Una cita de Albert Camus, de su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura de 10 de diciembre de 1957, abre Una vida breve: “[…] el papel del escritor no está exento de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse hoy al servicios de los que hacen la Historia; está al servicio de los que la sufren”. Entre esa humanidad sufriente, Maurice Audin, militante comunista y colaborador del FLN, matemático tunecino asesinado en 1957 por el Ejército francés en Argelia, y padre de la autora.
Un apunte sobre ella, sobre Michèle Audin [MA]: Matemática, historiadora y novelista, MA es miembro de grupo de experimentación literaria OuLiPo y autora, entre otras publicaciones, de un libro comentado en estas páginas: La señorita Haas. MA rechazó en 2008 la Legión de Honor, después de la negativa del entonces presidente de la República, Nicolás Sarkozy, a aclarar la muerte de su padre. Más de sesenta años después de este crimen de Estado, en 2018, el gobierno francés pidió finalmente perdón a la familia Audin.
Pero no es la detención, tortura y asesinato de Maurice Audin el tema de este libro, sino la reconstrucción, la minuciosa y detallada reconstrucción de su vida. MA lo expresa así: “En este libro se habla de una vida breve. No de la de un desconocido elegido al azar, por haber visto su foto o su sonrisa en un periódico viejo, sino de la mi padre, Maurice Audin”. Puede, señala MA, que nos hayamos topado con su nombre. No en mi caso. Puede que hayamos oído hablar de lo que se conoce como “el caso Audin”. Tampoco era mi caso. O puede que no añade la autora. Mi caso hasta ahora, un desconocimiento que no me perdonaré nunca.
MA nos advierte desde el principio de estas páginas inolvidables: “Lo digo desde el principio: no es de ese “caso” de lo que quiero hablar aquí. Por lo demás, no veo qué podría añadir a una verdad también breve y brutal: en 1957 Maurice Audin tenía veinticinco años, fue arrestado durante la batalla de Argel, fue torturado por el Ejército francés, fue asesinado, se organizó un simulacro de evasión, se hicieron desaparecer las huellas de su muerte, como determinó la investigación de Pierre Vidal-Naquet entre 1957 y 1958. Nada nuevo aprenderán aquí acerca de dicho caso. Ni el mártir, ni su muerte ni su desaparición son el tema de este libro”.
Todo lo contrario, añade MA: “de la vida, de su vida, de una vida cuyas huellas no han desaparecido por completo, pretendo hablarles aquí”. La narración de su vida incluye el momento de la detención.
Es justo un apunte sobre el gran helenista francés que tomo de la nota de las editoras: “Esta editorial [Les Éditions de Minuit], clandestina durante la ocupación nazi, sacó a la luz ese mismo año [1958] el libro fundamental sobre la desaparición, cuya repercusión podría compararse con el Yo acuso, de Émile Zola, sesenta años antes. El título era El caso Audin y su autor fue Pierre Vidal-Naquet (1930-2006), entonces un joven licenciado de estudios helenísticos, que se jugó su incipiente carrera al publicar esta investigación. Vidal-Naquet llegó a ser uno de los grandes helenistas franceses, pero también un intelectual comprometido, de una feroz y valiente independencia intelectual: fue un implacable combatiente del negacionismo de los crímenes nazis -superviviente del holocausto, sus padres perecieron asesinados en Auschwitz-, pero no dudó en criticar al Estado de Israel”.

Michèle Audin ha estructurado su libro en los siguientes apartados: 1. Antes. 2. Béja, 14 de febrero de 1932, 23. 3. Desplazamientos. 4. Argel. 5. 1957. 6. Después. Agradecimientos y fuentes. Claro y conciso, ni una palabra de más, una reconstrucción casi arqueológica de la vida de su padre y los orígenes de su familia.
Las editoras han añadido una nota (que no deben perderse, un excelente resumen de lo que conocemos de la tragedia y asesinato de Maurice Audin): pp. 161-164.
Son frecuentes, como no podía ser de otro modo, las referencias de MA a la historia de las matemáticas francesas y, concretamente, a las investigaciones, aportaciones y tesis de su padre asesinado. No son fáciles de seguir para el lector no matemático, pero en absoluto enturbian la lectura de este libro imprescindible.
Déjenme que rinda homenaje a uno de los matemático citados, relacionado con Maurice Audin y Alexander Grothendiek: Laurent Schwartz (1915-2002), un gran matemático anticolonialista, el autor de la “teoría de las distribuciones” (funciones generalizables), que recibió la medalla Fields en 1951. (El profesor Manuel Monleón Pradas me ha recordado el moto con el que Schwartz abría su Curso de análisis: “No hay matemáticas sin lágrimas”. También, y en paralelo, el fragmento de una carta de Marx a Maurice La Châtre (18 de marzo de 1872): “No hay un camino real hacia la ciencia, y solo quienes no temen cansarse subiendo sus empinados senderos tienen la oportunidad de alcanzar sus luminosas cumbres”).
En la contraportada del libro se habla de la prosa inconfundible de la autora, “que aúna la precisión de la matemática y la especulación poética”, y se añade: “Una vida breve es más que un ejercicio de “literatura de los hijos”. Cumple un deseo esencial de la gran literatura: narrar esas vidas concretas que, a veces involuntariamente, tienen la capacidad de condensar la Historia”. De acuerdo.
Una sugerencia: les dejo dos enlaces sobre la autora (https://micheleaudin.com/, https://macommunedeparis.com/) que con toda seguridad serán de su interés.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.