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La Fábrica de Sueños. "Europa" (1991), de Lars von Trier

El eterno retorno del horror

Fuentes: Rebelión

La prisión se asemeja a las fábricas, a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales, todos los cuales se asemejan a las prisiones. MICHEL FOUCAULT

Hay un dicho tan común como falso: ‘El pasado pasado está’, creemos. Pero el pasado no pasa nunca. Si hay algo que no pasa es el pasado. El pasado está siempre; somos memoria de nosotros mismos y de los demás. Somos la memoria que tenemos. JOSÉ SARAMAGO

El amor no tiene término medio: o pierde o salva. El destino humano esté encerrado en este dilema. VICTOR HUGO

Estamos en peligro de muerte por actos de terrorismo perpetrados por hombres sin imaginación y analfabetos sentimentales que son hoy omnipotentes. GÜNTHER ANDERS

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, el tributo a Lars von Trier, tras Bailarina en la oscuridad, continúa con Europa (1991), última parte de la trilogía Europa junto a El elemento del crimen (1984) y Epidemic (1987), filmes, todos, centrados en el pasado y el horror. La crítica señala las fallas de los dos primeros y resalta las virtudes del tercero. En efecto, son muchas las virtudes de Europa,desde el guion, la alternancia del b/n y el color hasta los personajes, como la reconstrucción histórica, el juicio tácito a la intervención gringa, las distintas facetas de la traición hasta el peligro de muerte que arrastran los actos de terrorismo, como el que se vive en un trecho del filme y con el que, justo, acaba. Para, en últimas, mostrar que hunde al personaje en lo que G. Anders llamó estado de necesidad y legítima defensa (1), como cuando Leopold Kessler tiene que repeler una agresión que le puede costar la vida no sólo a él, sino a muchos otros…

El elemento del crimen narra la historia del investigador Fischer que, bajo la hipnosis recuerda la pesquisa de un crimen en Europa y se transforma poco a poco en Harry Grey, el mismo asesino al que busca; con lo cual ya vislumbra lo que tratará Epidemic, cine dentro del cine, describe cinco días a los guionistas y personajes Lars y Niels, quienes al perder un guion, inician otro basado en la propagación de un virus mortal e incurable: el médico Mesmer, también en trance hipnótico, y contra los deseos de la facultad de una ciudad X, va al campo a ayudar a la gente afectada. Los hechos del guion se mezclan con los de la vida real: el último día, Lars y Niels cenan con su productor y le revelan el fin del filme: Mesmer y su equipo propagan el mal y Niels muestra señales de la epidemia. Igual a lo que muestra Europa: constante en la trilogía, el eterno retorno: aquí del horror por el fin de la guerra, los eventos postraumáticos, el extravío metafísico de los cientos de millones que la han padecido.

Cuya vigencia no se perdió en el pasado, sino que llega hasta hoy, con el drama de la UE y, en especial, de Alemania, tras el resurgir del fascismo por cuenta de la CDU y la AfD, de Friedrich Merz y Alice Weidel, en su orden, y con Trump, Netanyahu, BlackRock, Musk y Thiele, que marcan nefastos derroteros en torno a una incierta reconstrucción, el diktat de un nuevo orden económico, la reconfiguración de un mapa geopolítico. Uno que favorezca a los invasores y acabe, a como dé lugar, a los oprimidos, como se ve en Gaza, Cisjordania, Líbano, Yemen, Siria, Congo, Argelia (2), por no citar sino siete espacios del orbe asiático y africano hoy víctimas de saqueo y explotación sin medida. Europa se inicia en oct.1945, es decir, dos meses después del fin de la II GM, dentro de una atmósfera de oscuridad, depresión, ruinas, corrupción, dramas personales y masivos: en medio, el joven e idealista gringo, de estirpe alemana, Leopold Kessler, es usado como títere, así lo cree, por todas las fuerzas en combate.

