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Mutaciones autoritarias del poder corporativo

Nuevas y viejas oligarquías. Las transformaciones en el régimen de acumulación del capital

Fuentes: Viento sur

Marx discutió en detalle la capacidad única del capitalismo para desarrollar las fuerzas productivas: la feroz competencia entre los capitalistas les impulsaría a innovar permanentemente en el proceso de producción, aumentando la composición orgánica del capital. También concluyó que la competencia da lugar a una tendencia a la concentración empresarial. En este sentido, Ernest Mandel explica que:

La evolución del modo de producción capitalista arrastra, por lo tanto, necesariamente, la centralización y la concentración del capital. El tamaño medio de las empresas crece sin cesar; un gran número de pequeñas empresas son derrotadas en la competencia por un número reducido de grandes empresas que controlan una fracción cada vez mayor del capital, el trabajo, la propiedad y la producción en sectores industriales completos. (…) Así, la competencia capitalista continúa el proceso de expropiación que está en el origen del modo de producción capitalista. (…) La historia del capital es la historia de la destrucción de la propiedad de la gran mayoría en beneficio de la propiedad de una minoría cada vez más restringida 1.

Históricamente, se ha comprobado que el capitalismo ha conducido a un gran desarrollo tecnológico y a la producción de bienes materiales e inmateriales, y que este proceso de crecimiento productivo ha generado tensiones económicas y sociales. Este texto trata brevemente un aspecto de este movimiento, la evolución reciente de la composición de la burguesía, señalando que, en los últimos 50 años, se ha registrado un crecimiento relativamente bajo, marcado por una débil inversión y modestos aumentos de la productividad, lo que se ha denominado estancamiento secular. Así, existe una crisis de acumulación de capital, aunque acompañada de una fuerte concentración de la riqueza. Estas son las dos características generales de la evolución actual del capitalismo tardío.

Más adelante abordaremos las razones del rendimiento de esta fase del capitalismo. Por ahora, nos interesa destacar una característica fundamental de este período, clave para comprender el capitalismo contemporáneo: la fuerte concentración empresarial. De hecho, varios estudios empíricos, incluidos los de organizaciones como el FMI 2, subrayan este hecho mediante diversos indicadores, especialmente el aumento de los márgenes y los beneficios de las empresas, pero que se producen sobre todo en un pequeño número de grandes empresas:

Más importante que el aumento del margen agregado, la principal conclusión es que la distribución de los márgenes ha cambiado: la mediana es constante y los percentiles superiores han aumentado sustancialmente. (…) Unas pocas empresas tienen márgenes elevados y son grandes, la mayoría de las empresas no ven ningún aumento de los márgenes y pierden cuota de mercado 3.

Las pruebas empíricas son concluyentes sobre los efectos macroeconómicos perversos de este fenómeno, en particular la reducción de la inversión, del empleo y de la parte de las rentas salariales en la renta nacional. También confiere un poder de mercado desmesurado a un puñado de empresas, lo que les permite fijar precios más altos de lo normal, lo que se podría denominar renta en el sentido de la economía (neo)clásica, o lo que Kalecki denominó markup 4. Estos desarrollos fueron subrayados por la escuela marxista del monopolio capital: un exceso de capacidad productiva en las grandes empresas, combinado con el aumento de la composición orgánica del capital, que prescinde del empleo y deprime el consumo, conduce a una sobreacumulación o dificultad para absorber los excedentes debido a la falta de oportunidades de inversión productiva, lo que a su vez conduce al estancamiento económico 5.

Sin embargo, esta perspectiva es insuficiente para comprender la acumulación en el presente, al menos por dos razones. En primer lugar, aunque la monopolización es una característica fundamental del capitalismo actual, no es la única; no deben ignorarse otras dimensiones importantes, sobre todo la forma en que ha evolucionado la lógica de la acumulación, en particular durante la era neoliberal. En segundo lugar, es necesario ir más allá de una visión puramente económica de la monopolización. A medida que estas grandes empresas concentran un poder de mercado sin precedentes en la historia, también ganan influencia social y poder político. Este proceso fue descrito por Marx (y por otros economistas antes que él), pero ha adquirido nuevas dimensiones que determinan la configuración social: algunas de estas empresas, de las que hablaremos más adelante, sobredeterminan las relaciones sociales a una escala prácticamente universal y su imbricación reforzada con el poder político es un elemento constitutivo de su régimen de acumulación. En otras palabras, la oligarquización es una característica definitoria del capitalismo actual.

Este artículo pretende desarrollar este ángulo de análisis. Lo hace trazando brevemente la evolución de las lógicas de acumulación en las últimas décadas, poniendo de relieve el impacto de estas mutaciones en el auge de nuevos (y viejos) segmentos del capital, y mapeando algunas de sus fronteras, intereses y tensiones, para señalar los dos sectores del capital que han surgido de esta evolución: los gestores de activos (asset managers) y los tecnooligarcas. Terminamos con algunas reflexiones sobre el significado de estos procesos para comprender el capitalismo contemporáneo.

