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Futuro del trabajo y trabajo del futuro

Fuentes: luisbrittogarcia.blogspot.com/

El trabajo crea nuestro mundo

Trabajo, actividad humana que genera todo el valor económico y, de hecho, la configuración del mundo que conocemos. La  acción social sobre la naturaleza es lo que separa  la compleja civilización actual de la errancia de una pequeña tribu de antropoides en el valle del Rif hace 250.000 años. La forma en que se organizan las labores y se distribuye el producto de ellas determina desde entonces a su vez la estructura  de las sociedades humanas.

Después de la comunidad originaria, esta distribución ha sido siempre desigual, con tendencia a privilegiar a los que dirigen u organizan el trabajo por encima de quienes lo ejecutan directamente. En el modo de producción asiático, y en las grandes civilizaciones precolombinas de América, guerreros, sacerdotes y escribas consumían el trabajo de muchedumbres de siervos. En  el esclavismo, seres humanos reducidos a propiedad entregaban toda su fuerza laboral para sus dueños. En el feudalismo, los siervos cedían parte del fruto de su trabajo y temporadas de éste a los señores feudales, a cambio de protección. En el capitalismo, el proletario  despojado de medios de producción vende su fuerza de trabajo al patrón a cambio de un salario que no remunera la plusvalía que su labor añade a la materia prima. Entre explotados desposeídos de los medios de producción y explotadores que los acaparan estuvo planteada siempre, con diversa intensidad, la lucha de clases.

La relación de trabajo experimenta un cambio drástico con la introducción masiva de la maquinaria, que incrementa tanto la producción como la explotación. El capitalista aumentó horarios y cadencias laborales para extraer el mayor rendimiento de los trabajadores. Éstos recurrieron a la organización e incluso a las revoluciones para  mejorar su condición.

Mecánica del desempleo

La introducción de maquinarias cada vez más perfeccionadas debió en principio aliviar la condición del trabajador  y reducir su jornada, pero la lógica del mayor beneficio que impera en el capitalismo la tradujo en la práctica en progresiva reducción de los puestos de trabajo.

Esta reducción es global y progresiva. Según el World Social Report 2024 de Naciones Unidas, “Las tasas de desempleo en los países de bajos ingresos han permanecido también persistentemente altas, con el  déficit de empleos incrementándose del 20%  en 2018 a 21% en 2023. Estas tendencias han exacerbado las desigualdades preexistentes de ingreso y riqueza. En 2022, la mitad más pobre de la población poseía sólo 2% de la riqueza mundial; mientras que el 10% más rico detentaba el 25%.” (UNWorlSocialReport2024:1 https://desapublications.un.org/). La Organización Mundial del Trabajo confirma estas diferencias; ratifica que la tasa mundial de desempleo para 2023 es de 5,1%,  pero señala que “ Mientras que la tasa de brecha de empleo en 2023 era del 8,2% en los países de renta alta, se situaba en el 20,5% en el grupo de renta baja. Del mismo modo, mientras que la tasa de desempleo en 2023 se mantuvo en el 4,5% en los países de renta alta, fue del 5,7% en los países de renta baja. ( https://www.ilo.org/es/resource/news/la-tasa-de-desempleo-mundial-aumentar%C3%A1-en-2024-mientras-que-las-crecientes).

La suplantación del ser humano

Al respecto consultemos The Future of Jobs Report 2020, informe que presenta el World Economic Forum sobre las perspectivas laborales en el presente quinquenio, obtenidas mediante una investigación sobre 15 sectores industriales en 26 países, tanto desarrollados como emergentes (https://www.weforum.org/reports/the-future-of-jobs-report-2020/digest).

Reporta el WEF  que 43% de las empresas investigadas indican que reducirán su fuerza laboral debido a la integración tecnológica, y que hacia 2025, el tiempo empleado en el trabajo por seres humanos será igual al empleado por máquinas. Estima que hacia esa fecha 85 millones de empleos podrían ser desplazados por la división del trabajo entre humanos y máquinas, mientras que 97 millones de nuevos “roles” podrían emerger como “más adecuados a la nueva división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos”. No se explica en qué consistirían ni cómo surgirían estos “roles”. Sí aclara que “los trabajos desempeñados por trabajadores de bajos ingresos, los jóvenes y las mujeres han sido más profundamente impactados en la primera fase de la contracción económica”. Por lo cual “el impacto presente es más significativo y más propenso a profundizar las desigualdades existentes”.