La cámara en picado toma los rieles, una voz en off, la del gran Max von Sydow, actor fetiche de Bergman, hace entrar en trance al espectador, mientras cuenta hasta diez y para en Alemania, justo en oct.45. Poco a poco, se entra en una pesadilla nocturna, con claroscuros a la Rembrandt, el b/n de fondo alterna con primeros planos de los rostros en color, ruinas a la entrada de las viviendas, personas en delirio que se niegan a aceptar el fracaso o la derrota. El tiempo no sólo parece detenerse, sino congelarse, de ahí los afiches sobre el filme. La luz de cineastas como Fritz Lang y Metrópolis o El último hombre, O. Welles y su Citizen Kane, Carol Reed y El tercer hombre, Ch. Laughton y La noche del cazador (último filme que dirigió, en 1955) se cierne sobre Lars von Trier y le marca un norte en su caótica empresa. Berlín se halla ocupada por los aliados y dividida en cuatro sectores que controlan los EE.UU, la URSS, Francia e Inglaterra y que se reparten tanto la aplicación de la ley como sus divisas.

Por eso, en el filme Europa se dice que EE.UU controla sus fábricas, lo mismo que a la clase obrera y, obvio, maneja los medios de producción. Al respecto, hay que afirmar lo ya sabido pero ignorado: el Plan Marshall no fue un programa de reconstrucción alemana, sino un modo eficaz, pero siniestro, de hipotecar a Alemania a los EE.UU; los gringos cerraron 1.500 fábricas, la mayoría de cemento, hierro y acero y las explotaron al máximo, ante la mirada atónita de sus obreros; no por último, el imperio llegó hasta el colmo de colonizar el inconsciente alemán, no sólo a punta de chicles y polaroids, WW dixit, sino de un lavado de cerebro que reconvirtió a muchos ciudadanos alemanes en sujetos vivos, pero muertos, al estilo yanqui. Lo que se nota en Europa con el personaje Max Hartmann, nombre gringo, apellido alemán, que de paso corresponde a medias al del papá del cineasta, Fritz Michael Hartmann, apellido al que Lars renunció para agregarse luego el nexo von y el Trier materno.

Kessler llega a Alemania, entra a trabajar como revisor en la firma ferroviaria Zentropa, el mismo nombre de la productora de Lars von Trier, y trae la noble misión de ‘ser amable con el pueblo alemán’, pero, de forma no tan gratuita (y ya se verá) termina siendo destruido por éste, al que los rusos y no los EE.UU al final salvaron. Al parecer, Europa fue influida por América, y su título puesto como eco de dicha novela inconclusa de Kafka. La trama se complica al saberse que el joven gringo descubre que trabaja para una empresa vinculada a los horrores de la guerra y acaba involucrado en un atentado con bomba que orquesta la guerrilla de los Werwolf u Hombres Lobos y cuyas acciones iban dirigidas, en lo esencial, a ciudadanos alemanes hartos de la guerra. Así, se mueve en terrenos donde el hombre es un lobo para el hombre, entre ruinas humanas y físicas, tristeza y depresión, vacío y hartazgo. La gente va en vagones como mercancías, la cámara entra y una foto se pone en movimiento.        

En efecto, parece entrar en Auschwitz, campo que fue liberado por los rusos el 27.ene.45 y que la ONU eligió como fecha para recordar el Holocausto de los seis millones de judíos que luego el sionismo ha negado, y de pronto panea en el vagón y se topa con cuerpos pálidos y tostados por el sol, todos enjutos, transfigurados, famélicos, casi uno encima del otro, unos con desesperanza, otros con fugaz goce, entre eros y tánatos pero más este que aquel: Kessler se enfrenta al horror del pasado que a la vez es presente y en un ámbito en el que la realidad se funde con la imaginación, lo vivido con lo soñado, la muerte con la vida, en una especie de vigilia que engaña a la actividad onírica mediante lo palpable, concreto, perceptible, sin lugar a timos. Una experiencia, la de Dachau, Auschwitz o Treblinka, que a nadie se le desea, justo, por indeseable, ni a la peor de las escorias humanas, ni al de menos carisma entre los omnipotentes, ni al de mayor calado entre los genocidas, y la que hoy se revive por doquier.

