Cada Primero de Mayo, Día Internacional de la Clase Obrera, éste se convoca para recordar aquella protesta laboral (por la jornada de 8 horas), pero también nos sitúa frente a la represión de que fueron objeto los mártires de Chicago (5 penas de muerte y 3 largas condenas), mostrando así el carácter irreconciliable de la lucha de clases, cuyo horizonte es la superación del capitalismo.
Bastantes personas piensan que los grandes problemas (pobreza, desigualdad, guerra, deterioro ecológico, falta de vivienda, desempleo, o jornadas extenuantes, entre tantos otros) que afronta la sociedad actual solo podrán resolverse definitivamente cambiando este modo de producción. Así, el socialismo nos remite a la revolución social. Pero, difícilmente puede darse una acción política de ese calibre sin que haya un sujeto revolucionario. Y qué menos que éste sea el portador de la conciencia revolucionaria. Ahora bien, de donde surge esta conciencia.
Muchas preguntas, y más si nos remontásemos analíticamente hasta el final (no lo haremos). Aquí, antes que dar respuestas, proporcionaremos elementos para formular con más precisión las preguntas, invitando a una reflexión más detenida.
Vale la pena examinar el desarrollo histórico de la humanidad, como hace Marx en los Grundrisse, centrándonos en el carácter de la organización de las fuerzas productivas de la sociedad (relaciones sociales).
Así, pueden distinguirse dos grandes etapas, con la posibilidad (salvo destrucción nuclear o ecológica) de una tercera. La sociedad humana, tras dejar atrás su estadio animal, inicia una etapa en las que las relaciones entre las personas (sociales) tienen un carácter directo y personal, bien sean de parentesco (comunidad primitiva), de propiedad (esclavitud) o de servidumbre (feudalismo). En la segunda etapa, la actual (capitalista), los vínculos que se establecen entre las personas son a través de las cosas (mercancía, dinero, capital) e indirectos (la compra o la venta median en la producción o el consumo). Esta etapa crea las condiciones de la tercera, el socialismo o comunismo, donde la organización de la producción social tendrá como fin inmediato (no mediado por las cosas) la satisfacción de las necesidades personales de los integrantes de la sociedad. Por tanto, las relaciones sociales serán directas e impersonales. Esta etapa requiere de la abundancia que otorga el adecuado desarrollo de las fuerzas productivas que proporciona la segunda etapa.
La nueva sociedad, o socialismo, surgirá del desarrollo de la sociedad capitalista, ¿es posible pensar otro origen? Pero lo interesante es ver el cómo. Para ello tenemos que partir de la propia relación social general de la segunda etapa, el capital.
La relación de capital, la compraventa de fuerza de trabajo para la valorización (plusvalor), consolida la división de la población en dos grandes clases sociales. Los propietarios de medios de producción que compran la fuerza de trabajo y la explotan para valorizar su capital (capitalistas); y aquellos que, exentos de medios de producción, venden su fuerza de trabajo para vivir (asalariados).
En cuanto individuos libres (de vínculos personales), propietarios de la mercancía fuerza de trabajo y partícipes de la relación de capital, la clase obrera tiene su conciencia libremente enajenada en la mercancía y en el capital. Es gracias a esta enajenación que puede ser más o menos formalmente libre.
El capital aspira al máximo plusvalor para lo que pone en marcha tanto los procedimientos de incremento del trabajo vivo total (plusvalor absoluto) como de reducción de la parte que entrega al trabajador (plusvalor relativo). Este último, que supone cambios sustanciales en el proceso de trabajo, es el que se revela como más potente otorgando al capitalismo su carácter revolucionario.
Frente a ello, la clase obrera habrá de entablar diversas luchas (económicas, políticas e ideológicas), cuyo contenido es la defensa de su mercancía (la fuerza de trabajo) y de las condiciones de su compraventa y uso (jornada, ritmos, salario). Pero, esas luchas, son también expresión de la más general lucha de clases. Observemos que este enfrentamiento obrero es una elección libre guiada por la conciencia enajenada en la fuerza de trabajo (vender la mercancía en las mejores condiciones posibles) sujeta a la necesidad: primero personal (es el medio de vida del obrero), pero también social (el capital, no el capitalista, necesita que la obrera venda su fuerza de trabajo por su valor como condición de reproducción normal del conjunto del capital y de la sociedad).
A raíz de esta lucha de clases, como reacciones a las expresiones burguesas de la conciencia libremente enajenada, en algunos sectores de la clase obrera se desarrolla una conciencia crítica y revolucionaria, cuyo resultado será el surgimiento de: el socialismo científico, la dialéctica materialista y la crítica de la economía política, a manos de dos genios del proletariado mundial, Marx y Engels.
