El exvicepresidente e intelectual boliviano disertó en el Centro Cultural de la Cooperación, en una sala desbordada de público.
Hubo evidente avidez por escuchar e intercambiar, preguntas amontonadas, repreguntas y hasta discusiones desde los asistentes en el final. Aplausos fervorosos y agradecimiento. Fue una contundente muestra de la necesidad que existe en un determinado público, en estos tiempos que corren. La sala principal del Centro Cultural de la Cooperación, con sus 200 butacas, más las 100 sillas que se habían acomodado con pantalla y sonido afuera, e incluso los dos niveles de las amplias escaleras de acceso y los pasillos de la sala, lucieron repletas el lunes pasado. Fue en la presentación de Alvaro García Linera, que comenzó con una conferencia acerca del rol y la definición del Estado, y terminó marcando los errores de los progresismos de América Latina, con una fuerte apelación a la acción de la sociedad civil movilizada, a la que definió «en un preocupante estado de parálisis, como a la espera de algo que no va a caer solo de la líder». El exvicepresidente e intelectual boliviano estuvo acompañado por la investigadora y directora del programa Lectura Mundi de la Unsam (coorganizadora de la actividad) Micaela Cuesta, y por el director de este espacio Cultural que se luce entre los teatros de la calle Corrientes, Juan Carlos Junio.
El núcleo anunciado de la charla, que se extendió por dos horas, fue la conferencia magistral titulada «Qué es el Estado. Lo ideal y lo material de la política». Como cursando un teórico de Ciencia Política, el público siguió muy atentamente definiciones y puestas en contexto, citas a Mann, Marx y Weber, acercamientos a la pregunta de qué hacer con el Estado, y aproximaciones al Estado como aquello definido por las creencias compartidas, lo común, el gran generador de vínculos, o la «tensión paradojal» entre Estado y sociedad, entre «monopolio y desmonopolización de lo común».
Finalizada la charla, el público empezó a preguntar por Bolivia, Argentina, Venezuela, Ecuador. García Linera repasó aquella «primera oleada exitosa de transformaciones sociales, que vino acompañada de un plan de acción que permitió la implementación de esas grandes transformaciones», según definió. Recordó que en ese periodo «el progresismo en América latina sacó a 70 millones de latinoamericanos de la extrema pobreza, les permitió comer tres veces al día».
Y pasó a explicar el modo en que ese progresismo «tiende a convertirse en prisionero de su propia obra», al ser incapaz de gestionar la transición entre aquella primera oleada exitosa, y la siguiente. «Las primeras reformas cumplieron una función, en un contexto. Pero quedarse solo repitiendo lo bueno que hicimos, fue un error estratégico grave. Si nos quedamos viviendo solo del pasado, queriendo repetirlo en contextos que han cambiado, nos desfasamos. Y así es como damos lugar a propuestas disruptivas de la derecha. El gran problema del progresismo es que no ha sido capaz de ofrecer un nuevo modelo«.
Tras marcar que «el progresismo hoy está en huelga de ideas; le falta creatividad, proyectos que entusiasmen, una audacia creíble para resolver las angustias de las personas» -exceptuando en ese análisis a México, al que ubicó en otro lugar de las oleadas históricas que propuso- García Linera pasó a ubicar el problema de «la reacción de los igualados: aquellos cuyos privilegios ven amenazados no por haber pasado a tener más, sino por comprobar que los que tenían menos, ahora tienen lo mismo que ellos.
«En Bolivia, (la abogada y presentadora de televisión que asumió como presidenta de facto tras el golpe, Jeanine) Añez fue la reacción de los igualados, por eso su ferocidad, su disposición a matar indios como moscas. Por eso su brutalidad racista, que los llevó a buscar matar a Evo y bailar encima de sus huesos si les era posible, por el odio visceral que le tenían».
En este estado de cosas, los cambios, aclaró, «no necesariamente llegan por un recambio generacional. El líder conduce, expresa la experiencia histórica de lo popular, porque de allí emanan, del pueblo. Y permanece hasta que haya otra efervescencia popular de la que surja otro gran líder. Por eso Cristina y Evo permanecen. Por eso, la izquierda en la Argentina nunca ha podido avanzar, porque no supo entender el olor plebeyo de lo popular que tiene el peronismo».
Desde esta certeza, pasó a hacer un enérgico reclamo a la sociedad civil movilizada, a la militancia: «Hoy urge producir otro curso de acción posible, que oriente la acción del líder. Hemos esperado a que sea la líder la que nos diga por dónde, y a veces la líder no ve. Es el militante el que puede ver el terreno porque es el que lo camina, lo conoce y lo entiende. Pero aquí lo veo en un estado de parálisis, como a la espera de algo que va a caer de la líder. Y no. Los militantes tradicionales no han visto la otra Argentina, la que existe en los barrios, la de la informalidad. No la conocen y no la entienden. Si no logramos hablarle a esa otra Argentina plebeya, no sindicalizada, no podremos avanzar con la segunda ola de reformas.»
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/811480-garcia-linera-el-progresismo-hoy-esta-en-huelga-de-ideas