Es aquí que el campo de concentración, otra forma de cuartel o cuartel invertido, se asemeja a la cárcel por esa otra forma de prisión temporal o definitiva que es un lugar de exterminio y donde no existe el pasado sino un rancio presente con áspero e inefable sabor a muerte. Un antro donde la memoria se suspende por la acción inexorable del miedo y el espanto, del dolor y la pesadilla, del repudio y el fastidio que el raro vocablo orden infunde en quienes están dentro. El único caso en que no somos la memoria que tenemos, porque no la… podemos tener, nos la borran. Como cuando EE.UU invadió cada uno de los 80 países que hasta hoy ha arrasado y lo primero que hizo fue borrar su cultura porque sabe que sin libros, cine, música, en fin, sin cultura, la memoria se diluye. Lo que también hizo en Alemania y eso lo sabe el gringo Kessler como sujeto de un lado y otro: país que al cabo lo traiciona, no sin razones ni de modo gratuito, para que sepa que, esta vez, un gringo no juega con la RFA.

Y, por contraste, que con EE.UU no hay lugar para el juego. Por lo mismo, en uno y otro país, en una y otra cárcel, en uno y otro campo de concentración o de exterminio, no hay lugar para el amor y allí el amor es muy raro que salve porque casi siempre condena, mata, pierde. Es decir, en dichos lugares no hay dilema para el destino humano. Por ello, el amor que surge entre Katharina Hartmann y Leopold Kessler está condenado previamente al fracaso y apenas por esa vez no hay término medio: su amor está perdido desde antes. El ambiente circundante no da lugar a la especulación de Eros porque las aguas turbias que circulan vienen del pozo pútrido de Tánatos, en medio de un silencio cómplice general. Todos se sienten culpables por acción u omisión, aunque sea el Estado nazi el que deje de actuar o actúe hacia ellos con el prurito de hacerlos entrar en peligro de muerte, vía terrorismo craneado por seres sin imaginación ni saber, analfabetos sentipensantes y hoy omnipotentes.

Pero, antes víctimas de la soberbia, la prepotencia, la codicia. Si bien es cierto que los gringos colonizan el inconsciente alemán, o sea, modelan la historia personal de sus ciudadanos, también lo es que entre el pueblo surgen grupos de resistencia violentos a la ocupación o, más bien, invasión, como el de los Werwolf u Hombres Lobos que derivan del viejo latinazgo homo homini lupus o el hombre es un lobo para el hombre (3), que usó Hobbes en De Cive o Sobre el ciudadano (1642) y luego en su Leviatán (1651) para señalar que el estado natural del hombre lo lleva a una lucha continua con su prójimo; pero, que creó el comediógrafo latino Plauto (254-184 a.n.e.) en su obra Asinaria o Comedia de los asnos, que reza: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit, esto es, Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro: que es lo que pasa y, por eso, los malentendidos, las disputas/masacres, en fin, guerras, con sus tristes y penosos resultados…

Como los que se observan en Europa y en los que se mueve Kessler para luego trazar con mano propia su destino, el que puede verse como una metáfora de lo que, al mismo tiempo, le pasa al implícito continente desde el título del filme. Los avatares del personaje se ven reflejados en los escombros, las ruinas, los desastres del continente y, por eso, cuando el joven gringo recibe la afrenta general es justo el anhelo de crear un nuevo continente, el que se resiente por el dardo que da en el blanco. Europa supera tanto a El elemento del crimen como a Epidemic, bien sea desde la forma, redonda y cíclica, y el contenido, justo desde lo político y la simbología, como desde el argumento fílmico, en el que Lars von Trier deja atrás la experimentación de los dos últimos filmes citados y logra en Europa un ambiente entre expresionista y noirista (por el film noir francés), realista poético y onírico fantástico. Sobre todo, en relación con el manejo del tiempo, tal como se ve en la sombra de Leo frente al reloj.

A la hipnosis que surge desde los primeros planos del filme, se suma la suspensión del tiempo tal como pasa con el alcohol, la yerba, ciertas drogas duras, igual que con el amor. El cineasta danés logra, además, una rara alternancia entre pasado y presente hasta lograr que ese pasado sea lo mismo que el hoy. Pasado y presente son hoy, ya, ahora. Algunas escenas ayudan a ilustrar lo anterior: el diálogo y negocio entre Kessler y Katharina con respecto a su repentino romance; los niños que suben al tren y uno de ellos limpia su arma, mata a Ravenstein sin avisar y mancha así su futuro; Max Hartmann se suicida de modo bestial, la bañera deriva sanguinolenta y su hija y su yerno parecen detenerse entre el estupor y la tragedia que une al nazismo con el presente. Cabe señalar/reiterar que Max lleva el mismo apellido del padre del cineasta, a quien éste recién descubría y que se desinteresó por completo de su hijo: así, no es inane que en el filme el judío que miente haya sido encarnado por el propio Lars von Trier.  

