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¿Qué es esa cosa llamada ciencia?

Fuentes: Rebelión [Imagen: El HMS Beagle en el Estrecho de Magallanes, en Monte Sarmiento, ilustración de Robert Taylor Pritchett para la edición del Viaje del Beagle de 1890]

En esta nueva entrega del Centenario Manuel Sacristán reproducimos un texto con el que Sacristán respondía a una pregunta sobre el significado de la ciencia.


Nota del editor.-  Este texto, que figura en los archivos de Sacristán con el título «Nota de conjunto para A.R.H.», fue escrito el 15 de enero de 1973 y es probable que constituya la respuesta a la inquietud de algún compañero o colectivo, en la que se recogen algunas de sus ideas centrales sobre qué es esa cosa llamada ciencia, sobre las relaciones entre ciencia, ideología y clases sociales, y asuntos complementarios de sociología de la ciencia. No hemos podido averiguar la persona, la organización o el colectivo al que refieren las siglas A.R.H.


Nueve hipótesis

1ª. La ciencia en concreto –el fenómeno global de una determinada práctica, que es lo que realmente existe– es parcialmente básica (es una fuerza productiva) y parcialmente sobrestructural (es un campo en el que «se dirimen las luchas de clase»)1.

2ª. En ambos campos la ciencia está determinada por la base de la formación en su conjunto. Entiendo por determinación fundamentación real, o sea, posibilitación: una base hace posible, no inevitable, la actuación de una fuerza productiva o el desarrollo de un contenido sobrestructural (político o ideológico). Lo activo no son las estructuras, sino los individuos (hoy divididos-agrupados en clases).

3ª. Por tanto, la génesis de la ciencia como realidad concreta es histórica. En este sentido es correcto usar las expresiones usadas incorrectamente por el estalinismo-zdanovismo2: «ciencia esclavista», «ciencia feudal», «ciencia capitalista», etc. Es preferible usar el adjetivo que indica el sistema social que el adjetivo que indica la clase dominante (mejor ‘ciencia capitalista’ que ‘ciencia burguesa’, p. e.). Porque, en mi opinión, así se alude mejor a la base posibilitadora de una determinada ciencia.

4ª. La experiencia histórica muestra que hay que distinguir de la cuestión de la génesis la cuestión de la validez: porque productos o elementos de la ciencia esclavista, por ejemplo, siguen valiendo hoy.

5ª. Pero la distinción génesis/validez o vigencia no afecta a la globalidad concreta del fenómeno ciencia, sino solo a partes o elementos suyos.

6ª. Eso determina la génesis de la idea de ciencia pura, extrapolación, con tendencia formalista, de la experiencia de los contenidos válidos más allá de la formación social en que tuvieron su génesis, o sea, extrapolación, en suma, de la idea de validez. Se puede decir que esta idea de validez y la de ciencia pura, tienen su origen en la clase dominante helénica de los siglos VI-IV, que construyó la noción de demostración en sentido estricto, de prueba universalmente válida3.

7ª. Es de suponer una componente ideológica en la ciencia concreta –en el fenómeno global de cada momento histórico–, sin perjuicio de la posible validez de algunos de sus componentes para momentos y hasta formaciones e incluso sistemas sociales ulteriores o, en general, diferentes.

8ª. Numerosos elementos válidos son incorporables a ideologías contemporáneas diferentes o incluso antagónicas (ejemplo de cajón: la evolución biológica). Esos elementos, pues, realizan implícitamente el ideal de «verdad objetiva» (que es históricamente relativo), pero precisamente a través de ideologías, no al margen de ellas, como creen los formalistas. El concepto de verdad objetiva es históricamente relativo4.

9ª. La afirmación de que la objetividad o validez universal o neutralidad de elementos científicos –y más de la ciencia– es un dato, y no una simple idea reguladora, es ideológica y apologética. Hay una posibilidad de que no sea directamente apologética: que se afirme solo formalmente, de la ciencia no concretamente, tal como existe, sino como construcción en sí, sin valor real, como juego (ajedrez).

Pero entonces será ideológica y secundariamente apologética la afirmación de que la ciencia «es» o «no es más que» esa formalidad cerrada de la naturaleza de los juegos.

Notas de edición

1 Nunca abusó el autor de la metáfora arquitectónica marxiana ni consideró aislados y sin retroalimentación sus componentes. En su presentación de los escritos de Marx y Engels recogidos y traducidos por él mismo en Revolución en España (Sacristán, 1983: 19-20), señalaba: «Marx se mueve en efecto inicialmente en cada análisis en un terreno sobreestructural, generalmente el político, y no lo abandona hasta tropezar, como sin buscarla, con la intervención ya palmaria de las “condiciones naturales” sociales. El método puesto en obra por Marx en estos artículos podría, pues, cifrarse en la siguiente regla: proceder en la explicación de un fenómeno político de tal modo que el análisis agote todas las instancias sobreestructurales antes de apelar a las instancias económico-sociales fundamentales. Así se evita que estas se conviertan en Dei ex machina desprovistos de adecuada función heurística. Esa regla supone un principio epistemológico que podría formularse así: el orden del análisis en la investigación es inverso del orden de fundamentación real admitido por el método».