Añade el WEF que “la ventana de oportunidad para reentrenar y sobreentrenar trabajadores se ha estrechado en el recientemente constreñido mercado de trabajo”. En ese mundo en el cual la mitad de todos los trabajos será efectuada por máquinas, “para quienes permanezcan en sus puestos, el 40% de las destrezas requeridas  cambiarán en los próximos 5 años, y 50% de todos los empleados requerirán nuevo entrenamiento”. No se señala quién costeará ese entrenamiento. En países como Estados Unidos, donde la Educación Superior no es gratuita, seguramente correrá por cuenta de los educandos o los empleadores.  Especifica el WEF que “En promedio, los empleadores esperan readiestrar o mejorar el adiestramiento de más del 70% de sus empleados para 2025. Sin embargo, el enrolamiento de los empleados en tales cursos se debilita, con sólo 42% de ellos aprovechando las oportunidades de reentrenamiento y entrenamiento superior ofrecidos  por sus patronos”. En conclusión, habrá un masivo reemplazo de la fuerza de trabajo por las máquinas; los puestos de trabajo serán reemplazados por “roles” que requerirán arduo entrenamiento, para el cual parecen dispuestos menos de la mitad de los empleados.

Refiriéndose sólo a América Latina y el Caribe, la OIT señala que en dicha área están expuestos al desplazamiento informático 250.492.000 empleos: el 43% de los existentes. (https://www.ilo.org/resource/other/employment-exposure-generative-artifical-intelligence-latin-america-and caribean).

Trabajo a distancia

Tanto la progresiva automatización como el confinamiento hogareño impuesto por la pandemia de Covid trajeron a la atención pública el tema del Trabajo a Distancia, es decir, fuera de la sede laboral o desde el hogar. Tal  práctica ha existido siempre: numerosos trabajadores cumplen una fase laboral en sus casas (pongamos por caso, coser prendas de ropa) lo cual libera al empresario de gasto de local y a veces de invertir en equipos, y borra para quien labora los límites del calendario y la jornada de trabajo.

La progresiva informatización se presta para la adopción de esta técnica. Cerca  del 70% del PIB global es producido por el Sector Terciario de  información, educación, administración, finanza, publicidad, investigación. Su  actividad principal es el manejo e interpretación de la información, tarea que puede ser desempeñada a distancia. De hecho, en las instituciones que todavía exigen presencia física del empleado, la inmensa mayoría de la labor se cumple y es transmitida y preservada por medios informáticos.

La  masiva  implantación del trabajo a distancia reportaría beneficios significativos. Haría innecesaria la cotidiana migración de millones de trabajadores en vehículos devoradores de energía desde la periferia al centro de las ciudades; liberaría en ellas para otros usos edificaciones que sólo se emplean los cinco días semanales y las ocho horas diarias de la jornada laboral; ahorraría al trabajador casi cuatro horas al día de traslación entre su residencia y la sede del trabajo.

Derecho a la desconexión digital

Por otra parte, el trabajo a distancia obliga a quien labora a la adquisición, mantenimiento y renovación de su equipo informático, así como el entrenamiento y adaptación a las nuevas destrezas que su manejo requiera. El estilo “no presencial” puede extender el cumplimiento de un horario determinado a la exigencia abusiva de una disponibilidad del empleado las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.

Contra esta situación se ha planteado el derecho a “la desconexión digital”: a no ser requerido para consultas o tareas mediante medios informáticos fuera de los días y horas laborales. Normas en tal sentido se han aprobado en países europeos como España, Bélgica, Francia y Portugal, y latinoamericanos, como Argentina, Colombia y Chile ( https://www.derysoc.com/el-derecho-a-la-desconexion-digital-en-el-ambito-laboral/).  Fuera de ellos, pende sobre el trabajador a distancia la amenaza de una jornada laboral perpetua.

Los avances laborales

Durante los siglos XIX y XX la persistente lucha de los asalariados fue ganando mejoras en la retribución de su fuerza creadora.  La mayoría de dichos avances fueron introducidos por la Unión Soviética a partir de  1918: derecho a vacaciones, primero de quince días y luego de un mes, pleno  empleo, seguridad social y  jubilación digna a los 55 años para las mujeres y a los 60 para los hombres (https://archivo.juventudes.org/nikolai-efimov/5-diferencias-entre-el-sistema-sovi%C3%A9tico-de-pensiones-y-el-sistema-capitalista). También,  la igualdad de oportunidades y de remuneración  de las mujeres, y desde 1917 una licencia por maternidad que a la larga se extendió  por tres años (https://noticiaslatam.lat/).

