“Guerra es Paz. Libertad es Esclavitud. Ignorancia es Fuerza”. Lo reconoce, ¿verdad? Se trata de la neolengua de 1984, la novela de Orwell. Ahora, por cortesía del consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, podemos añadir una nueva entrada en la enciclopedia de la neolengua: “Aquellos que se manifiestan por la educación pública son los enemigos de la educación pública”.
Los ecos del totalitarismo denunciado por Orwell resuenan una y otra vez en nuestros días, solo que las democracias avanzadas han sabido adaptar a los nuevos tiempos los viejos procedimientos de dominio. Podemos estar tranquilos: nadie nos va a torturar enfrentándonos a nuestras peores pesadillas para que admitamos que dos más dos son cinco. ¿Para qué recurrir a la tortura y el terror si hay métodos más limpios, menos costosos y, sobre todo, más efectivos? Sin mancharse las manos de sangre ni desembolsar mucho dinero, se pueden conseguir grandes resultados.
La manipulación del lenguaje forma parte de la estrategia de la confusión. En sus mensajes, no hay un razonamiento que puedas discutir o contradecir, no hay argumentos, no hay por supuesto posibilidad de diálogo. El procedimiento de los manipuladores profesionales del lenguaje no es, evidentemente, el diálogo (¿para qué iban a dialogar si no tienen ni siquiera una verdad que defender o difundir?), sino soltar frases contradictorias y efectistas, citas, autocitas, insultos, frases hechas, consignas, chascarrillos, datos de antes de ayer para hablar de hoy o datos de hoy para hablar de pasado mañana, todo a la vez y en todas partes, lo que sea y cuando sea, planificada o improvisadamente. El objetivo no es convencer ni persuadir, ni siquiera controlar, sino producir y mantener la confusión y desorientación generalizadas.
¿Cómo enfrentarse entonces a esta manipulación del lenguaje como estrategia de confusión? Lo primero, claro está, es sacarla a la luz, señalarla, por muy evidente que parezca. Los enemigos de la educación pública no se manifiestan a favor de la educación pública ni están a diario en colegios, institutos y universidades. Los enemigos de la educación pública están en las instituciones (como están, por ejemplo, en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid), gestionando, como buenos vasallos de los intereses privados, la destrucción de lo público. Eso, por una parte. Pero una vez hecha la denuncia, es decir, una vez enunciado lo que la realidad misma exclama a gritos, no conviene dejarse atrapar por las redes de la provocación. Hay que seguir haciendo nuestro camino en un espacio, la enseñanza pública, que por su propia naturaleza es un lugar de pensamiento y de crítica, donde la verdad aún puede abrirse paso despojada de toda ideología. ¿Hay algo más público que la búsqueda abierta e impenitente de la verdad? Cualquier esfuerzo en ese sentido contribuirá a hacer de la neolengua una jerga inoperante y risible.
Fernando López, Profesor de Secundaria en la escuela pública
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