El fin de la globalización y las largas olas de desarrollo capitalista

El estancamiento secular corresponde a la fase depresiva de la cuarta onda larga de desarrollo capitalista, pero presenta características inéditas en comparación con otros períodos anteriores, en particular su duración. De hecho, si la expansión de esta onda está documentada y verificada por datos tanto agregados como de los sectores más dinámicos de rentabilidad y la acumulación de los treinta años gloriosos tras el final de la Segunda Guerra Mundial (automóvil, química, siderurgia, bienes de consumo duradero), lo que ocurrió tras el agotamiento de ese impulso es más controvertido. Algunos autores intuyeron una recuperación en la década de 1980, con la globalización, pero lo cierto es que las tasas de beneficio no se recuperaron de manera significativa, y cuando aumentaron no dieron lugar a un crecimiento global de la inversión. La crisis de la acumulación se refleja en el bajo nivel de la tasa de ganancia y en el mediocre nivel de inversión. En cualquier caso, este proceso presenta una gran diversidad: en 2024, la tasa de rentabilidad del capital en Estados Unidos será, para las grandes empresas, de alrededor del 12 %, mientras que para las más pequeñas no superará el 4 %.

Y, sin embargo, han sido años de gran innovación tecnológica, no solo por la creación de nuevos productos y actividades (el enjambre digital o el metaverso, la IA), sino también por su efecto en los procesos productivos (robotización). Estos procesos han creado nuevas industrias y nuevas empresas, lo que ha permitido la aparición de nuevos sectores de la burguesía, que es lo que discutiremos a continuación. Lo que no han conducido es a la recuperación de la acumulación y la inversión a niveles comparables a los del pasado.

Las razones de este largo estancamiento, a pesar de la innovación tecnológica, se han discutido en otro artículo 6. Aquí nos interesa señalar que esta historia es indisociable del proceso de financiarización de las economías y del ascenso de las finanzas como sector dominante del capital. El crecimiento del sector financiero fue consecuencia de las políticas neoliberales a partir de la década de 1970, como la liberalización de los tipos de cambio, la libre circulación de capitales y la desregulación financiera en general, pero refleja un agotamiento de la capacidad productiva de las economías avanzadas; en respuesta, sus empresas se deslocalizaron a zonas geográficas donde era posible explotar mano de obra más barata y reorientaron sus beneficios hacia aplicaciones financieras que proporcionaban rendimientos superiores a los de la inversión productiva 7. Proliferaron los productos financieros complejos y opacos, y se utilizó el crédito masivo para sostener una demanda deprimida por los salarios estancados. Todo ello resultó extremadamente rentable para el sector financiero, pero el peso del capital ficticio en las economías avanzadas resultó fatal en la crisis financiera de 2007-2008.

Activismo monetario y reconfiguración del capital

La hegemonía del sector financiero tradicional se vio profundamente afectada por la crisis de las hipotecas subprime, al menos por dos razones. En primer lugar, la quiebra de bancos, la acumulación de carteras de crédito moroso y el refuerzo de la regulación como consecuencia de la crisis redujeron la rentabilidad del sector. En segundo lugar, se produjo una pequeña revolución en la política monetaria de los bancos centrales, en la que la era de los altos tipos de interés inaugurada por el choque Volcker dio paso a largos años de tipos de interés de referencia muy bajos y a voluminosos programas de compra de activos (quantitative easing) para responder a las sacudidas provocadas por la recesión. La consecuencia fue la formación de una nueva oligarquía con dos componentes principales –los gestores de activos y sus empresas financieras, y los tecnooligarcas– que se analizarán en las siguientes secciones.

Sin embargo, sería precipitado declarar el fin del dominio de las finanzas tradicionales. Tras la crisis, el sector bancario fue escenario de una amplia concentración, con los grandes bancos rescatando y adquiriendo los bancos más pequeños que quebraron, lo que dio lugar a la formación de megaconglomerados. Como explica Brett Christophers, el refuerzo del poder de mercado de los bancos les ha permitido no reflejar totalmente la bajada de los tipos de interés en los intereses cobrados en el marco de su actividad crediticia, atenuando así el impacto de la nueva política monetaria expansionista 8. Por otra parte, esta política condujo a una enorme revalorización del precio de los activos financieros en general, de la que también se beneficiaron los bancos en sus actividades internas de trading, dado que la consecuencia de ese activismo monetario fue revalorizar los mercados bursátiles y de bonos.

Este último ejemplo ilustra la característica destacada del régimen de acumulación de los años posteriores a la crisis –la inflación de los precios de los activos (asset-price inflation)– como resultado directo de las cuantiosas inyecciones de liquidez por parte de los bancos centrales. La deprimida demanda global, debida a la caída de los salarios reales como consecuencia de la austeridad, redujo aún más la rentabilidad del capital productivo, estimulando así la especulación financiera, que permite obtener rendimientos no a través de la inversión productiva, sino de la revalorización y el intercambio de activos financieros. Del mismo modo, esta evolución estimula la creación y multiplicación de empresas financieras que explotan este filón. De este modo, la marea de liquidez proporcionada por los bancos centrales se canalizó para utilizar la inflación de los precios de los activos en lugar de la inversión productiva.

En este sentido, si bien es cierto que la financiarización se mantuvo como forma dominante de acumulación, también es cierto que su lógica se transformó cualitativamente. Tras la crisis de las hipotecas subprime, los inversores necesitaban nuevos activos debido a la ola de ejecuciones hipotecarias, que eran una importante materia prima del sistema financiero. Es en este contexto en el que la vivienda se convierte en todo el mundo occidental en un activo financiero por excelencia que proporciona rendimientos extraordinarios.

