derecha han logrado avances espectaculares en los últimos años.
En cada decisión hecha por la oposición en los últimos meses, Machado ha tenido la última palabra, mientras que los líderes del centro-derecha han terminado cediendo a sus demandas. Su éxito está estrechamente vinculado al apoyo recibido de dos aliados fieles: Washington y los medios de comunicación corporativos.
Machado no es la solución fortuita para la oposición que sus aliados cercanos y los medios alegan. Sin embargo, la oposición tiene mejores perspectivas de éxito que en el pasado. A diferencia de las elecciones presidenciales de 2018 y las contiendas siguientes, todos los partidos de la oposición han optado por participar en el proceso electoral. Inclusive los más acérrimos anti-chavistas ahora reconocen que el abstencionismo electoral ha sido un error. Además, los cuatro partidos principales de la oposición conocidos como el G4, y su alianza más amplia, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), están apoyando a Machado. En octubre pasado, la declararon ganadora de las primarias de la oposición con un 92% de los votos.
El Gobierno venezolano ha inhabilitado a Machado para ocupar cargos públicos por varias razones. En principio la razón fue que en 2014 aceptó un nombramiento diplomático del Gobierno panameño y luego participó en una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) en representación de Panamá donde hizo un llamado para la intervención extranjera en Venezuela. En junio de 2023, el Contralor Nacional reiteró la inhabilitación.
Tras esto, Machado insistió que el apoyo popular en Venezuela, conjuntamente con la presión internacional, obligaría al Gobierno de Maduro a echarse atrás. Sin embargo, poco antes de la fecha tope para la inscripción de los candidatos en marzo, Machado cambió su posición y escogió un sustituto para su candidatura. En una jugada sorprendente, Machado convenció a Edmundo González Urrutia, un diplomático poco
conocido, sin carisma y con poco interés en participar activamente en la política, para ser el candidato presidencial de la PUD. Al aceptar la candidatura, González indicó que no tenía intención de hacer campaña en todo el país y agregó que «Maria Corina está haciendo eso muy bien».
Hasta la fecha, González ha participado solamente en solo uno de los diez mítines presidenciales principales de Machado. “Machado se ha convertido en la reina de las tarimas”, escribió Resumen Latinoamericano, y en el proceso ha eclipsado a los otros dirigentes de la PUD.
A pesar de la aparente unidad de la oposición, las dos corrientes políticas principales que respaldan la candidatura de González Urrutia tienen objetivos en cierto modo divergentes. Para el sector de centro-derecha (liderado por los partidos del G4, Acción Democrática [AD], Un Nuevo Tiempo y algunos dirigentes de Primero Justicia), la única prioridad es sacar a Maduro del poder. Consideran que la unidad de la oposición es esencial para lograr ese objetivo. No importa mucho quien sea el candidato ya que el mensaje principal de la oposición es que el reemplazo de Maduro pondrá fin inmediato a la grave privación que ha sufrido el pueblo venezolano.
La estrategia de la centro-derecha para llegar al poder contrasta con la de Machado y la extrema derecha en dos aspectos claves. Primero, al enfocar su mensaje en el objetivo de sacar a Maduro del poder, en lugar de políticas específicas, la centro-derecha busca garantizar la unidad de la oposición y evitar posiciones divisorias. Y segundo, un discurso menos agresivo tendría una mayor posibilidad de convencer a los chavistas a aceptar resultados electorales no favorables.
Eduardo Fernández, un candidato presidencial en 1988 quien aspiró a ser el candidato de la PUD en 2024, hizo un llamado a la unidad nacional y a la “reconciliación” como una forma de lograr la unidad de la oposición y al mismo tiempo convencer a los chavistas a abandonar el poder sin temor de represalias. Otro candidato presidencial,
Antonio Ecarri, que está fuera de la PUD, ha prometido mantener a Vladimir Padrino López como Ministro de Defensa. Esta propuesta busca convencer a los chavistas de que no habrá represión contra ellos, similar a lo que Violeta Chamorro intentó demostrar en Nicaragua cuando nombró al sandinista Humberto Ortega jefe del Ejército en 1990.
En otra demostración de que él es nada más que un suplente, González Urrutia ha dicho que su programa del Gobierno es idéntico al que Machado presentó para su propia candidatura presidencial. El programa de González promueve la economía de laissez faire en su forma más extrema. Su propuesta electoral sobre el tema económico lo demuestra: “La atracción de capitales privados es la solución, y la estrategia para lograrlo es la privatización”.
