Es probable que Donald Trump nunca olvide la semana pasada, mientras andaba por el lejano oriente y visitó Corea del sur donde le regalaron una corona de oro y le pagaron un tributo de 350.000 dólares para que dejara los aranceles a los productos surcoreanos donde estaban antes.
Luego vino su entrevista con el Presidente Xi Jinping, quien le devolvió a la sobriedad después de su borrachera arancelaria donde había fantaseado con castigar a China, porque ésta compra petróleo a Rusia, con aranceles confiscatorios del 100%. El siempre sobrio Xi Jinping le recordó que China compra petróleo a quien le de la gana y que también compra el 90 % de las exportaciones de soja estadounidense más una infinidad de otros productos agrícolas de Estados Unidos. Como gran parte del apoyo electoral de Trump proviene de zonas rurales conservadoras, eso sería un duro golpe político. Por ello convino en rebajar los aranceles a los productos de China hasta un 20 %.
Luego tuvo lugar otra negociación esta vez sobre las tierras raras. China y Rusia son los principales productores de los metales raros que se extraen de esas tierras raras. Esos metales imantados son indispensables para fabricar los chips de inteligencia artificial que son usados en el armamento moderno y Estados Unidos, a pesar de la jactancia de Trump, anda algo rezagado en cuanto a la modernidad de su armamento. Como China sabe que una confrontación bélica con Estados Unidos es muy probable no quiere venderle esos metales que obtiene de sus tierras raras (los metales de tierras raras incluyen 17 elementos: los 15 lantánidos -lantano, cerio, praseodimio, neodimio, prometio, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio, escandio e itrio-).
Todos esos metales son difíciles de separar unos de otros y China es la gran especialista en esos procesos. China vende esos metales al resto del mundo menos a Estados Unidos y cuando los vende a terceros impone una cláusula de que no sean revendidos a Estados Unidos. En la negociación entre Xi y Trump se acordó que China los exportaría a Estados Unidos bajo un sistema de cuotas. Fue entonces cuando Estados Unidos redujo el arancel a los productos chinos a un mero 15%. Pero poco antes Trump había recibido otras noticias desembriagadoras, Rusia anunció que había ensayado con éxito el Duvresnik, un misil crucero a propulsión nuclear con un alcance ilimitado y maniobrable, capaz de llevar una ojiva nuclear de 100 megatones. Dicho misil es imposible de interceptar y puede llegar hasta cualquier lugar del mundo. Parece que la jactancia jactancia agresiva de Trump de Washington tiene el ejército más poderoso que haya existido nunca se convirtió súbitamente en vanidad vacía, porque sus mil bases repartidas por el mundo se convertían en otras tantas vulnerabilidades.
Luego vino otro anuncio del éxito científico de Rusia: ha logrado producir plantas de energía nuclear en miniatura y es así como lograron el Dubrevsnik y luego lo probaron con éxito en una especie de torpedo que puede circular por el fondo del mar con una carga nuclear de 100 megatones que puede causar sunamis radioactivos con olas de hasta 500 metros de altura. Este último artefacto evapora los sueños de la ultraderecha conservadora de que se puede ganar a Rusia una guerra nuclear.
Estas últimas noticias las debió tener en mente el jefe del comando sur de Estados Unidos cuando una escuadra ruso- china- iraní irrumpió en el Caribe para romper el bloqueo al que Estados Unidos tiene sometida a Venezuela con el pretexto de combatir el narcotráfico y el cuento de un supuesto cártel de los soles presidido por el Presidente Nicolás Maduro para justificar una intervención que cambie el Gobierno bolivariano por una dictadura de María Corina Machado, quien ya ofreció privatizar el subsuelo venezolano y los monopolios en servicios públicos para entregárselos a empresas estadounidenses. El comandante de la flota que asedia a Venezuela se apartó prudentemente y dejó pasar el convoy con pertrechos que venía en ayuda de Venezuela. En esas circunstancias es probable que el enorme portaviones Gerald Ford con el que Trump y María Corina pensaban bombardear a Venezuela reciba órdenes de dirigirse a su base en Estados Unidos en cuanto Trump regrese de su gira por Asia y dejar de hacer el ridículo por de ser hundido en el mar Caribe.
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