La movilización de 4,500 marines yanquis, 8 barcos militares con misiles, destructores, aviones de reconocimiento P8 Poseidón y un submarino nuclear a las costas del Caribe bajo la narrativa de que Maduro es “líder del Cártel de los Soles” y por el cual han puesto una recompensa de $50 millones, produjo la convocatoria del líder chavista a 4 millones de milicianos. Sin embargo, Maduro, a la vez, tiende puentes de negociación con Trump al decir que, “Venezuela siempre ha estado en la disposición de dialogar”, (Infobae, 05/09).
El despliegue militar hacia el Comando Sur está acompañado de una resolución que habilita la intervención de las FF.AA. yanquis contra “los peligros a la soberanía estadounidense” encarnados por asociaciones “terroristas”. La misma figura que utilizaron para Al Qaeda o el Estado Islámico ahora es ampliada al MS-13 de El Salvador, el Tren de Aragua y el Cartel de Sinaloa.
Y frente al sobrevuelo de cazas venezolanos sobre un buque yanqui, Trump declaró que “los aviones venezolanos que representen peligro para las fuerzas en el Caribe pueden ser derribados”, (Infobae, 05/09). Para Peter Hegseth, secretario de Defensa, “el aniquilamiento de la barcaza es solo el comienzo”, (Zerohege, 03/09). La gran prensa que balbucea por la “paz”, en un acto de sumisión escandalosa, no señala que la barcaza pudo ser fácilmente intervenida sin disparar un solo tiro. Pero se suma al coro de lo que podría ser caracterizado por la Academia como un acto de terrorismo internacional.
De esta forma, el narcotráfico (un delito penal), se ha tornado en un objetivo de guerra militar. Pero lo del narcotráfico sería un pretexto ya que la DEA y la CIA tienen la supervisión de las drogas y el terrorismo, respectivamente, en las últimas décadas. El Plan Colombia, planteado como una alta militarización yanqui en Latinoamérica, fracasó en la lucha contra el narcotráfico. Ahora, por Ecuador “transita el 70 % de la cocaína, la mitad va a Estados Unidos”, (La Nación, 05/09).
Hay que recordar que Noriega en Panamá, Montesinos en Perú o Bin Laden en Afganistán, estuvieron involucrados en la narcopolítica y eran apoyados por EE.UU. hasta que éste les bajó el dedo por querer desenvolverse con autonomía. Incluso, en el caso del acusado de narcopolítico, Álvaro Uribe, en Colombia, Trump, presionó por su liberación de la cárcel. Según un informe de la ONU (2022), la mayoría de la droga se traslada por el Pacífico. Entonces, si Trump en verdad quisiera derrotar al narcotráfico debería reforzar su presencia en el Pacífico o identificar el lavado de dinero en el propio EE.UU. Es más, con la excepción del ex ministro peruano Pérez Guadalupe (entrevistado por Hildebrant), la mayoría de investigadores resaltan que el Cartel de los Soles es un fantasma.
Para el analista Farid Kahat, “el chavismo todavía tiene una base social del 30% del electorado que rechazaría una invasión…Chevron tiene inversiones en Venezuela…y los grupos del crimen organizado pelearían por mantener su poder”, (03/09). Si bien es cierto que, en una invasión u operación quirúrgica, el factor sorpresa y la cantidad de soldados (se calcula en 100,000 los necesarios), son claves, pues, lo que estaría obviando Kahat es que con Colombia, Ecuador, Guayana y Perú (la amnistía a militares del terrorismo de Estado), se estaría cerrando el cerco perfecto a Venezuela.
El otro escenario sería presionar para generar una grieta en las FF.AA. bolivarianas o servir de fuerza auxiliar a un golpe de estado o la intervención de organizaciones criminales-paramilitares-mercenarias (internas o externas) como sucedió en Guatemala en 1954 contra el gobierno de Árbenz. También está el escenario del bombardeo de objetivos estratégicos en Caracas. Es que después de varias derrotas políticas de Trump contra Maduro, ahora la negociación sería una opción compleja y la invasión por el “change regime” estaría en la agenda del Pentágono.
En este sentido, Terry Cole, director de la DEA, “acusó al régimen de Venezuela…de colaborar con las guerrillas colombianas para traficar niveles récord de drogas a EE.UU.”, (LN, 22/08). Lo que también estaría calculando Trump es la respuesta popular (también de LATAM) y miliciana (que con un país donde los salarios son insuficientes es complicado calcular) así como la de Rusia y China (con la cual Maduro acaba de celebrar un nuevo acuerdo de inversión por $1,000 millones), lo que podría obligarlo a negociar. La opción de la invasión, aunque rechazada por líderes opositores al chavismo como Enrique Capriles, pues, tiene el apoyo de Edmundo Gonzales y de Corina Machado (cuya detención por el chavismo podría ser una provocación).
Así las cosas, estaríamos frente a un abanico de escenarios de injerencismo imperialista ya que es un secreto a voces que EE.UU. quiere apoderarse del petróleo venezolano (la mayor reserva convencional y la cuarta de gas), con el fin de reforzar su política guerrerista contra su enemigo estratégico: China; donde Latinoamérica se tornaría en el “patio trasero” volviendo a jugar el rol de retaguardia (de EE.UU.), que jugó en la segunda guerra mundial contra Japón.
César Zelada. Director de la revista La Abeja obrera. Escritor y colaborador en varios medios de prensa popular.
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