Recomiendo:
0

El despojo como horizonte: Yellowstone y la violencia estructural del capitalismo tardío

Fuentes: Rebelión

A partir de los años 50 la producción de películas del género western cayó en picado en favor de las de ciencia ficción, que fue el gran género que lo sustituyó, muy probablemente en relación con la necesidad de crear ficciones futuristas en la nueva era nuclear. El relato histórico fundacional de los EEUU que mostraba el western, ya no operaba con la misma efectividad. EEUU vivía de otro modo la violencia tras la II Guerra Mundial y estaba redefiniendo su relación con la conquista del Oeste y los nativos masacrados.

A día de hoy, liberados los creadores de un corsé histórico y político como el que sucedió a la II Guerra Mundial, Yellowstone funciona como una clara muestra audiovisual de la acumulación por desposesión o despojo. La propiedad originaria no se basa en el trabajo, sino en la violencia como método de expropiación.

Los creadores Taylor Sheridan y John Linson no han tenido ningún reparo a la hora de mostrar el origen histórico de la sacrosanta propiedad privada que fundamenta la existencia de los EEUU. La saga de los Dutton representa al poseedor, no al trabajador, que se defiende de la lógica depredadora del capital procedente de otras latitudes pero sin cuestionar la misma lógica del capital que llevó a su familia a convertirse en propietaria de una tierra que otrora perteneció, desde un concepto opuesto al capitalista, a los nativos norteamericanos.

Esto puede generar cierta confusión en el espectador ya que, John Dutton, a diferencia de los diferentes poderes corporativos llegados de otras zonas de EEUU para hacerse con el control de sus tierras, sí se considera parte del pueblo trabajador. Lo cual hemos de situar dentro de la narrativa legitimadora del poseedor que, a su vez, entronca con la idea del American Dream: la promesa de que cualquiera puede enriquecerse mediante el trabajo duro. Legitimando, así, la desigualdad mediante el relato del esfuerzo personal.

El componente ideológico es la evidencia de que una obra audiovisual no puede considerarse un mero divertimento inocuo para el espectador. Ni un aspecto que no tenga influencia alguna en el planteamiento o la postura del director de cara a abordar un tema en concreto en el metraje. Para relacionar una obra con su contexto histórico, la cuestión ideológica resulta básica para realizar el análisis del punto de vista del director en su tratamiento del hecho histórico, así como para explicar cómo opera o qué relevancia tiene dicha obra en su momento de producción y en la actualidad.

El sociólogo Pierre Sorlin consideraba que cada película es una expresión ideológica del momento en el que se hace (Sorlin, 1985). La producción audiovisual ha sido un elemento decisivo a la hora de crear las cosmovisiones de las distintas generaciones que lo han consumido, y podemos suponer que la ideología ha ejercido un papel importante en este proceso. De ahí que, en el contexto actual, puedan producirse obras como la que nos ocupa, que dista mucho de las narrativas western producidas en la primera mitad del siglo XX que, en gran medida, eran funcionales a la producción de un sentido común acorde al mito de la creación de los EEUU. Ahora nos hallamos ante un western postmoderno que no necesita justificar la violencia fundacional sino que la asume como parte de la lógica capitalista.

Existen momentos en la serie que explicitan a la perfección todo esto, pero nos vamos a centrar en el que considero el más relevante para lo que nos ocupa: la introducción de la corporación Market Equities en la ecuación. Esto, en la serie, supone la privatización de recursos, la financiarización de la tierra y el desplazamiento de comunidades como los rancheros, nativos y trabajadores en general. Se muestra cómo el capitalismo no solo acumula ampliando la producción, sino que lo hace, necesariamente, desposeyendo a otros de tierra, vivienda, salud y tiempo.