El movimiento del capital, su reproducción ampliada (centralización y concentración del capital), sobre la base de la plusvalía relativa (maquinaria, automatización, digitalización, inteligencia artificial) irá extendiendo la producción de plusvalía a tasas cada vez mayores pero sobre bases de fuerza de trabajo más estrechas. Una expresión de esto es la formulación de la ley del descenso de la tasa de ganancia, que señala el límite histórico del capitalismo. A la vez, sobre esta revolución técnica operada por el capital, se edificará una conciencia renovada sobre lo que es la persona. La acumulación de capital adopta la forma del desarrollo de la contraposición de intereses de ambas clases agudizando su enfrentamiento (vecinal, laboral, ecológica, feminista, por los derechos humanos, entre otras). A veces de manera contradictoria (guerras, exclusiones, segregaciones, hambrunas o desempleo), la unidad, organización y conciencia, de la clase obrera (o una fracción) se irá configurando como hegemónica en la sociedad.
El desarrollo del capital, cuyo carácter histórico se ha venido poniendo de manifiesto a través de las diversas crisis de sobreproducción, pone contra las cuerdas a la privatización del trabajo social, al propio capital. Éste entrará en una fase de estancamiento y descomposición, donde las alternativas se sucederán sin dar soluciones duraderas. Se abrirá un proceso conflictivo (entre los propios capitalistas y entre las clases), durante el que las personas asalariada adquirirán las últimas herramientas necesarias para asestar el golpe definitivo. Cualquier catástrofe puede ser el detonante (guerra, inundación, sequía, apagón). Las élites capitalistas buscarán cobijo, pero antes intentarán dividir a la clase trabajadora recurriendo a todo tipo de medios, incluso violentos (encierros, terrorismo, fascismo), poniendo a prueba la unidad, organización y solidaridad obreras.
Puesto que la clase capitalista no entregará la propiedad de los medios de producción, el avance capitalista de las fuerzas productivas, la socialización del trabajo privado, habrá de llevarse a cabo a través de la acción política consciente de la clase obrera, que expropiará a una burguesía convertida en parásito social y rémora para el propio capital, o sea la revolución social.
Todavía a esta altura alguien podría plantearse por qué es la clase obrera el sujeto revolucionario. No es solo la clase que ha conseguido la conciencia y organización a través de la lucha de clases, sino que -sobre todo- es la clase capacitada para organizar (diseña, ejecuta y controla) la producción social, que garantiza la reproducción material de la sociedad.
Es más, alguna podría objetar que por qué no ha ocurrido ya esta revolución. La respuesta general es que el capitalismo, aún con los avances técnicos actuales (falta un mayor avance de la fábrica oscura, por ejemplo), no ha alcanzado ese punto de madurez en el que se aviste su final. La situación geopolítica mundial, el fraccionamiento de la clase obrera, un vistazo al top ten de programas de TV, el seguimiento de conversaciones en redes o leer los chats en watshapps, lo mismo nos curan de la impaciencia revolucionaria.
Una perspectiva cronológica también nos puede ayudar: tras millones de años viviendo en manadas, los hombres se organizan en sociedades bajo vínculos directamente personales durante pocas decenas de milenios (la revolución neolítica es del 10.000 a.n.e, el esclavismo duró unos pocos miles de años, el feudalismo en torno al milenio), la sociedad capitalista tiene una vigencia de unos cinco siglos (en su forma plena, pocos cientos de años). Pero, el capitalismo cambia vertiginosamente, de una generación a otra a penas se reconoce al género humano (los jóvenes de hace 25 años distan mucho de los actuales).
Significa esto que hay que sentarse a esperar que el capital desarrolle las condiciones de su superación. Claramente, no. Cuanto más preparada esté la clase obrera más se acortará y menos sufrimiento supondrá el advenimiento de la nueva sociedad. Muchas son las tareas de las personas revolucionarias: desarrollar el método dialéctico y la crítica, recoger la historia de la lucha de clases, operar para extender la conciencia revolucionaria, potenciar la socialización del trabajo privado, o realizar la acción política consciente, por señalar algunas. También impulsar la lucha de clases no solo por su efecto organizador y pedagógico, sino porque al elevar el valor de la fuerza de trabajo obliga al capital a desarrollar las fuerzas productivas acercándonos a su final.
La memoria acumulada del Primero de Mayo, más allá de la lucha por los derechos laborales (sindicalismo) incluso en su expresión política corporativista (laborismo), nos conmina a preparar y entablar la lucha de clases que conduzca a la comunidad de los individuos libremente asociados, o sea al socialismo.
Referencias:
Denari, Luis Lorenzo (2025). Biografía de Marx. En https://cicpint.org/es/denari-l-2025-biografia-de-karl-marx-volumen-i-cicp/
Iñigo Carrera, Juan (2019). Del capital como sujeto de la vida social enajenada a la clase obrera como sujeto revolucionario. En https://cicpint.org/es/inigo-carrera-j-2019d-del-capital-como-sujeto-de-la-vida-social-enajenada-a-la-clase-obrera-como-sujeto-revolucionario-en-r-escorcia-romo-g-caligaris-eds-sujeto-capital-sujeto-re/
Pedro Andrés González Ruiz, autor del blog Criticonomia
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