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Galileo ≈ Assange

Fuentes: Rebelión

Eppur si muove (y, sin embargo, se mueve) dijo Galileo Galilei tras su obligada abjuración ante la Inquisición romana de su teoría acerca del movimiento de la Tierra alrededor del Sol y no al revés como se creía. Salvar el pellejo era lo primordial, y por eso abjuró y se reconoció culpable de error contra los representantes de «Dios» en la Tierra, así consiguió que no se le torturase y que se le conmutase su pena de prisión por arresto domiciliario de por vida.

Ahora, en 2024, tras 14 años de reclusión y persecución implacable, Julián Assange ha tenido que abjurar y reconocerse culpable ante los nuevos representantes de «La fuerza» en la Tierra, EE. UU. (la nueva Inquisición). Así ha conseguido conmutar su pena de prisión por una especie de arresto domiciliario. Ha salvado el pellejo, sí, pero con importantes y dolorosas cicatrices. No puede pisar suelo de EE. UU. (lo cual sin duda ni pensaba hacer), y seguramente habrá renunciado también a seguir contándonos al mundo las «atroces verdades» acerca de las actuaciones de EE. UU. y otros Estados contra los Derechos Humanos.

Desde aquel Eppur de 1633 la ciencia ha seguido creciendo y creciendo, a la par que, por contrapeso, la sacralidad de las escrituras bíblicas ha ido declinando. Ya Nietzsche en 1878 dijo: “El interés por la educación sólo adquirirá gran fuerza en el momento en que se abandone la creencia en un dios y su providencia: tal como el arte de curar sólo pudo florecer cuando cesó la creencia en curaciones milagrosas.”  Así, a partir de ahora podremos decir: «El interés por la información veraz sólo adquirirá gran fuerza cuando se entienda como derecho fundamental de la ciudadanía y no como graciosa concesión de los gobernantes». Solo entonces podrá el pueblo pensar que vive en democracia. Para los trapos sucios gubernamentales solo cabe el detergente de la transparencia informativa, que permita la exigencia de responsabilidades por las manchas indelebles. Lo demás es propio de las tiranías.

La Santa Madre Iglesia, 376 años más tarde de aquel Eppur (en 2009) reconoció la grandeza y veracidad de las afirmaciones de Galileo. ¿Tardará otro tanto EE. UU. en reconocer que la información veraz es un bien esencial y superior para la ciudadanía, que la ocultación de las felonías de sus dirigentes? El ya achacoso Biden prefirió llegar a una transacción con los defensores de Assange, a arriesgarse a que el asunto llegase al Tribunal Superior de Justicia estadounidense, el cual pudiera ser que otorgara la prevalencia del derecho ciudadano a conocer la verdad y decayese el secretismo gubernamental.

Tanto Assange como hace cuatro siglos le ocurrió a Galileo, ambos son mártires de las tiranías gubernamentales, sean de «Dios» o de sus ángeles flamígeros que cada día siegan cabezas de inocentes para mantener su preponderancia. Ambos han dado un gran paso para la humanidad aunque casi les cueste la vida. ¡¡GRACIAS JULIÁN, MUCHAS GRACIAS!! En honor a ti cantaremos con Joaquín Sabina eso de: Que ser valiente no salga tan caro. Que ser cobarde no valga la pena.”  Tras este affaire la ONU, de motu proprio, debiera pronunciarse acerca del Derecho Internacional a conocer la verdad de las actuaciones gubernamentales. Así quizás algún día el mundo llegue a conocer las genocidas atrocidades de Israel en Gaza. También el Gobierno español debiera implicarse en la libertad del periodista Pablo González encarcelado en Polonia sin saber todavía el porqué y, de paso, derogar la Ley Mordaza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.