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Agustín Guambo, Mónica Ojeda y el mundo andino

Fuentes: Rebelión

Guambo afirma que Ojeda borró la memoria cultural que habita en su obra. Eso es lo que ahora él ve convertido en cadáver. Él lo dice de un modo más contundente: «las culturas andinas (y tantas otras voces periféricas) han sido reducidas a recursos literarios, a fragmentos exóticos con los que otros pueden construir discursos. Como si nuestra voz necesitara ser legitimada por alguien más. Como si solo tuviera valor cuando aparece blanqueada, neutralizada, dentro de un libro aprobado por los grandes circuitos editoriales».

En Ecuador, la violencia general que afecta al país se manifiesta con intensidad en la cultura literaria y artística, generando agitación e incluso zozobra. La discusión propiciada por el reciente testimonio de Agustín Guambo sobre su libro Primavera nuclear andina, Mónica Ojeda y su Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, en principio circunscrita al perímetro de la literatura ecuatoriana, adquiere un interés más amplio al poner de relieve una manera de proceder característica del mundo de hoy. La cuestión ha sido reducida hasta tal punto que parece solo otro episodio de una extraña contienda de dos bloques opuestos no por diferencias ideológicas o estéticas sino acaso por la idea que tienen de la literatura y el lugar que asignan a la ética, simpatías políticas enfrentadas, consideraciones acerca de la gestión cultural o denuncias alegadamente innobles por anónimas o infundadas.    

Una peculiaridad del impasse entre Agustín Guambo y Mónica Ojeda es que involucra a dos escritores queridos y respetados de modo unánime que además sostienen una visión crítica de la sociedad y el mundo. Los dos trascienden la radical escisión que separa a la sociedad letrada del Ecuador, aunque Ojeda aparece inscrita en uno de los bandos. Pese al origen aproximadamente común, proceden de mundos distintos. Es cierto que el ámbito geo-cultural convocado en los libros de los dos es el mismo, los Andes, pero Guambo y Ojeda se dirigen a lectores muy diferentes entre sí. Guambo desciende del pueblo quichua. Sin interés por hacer carrera literaria, ha optado por una vida marginal, publica en sellos de jóvenes rebeldes, elabora su obra con un vanguardismo vertiginoso y la impregna del pasado y el presente de la comunidad de nuestros ancestros indígenas. Salió de Quito no para ir a Buenos Aires o Ciudad de México, menos aun a Europa: su elección fue Lima, un epicentro del pensamiento andino. Ojeda se educó en los establecimientos de la oligarquía de Guayaquil y ha hecho una carrera meteórica, iniciada en una pequeña pero ambiciosa editorial de Barcelona y ahora establecida en el elenco de novelistas de una transnacional de la edición. 

Con notorio talento narrativo, Ojeda desarrolla su obra según coordenadas críticas, pero no ajenas a la cultura de masas ni al fashion y el glamour del progresismo del Primer Mundo, mientras Guambo persevera en meditaciones sobre lo andino, un mundo virtuoso que lleva al menos un siglo negociando maneras de sobrevivir e insertarse sin mengua en la modernidad occidental. La elección radical de Guambo y su voluntad de establecerse y trabajar en este ámbito le otorgan el aura de nobleza de aquel que se entrega a causas moralmente superiores, pero que no conducen al éxito en el mundo.

El caso en que ambos se encuentran conflictivamente ahora se puede resumir así: Guambo publicó en 2017 un libro titulado Primavera Nuclear Andina; Ojeda lo leyó y escribió al poeta para declararle su admiración. Es lectora suya y su poemario ha sido «fuente de inspiración» para la novela que escribía. «Quería incluir fragmentos de tu poemario. Además, el capítulo lleva el nombre del libro», anotó en un mensaje. Se proponía «poner en los créditos también que se trata de un poemario tuyo». El mismo Guambo aparecería como personaje. «La idea sería poner también en los créditos lo que saco de ti y de tu poemario, reconocer allí tu autoría y la fuente de inspiración[1].  Cuando el libro de Ojeda se publicó, el poeta se llevó una sorpresa: «Las palabras que había escrito años atrás en mi poemario Primavera Nuclear Andina (A/terna, 2017) y que venía de un trabajo que había iniciado con Ceniza de rinoceronte (La Caída, 2015) estaban allí, desmembradas, reescritas como si les hubieran arrancado el ADN original. Versos que habían nacido en el contexto de mi cosmovivencia, mi voz, mi identidad cultural andina, ahora aparecían sin nombre, sin contexto y sin crédito»[2]. Guambo lo consideró «un acto de extractivismo literario» y lo denunció en el artículo «Alguna vez han tenido que reconocer un cadáver», publicado en el blog Sapan Waranka, aun reconociendo que «existen cambios del borrador [que Ojeda le envió mientras escribía su novela] al impreso». La editorial respondió de modo palmario: no hay infracción legal alguna. Probablemente se pueda discutir esa conclusión, pero no quisiera llevar el análisis hacia la idea de plagio. De la siempre manoseada ‘apropiación’ en verdad no cabe hablar. Esta impugna la noción de autor, la presunción de originalidad, las prácticas consagradas o la mercantilización de la imagen. Nada de eso es lo central ni en artículo de Guambo ni en la actitud de Ojeda, ni es, por tanto, útil para la discusión.

Guambo se queja y exige justicia poética. Ojeda ha contestado diciendo que mientras escribía su novela, Primavera Nuclear Andina no fue una lectura central ni mucho menos única, y que en una fase posterior a la comunicación con Guambo decidió retirar los «versos» y «fragmentos» de ese libro por una razón «creativa». 