Para terminar, cuando el filósofo polaco en lengua alemana Günther Anders habla del peligro de muerte por actos de terrorismo que cometen sujetos sin imaginación y analfabetos de la emoción y el sentimiento ‘que son hoy omnipotentes’, habla a su turno de un factor previo que permite definir el nexo entre ser humano y derecho. Lo que, en otras palabras, designa como ‘estado de necesidad y de legítima defensa’ (4): expresión legal que borra el castigo a quien actúa movido por dicha necesidad o busca preservar la vida de la Humanidad o la suya, hasta el sacrificio de la vida de los omnipotentes o, en este caso, potenciales asesinos, lo que aun así entraña un bien de igual valor. El lío que esboza su tesis de amenazar la vida de los responsables de esa virtual destrucción como forma de defensa es, justo, que tal estado de necesidad urge se comprenda desde el intelecto y no se deriva de situación alguna de hecho: en virtud del estado de necesidad, GA concibe la contraviolencia como una legítima defensa.

Para mayor claridad, Anders señala que hay ‘una desproporción’ entre una amenaza y otra y por ello mismo habla de una ‘regla de desproporción’ (5). Y esa desproporción se cierne sobre Kessler no sólo cuando, en un medio machista, patriarcal, falocéntrico y, por contraste, filo/ homosexual, como hoy se sabe, se relaciona con Katha Hartmann, sino cuando en un medio de predominancia nazista trata de levantar la cabeza en su favor para, a la postre, recibir un mazazo en el cráneo por meterse a redentor: máxime en un espacio ajeno que ahora le cobra la osadía de pretender pasar nobleza por codicia, que es lo que, en últimas, tuvo siempre EE.UU con respecto a Alemania: desde la época de Weimar, pasando por el Plan Dawes y el Milagro Económico de la Era Adenauer hasta llegar a la farsa/tongo del Plan Marshall, con el que, se reitera, la RFA quedó hipotecada al país del Tío Sam y ya le costó mucho volver a erguirse y se llegó al humillante punto de no retorno: el del síndrome de Esto (es el) colmo…

En conclusión, Europa es un drama épico e histórico, siempre unido al hoy y vigente en torno al horror, la guerra, la corrupción; un filme a medio camino entre cine arte, suspenso (guiño a Vértigo, en la escena del suicidio) y cine bélico y que supera a sus dos filmes anteriores, ante todo, por la mezcla perfecta de los tiempos y la virtud de saber alternar la aspereza de la guerra y la ternura de los humanos: como cuando se alejan los trenes y las manos de Katha y Leo se esfuman entre la bruma de la noche. El drama de Europa hacia 1945 es el mismo de la UE hoy, con su dependencia de EE.UU y su Gobierno que actúa con una desfachatez mayor cada día que pasa, como se ve con la invasión sin tregua a tantos países, la cancelación de presidentes que ya no le sirven, el hurto de recursos y de tierras raras, eufemismo por metales valiosos, para su espectral industria y para el avance de la IA, siempre con ventaja de China. El aparente control legal de las fábricas alemanas por los EE.UU era sólo un robo.

La colonización del inconsciente alemán, o la historia de sus ciudadanos (Jung), no es sino la muestra de que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre y un macho depredador para la mujer, como se ve con Katha, quien termina por perderse entre las tinieblas del nazismo y la relación, echada a pique, con su amado Kessler, quien además tiene la desgracia no sólo de ser gringo sino de llevar la marca del invasor, que pretende pasar por cándido (como Bess en Rompiendo las olas y Grace en Dogville) y noble, pero jamás podría ocultar su pasado y por eso también el ayer es hoy. Así, Kessler y Katha encarnan la eterna lucha entre el placer y la realidad que ya expone Freud en Más allá del principio del placer (6) y luego Marcuse en Eros y civilización (7) frente a los intereses de poder en juego, a la vez que el choque inexorable entre cometer un error y/o corregirlo, como pasa en la intensa secuencia final cuando Leo de pronto se ve inmerso en otro tipo de cárcel: la del tren que cae al agua…