Como explica Desiree Fields, la construcción de esta “nueva clase de activos” fue el resultado de una serie de factores diversos 9. Por un lado, como ya se ha dicho, era necesario encontrar nuevos activos para restaurar la rentabilidad del capital. Por otro lado, las variaciones en el precio de los inmuebles, su abandono por parte de familias que no podían pagar la hipoteca (en la crisis de 2008-2009) y la consiguiente voluntad de vender por parte de los propietarios (privados y públicos), a lo que se suman diversas intervenciones de política pública destinadas a hacer atractiva esta inversión (beneficios fiscales, ordenación urbana, etc.), crearon una nueva estructura de oportunidades para este tipo de inversión. Es entonces cuando los fondos de inversión adquieren propiedades en masa en prácticamente todas las grandes ciudades occidentales con el objetivo no solo de especular –comprando y vendiendo a un precio más caro ad infinitum–, sino también de ponerlas en el mercado del alquiler para obtener ingresos continuos, en lo que ha supuesto una transformación arrolladora 10 de la estructura de la propiedad de estas ciudades 11.

Las privatizaciones derivadas de la austeridad también han puesto en manos de los gestores de activos varias empresas de gestión de bienes públicos (energía, infraestructuras, transportes) que, debido a su naturaleza monopolística y a una demanda rígida, proporcionan rentas extraordinarias a los inversores, a menudo gracias a los pagos del propio Estado. Al mismo tiempo, la destrucción de las capacidades internas del Estado ha llevado a una subcontratación cada vez mayor de gestores de activos y consultores para la ejecución de tareas que normalmente pertenecen al ámbito público, como la gestión de empresas y servicios públicos, la elaboración de estudios y dictámenes o el análisis de riesgos del sector financiero, por ejemplo. Además de proporcionar ingresos extraordinarios, estos servicios crean una miríada de conflictos de intereses y oportunidades de corrupción, en detrimento del bien público.

Un nuevo sector financiero

Todo ello señala el auge de una nueva fracción importante del capital, los gestores de activos, que crecen al amparo del nuevo régimen monetario que infla el valor de sus activos bajo gestión (AuM). De hecho, la propia estructura de propiedad de este sector está muy concentrada en tres actores, también llamados The Big ThreeBlackRockVanguard y State Street. En lo que respecta al sector inmobiliario, Blackstone es la más relevante, aunque es propiedad parcial de BlackRock Vanguard. En conjunto, los Big Three poseen más del 20 % de las acciones de las empresas que forman parte del S&P 500, es decir, son propietarios de algunas de las mayores empresas estadounidenses. De este modo, no solo los Big Three, sino los gestores de activos en general, son propietarios universales (universal owners). No solo poseen títulos financieros tradicionales, como acciones de empresas, sino también, cada vez más, activos reales, especialmente infraestructuras, bienes y servicios esenciales como la vivienda, la producción y distribución de energía, los transportes y las telecomunicaciones (véase la adquisición del Puerto de Panamá por BlackRock en 2024), y además el poder de gestionarlos y orientar fondos financieros gigantescos.

El poder de estas nuevas empresas financieras es el resultado de las oportunidades creadas por la política monetaria de los bancos centrales, el desplazamiento de los fondos de inversión hacia aplicaciones especulativas y, además, la particularidad de la economía estadounidense, con una deuda pública de 36 billones de dólares y la capacidad de atraer ahorros y capitales de todo el mundo. Navegan, efectivamente, en un mar de dinero. Así, en la última década, ApolloBlackRockBlackstone y KKR han quintuplicado el valor de los activos que controlan. También adquieren protagonismo en actividades financieras tradicionales como el crédito y los seguros: en el último año, Apollo concedió más anualidades que cualquier aseguradora de Estados Unidos 12.

Al poder operar sin restricciones regulatorias, a diferencia de la banca tradicional, lo que, por cierto, explica en parte su auge en el período posterior a la crisis, estas empresas financieras pueden obtener márgenes más elevados. Por la misma razón, la banca tradicional ha aumentado el crédito a estas instituciones, que se ha quintuplicado desde 2015: actualmente, una décima parte del crédito bancario se destina a ellas 13. La banca tradicional busca una parte de los beneficios de la banca en la sombra.

El hecho de que estas nuevas empresas financieras controlen dimensiones centrales de las sociedades actuales les confiere un poder gigantesco 14, en particular para chantajear a los Estados, lo que se ve agravado por el hecho de que el propio sector de los gestores de activos está muy concentrado y dominado por unos pocos actores. Empresas como BlackRock gastan muchos millones al año en lobbying ante gobiernos, políticos y parlamentos 15. Del mismo modo, la subcontratación de estas empresas para realizar tareas del Estado, así como la promiscuidad con los gobiernos 16 y los bancos centrales, les da un gran peso en el proceso de decisión de las políticas públicas 17. La economista Daniela Gabor, que sigue los debates sobre regulación financiera, concluye de manera tajante: “Me di cuenta de que ya no eran los bancos los que tenían el poder, sino los gestores de activos” 18.

El segundo componente de la nueva oligarquía es el que resulta del poder de las empresas de tecnologías de la comunicación –la Big Tech, constituida por los famosos gigantes tecnológicos estadounidenses (sobre todo Alphabet, Meta, Amazon y Microsoft)–, que, en realidad, han crecido vertiginosamente desde principios de siglo. Hoy en día, podría ser la fracción políticamente más poderosa del capital. Estos gigantes han sido los grandes beneficiarios de la liquidez que los bancos centrales han puesto en circulación a través de la capitalización bursátil. De hecho, son estas acciones las que más se han revalorizado en este periodo. Mientras tanto, estas empresas adquieren una amplia influencia en la vida social y política con profundos impactos.