Que Guambo lamentara que sus versos aparecieran ‘desmembrados, reescritos, sin nombre, sin contexto y sin crédito’ hizo que la discusión se situara en el nivel más visible y simple: el uso de sus «versos» o «fragmentos» por parte de Ojeda. Pero lo fundamental del artículo de Guambo no es eso: «En mi poesía habita lo andino, la voz de mis ancestros y mi propia identidad. No son versos desechables, ni materiales de inspiración libre, como si existieran para que otros —con más poder, más nombre, más acceso— los tomaran, los deformaran y los llevaran a mercados donde la voz original queda invisibilizada», dice. Hay que reconocer que, como su palabra poética, su palabra civil inspira respeto. Ojeda asegura que leyó a otros poetas de los Andes y lloró leyendo a Sonia Guiñansaca. Nadie puede discutir esas afirmaciones, pero quienes estamos familiarizados mínimamente con esa poesía sabemos que Guambo es el más poderoso poeta andino. En aquel mundo cultural, quizá no haya otro con la fuerza, la penetración y la ambición irradiante y totalizadora de Guambo. Es al menos probable que él sea el origen del personaje llamado El Poeta en Chamanes eléctricos y que, como la misma Ojeda declaraba tempranamente, fuera «una fuente de inspiración».

Una amiga de Ojeda, funcionaria municipal, se ha pronunciado en forma pública a favor de sacar la discusión del terreno moral. Es comprensible. Aunque no es ético apropiarse del trabajo ajeno, como se insinúa que ha hecho Ojeda, es totalmente demodé plañir por asuntos de ese género. Ya nadie sitúa en el terreno moral la explotación ajena. Hace más de siglo y medio Marx demostró que la riqueza social se genera de la apropiación del trabajo de los otros, y que eso, en la era del capital, se llama plusvalía. Por mucho que haya versos de Guambo que apenas si han sido retocados por Ojeda en su novela, no es la sustracción de su trabajo, como en el caso de la plusvalía de Marx, lo que el poeta denuncia en primer lugar. Es «lo andino», «la voz de los ancestros», «la identidad» lo que ha sido «sacado» o «extraído». Guambo afirma que Ojeda borró la memoria cultural que habita en su obra. Eso es lo que ahora él ve convertido en cadáver. 

Él lo dice también de un modo más contundente: «las culturas andinas (y tantas otras voces periféricas) han sido reducidas a recursos literarios, a fragmentos exóticos con los que otros pueden construir discursos. Como si nuestra voz necesitara ser legitimada por alguien más. Como si solo tuviera valor cuando aparece blanqueada, neutralizada, dentro de un libro aprobado por los grandes circuitos editoriales». Dice además: «Desde la colonización hasta la mercantilización actual de las culturas indígenas, las voces periféricas se ven reducidas a mercancía. La apropiación cultural, por definición, toma símbolos y los vacía de su significado original para que puedan ser consumidos sin resistencia».

Con estas palabras, Guambo pone en el centro de su denuncia lo que los defenders de uno y otro prefieren ignorar. Ni Guambo ni nadie sospechó nunca, hasta ahora, que aquel vasto y antiguo territorio sembrado de virtudes y hechos sobrenaturales, de crónica y leyendas, pudiera ser parte de un botín, literario o de cualquier tipo. Después de haber absorbido el mundo económico, científico, técnico, jurídico y político, el capitalismo ha invadido también lo intangible, también «lo andino», «lo ancestral», «la identidad», las relaciones personales, los sentimientos, los afectos, todo. La economía ha hecho que lo que no tenía precio pase a formar parte de los negocios, siempre buscados, y hoy promete a sus fieles un acceso ilimitado al mundo. La era moderna convirtió la naturaleza entera en algo disponible y la nuestra ha hecho que literalmente todo esté disponible, incluso los andes, lo ancestral y la identidad. ¿Disponible para quién o para qué? Para quien quiera o pueda tomarlo. Para el mercado. En el caso que nos ocupa, para los ansiosos consumidores de la mercancía llamada libro, dispuestos a pagar por el mero entretenimiento, y para las empresas que les sirven. Todo aquello a lo que Guambo se abraza y por lo que lamenta lo ocurrido con Ojeda, ahora no es más que un material como otro susceptible de ser incorporado al gran flujo de la mercancía nacional o internacional. 

La plusvalía generada con ello está igualmente disponible no solo para ser extraída sino, además, como subrayó Marx, distribuida y repartida socialmente. El escritor que decide incorporarse a la gran corriente del capitalismo está en el grupo de quienes reciben su parte por derecho propio. En la teoría de Marx, que se refiere al trabajo asalariado, está claro de dónde procede esa plusvalía: de la fuerza y el tiempo de trabajo no remunerado. Ese es el tema de El capital. En el caso que nos ocupa, el de los libros de Guambo y Ojeda, ¿de dónde resulta la plusvalía? La respuesta, quién lo creyera, no es obvia: de las formas de explotación del mundo andino. 

El gran Inca Garcilaso de la Vega afirmó que la cultura de los Andes era lo mejor del Nuevo Mundo. Los Andes han sido siempre central en el utopismo occidental. Su pura existencia es ya una crítica al mundo de hoy. Su manoseo y utilización mercantil es el origen del dolor que Guambo y otros como él, sentimos.


[1] Cursivas mías.

[2] Todas las citas de Guambo proceden del mencionado artículo «Alguna vez han tenido que reconocer un cadáver».

Blog del autor: https://mariocampañaaviles.com/agustin-guambo-monica-ojeda-y-el-mundo-andino/

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