Con la que se sella el fracaso de una historia en la vigilia que se proyecta como experiencia onírica, en la que esta vez, dice Freud, el sueño es la realización (disfrazada) de un deseo (reprimido) que está construido cual síntoma neurótico (propio de la sociedad esquizoide), al tiempo el efecto de una transacción entre las aspiraciones de un impulso instintivo reprimido y la resistencia de un poder aquí no del yo, sino externo, que ejerce la censura, para acabar de un tajo con cualquier deseo, proyecto o meta anhelados. En una Europa de tanto ánimo belicista, la secuencia final del filme aprieta el nudo gordiano de la desesperanza histórica y abre la esperanza de que cese el brutalismo continental europeo, con un toque final sin remedio, que ya se verá en otros filmes y, especialmente, en Dogville y el rol de Grace: buscar el bien, por alguien noble, con frecuencia lleva al más desastroso final, por seres omnipotentes, pero antes imbéciles y fanáticos que a diferencia del ciego ignoran que no ven.

Por vía de su enfoque narrativo y tratamiento audiovisual, Europa lo transporta a uno del más crudo y realista escenario al más desquiciado, fantástico y delirante espacio para cotejar el principio del placer con el de realidad: que se ahoga como Kessler bajo las rejas del tren, deja a Katha desolada y permite evocar, por contraste, a la heroína Harriet Tubman (8) quien vía Ferrocarril Subterráneo marcó su impronta en la victoria de la Unión durante la GC gringa: con 150 soldados afros liberó a más de 750 esclavizados, no esclavos, de su etnia y pasó a la historia con el alias Moisés de su pueblo (9). Kundera: ‘Para exterminar a un pueblo, primero se le priva de su memoria: destruyen sus libros, su cultura, su historia. Luego, alguien escribe otros libros, impone otra cultura, inventa otra historia. Y así, poco a poco, la gente olvida quién es y quién fue’. EE.UU privó a la RFA de su memoria, al inventarle otra historia. Las fuerzas en conflicto olvidan lo que son y fueron e impulsan el eterno retorno del horror.    

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) http://www.alcoberro.info/docs/assets/pdf/Anders02.pdf

(2) https://mpr21.info/una-cadena-francesa-de-television-censura-los-crimenes-coloniales-cometidos-en-argelia/   

(3) https://www.culturagenial.com/es/el-hombre-es-un-lobo-para-el-hombre/

(4) ANDERS, Günther. Diez tesis sobre Chernobyl, PDF, 2007: p. 160.

(5) https://rebelion.org/gunther-anders-el-principio-desesperacion/

(6) FREUD, Sigmund. Más allá del principio del placer. PDF, 1920, 43 pp.

https://www.philosophia.cl/biblioteca/freud/Freud%20-%201920%20-%20Mas%20alla%20del%20principio%20del%20placer.pdf

(7) MARCUSE, Herbert. Eros y civilización. Seix Barral, 1969, 253 pp.: Cap. VI, 127 a 136.

(8) https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=3242740478&p=Harriet+pel%C3%ADcula&type=type80260-2133086105#id=18&vid=7250fcff3ce0cf263fd504fe06f62d01&action=view

(9) https://www.nationalgeographic.es/historia/2019/10/harriet-tubman-lo-arriesgo-todo-por-afroamericanos-esclavizados  

FICHA TÉCNICA: Título original: Europa. País: Dinamarca / Francia / Alemania / Polonia / Suecia / Suiza. Año: 1991. For.: 35 mm; b/n y color; 112 min. Gén.: Drama / Suspenso / Guerra / Cine Arte. Dir.: Lars von Trier. Guion: L. von T. / Niels Vørsel. Prod.: Peter A. Jensen / Bo Christensen. Mús.: Joachim Holbek. Fot.: Henning Bendtsen / Edward Klosinski / Jean-Paul Meurisse. Mon.: Hervé Schneid. Narrador: Max von Sydow. Int.: Leopold Kessler (Jean-Marc Barr); Katharina Hartmann (Barbara Sukowa); Udo Kier (Lawrence Hartmann); Ernst-Hugo Järegård (Tío Kessler); Siggy (Henning Jensen, actor); Pater (Erik Mørk); Cl. Harris (Eddie Constantine); Narrador (Max von Sydow); Max Hartmann (Jørgen Reenberg); Judío (Lars von Trier). Dist.: Nordisk Film. Estreno: 27.jun.1991.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: [email protected]

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