La propuesta de la privatización de petróleo no puede ser bien recibida por AD y su desprendimiento, Un Nuevo Tiempo, quienes se atribuyen el mérito de la nacionalización de la industria al Gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez en 1976. Manuel Rosales (de Un Nuevo Tiempo), que según Bloomberg “tiende a ser más a la izquierda” que Machado, lanzó su candidatura presidencial respaldado por el partido
Fuerza Vecinal, que se opone explícitamente a la privatización petrolera. Partidarios de Machado criticaron a otro aspirante presidencial, Henrique Capriles de Primero Justicia, por decir “el petróleo es del pueblo”.
A pesar de las diferencias, Machado ha logrado imponer su posición en cada instancia. Por ejemplo, Capriles, quien también estaba inhabilitado, se retiró de las primarias para evitar dar al Gobierno una excusa para marginar a la PUD completamente. Sin embargo, Machado se negó a hacer lo mismo. Luego insistió que ella tenía el derecho de escoger al candidato principal de la oposición. A pesar del debate dentro de la PUD sobre este asunto, nuevamente la centro-derecha terminó cediendo a su exigencia. Algunos líderes de la PUD apoyaron a Machado por temor a que ella optara por el abstencionismo, posibilidad que Capriles advirtió que podría ocurrir.
Desde que Machado escogió a González Urrutia, ella ha dado órdenes a sus aliados que no mencionen la posibilidad de una privatización total en los sectores de la salud, la educación y la empresa estatal PDVSA. Además, González asoma la posibilidad de implementar un plan de “justicia transicional”, que podría significar una actitud más
conciliadora hacia los chavistas. Sin embargo, Machado está tan identificada con las posiciones radicales de la derecha que es difícil creer que este cambio de postura sea más que una táctica pragmática de la campaña. Además, González carece de capital político para poder desafiar la voluntad de Machado, si es que alguna vez tuviera la intención de hacerlo.
Carlos Ron, El Viceministro para América del Norte, me dijo “Machado no puede engañar a nadie al no hablar de una privatización masiva. Durante toda su carrera política, esa ha sido su bandera más apreciada”.
Washington: el aliado fiel de Machado
Entre los líderes de la oposición venezolana, Machado es sin lugar a duda, la favorita de Washington. A pesar de haber expresado simpatía por Trump en la víspera de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, el Gobierno de Biden la respalda
abiertamente. Desde el punto de vista ideológico, Biden como centrista político, tiene más afinidad con los líderes de la PUD como Rosales y Capriles que con Machado.
La preferencia de Washington por Machado se hizo particularmente evidente entre el 26 de enero, cuando el Tribunal Supremo de Justicia determinó que ella no podía ser candidata presidencial, y el 19 de abril cuando González Urrutia fue nombrado como candidato de la PUD. Durante ese periodo, una periodista preguntó a Francisco Palmieri, Jefe de la Misión de EE.UU a Venezuela ubicada en Bogotá, “¿Cualquier
candidato de la oposición satisface al Gobierno de Biden?» Palmieri respondió directamente: “Nosotros hemos, y vamos a seguir, apoyando a María Corina Machado como candidata de la oposición democrática”.
Al adoptar esta postura, EE.UU. descartó otras opciones para derrotar a Maduro. Manuel Rosales, por ejemplo, tenía méritos a su favor. Además de haber sido elegido alcalde de Maracaibo y luego gobernador del estado populoso de Zulia en tres ocasiones, su candidatura presidencial fue apoyada por la Fuerza Vecinal, un partido nuevo que estaba ganando popularidad.
Palmieri justificó el apoyo estadounidense a Machado argumentando que ella había ganado las primarias de la oposición, pero Rosales no había participado en ellas.
Además hay 9 contrincantes contra Maduro en las elecciones del 28 de julio. La oposición de la línea dura acusa a algunos de ellos de “colaborar” con Maduro y los etiqueta de “alacranes”. Pero no todos pueden ser llamados, ni remotamente, colaboradores”, como, por ejemplo, en el caso de Ecarri.
La posición del Gobierno de Biden en cuanto a las divisiones de la oposición conduce a varias preguntas y asuntos importantes.
Primero, y ante todo, dado el atractivo de otros candidatos presidenciales, el apoyo incondicional de Washington a Machado no solo constituye una intromisión en los asuntos internos de Venezuela, sino en los asuntos internos de la oposición. Claudio Fermín, candidato presidencial por AD en 1993 y uno de los 10 candidatos para 2024,
afirmó “yo no había visto nunca una injerencia externa de tal naturaleza en una campaña electoral venezolana”, y agregó que ella ha recibido “un consentimiento exultante” de algunos en Venezuela.
El apoyo inquebrantable de Washington a Machado posiblemente está relacionado con su versión extrema del neoliberalismo que incluye la privatización de la industria petrolera.