Pandemia y desorden financiero

El periodo pandémico y el inmediatamente posterior se caracterizaron por una intensa intervención del Estado para sostener las economías, ya sea con importantes intervenciones presupuestarias para apoyar los salarios y las empresas, ya sea con nuevos programas gigantescos de quantitative easing, lo que llevó a Adam Tooze 19 a preguntarse si la COVID-19 habría puesto fin a la era neoliberal 20, algo que discutiremos al final de esta sección.

Cabe destacar un acontecimiento atípico de este periodo: el retorno temporal de la inflación debido a las perturbaciones de las cadenas de suministro causadas por la pandemia y la invasión de Ucrania, así como a las estrategias para captar beneficios de los gigantes de la distribución. Los bancos centrales decidieron entonces volver al antiguo régimen de tipos de interés elevados, para regocijo del viejo sector financiero. Además de la banca, el período inflacionista (2022-2024) también permitió beneficios extraordinarios a algunos segmentos tradicionales y monopolistas del gran capital, como la energía y el comercio minorista, simplemente gracias al aumento de los márgenes 21. Con el retorno de los tipos de interés y la inflación a la normalidad inmediatamente anterior, los beneficios de estos sectores también deberían descender, por lo que este movimiento habrá sido circunscrito en el tiempo.

En este momento, estamos en transición hacia un régimen macroeconómico de tipos de interés moderadamente bajos y con venta de activos en los balances de los bancos centrales. Esto coloca al sector financiero en general en una posición difícil y crea divisiones importantes. La banca tradicional prefiere los tipos de interés altos, ya que aumentan sus márgenes en la actividad crediticia y la remuneración de los productos financieros vinculados al tipo de interés de referencia, en particular los bonos, pero no aprecia la inflación porque devalúa el valor de las deudas por cobrar, lo que perjudica al acreedor. Los gestores de activos, por su parte, prefieren una política monetaria expansionista, que es más tolerantes con la inflación, ya que aumenta los precios de los activos bajo gestión (AuM) y, por lo tanto, sus comisiones, por lo que prefieren tipos de interés bajos. Benjamin Braun lo explica:

Las variables que más interesan a los gestores de activos son los precios agregados de los activos. Esto se debe a que las comisiones que cobran se calculan como un porcentaje del valor actual de los activos de un cliente. En la cartera de fondos de un gran gestor de activos, el impacto del rendimiento de cada fondo en el crecimiento de los activos gestionados es mucho menor que el impacto de la evolución del precio agregado de los activos… De ahí la preferencia de BlackRock por las políticas macroeconómicas que mantienen altos los precios de los activos, ilustrada de forma contundente por su presión estratégica y persistente a favor de una política monetaria expansiva 22.

Esta tensión es claramente visible en las disputas y diferencias de estas dos facciones del capital con respecto a la administración Trump, documentadas en un interesante artículo de Braun y Durand 23. Durand, por su parte, y escribiendo en 2022, cree que el declive de las finanzas es más o menos inevitable, para lo cual cita indicadores relacionados con la caída de varios índices bursátiles, el debilitamiento de los mercados de capital privado y la disminución de la proporción de los beneficios financieros en el total de los beneficios 24. La adopción de una política monetaria más restrictiva tras la resaca de la COVID-19 sería una amenaza más.

Sin embargo, hay razones para ser cautelosos al sacar estas conclusiones. En primer lugar, no hay ninguna garantía de que los bancos centrales no vuelvan a una política más expansionista debido al lobbying de estos sectores, como se ve en la presión incesante de Trump sobre Powell para que baje los tipos de interés. En segundo lugar, en este momento se está produciendo un fuerte, aunque poco comentado, movimiento de desregulación financiera: los gobiernos de Starmer y Trump ya han anunciado nuevos paquetes de desregulación para finales de año, que contienen algunas medidas que nos devuelven al statu quo anterior a 2008, y la Comisión Europea ya ha declarado que va a liberalizar la titulización, la operación financiera que está detrás de la crisis de las hipotecas subprime.

Trump, en particular, aporta un elemento adicional de inestabilidad. El presidente estadounidense utiliza su poder político para hacer negocios: el lanzamiento de una criptomoneda meme ($TRUMP) en vísperas de su toma de posesión y la garantía de plazas en una cena oficial con los principales inversores de esta operación marcan la pauta de su actuación. Sin embargo, el valor de este activo ha caído desde enero hasta mayo a alrededor del 25 % de su valor inicial: algunos han perdido parte de sus ahorros o su fortuna por comprar un fraude. El segundo riesgo se deriva de esto y es su atracción por las criptomonedas (y su voluntad de desregularlas). Al comienzo del primer mandato de Trump, las finanzas criptográficas representaban menos de 20 000 millones de dólares; ahora son quince veces más. En su fortuna personal, el presidente registra 1900 millones en criptoactivos frente a 2600 millones en propiedades, dos valores que tienden a acercarse. La fascinación por los productos financieros exóticos y su determinación de utilizar la Casa Blanca para su enriquecimiento personal crean incertidumbres y riesgos profundos.

Asustado por este momento difícil, por las razones mencionadas por Durand, el capital financiero está aumentando la presión, a través de intervenciones públicas y actividades de lobbying, para garantizar la desregulación, la reducción de impuestos y el acceso a nuevos mercados, especialmente a las pensiones. El declive o la recuperación de las finanzas vendrá determinado en gran medida por el éxito de estos esfuerzos. En cualquier caso, la enorme sobrevaloración de los activos y las amenazas de desregulación sugieren la posibilidad de una crisis financiera a partir de los riesgos de esta burbuja.

