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Una reflexión crítica sobre la carta de Pérez Esquivel a Machado

La paz se construye día a día

Fuentes: Rebelión

​El 13 de octubre de 2025, el Premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel publicó una contundente «Carta abierta a Corina Machado» tras su sorpresiva designación como también laureada con el Nobel. La misiva no es simplemente una felicitación, sino un profundo cuestionamiento a las posturas políticas y sociales de Machado, a la luz de la larga trayectoria de Pérez Esquivel en la defensa de los derechos humanos y la soberanía latinoamericana.

​La carta inicia con un saludo de «Paz y Bien», que rápidamente se convierte en el estándar moral con el que el activista, a sus 94 años, juzga las acciones de Machado. Pérez Esquivel evoca su propia historia de resistencia contra la dictadura militar argentina, un pasado de tortura y desaparición que enmarca su compromiso inquebrantable con los pueblos. Al recordar que recibió el Nobel en 1980 «por el compromiso junto a los pueblos», subraya que la distinción es un mandato de coherencia entre «el decir y el hacer», una vara que parece dudar que Machado pueda sostener.

​El corazón de la crítica se centra en la relación de Machado con Estados Unidos y su postura ante el gobierno de Venezuela. Pérez Esquivel reconoce que el gobierno venezolano, iniciado por Hugo Chávez, es una «democracia con sus luces y sombras», pero enfatiza que marcó un camino de «libertad y soberanía» atacado permanentemente por EE. UU. –una potencia que, advierte, «no tiene aliados, ni amigos, sólo tiene intereses» y que considera a América Latina su «patrio trasero». La mención del bloqueo a Cuba y las intervenciones históricas en la región (Panamá, Irak) no son digresiones, sino el contexto histórico que, según el autor, Machado ignora.

​La pregunta más incisiva de la carta es: «¿Por qué llamaste a los Estados Unidos para que invada Venezuela?» A Pérez Esquivel le preocupa profundamente que Machado haya dedicado el Premio Nobel de la Paz a Donald Trump, a quien califica como «el agresor a tu país». Esto lo interpreta no solo como una falta de visión política, sino como una traición al principio fundamental de la no violencia y la autodeterminación. Acudir a una potencia extranjera para una invasión, basándose en «mentiras semejantes a la de George Bush» para invadir Irak, es visto como el recurso a «lo peor» y la generación de «mayor violencia».

​El contraste entre los ideales es palpable: el Premio Nobel argentino destaca los avances sociales en Venezuela («donde antes había chabolas… hoy hay viviendas dignas, salud, educación y cultura») y le recuerda a Machado que la «dignidad del pueblo no se compra ni se vende». Su súplica final es una invitación a la reflexión y al cambio de rumbo: «vacía el cántaro de la violencia y construye la Paz y unidad de tu pueblo». La metáfora del poeta —»caminante no hay camino, se hace camino al andar»— le recuerda que el verdadero camino de una líder de Paz es el diálogo y el encuentro con su propio pueblo, no el sometimiento a intereses hegemónicos.

​La «Carta abierta de Adolfo Pérez Esquivel a Corina Machado» es más que un regaño; es una lección de historia y ética política desde la perspectiva de la teología de la liberación y la no violencia activa. Subraya que la Paz, tal como él la concibe, es inseparable de la soberanía, la justicia social y la resistencia a toda forma de dominación imperial. Si Machado desea honrar el Nobel, concluye Pérez Esquivel, debe dejar de ser una «pieza más del coloniaje de Estados Unidos» y canalizar su coraje en la construcción de la Paz con y para su pueblo. En el fondo, la carta es un llamado atemporal a la coherencia moral en el ejercicio del liderazgo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.