Es posible que Washington también vea con buenos ojos la línea dura de Machado hacia los chavistas. Durante el Gobierno de Trump, Machado incluso solicitó a Washington que suspendiera sus esfuerzos de establecer un diálogo con Maduro, que, para ella, era nada más que un “fraude”. Ella también rechazó la “impunidad” para los chavistas a quienes acusa de “criminales y mafiosos que han utilizado el dinero
proveniente del narcotráfico y la comida de los venezolanos”.
Esta línea dura contrasta con la posición del encuestador opositor Luis Vicente León quien sostiene que las negociaciones entre la oposición y el Gobierno de Maduro son necesarias e inevitables, independientemente del resultado de las elecciones del 28 de julio. Su argumento cobra relevancia dado que el nuevo mandato presidencial no
comienza hasta 6 meses después de esa fecha.
La decisión de Machado de nombrar un sustituto y centrar la campaña en su figura personal parece destinada a desafiar al Gobierno que ha prohibido su candidatura. Su estrategia confrontativa apunta a romper radicalmente con el pasado chavista y allanar el camino para la implementación del tipo del neoliberalismo que ella apoya.
Los medios de comunicación corporativos: Firmes aliados de Machado
Los medios han detallado cada una de las acusaciones contra el Gobierno de Maduro por violar las normas democráticas durante el proceso electoral. Sin embargo, no han informado sobre la violación más significativa del principio de la democracia: los devastadores efectos de las sanciones que van a influenciar a que muchos venezolanos opten por votar por la oposición como la única vía para normalizar las relaciones con Washington. Así que los medios corporativos omitieron las declaraciones del ex-presidente colombiano Ernesto Samper quien describió las sanciones como una forma de “colonialismo monetario” y una intromisión en los asuntos internos de Venezuela y otros países.
Los medios corporativos han actuado como una caja de resonancia para las afirmaciones de Machado, incluso aquellas que algunos consideran dudosas.
Su alegato de contar con un apoyo abrumador tanto nacional como internacional refuerza dos de sus argumentos centrales. Primero, que ella tenía el derecho de escoger al candidato de la oposición. Y segundo, que en esta ocasión, y a diferencia de los años anteriores, el abstencionismo electoral no es necesario. Sin embargo ¿son creíbles estas afirmaciones? Hay hechos que las ponen en duda.
Los resultados anunciados de las primarias de la oposición el pasado octubre, que dieron a Machado un 92% de los votos, han sido objeto de cuestionamiento. Machado había vetado la incorporación del Consejos Nacional Electoral (CNE) en el proceso de las primarias. En contraste, Henrique Capriles y otros líderes de la centro-derecha favorecieron su participación en base de que el CNE ofreció un mayor apoyo logístico que incluía 5000 centros de votación.
Las primarias fueron supervisadas por la ONG “Súmate.” Machado es fundadora y previamente vicepresidente de Súmate, que estableció 3000 centros de votación, algunos de ellos en casas particulares. Súmate ha sido denunciada por recibir fondos del notorio National Endowment for Democracy. Teodoro Petkoff, destacado líder de la oposición, lo acusó por practicar un estilo autoritario. Petkoff, quien fue pre-candidato
presidencial en 2006 (y luego asesor principal del candidato Manuel Rosales para las mismas elecciones), anunció que no participara en las primarias de ese año organizadas por Súmate, precisamente por la falta de confianza en esa organización.
Carlos Prosperi de AD, candidato en las primarias en octubre del año pasado, rechazó los resultados anunciados por Súmate. Su acusación fue reforzada por el hecho de que Súmate no auditó el conteo y que los votos fueron quemados inmediatamente después del escrutinio.
Luis Vicente León también ha puesto en duda la afirmación de Machado de que González cuenta con el 80% de apoyo electoral, destacando que los mítines de Capriles en la campaña presidencial de 2012 fueron “absoluta y claramente superiores a las movilizaciones de Machado”.
León, quien claramente simpatiza con González, sostiene que hay demasiadas variables en juego para predecir una victoria de González el 28 de julio. Plantea la posibilidad de que mediante lo que denomina “ingeniería electoral” (muy distinto a fraude electoral), Maduro puede ganar las elecciones. Como ejemplo, señala la posibilidad de colas excesivamente largas en los centros de votación de áreas de clase media donde el sentimiento anti-chavista es notablemente fuerte.
Este análisis contrasta con las declaraciones de Machado, ampliamente difundidas por los medios corporativos, de que Maduro sólo podría ganar medianamente un “fraude gigantesco”.