La persistente impotencia productiva

Por otra parte, no se vislumbra el retorno de la capacidad productiva de antaño. La COVID-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad de las cadenas de suministro globales y la vulnerabilidad económica que se deriva de una dependencia excesiva de ellas. Sin embargo, si tenemos en cuenta las preocupaciones de las economías más desarrolladas por los niveles persistentemente bajos de crecimiento de la productividad y por el auge industrial y tecnológico de China, se dan las condiciones para un retorno de la política industrial, defendida hoy abiertamente, por ejemplo, por la Comisión Europea, institución históricamente opuesta a la intervención del Estado, a raíz del informe Draghi. Más que retórica, este tipo de políticas están hoy en día en marcha 25 en casi todos los países del centro capitalista.

Esto plantea las siguientes preguntas: ¿asistiremos a un retorno del gran capital industrial? Más aún, ¿habrá una transformación estructural de las economías, en la que la producción vuelva a asumir un papel central en detrimento del rentismo y la especulación financiera? Es poco probable. Durand presenta tres razones: 

1. el volumen de las inversiones es escaso; 

2. las prioridades son erróneas, como se ve en el énfasis en el aumento del gasto militar en Europa; 

3. la incapacidad de disciplinar a los actores privados en este proceso conducirá a una mera transferencia de recursos públicos al capital 26. De hecho, muchos de estos programas se basan en lo que Gabor denomina de-risking, en el que se utilizan recursos públicos para eliminar el riesgo del sector privado con el fin de invertir en los sectores deseados, dejándole canalizar los fondos como considere oportuno, o incluso entregándoles la gestión 27 de estas inversiones 28

Aunque puede abrir un espacio de decisión que haría posibles políticas desarrollistas y ecológicas, la nueva era de la política industrial, basada en el lema riesgos públicos, beneficios privados, podría fomentar la acumulación de capital de grandes grupos en nichos de la industria (IA, energías renovables, semiconductores, defensa), pero no reestructurará las economías ni provocará mayores perturbaciones en la constelación del capital.

Los gestores de activos, que se regocijan con este tipo de intervención estatal, tienen, por otra parte, escasos incentivos para fomentar el dinamismo de las empresas que controlan, lo que constituye un factor de bloqueo para la reanudación de la inversión y la innovación. Al ser propietarios universales, les interesa poco el rendimiento de las empresas en particular, ya que tienen participaciones en empresas de diversos sectores y, a veces, en varias grandes empresas del mismo sector. Por lo tanto, les sirve de poco que una empresa produzca y venda más que la competencia, ya que probablemente también tengan un interés económico en esta última. Su objetivo es la revalorización del sector en su conjunto, privilegiando el valor de las acciones frente al resultado de las empresas, ya que es en relación con el primero que se calcula el valor de su comisión 29.

Tecnopoder a escala mundial

Tras emerger con fuerza en la década posterior a la crisis, las Big Tech han salido de la pandemia más fuertes que nunca. Actualmente, sus propietarios son los hombres más ricos del mundo, que influyen y participan en los gobiernos, aunque de forma volátil (véase Musk y el DOGE), sin ocultar sus ambiciones políticas y sus proyectos de sociedad. Lo vimos claramente en la toma de posesión de Trump: los asientos delanteros, normalmente ocupados por expresidentes y otras personalidades ilustres, estaban ocupados por los propietarios de las Big Tech. Hoy en día, esta es probablemente la fracción del capital con más poder político.

Los barones de Silicon Valley, que solían apoyar a los demócratas, se han vuelto hacia Trump y, desde una perspectiva más global, hacia una orientación reaccionaria y autoritaria, como se ve en la apología de la energía masculina de Zuckerberg o en la radicalización hacia la derecha de la red social X (antes Twitter) por parte de Musk. De hecho, una de las primeras órdenes ejecutivas de Trump fue revocar una orden ejecutiva de Biden que obligaba a ciertos sistemas de inteligencia artificial a compartir pruebas de seguridad con el Gobierno. También dio acceso a Musk, a través de DOGE, a los datos de todas las agencias federales. En el plano exterior, Trump ha exigido incesantemente a otros países que deroguen la normativa relativa a la actividad de los gigantes tecnológicos, utilizando esto como elemento de negociación para imponer o retirar aranceles aduaneros 30.

Sin embargo, su poder político no solo proviene de su capacidad para influir en las administraciones. De hecho, este pequeño grupo de grandes empresas tiene bajo su control indiscutible el medio de comunicación más universal que la civilización haya conocido y, con él, una capacidad sin precedentes para manipular comportamientos a gran escala 31. Para ello, necesitan recopilar permanentemente datos granulares, pero en el mayor volumen posible, sobre nuestra experiencia individual y privada, que utilizan para entrenar algoritmos que les permiten anticipar y modificar nuestros comportamientos con una precisión no solo extraordinaria, sino creciente. A continuación, venden el acceso a las redes digitales que se han apropiado, así como a sus dispositivos de predicción y manipulación.

