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Denunció con su pluma satírica la política, las costumbres y la burocracia en el primer tercio del siglo XIX

Mariano José de Larra: un periodista romántico, rebelde y liberal

Fuentes: Rebelión [Imagen: Wikipedia]

“Rehusamos, pues, lo que se llama en el día literatura entre nosotros; no queremos esa literatura reducida a las galas del decir, al son de la rima, a entonar sonetos y odas de circunstancias, que concede todo a la expresión y nada a la idea, sino una literatura hija de la experiencia (y de la historia y faro, por lo tanto, del porvenir”.

De este modo concluía el periodista y escritor Mariano José de Larra (1809-1837) el artículo Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su estado actual. Su porvenir. Profesión de fe; el periódico El Español editó el texto en enero de 1836.

En la selección de artículos editada por Magisterio/Casals en 1998, la filóloga Magdalena Velasco valora que la literatura consistía, para Larra, en una herramienta para mejorar la sociedad, en un sentido progresista.

El periodista y crítico firmó artículos con el seudónimo de Fígaro; escribió sobre teatro, las costumbres del primer tercio del siglo XIX en España y la política de la época; y tropezó con la censura, recuerda la catedrática de Literatura Magdalena Velasco Kindelán.

El 30 de marzo de 1835 ejercía como Regente del Reino de España (en nombre de Isabel II), María Cristina de Borbón-Dos Sicilias; y como primer ministro Francisco Martínez de la Rosa, del Partido Liberal Moderado (desde abril de 1834 estaba vigente en España una carta otorgada, el Estatuto Real); en la fecha citada vio la luz un escrito de Fígaro en la revista Mensajero –Un reo de muerte-, en el que el autor refexionaba:

“Este hábito de la pena de muerte, reglamentada y judicialmente llevada a cabo en los pueblos modernos con un abuso inexplicable, supuesto que la sociedad al aplicarla no hace sino suprimir de su mismo cuerpo uno de sus miembros (…)”.

En la etapa final de su trayectoria, pocos meses antes de quitarse la vida, el articulista escribió en El Redactor General La nochebuena de 1836. Yo y mi criado. Delirio filosófico.

El autor comentaba con ironía que tal vez no hubiera periódicos, ni lectores, suficientes en Madrid; y que tendría que estar feliz el empleado con oficina, aunque no percibiera un salario, porque así no estaba obligado a pensar; y podría, incluso, dedicar el tiempo a fumar o a la lectura de La Gaceta (antecedente del BOE).

Respecto a la vigencia de Larra, Magdalena Velasco lo compara con otros escritores costumbristas de la época, que se limitaban a la descripción pintoresca: Estébanez Calderón o Mesonero Romanos; la pluma de Mariano José de Larra abogaba, sin embargo, por la libertad y la modernización a partir de la “aguda crítica”, el “chispazo irónico y mordaz”.

Con prólogo del poeta José Hierro, el escritor Francisco Umbral publicó en 1999 Larra. Anatomía de un dandy (Ed. Visor); en el ensayo, Umbral traza una línea de continuidad entre el periodista afrancesado y otros “rebeldes con causa”, “piedras de disidencia” de la literatura española; como Quevedo y Valle-Inclán, o Cervantes, Galdós y Machado.

¿Qúe caracteriza al Larra político? “Él quiere a España muy libre antes que muy española y castiza; es cualquier cosa antes que un fanático; si su escepticismo inteligente puede dejarle corto con respecto a los santones del liberalismo decimonónico, el alcance de su intención le lleva, por el contrario, mucho más lejos (…)”, explicaba Umbral.

En la Antología de Editora Nacional (1977), el escritor y militante del PCE, Armando López Salinas, sitúa la biografía y la literatura de Larra en la era de la Revolución liberal y el inicio de los ensayos revolucionarios burgueses; también en el tránsito de la Ilustración al Romanticismo: los dos movimientos influyen en su obra (Larra viajó a Londres y París).

Además López Salinas destaca el influjo del Racionalismo, lo que permite apuntar cierto nexo con el político liberal Álvaro Flórez Estrada (1766-1853), y también con el autor de Cartas de España (1821) -asimismo defensor del liberalismo-, José María Blanco White.

La Antología de López Salinas incluye la Carta de Fígaro a un viajero inglés; el autor de la misiva se refería al atraso que se vivía en España: la ignorancia era absoluta en materia de Filosofía, Historia, Política o Legislación. “¿Sabe que en España siempre se ha deportado y preso a quien se ha querido?”, se preguntaba el escritor.

Otra fuente de interés, dentro de la profusión bibliográfica, es el recopilatorio editado por Espasa-Calpe en 1973, Larra. Escritos de Costumbres; en el prólogo Azorín subrayaba el valor de la obra periodística de Larra (artículos con los que podrían rellenarse tres/cuatro volúmenes); además se trataba de una “labor al día, rápida, viva, fugaz”.

Azorín hace mención al trabajo de crítica teatral (por ejemplo sobre Los amantes de Teruel, de Juan Eugenio Hartzenbusch, publicada en enero de 1837 en El Español); Larra fue autor del drama histórico en cuatro actos, Macías; y de la novela romántica El doncel de don Enrique el doliente, de 1834; dos años después el periodista resultó elegido diputado por Ávila en las elecciones a Cortes.

En resumen, en un contexto de abusos y corrupción, “toda la obra de Larra está llena de esta irritación difusa contra el Estado, irónicamente unas veces, sarcásticamente otras (…), con reticencias cuando la censura avizora”, concluía José Martínez Ruiz.

Por otra parte el catedrático de Literatura Española, José Luis Varela, publicó el libro Larra y España en 1983 (Ed. Espasa/Calpe); la siguiente comparación, realizada por Antonio Machado, encabezaba el volumen: “La muerte de Larra me recuerda el suicidio de un personaje de Dostoiewski, que se mata cuando cree haber averiguado que Rusia no sería nunca un gran pueblo…”.

Varela apunta las dificultades para hacer una distinción entre el contenido de los artículos de Larra; por ejemplo entre los de temática costumbrista y los de crítica literaria/dramática, y que a menudo contienen una carga política; la politización va en aumento a partir de 1833 (muerte de Fernando VII); pero la intención crítica y satírica puede constatarse incluso antes, en las páginas de El Duende (1828); y continúan -en 1832- en El Pobrecito Hablador.

Precisamente en la citada revista satírica de costumbres, el articulista publicó en enero de 1833 uno de sus escritos más conocidos: Vuelva usted mañana (Artículo del bachiller); y tres meses después, en la Revista Española, otro texto punzante: En este país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.