Machado y el surgimiento de la derecha extrema a nivel internacional
Machado recibió menos del 4% de los votos en las primarias de la oposición para las elecciones presidenciales de 2012. Su ascenso como líder “principal de la oposición” refuerza los esfuerzos por crear lo que algunos llaman “un internacional reaccionario emergente” o, como lo describe Steven Forti en la revista NACLA, una especie de “familia global” de la extrema derecha.
Las posiciones de Machado en su mayoría coinciden con los dirigentes y movimientos reaccionarios que han surgido en el siglo 21 en América Latina. Su defensa al capitalismo tipo laissez faire, que incluye la desregulación para “estimular la iniciativa privada”, apunta hacia un neoliberalismo estilo “shock-treatment”. Esta misma tendencia se asemeja al compromiso de Javier Milei de “destruir el Estado desde
adentro”, como también la defensa del “legado económico de Pinochet” por parte del ultraderechista chileno José Antonio Kast.
Las posiciones de Machado sobre las relaciones internacionales también están alineadas con la visión geopolítica de la ultraderecha en otras partes del continente. No oculta su sentimiento pro-EE.UU., y su hostilidad hacia sus adversarios incluyendo a Rusia, China e Irán. En este sentido, predice que “una vez que logremos lo que vamos a lograr en Venezuela, eso sí que va a ser una estocada final para regímenes como los de Nicaragua y Cuba”.
Uno de los aspectos distintivos de la ultra derecha es su odio hacia la izquierda, un sentimiento que la retórica de Machado refleja claramente. Ella critica fuertemente al Foro de São Paulo al que implícitamente acusa de “múltiples dinámicas criminales que van desde la corrupción feroz y obscena hasta el financiamiento del narcotráfico, pasando por la presencia de grupos irregulares y terroristas”.
Sin embargo, en su favor y a diferencia de la ultraderecha en otras partes del mundo, Machado ha adoptado posiciones relativamente moderadas en temas sociales como el matrimonio gay, el cual acepta, y los derechos reproductivos de las mujeres.
Machado es una internacionalista. No sólo abraza posiciones reaccionarias sino que también ha expresado abiertamente su apoyo y ha establecido relaciones con líderes derechistas en Europa, Israel y América Latina.
Al igual que la ultraderecha en otras partes, Machado toma partido en elecciones a favor de sus contrapartes ideológicas en otros países. En las elecciones argentinas de 2023, esperaba por la “derrota definitiva del Kirchnerismo” mientras que elogiaba a Milei como “super claro, audaz, y lleno de energía”. Manteniendo vínculos con el Partido Popular derechista de España, Machado también enfatiza su relación especial con el partido ultraderechista Vox, el cual de acuerdo con la revista Jacobin desempeña un papel central en la emergencia de un internacional reaccionario”, mientras llama a Santiago Abascal, dirigente principal de ese partido, su “amigo”.
El apoyo que Machado recibe de sus aliados de la ultraderecha es más pronunciado que el de los centristas. En una entrevista con Machado transmitida por YouTube, el ex–presidente de Colombia, el derechista Iván Duque, calificó a la oposición venezolana como “la resistencia”. Además, al igual que Machado en ese entonces, afirmó que Chávez realmente perdió la elección revocatoria en 2004, a pesar de haber
sido declarado ganador con 59% del voto, un resultado validado por el Centro Carter.
Machado, al igual que Milei y Bolsonaro, encarna el populismo: es una figura carismática y polarizadora con un discurso maniqueo sin el soporte de un partido político fuerte. En muchos países, la centro derecha (como el Partido Popular en
España, los dirigentes del Partido Republicano en los EE.UU.) han pactado o aceptado los términos impuestos por la ultraderecha. En otros países los partidos centristas tradicionales han visto su apoyo reducido considerablemente o han sido desplazados por la ultraderecha como en Colombia y Argentina.
La polarización detrás de estas tendencias es precisamente lo que está ocurriendo en Venezuela. En ese país, el 28 de julio, los votantes escogerán entre un candidato de la ultraderecha y Nicolás Maduro, situado al lado izquierdo del espectro político. Independientemente de los resultados electorales, los líderes de la centro-derecha de la PUD no se recuperarán fácilmente de las heridas causadas por la ultraderechista María Corina Machado.
Steve Ellner es profesor de Historia Económica, jubilado de la Universidad de Oriente en Venezuela, y actualmente un editor asociado de la revista Latin American Perspectives. Es autor de El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto (Editorial Tropykos y el Centro Nacional de Historia) y compilador de La izquierda latinoamericana en el poder: Cambios y enfrentamientos en el siglo XXI (CELARG).
Traducido con la ayuda de Carmen Sánchez de Ellner y Michelle María Ellner.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.