Su modelo de negocio y su poder político dependen del acceso ilimitado a estos datos, lo que los hace cada vez más incompatibles con las nociones de libertad y democracia. El giro político y autoritario de esta nueva oligarquía, respaldada por un capital virtualmente inagotable es, por lo tanto, el imperativo de su modelo de acumulación: la regulación y la supervisión públicas, así como la democracia y las libertades constitucionales, son obstáculos que deben eliminarse para la integración y subordinación totales de la humanidad a su sistema de vigilancia.

Ante esta realidad, los años de la pandemia y los inmediatamente posteriores también fueron testigos de la proliferación de trabajos académicos de tradición marxista sobre este fenómeno, bajo el lema del tecnofeudalismo.

Un enfoque es el de Varoufakis, que define el capitalismo actual como un nuevo modo de producción: “cuando se entra en Amazon, se sale del capitalismo”, escribe, dado que el modelo de negocio de la empresa no es la producción y venta de mercancías, sino la extracción de una renta por los intercambios realizados en la plataforma 32. Ahora bien, lo que define al capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción y el hecho de que el trabajo sea una mercancía, lo que sin duda es el caso de Amazon y de la economía en la que se inscribe. Por otra parte, no es el rentismo lo que define un cambio en el modo de producción o en la civilización económica, ya que la renta ya era una forma de acumulación en el capitalismo antes de las Big Tech, aunque no tuviera la dimensión que tiene ahora.

La hipótesis tecnofeudal de Durand parece más interesante, ya que se centra en la idea de la depredación de los espacios digitales (lo que Varoufakis llamaría digital commons). Al convertirse en indispensables para la infraestructura económica y la vida social, el hecho de que su posesión se concentre, como resultado de una especie de acumulación primitiva de lo digital y un proceso de monopolización intelectual, se vuelve problemático, y los tecnofeudalistas lo utilizan en su favor, vedando el acceso salvo previo pago de una renta. Su poder y riqueza provienen de la creación de dependencias de una red apropiada.

Lo que estas denominaciones no deben pasar por alto es la articulación del rentismo particular de las Big Tech con otras formas de acumulación, todas ellas, en esencia, de naturaleza capitalista, lo que limita la capacidad de conceptos como tecnofeudalismo para encapsular la totalidad del modo de producción, ya que sugieren una combinación con un modo de producción anterior.

Además del sector financiero, que hemos abordado anteriormente, podemos fijarnos en los sectores denominados tradicionales del capital, que siguen siendo muy pujantes en la actualidad. Veamos la industria farmacéutica, que ha liderado el aumento de los márgenes en las últimas décadas gracias a su enorme poder de mercado 33. Veamos también el ejemplo de Walmart, que ha obtenido unos resultados de 680 000 millones de dólares y da empleo a 2,1 millones de personas. Según estos dos criterios, es la mayor empresa de Estados Unidos y del mundo. Su actividad principal es el comercio minorista y controla el 10 % de ese mercado en el país (excepto el inmobiliario). El efecto es notable: Walmart tiene una mayor relación entre su capitalización y sus resultados que Apple, Meta, Amazon o Microsoft. Es decir, atrae más ahorro y capital, por lo que el análisis de los nuevos sectores dominantes del capital no debe ignorar los sectores y empresas tradicionales, como las de la distribución.

¿Qué capitalismo?

Concluimos con una síntesis sobre el régimen de acumulación actual. Los años posteriores a la crisis han estado marcados por una importante reconfiguración del capital, con el declive relativo de la banca tradicional, el auge de los gestores de activos y la consolidación de las grandes tecnológicas como fracción dominante del capital. Los cambios recientes en el régimen de acumulación son significativos, pero han fracasado en su intento de rescatar al capitalismo de su larga onda de desarrollo, el estancamiento secular. Al mismo tiempo, son multimodales y desafían la categorización del capitalismo contemporáneo mediante un significante maestro. Por ello, preferimos señalar solo algunas tendencias fundamentales.

En primer lugar, el rentismo. En el contexto de la crisis de acumulación que se remonta a finales de la década de 1960 y de la caída persistente de la tasa de ganancia, la incapacidad de recuperar las capacidades productivas del capitalismo hace que los sectores más dinámicos del capital sean marcadamente rentistas 34, de lo que son ejemplos destacados todos los casos mencionados a lo largo del texto.

Brett Christophers ha propuesto el concepto de capitalismo rentista, que pretende describir este momento del capitalismo en el que las rentas superan a los beneficios como motor de la acumulación, algo que ni Marx ni los economistas clásicos hubieran imaginado 35. Esto deprime la innovación, la competencia y el crecimiento de las fuerzas productivas, al tiempo que concentra la propiedad y reproduce las desigualdades. Aunque se puede discutir si Christophers parte de un concepto demasiado amplio de renta, que le permite considerar casi toda la actividad económica como tal, la tendencia que describe es real, al igual que sus consecuencias.

En segundo lugar, la tendencia a la totalidad. La lucha contra la caída de la tasa de ganancia implica la integración de nuevos elementos, antes subordinados por las relaciones sociales, en la esfera de la acumulación de capital, convirtiéndolos en mercancías (o en activos para extraer rentas). Se refuerza la tendencia polanyiana del capitalismo tardío postindustrial a mercantilizar cada vez más dimensiones de nuestra existencia como respuesta a sus insuficiencias productivas, desde la vivienda y los servicios públicos hasta nuestra experiencia individual en forma de atención y datos. El capitalismo está, como escribe Fraser, canibalizando cada vez más aspectos de nuestras vidas 36.

