El pueblo ecuatoriano habló desde cada rincón de la patria, desde la montaña y el páramo, desde la costa húmeda y los manglares, desde los barrios populares donde la vida se sostiene con dignidad y resistencia. Fue una respuesta clara y contundente frente a la consulta: el país no se arrodilla ante ningún pequeño dictador. El mandato lo tiene el pueblo, y así lo recordó con la serenidad de quien sabe que la soberanía no se negocia, se ejerce.
Este triunfo no es solo un resultado electoral; es un acto de memoria. La memoria de quienes caminaron antes, de los abuelos y abuelas afrodescendientes, indígenas, montubio y mestizas que entendieron que la libertad se defiende con el cuerpo, con la palabra y con la comunidad. Hoy, esa herencia de dignidad vuelve a levantarse para decir que el Ecuador no está en venta. Que la representación política solo tiene sentido si sirve a la vida, a la justicia social y a la defensa del territorio.
Decir NO en la consulta no fue un capricho, sino un gesto profundo de conciencia colectiva. Fue afirmar que la patria se cuida como se cuida la semilla antes de sembrarla: con cuidado, con paciencia y con amor. Porque sabemos lo que nos conviene y sabemos también lo que amenaza el futuro de nuestros hijos. No permitiremos que el capital pretenda colocarse por encima de la vida, ni que los poderes económicos dicten el rumbo de un país nacido de luchas, insurrecciones y sueños de libertad.
El Ecuador dijo NO porque entendió que la falla no está en la norma, sino en la corrupción que impulsa la privatización disfrazada de modernidad. La gente de los barrios, de los campos, de las comunidades afroecuatorianas y montubias, vio claramente la intención oculta: entregar lo público y despojar al pueblo de sus derechos. Y respondió con fuerza: la patria se defiende, no se vende.
Este triunfo es un canto colectivo. Es la voz de un país que no se deja engañar, que resguarda su naturaleza, que honra sus aguas y sus bosques como parte de su propia alma. Es el eco de los tambores que nos recuerdan que la libertad no se pide: se ejerce, se construye y se protege.
Hoy ganó el pueblo. Ganó la vida. Ganó la dignidad de una nación que, como sus ancestros, obreros, campesinos y cimarrones, no se deja encadenar.
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