El sistema capitalista es un gigantesco y omnipresente monstro que todo lo determina. Sólo tiene valor aquello que es rentable crematísticamente. Es la monomanía del pensamiento único que está constantemente determinando imaginarios de valores e imaginarios de conductas que siempre se asientan en acciones encaminadas hacia la misma causa: el crecimiento de la acumulación de la plusvalía expresada en PIB, obtenida a partir del trabajo-enajenado, esclavizante y del extractivismo esquilmante-contaminante.
Para conseguir este objetivo está continuamente fijando imaginarios en todas las mentes y lo hace valiéndose del poder mediático. Hace siglos el único poder mediático era el púlpito de la iglesia, hoy lo es la propaganda comercial y electoral que se sirve de unos medios de comunicación ultraeficientes [1]. Hoy el púlpito es el marketing usado por la religión de la desmesura crematística que es el capitalismo. Éste por todos los rincones del planeta va sembrando imaginarios que son como virus que enferman. Como miasmas cancerosos que generan un suicidio silencioso e inconsciente y que al final terminan derivando en una metástasis invasora de todo el territorio y todas las mentes. Pondré algunos ejemplos de los imaginarios más destacables en los que se basa el capitalismo:
– Machismo, originado por el patriarcado secular, que ya viene de lejos.
– Consumismo, que genera el productivismo-extractivismo esquilmante de recursos planetarios y originador del cambio climático.
– Competitividad, ocasionada por la enfermedad mental y mortal de la manía de la hegemonía; además tiende a cursar el individualismo.
– Industrialismo, asesino del medio natural, que es supervalorado. Y que, en el caso de las corporaciones de la agroindustria, es mucho más rentable crematísticamente que los antiguos agroecosistemas, y además ha convertido a la agricultura tradicional, de ciclo de la materia orgánica cerrado, en una agricultura industrial de ciclo abierto. Es una transformación que convierte el suelo de un recurso renovable a un recurso no renovable.
– Jerarquismo. Para el sistema neoliberal existen escalonadas varias jerarquías cuyo trasvase es bastante insalvable y que se van distribuyendo desde niveles superiores de cúspide (oligárquicos) a otros cada vez más inferiores.
Dentro del jerarquismo estarán, en lo más alto, los presidentes de corporaciones industriales y financieras y los de los estados. Principalmente la aristocracia beneficiada del colonialismo. En escalón un poco más abajo están grandes ejecutivos de raza blanca de grandes multinacionales, burócratas y los dirigentes de gobiernos, sumisos lacayos de los anteriores. Después, en un escalón mucho más bajo, una clase media de trabajadores de cuello blanco (técnicos, profesores, ciudadanos solventes blancos… Y es solo en estos estamentos, minoritarios, donde se puede “elegir el consumo libre” neoliberal. De aquí para bajo solo rancho de comida rápida basura y baratijas. En el escalón aún más bajo una gran mayoría de mujeres blancas, más abajo casi todas las mujeres negras. Y más abajo todavía los rurales que trabajan la tierra. La condición más baja de todas las jerarquías será la de una campesina negra.
Y toda esta concentración de riqueza en el alto y oligárquico jerarquismo es obtenida principalmente gracias al consumo innecesario y dañino de cosas que no se necesitan, es decir, pseudonecesidades consumistas. En efecto, la ansiedad por el crecimiento de la acumulación de PIB por parte de una oligarquía de corporaciones y su miedo a la saturación del mercado, hace que esté vehementemente interesada en potenciar el deseo de pseudosatisfactores y de consumismo para así poder vender y crecer de forma completamente oligárquica y evitar la saturación del mercado.
En resumen, la vida humana se mueve a partir de tres factores: necesidades, satisfactores y deseos. Pero al crecimiento económico oligárquico del neoliberalismo global los problemas de la vida humana no le interesan, aunque insistentemente presuma de los “valores de Occidente”, precisamente donde no existen más valores que los valores en bolsa. Y para que este nefasto y suicida crecimiento sea posible, o según dicen “sostenible”, tiene que enrolarse en una actividad insostenible ecológicamente. Y este tipo de economía productivista consiste en acelerar el consumismo, los pseudodeseos, los pseudosatisfactores y las pseudonecesidades de los consumistas; así como aumentar la desvalorización del trabajo y sustituir los empleos por robots, acelerando, con ello vertiginosamente el desempleo, pues no quieren ni oír hablar de la reducción de la jornada laboral, que se podría ir reduciendo gradualmente a medida que se expanden los robots y progresa la tecnología puntera.