En tercer lugar, la oligarquización y el autoritarismo, que van de la mano. La concentración empresarial sin precedentes históricos en esta fase del capitalismo conduce al esfuerzo por subordinar la política y nuestra vida colectiva. Este fenómeno tiene, al menos, dos facetas. Por un lado, el escenario de escasez de oportunidades de inversión productiva hace que la captura del poder político sea la forma más eficaz de garantizar la rentabilidad del capital, lo que se ve facilitado por décadas de neoliberalismo, el debilitamiento de las capacidades del Estado y la concentración del poder económico, que en las economías de mercado se convierte fácilmente en poder político. Según Dylan Riley y Robert Brenner:

Esta nueva forma de acumulación está asociada a una serie de mecanismos novedosos de estafa políticamente constituida. Entre ellos figuran una serie creciente de exenciones fiscales, la privatización de activos públicos a precios de saldo, la flexibilización cuantitativa y los tipos de interés ultrabajos para promover la especulación bursátil y, lo que es más importante, el gasto público masivo dirigido directamente a la industria privada, con efectos de goteo para la población en general 37.

Por otro lado, la intensificación de la explotación, tras décadas de contención salarial y flexibilización de la legislación laboral, así como el modelo de negocio de ciertos sectores de la oligarquía, principalmente las Big Tech, chocan frontalmente con la democracia, las libertades públicas y la resistencia social, por lo que se irán considerando gradualmente como obstáculos que hay que eliminar, allanando el camino a nuevas soluciones autoritarias.

Por último, la guerra. La reducida rentabilidad global ha acentuado los conflictos entre las principales economías capitalistas: el sistema de aranceles de Trump es su expresión, ya que determina el fin de la globalización y pretende obligar a Europa, Japón, Canadá y otros países a pagar un impuesto al soberano mundial. La industria bélica también se considera cada vez más una solución para restaurar las capacidades productivas en el centro capitalista, una visión compartida por la OTAN, la Comisión Europea y las principales potencias del Viejo Continente. Durand vaticina, quizá con razón, que, ante la imposibilidad de recuperar el dinamismo del capital, solo nos queda un segundo camino:

La segunda posibilidad es que los intereses rentistas y monopolistas sigan presidiendo una sociedad cada vez más desigual, autoritaria y estancada, cuyas estructuras políticas mutarán lentamente hacia alguna forma oligárquica institucionalizada. El capital ficticio sobreacumulado permanecerá congelado y sin invertir. La mercantilización dejará de ser el vector que permite que los beneficios crezcan a partir del trabajo abstracto. En su lugar, un pequeño estrato de individuos superricos aprovechará las nuevas tecnologías para asegurar sus rentas y reproducir sus lujosos estilos de vida en un mundo cada vez más degradado y militarizado 38.

Nos corresponde evitarlo.

Notas:

1.Ernest Mandel (1975)  Tratado de Economía Marxista, Lisboa: Delfos, p. 155.

2. Federico J. Diez, Daniel Leigh, Suchanan Tambunlertchai (2018) “Global Market Power and Its Macroeconomic Implications”, FMI, 15 de junio, https://www.imf.org/en/Publications/WP/Issues/2018/06/15/Global-Market-Power-and-its-Macroeconomic-Implications-45975; Wenjie Chen Villegas-Sánchez, Federico J. Diez, Romain A. Duval, Philipp Engler, Jiayue Fan, Chiara Maggi, Marina Mendes Tavares, Daniel A. Schwarz, Ippei Shibata, Carolina (2021) “Rising Corporate Market Power: Emerging Policy Issues”, FMI, 3 de marzo, https://www.imf.org/en/Publications/Staff-Discussion-Notes/Issues/2021/03/10/Rising-Corporate-Market-Power-Emerging-Policy-Issues-48619

3. an De Loecker, Jan Eeckhout y Gabriel Unger (2020) “The Rise of Market Power and the Macroeconomic Implications*”, The Quarterly Journal of Economics 135, 2, 1 de mayo, p. 1.

4. Brett Christophers (1971), “Class, Assets and Work in Rentier Capitalism”, 19 de marzo; Michal Kalecki (1971), Selected Essays on the Dynamics of the Capitalist Economy 1933–1970, Cambridge Eng.: Cambridge University Press.

5. John Bellamy Foster (2016) “Monopoly Capital at the Half-Century Mark”, Monthly, https://monthlyreview.org/2016/07/01/monopoly-capital-at-the-half-century-mark/; Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital: An Essay on the American Economic and Social Order (Harmondsworth, Middles: Monthly Review Press, 1966).

6. Francisco Louçã (2021) “As Time Went by-Why Is the Long Wave so Long?”, Journal of Evolutionary Economics 31, 3, 1 de julio, pp. 749-71.

7. Cédric Durand (2017) “The End of Financial Hegemony?”, New Left Review, 138; William Lazonick (2017) “The New Normal Is Maximizing Shareholder Value: Predatory Value Extraction, Slowing Productivity, and the Vanishing American Middle Class”, International Journal of Political Economy, 2 de octubre.

8. Brett Christophers (2022)  Rentier Capitalism: Who Owns the Economy, and Who Pays for It?, Londres: Verso, cap. 1.

9. Asset Class: Property-led Financial Accumulation after the Crisis”, Economic Geography 94, 2, 2018, pp. 118-40.

10. https://www.eldiario.es/economia/nuevos-duenos-vivienda-han-transformado-fondos-internacionales-mercado-inmobiliario_1_7935880.html 

11. José Miguel Calatayud et al. (2021), «Los nuevos dueños de la vivienda: así han transformado los fondos internacionales el mercado inmobiliario», elDiario.es, 15 de mayo, https://www.eldiario.es/economia/nuevos-duenos-vivienda-han-transformado-fondos-internacionales-mercado-inmobiliario_1_7935880.html.