Este fondo de inversión, como se muestra de forma meridiana en su reunión con Jaimie Dutton, el hijo adoptivo de John Dutton, ya en su cargo de fiscal general en ese momento de la serie, pretende rentabilizar el paisaje mediante su conversión en mercancía turística destinada a clases enriquecidas. Para ello, su objetivo es que esas tierras de Montana se conviertan en un atractivo turístico para ciudadanos de clase alta. Ellos argumentan que van a aportar miles de nuevos puestos de trabajo y cientos de millones, solamente, en recaudación de impuestos. El brillante contraargumento de Jaimie se basa simplemente describir con claridad lo que supondría materialmente la nueva realidad: puestos de trabajo precarios asociados a la hostelería y el turismo (esto seguro que nos suena) que se encontrarán con una inflación generalizada en la zona que, obviamente, afectaría al precio de la vivienda, dado que este tipo de negocio tiene como objetivo atraer a un sector de la sociedad estadounidense y del extranjero, muy enriquecido, el cual desplazaría a los actuales habitantes y trabajadores de la zona (esto seguro que también nos suena). Para salir de la réplica de Jaimie, el fondo de inversión responde que, dadas las cifras de inversión que manejan, podrían recurrir a la expropiación, ya que los intereses federales se verían mejor servidos con su proyecto que con la permanencia de los Dutton.

Sin rodeos, la fórmula de la expropiación, normalmente asociada al socialismo y al comunismo, se presenta como el instrumento último para favorecer los intereses de un fondo de inversión que aspira a lograr lo que los Dutton lograron cien años antes en esas mismas tierras. Pocas obras audiovisuales muestran con tanta agudeza los conflictos estructurales del capitalismo como lo hace Yellowstone.

Pero Yellowstone no se limita a tratar las oposiciones ideológicas sino que profundiza y muestra la materialización de estas en la realidad de Montana. Al inicio de la quinta temporada, nos muestran ya a un John Dutton gobernador, dispuesto a todo para frenar los intereses de clase neoyorquinos y californianos. Él, durante la campaña, se define ante el electorado como el hombre que va contra el progreso, o al menos la idea de progreso que se defiende desde California y Nueva York. Esto no deja de ser un eslogan sumamente sugerente y bien conseguido, ya que pareciera, desde la narrativa estadounidense, que el progresismo está conformado por los intereses de las grandes corporaciones y el conservadurismo representaría los intereses de la clase trabajadora. Siempre desde un representante de los intereses de una clase propietaria, terrateniente y defensora del status quo de Montana.

De hecho, los creadores, se mueven hábilmente en estas turbias aguas para después, en una conversación privada de John Dutton con dos de sus hijos en un coche, admitir este que lo que hace lo hace por el rancho, y nada más. Si, además, beneficia a Montana, mejor, pero todo empieza y acaba en sus intereses de propietario, y para favorecerlos utilizará un cargo público (esto también debería sonarnos de algo). 

La figura de John Dutton tiene ecos del presente estadounidense, y la serie legitima simbólicamente, a través de su despotismo ilustrado, esta defensa de la propiedad y del “rancho” como una forma de “resistencia” frente a un capitalismo financiero pretendidamente presentado como más abstracto, aunque en el fondo sea la misma lógica de acumulación por despojo. Los despojadores que ahora son despojados.

John Dutton encarna una paradoja sumamente interesante: el viejo terrateniente que lucha contra el capital financiero. Se presenta como un defensor de los intereses de la clase trabajadora pero su resistencia es defensiva, no revolucionaria. No pretende modificar la estructura capitalista, sino que anhela conservar su lugar privilegiado en ella y, para ello, si es preciso, utiliza también las instituciones públicas para proteger los intereses de su clase propietaria.

El conflicto entre “las dos Américas”, entre lo rural y lo urbano, el desplazamiento cultural que sufriría Montana, parece ser un barniz, un anticapitalismo estético que es sumamente funcional para la misión política de John Dutton, una especie de cowboy neoliberal. En cierto modo, la serie nos advierte de que el despojo es inevitable

Yellowstone nos enseña, con una crudeza que no suele ser habitual a la hora de abordar esta temática, que el capitalismo no solo se expande por acumulación productiva, cosa que ya sabíamos pero que no suele mostrarse, sino que el desplazamiento, la expropiación y la desposesión son las fases previas necesarias y suficientes para el desarrollo del capital.

Debido a esto, el rancho no puede instalarse en una frontera fuera de esa lógica, y la diferencia con siglos pasados es que en el horizonte ya no se vislumbra de forma clara el progreso, sino el despojo perpetuo como clave económica que lo termina impregnando todo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.