Y se da el caso de que el sistema neoliberal que nos dominase basa en el tan respetado mercado laboral. un mercado en el que se compra y vende carne humana cruda y viva de forma parecida a como se vende la carne de vaca o cordero en una carnicería. Sin embargo, el sistema ha conseguido convencernos de que este mercado, inhumano y atroz, consiste en un sistema que es de lo más respetable y al que todo gentil ciudadano tiene que alegremente venderse.
El gran problema del trabajo enajenado-asalariado y del mercado del trabajo es que siempre lo miramos desde el punto de vista crematístico capitalista, desde la exclusiva visión mercantilista, es como si el trabajo creativo, aficionado, de disfrute y feliz no existiera.
Pero la realidad es que existen dos tipos de trabajo que son diametralmente opuestos.
a. El trabajo asalariado-enajenado, que es generado, de forma indispensable, por el crecimiento de la acumulación de la plusvalía expresado en PIB. Que, en realidad, para mí, no es exactamente trabajo, es llana y exclusivamente, un tipo de explotación del hombre por el hombre, que es regulado por el “respetuoso” mercado de trabajo. Tiene mucho de mercado y muy poco de trabajo humano, solidario y elegido, precisamente en la sociedad neoliberal llamada de la “libre elección”. Y puede considerarse como trabajo forzado, de forma palpable si nos paramos a pensar en por qué el sueño más deseado de todo trabajador asalariado-enajenado (casi todos) es suspirar por el liberador momento de la jubilación.
b. El trabajo creativo, vocacional, solidario, y des disfrute feliz.
En el mercado de trabajo, del sistema neoliberal, la valorización del trabajo está marcada por el mercado laboral y dentro de esta valoración, precisamente, el trabajo más valioso, noble y solidario, el de los cuidados, el reproductivo, realizado aún casi en exclusividad por las mujeres, cae en un valor cero porque no cotiza: ni en el mercado laboral ni en bolsa, puesto que no es un trabajo rentable crematísticamente. Por lo tanto, su valor es considerado por el sistema neoliberal global como cero porque no hace crecer la acumulación de la plusvalía expresada en PIB. Por el contrario, sí que hace crecer el PIB (y sobremanera) la industria de la muerte (la armamentística) o el comercio de la prostitución y de la droga.
Además, el trabajo de la mujer históricamente siempre fue estrechamente relacionado con la vida: el trabajo reproductivo, de cuidados, solidario, etc., un trabajo más intenso y completo que el del hombre, por eso tenía cierta justificación el matriarcado imperante en la etapa neolítica. Su herramienta era el alma (no el arma, como sucede frecuentemente con el hombre), los utensilios agrícolas, y los necesarios para los cuidados.
Por contra, de siempre el trabajo del hombre estuvo relacionado con la muerte: caza, guerras, sentencias de muerte, etc. Su herramienta era el arma, ósea las armas, en un principio armas blancas (flechas, lanzas, espadas, etc.) más adelante fueron las armas negras, ennegrecidas por terribles explosivos como pólvora, TNT, nucleares, etc.
Una prominente autora, Olive Schreiner (1855-1920), feminista-marxista, amiga de la hija de Marx, aunque los marxistas no han sido siempre de los más firmemente entusiastas del feminismo, realizó un interesante trabajo feminista, cuyo pensamiento podemos sintetizarlo en las siguientes palabras: “La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa (su ocupación exclusiva en las labores domésticas) aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar, el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo productivo del hombre, este trabajo lo era todo, aquel un accesorio insignificante”.
Y la lucha de los sindicatos en pro de las mejoras del trabajo asalariado enajenado tiene unos planteamientos muy de cortas miras y conformistas, no plantea terminar con la atrocidad que es el sistema del mercado de trabajo, sino que pide a gritos callejeros que les dejen entregar su yugular para ser desengrad@s en el trabajo asalariado-enajenado. Y se conforman con que los desangren un poco menos.
Nota:
[1] En primer lugar, se basa en una técnica sicológica denominada contagio emocional basada en la manipulación de las informaciones mediante la cual es posible influir sobre los cibernautas de las redes, sobre todo en Facebook, en sus decisiones electorales o comerciales a partir de mensajes supuestamente enviados por sus amigos. Un caso destacable es el de los bigdata, o acervo gigantesco de información personalizada que se puede procesar para elaborar un perfil preciso de cada usuario con fines comerciales. Estos bigdata suponen un gigantismo y una concentración de poder, un gran negocio, capaz de convertir la esfera de la vida privada en mercancía.
Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT
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