El Presidente Nicolás Maduro cumplió ayer 66 años y fue felicitado por Vladimir Putin con una carta personal tras la amenaza descarada de Estados Unidos de ofrecer un premio de 50 millones de dólares por su detención -algo nunca visto en política internacional, que se ofrezca una recompensa por la captura de un Jefe de Estado- una clara incitación a la rebelión y traición de algún ávido comandante de las fuerzas armadas bolivarianas.
A esa ilegal oferta de recompensa por parte del Gobierno estadounidense, como si de un delincuente común se tratara, siguió un cuento totalmente inventado sobre un supuesto Cártel de los Soles dedicado a exportar drogas a Estados Unidos, del cual el Presidente Maduro sería el padrino. La invención de ese nombre se debe a que en Venezuela, al igual que en otros estados, los generales lucen estrellas, en Venezuela lucen soles como símbolos de su rango. Con la invención de ese epíteto se pretende insinuar que todo el alto mando del ejercito venezolano está involucrado en el tráfico de drogas. Para enfatizar esa calumniosa insinuación, también se ofreció recompensa por la captura del Ministro de la Defensa, el general Vladimir Padrino López, un militar de carrera.
Uno podría reírse de esa burda mentira que es parte de la narrativa descalificatoria bastante tosca y absurda si no fuese porque luego el Gobierno de Washington desplegó ocho naves de guerra cerca de las costas de Venezuela en el mar Caribe, entre ellas un submarino a propulsión nuclear, con el declarado propósito de interceptar un supuesto narcotráfico que existe entre las costas de Venezuela y los Estados Unidos. Un pretexto bajo el cual EEUU ha asesinado, sin ninguna prueba o cargo comprobado a unas sesenta personas presuntamente inocentes que tripulaban lanchas que surcaban las aguas del Caribe atacadas con artillería de largo alcance.
Me pregunto si el submarino nuclear ronda por esas aguas en caso de que sea necesario torpedearlas. Me imagino el absurdo despilfarro que sería malgastar un torpedo para asesinar a la tripulación de una lancha que se desplaza con motores fueraborda. No me extraña por ello que haya renunciado a su cargo el jefe del Comando Sur de la Armada de Estados Unidos. El despliegue, ya bastante absurdo, se ha complementado con el portaviones Gerald Ford, el más grande del mundo (300 m. de eslora), desplazado del Mediterráneo al Caribe. Un desplazamiento muy costoso en un momento en que el Gobierno estadounidense está tan mal de fondos que cayó en cesación de pagos y se suspendió el tráfico aéreo interno porque no tenía cómo pagar a los controladores aéreos.
Parece un cuento surrealista que todo ese costoso despliegue se haya hecho solo con la intención de asustar al Presidente Maduro y que huyera del país despavorido. El resultado ha sido todo lo contrario. El Presidente Maduro permaneció inalterable, firme y desafiante en su lugar. Un hecho que lo engrandece y suscita admiración ante el mundo entero. Ha ganado mucho prestigio como estadista sereno y valiente.
Es probable que a esa desafiante serenidad ayuden los juguetes de guerra que le envió su amigo Vladímir Vladímirovich Putin para su cumpleaños. No hay lugar para dudar que después de esta crisis en aguas tropicales habrá un cambio en el juego de equilibrio mundial de poder y que el Presidente Nicolás Maduro, una vez consolidado en el poder por la misma crisis con la que buscaban derrocarlo, va a tener un merecido lugar como dirigente latinoamericano en el nuevo orden mundial.
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