Migrantes sin derechos laborales

El capital, por su parte, se fijó como meta no reconocer tales avances, y anularlos en infinidad de formas una vez concedidos. Requeriría una Enciclopedia reseñar tantas argucias, que van desde la corrupción  de los sindicatos hasta la Guerra Civil y el golpe de Estado. Nos limitaremos a señalar dos: la explotación del trabajo de los migrantes, y la suspensión de todas las leyes y  derechos laborales en las llamadas maquilas, o  Zonas Económicas Especiales. En ambas la finalidad primordial del capital es la misma: pagar salarios por debajo del nivel de subsistencia del trabajador.

Como resultado de sus propias aventuras imperiales, que desarticulan y arruinan países, o del mejor nivel de vida ganado con ellas, los países hegemónicos atraen migrantes que buscan seguridad y trabajo. Frente a estas masas laborales el país hegemónico desarrolla una política contradictoria: los restringe, limita, sataniza e ilegaliza con infinidad de normas y prácticas que hacen precaria su condición en el país de ingreso, y al mismo tiempo aprovecha esta precariedad para hacerlos trabajar por salarios ínfimos sin reclamar derechos sociales, laborales ni humanos.  La agricultura y buena parte de la industria de Estados Unidos se mantiene así; lo mismo ocurre en numerosos países europeos. Amenaza el Presidente electo  Donald Trump   con deportar 11 millones de migrantes “ilegales” para resolver la falta  de empleos en su país. La población de Estados Unidos en 2024 es de  335.893.238 habitantes. Es más que obvio que 11 millones de personas no pueden privar de sus empleos a tal gigante demográfico. Pero la culpabilización masiva del migrante posibilita la masiva negación de sus derechos en todo el planeta.

Zonas especiales sin derechos laborales

Un refinamiento de esta explotación consiste en el aprovechamiento de los recursos y de la mano de obra de los países menos desarrollados en sus lugares de origen a través de las llamadas maquilas, o Zonas Económicas Especiales.

Mediante métodos inexplicables los capitalistas obtienen de los gobiernos locales concesiones inconcebibles: entrega de territorios con recursos productivos en las cuales no tienen que pagar impuestos ni respetar a los trabajadores nativos derechos laborales, sociales ni sindicales. En algunos países, como en Venezuela, se ofrece a los empresarios extranjeros a costa de la Nación el aporte gratuito de las infraestructuras que éstos requieran e incluso ¡el capital a ser invertido! Así, la Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales pauta en su Artículo 36: La actividad económica que se desarrolle en las Zonas Económicas Especiales, sin perjuicio de garantizar la unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela, se regirá por un sistema de libre convertibilidad, así como por planes de financiamiento ofrecidos por instituciones bancarias especializadas para el desarrollo de la economía real y productiva, de conformidad con las normas que dicte el Banco Central de Venezuela y el Ministerio del Poder Popular con competencia en materia de economía, finanzas y comercio exterior. 

Informa Oxfam de que en el mundo unos 27 millones de personas trabajan en 200 de estas zonas excluidas del cumplimiento de la constitución y las leyes nacionales, con salarios por debajo del nivel de subsistencia (https://www.lamarea.com/2015/04/13/27-millones-de-personas-son-victimas-de-explotacion-laboral-en-las-maquilas/).

 Es el retroceso al más sórdido  estatuto colonial, pero sin necesidad de conquistar por la fuerza territorio ni riquezas, que son entregados gratuitamente por quienes deberían custodiarlas. La mera artimaña de usar el adjetivo de “Especiales” pretende otorgar  inconstitucionalmente al patrono extranjero la entrega de los recursos, la inmunidad contra los impuestos locales y la ausencia de deberes hacia sus trabajadores. No debe extrañar que esta hiperexplotación sin precedentes haya determinado la tercerización de capitales hacia el Tercer Mundo, eliminando de paso  puestos de trabajo en las naciones hegemónicas. Con idéntica falta de escrúpulos y de respeto a la Constitución y las leyes se podría decretar Zonas “Especiales” donde no rigieran el Código Penal ni los derechos humanos, y muchas de tales abominaciones se han instalado de hecho en las periferias de las maquilas.

Al igual que los arcaicos soberanos de derecho divino, el gran capital ha logrado la inmunidad ante los impuestos y ante las leyes que protegen a la clase que produce toda su riqueza, la de los trabajadores. Hasta nuevo aviso, todos somos migrantes ilegales sin derechos en una gran maquila que, de no ser detenida,  devorará  el planeta.

Fuente: https://luisbrittogarcia.blogspot.com/2024/12/futuro-del-trabajo-y-trabajo-del-futuro.html