12. “American finance, always unique, is now uniquely dangerous”, The Economist, 31 de mayo de 2025, https://www.economist.com/leaders/2025/05/29/american-finance-always-unique-is-now-uniquely-dangerous  .

13. “Clash of the titans”, The Economist, 23 de mayo de 2025,  https://www.economist.com/special-report/2025/05/23/clash-of-the-titans  14. https://www.investigate-europe.eu/en/posts/blackrock-the-financial-leviathan-that-bears-down-on-europes-decisions

15. Masters (2023) “BlackRock steps up spending on US lobbying in face of anti-ESG attacks”, Financial Times, 29 de enero, https://www.ft.com/content/c8bb6b6c-ad36-41b4-a942-6063e5dd4aee

16. https://www.yahoo.com/news/biden-ties-blackrock-deepen-latest-220607202.html

17. Sridhar Natarajan y Eric Martin (2022) “Biden Ties to BlackRock Deepen With Latest Treasury Hire”, Bloomberg, 11 de agosto, https://www.bloomberg.com/news/articles/2022-08-11/biden-ties-to-blackrock-deepen-with-latest-treasury-hire

18. Jordan Pouille (2025) “Blackrock: The Financial Leviathan That Bears down on Europe’s Decisions”, Investigate Europe, consultado el 9 de julio,  https://www.investigate-europe.eu/posts/blackrock-the-financial-leviathan-that-bears-down-on-europes-decisions 

19. https://www.theguardian.com/news/2021/sep/02/covid-and-the-crisis-of-neoliberalism

20. Adam Tooze (2021) “Has Covid Ended the Neoliberal Era?”, The Guardian, 2 de septiembre,  https://www.theguardian.com/news/2021/sep/02/covid-and-the-crisis-of-neoliberalism 

21.sabella M. Weber (2023) “Taking Aim at Sellers’ Inflation”, Project Syndicate (blog), 13 de julio,  https://www.project-syndicate.org/commentary/sellers-inflation-diagnosis-accepted-but-old-interest-rate-policies-remain-by-isabella-m-weber-2023-07  

22. Benjamin Braun (2022) “Exit, Control, and Politics: Structural Power and Corporate Governance under Asset Manager Capitalism*”, Politics & Society 50, 4, 1 de diciembre, p. 643, https://doi.org/10.1177/00323292221126262

23. Benjamin Braun y Cédric Durand (2025) “America’s Braudelian Autumn”,  Phenomenal World (blog), 29 de mayo,  https://www.phenomenalworld.org/analysis/americas-braudelian-autumn/   24.Durand, “The End of Financial Hegemony?”

25. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/twec.13608   

26. Cédric Durand, “Hollow States”, NLR/Sidecar (blog), 12:55:52 UTC,  https://newleftreview.org/sidecar/posts/hollow-states

27. https://www.opendemocracy.net/en/dark-money-investigations/the-blackrock-letters-inside-labours-close-partnership/

28. Daniela Gabor (2024), “Labour Is Putting Its Plans for Britain in the Hands of Private Finance. It Could End Badly”, The Guardian, 2 de julio,  https://www.theguardian.com/commentisfree/article/2024/jul/02/labour-plans-britain-private-finance-blackrock

29. Jan Fichtner, Eelke M. Heemskerk y Javier García-Bernardo (2017) “Hidden Power of the Big Three? Passive Index Funds, Re-Concentration of Corporate Ownership, and New Financial Risk”, Business and Politics 19, 2, pp. 298-326.

30. Cédric Durand (2025) “O tecnofeudalismo é um Leviatã de pacotilha”, Esquerda.net, 15 de febrero,  https://www.esquerda.net/dossier/o-tecnofeudalismo-e-um-leviata-de-pacotilha/93765

31. Francisco Louçã (2021) O Futuro Já Não É o que Nunca Foi, Lisboa: Bertrand Editora; Shoshana Zuboff (2019) The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, Nueva York: PublicAffairs

32. Yanis Varoufakis (2023),Technofeudalism. Londres: Bodley Head

33- Villegas-Sánchez, “Rising Corporate Market Power”.

34. Diogo Machado (2025) “Crise de acumulação, instabilidade e barbarie”, Rede Anticapitalista, mayo, https://redeanticapitalista.net/crise-de-acumulacao-instabilidade-e-barbarie/

35. Christophers, “Rentier Capitalism: Who Owns the Economy, and Who Pays for It?”

36. Nancy Fraser, Cannibal Capitalism: How our System is Devouring Democracy, Care, and the Planet and What We Can Do About It (Londres; Nueva York: Verso, 2022.

37. Dylan Riley y Robert Brenner (2022) “Seven Theses on American Politics”, New Left Review, 138, pp. 5-27

37. Cédric Durand (2022), “Scouting Capital’s Frontiers”, New Left Review, 136, pp.29-39.

Diogo Machado es profesor en relaciones internacionales. Francisco Louçã es economista. Ambos son activistas y miembros del Bloco de Esquerda de Portugal.

Fuente: https://vientosur.info/nuevas-y-viejas-oligarquias-las-transformaciones-en-el-regimen-de-acumulacion-del-capital/