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Estado de arbitrariedad o Estado de derecho

Fuentes: Rebelión

Los mandatos arbitrarios, considerados en general, como aquellos actos  emanados de los servidores públicos que contradicen en forma fehaciente  el contenido expreso de los mandatos jurídicos de las leyes, atacan la  seguridad jurídica, socavan el ordenamiento  jurídico y la integridad del Estado de derecho, y conducen al  sometimiento de los ciudadanos al imperio de la voluntad caprichosa de  tal o cual burócrata de las instituciones públicas.

La situación es extremadamente grave si esos mandatos arbitrarios  provienen de altas autoridades del Estado y obedecen a intereses  estrechos que pretenden adecuar las instituciones de la democracia  constitucional y republicana a objetivos políticos coyunturales  que destrozan principios, normas e instituciones establecidos por la  ley fundamental del Estado, cuyos efectos son irreparables si a tiempo  no reaccionan los mecanismos de control del Estado.

No es que con el cálculo de la prolongación de los tiempos de las  acciones y procesos judiciales, constitucionales y políticos en torno a  al caso, se solucione la arbitrariedad misma, sino solo se difiere la  resolución final sobre el acto arbitrario, donde  si bien puede causar duda la eficacia de las sentencias judiciales o  constitucionales definitivas, dado que podría consumarse el cálculo  político detrás del acto antijurídico, sin embargo, solo termina  enconándose aún más los efectos de la arbitrariedad, hasta  que acumuladas las tensiones explotan, para terminar en el desastre  político.

Pretender que un acto eminentemente político disfrazado de alguna  formalidad jurídica procesal administrativa artificiosa, como la  suspensión de las funciones de la Vicepresidente de la República electa,  mediante un sumario administrativo, pueda tener éxito,  quedar firme y gozar de eterna impunidad, es una ilusión de la voluntad  política, una aventura con gravísimas consecuencias, aunque por la  obnubilación del poder, no se tenga conciencia de la dimensión de lo  cometido.

Con la suspensión arbitraria de la Vicepresidente electa, el país ha  entrado en un túnel político peligroso, y por ello solo cabe la  actuación independiente, firme y coherente de Lajusticia constitucional,  para reparar a tiempo la violación de los derechos  y el desborde político,  lo cual por supuesto, también podría tener  impactos políticos que pueden ser más negativos para el destino del  país, pero en un Estado de derecho, no se puede en nombre de  tal o cual  fin político quebrantar gravemente el ordenamiento  jurídico.

Más aún no se puede solucionar un error político, una irresponsabilidad  política, la falta de previsión y conocimiento de la integridad de  compañeros de ruta electoral, violentando las normas constitucionales  para alcanzar soluciones a situaciones políticas  personales, grupales o partidarias. El ejercicio del poder no puede  estar supeditado a la voluntad omnímoda de tal o cual gobernante ni a la  voluntad irregular de la autoridad. que contradice la objetividad de lo  jurídico.

Con lo que acontece en la cúspide del poder, se agravan las  circunstancias políticas y sociales del país, y en esta situación solo  cabe que los jueces ejerciendo a cabalidad su función, rodeándose de  entereza y firmeza ético jurídica, puedan someter al acatamiento  de la Constitución y al ordenamiento jurídico a quienes ejercen el  poder.


No se puede permitir que campee la arbitrariedad e impunidad en el país.  En #Cuenca también en los últimos días sufrimos una actuación arbitraria  de autoridades del Ministerio del Ambiente, realizando una conducta  ambiental que irrespeta la Constitución, la  sentencia de la Corte de Justicia del Azuay sobre Quimsacocha, la  sentencia de la Corte Constitucional que establece estándares para la  consulta ambiental y las propias consultas populares de Girón y Cuenca.

Hay que esperar que los jueces con la Constitución y la ley en la mano,  controlen las actuaciones abusivas de la administración pública, para  hacer efectivo el principio de interdicción de la arbitrariedad, y que  todas las instituciones y servidores públicos  sometan sus actos al principio de juridicidad.

Ningún juez debe doblegarse ante el poder arbitrario. Nadie, y peor las  autoridades pueden hacer prevalecer su voluntad personal por encima de  la ley.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.