2 En «Filosofía. La filosofía desde la Guerra hasta 1958», Papeles de filosofía, pp. 173-174), señalaba: «En los primeros años del período aquí estudiado, esa “intensa tentación” arrastró en gran medida a los filósofos soviéticos, que sostuvieron rígidamente generalizaciones precipitadas de las ciencias, recusando como idealistas cualesquiera otras interpretaciones del cuadro científico contemporáneo. La intervención de Zdanov en el año 1947 en la discusión de problemas suscitados por la historia de la filosofía agudizó dificultades del pensamiento filosófico soviético, poniéndolo ante el peligro de un anquilosamiento grave. Blojinzev, uno de los físicos teóricos soviéticos más destacados, ha descrito más tarde aquella situación del modo siguiente. “El progreso habría sido mucho más rápido si no hubiéramos tropezado durante largos años con cosas elementales. Con que tal o cual hecho o tal o cual teoría pudieran estar ligados al idealismo o al positivismo, o interpretados según el espíritu de esas filosofías, bastaba para que se rechazara completamente el contenido de aquel hecho o de aquella teoría. En suma, las cosas eran más o menos así: teníamos en la olla una buena sopa materialista, y entonces llegaba alguno y declaraba. ¡Cuidado, que le ha caído un escarabajo idealista!” Y en seguida se volcaba la olla; hecho lo cual, resultaba muy difícil saber qué clase de sopa era aquella y si verdaderamente le había caído un escarabajo…». Especialmente los filósofos marxistas franceses (no los teóricos de la ciencia, como Joliot-Curie o P. Langevin) siguieron a los rusos por ese camino (H. Lefebvre, extremadamente dogmático en su hegelianismo, luego, en cambio, «revisionista»; R. Garaudy), mientras que los italianos (tradición histórico-crítica de A Gramsci ), los ingleses (estudios epistemológicos y de teoría e historia de la ciencia de B. Farrington, J. Needham, J. Bernal, M. Cornforth, J.B.S. Haldane), los polacos (A. Schaff), los húngaros (G. Lukács) o los chinos (renovación de la filosofía política marxista por Mao Tse-tung) se movían en terrenos de más amplia perspectiva…»

Por otra parte, en «Sobre el realismo en arte», Sobre Marx y marxismo, pp. 1983: 58-59, comentaba Sacristán: «La situación actual del problema de la estética y la poética está aún muy lejos de esa futura claridad desideologizada. Por una parte, los estetistas pretenden frecuentemente deducir de modo unívoco poéticas a partir de la estética o teoría del arte. Este es propiamente el caso de las filosofías del arte de Zdhanov o de Lukács. Se parte de que el arte es un reflejo sobreestructural de la realidad humana y se pretende deducir de ello una poética, con orillas o sin orillas, es decir, uno o cien modos estilísticos privilegiados de producir ese reflejo que previamente se ha declarado consubstancial a todo arte. Como queda dicho, eso es metodológicamente incorrecto».

Igualmente, en un informe de 1963 para la dirección del PSUC, «Sobre los problemas de las organizaciones de intelectuales, especialmente la de Barcelona (1963)», mientras tanto 63, pp. 66-68, observaba:

«El problema de la superación del estancamiento de la cultura superior socialista durante los últimos 30 años. Los principales de estos problemas son: a) La necesaria reconstrucción marxista de las ramas de la ciencia largo tiempo ignoradas por la cultura socialista por culpa del zdhanovismo. b) La necesaria reconstrucción del pensamiento comunista sobre las relaciones entre la base y la sobreestructura, tema gravemente deteriorado por el zdhanovismo y aún hoy en día en la URSS, como prueban las simplistas posiciones oficiales del PCUS tal como han sido expresadas por los camaradas Jruschov e llichev a propósito del arte y la literatura. c) La revitalización del pensamiento marxista general, o sea, de la filosofía marxista, cuyas formulaciones soviéticas (al menos las que nos llegan) siguen siendo hoy repeticiones relativamente esquemáticas y empobrecidas de Materialismo y empiriocriticismo, en un mundo científico considerablemente cambiado. También estos problemas pueden caracterizarse en parte como problemas dimanantes del crecimiento del movimiento comunista mundial, y ello tanto por el crecimiento cuantitativo y geográfico, que plantea los problemas de alcance estratégico y de teoría política –como los de la coexistencia pacífica y la concepción de la dictadura del proletariado–, cuanto por el desarrollo cualitativo del socialismo en la URSS y en las democracias populares. Es, en efecto, claro, que una cultura superior poco desarrollada, empobrecida y a veces hasta paralizada por el zdhanovismo no suponía un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad socialista cuando estas eran elementales y tenían que concentrarse sobre decisiones económico-sociales muy simples y básicas como “electrificación”, “prioridad de la industria pesada” (sin necesidad de afinar mucho cuantitativamente los efectos intersectoriales de esa prioridad), o “alfabetización del pueblo” y “enseñanza primaria para todos”. Pero hoy en día, con la gran victoria del socialismo que supone el haber superado esa fase de las decisiones simples y elementales, es también claro que esa cultura superior científica y técnica reducida a los esquematismos de los manuales soviéticos que nos llegan, es un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas del socialismo en la URSS y las democracias populares y un freno para la capacidad de penetración del marxismo-leninismo en los países capitalistas. (El intelectual comunista es de verdad intelectual y de verdad un comunista cuando reconoce la gravedad de estos problemas y está al mismo tiempo orgulloso de quienes han hecho posible que esos problemas llegaran a plantearse. No es un verdadero intelectual si oculta esos problemas. No es un verdadero comunista si no se sabe continuador del movimiento unido que los ha suscitado y no los ha resuelto todavía)».

Años después, el 18/10/1967, en carta dirigida a la dirección del PSUC firmada como «Ricardo», uno de sus nombres de clandestinidad, señalaba:

«Creo que a la falta de habilidad mía [para explicar las cosas] hay que sumar, en este asunto, una considerable lejanía vuestra respecto de la evolución de la cultura en Europa y en España. Y también, probablemente, el hecho de que no distinguís de modo adecuado entre los graduados de la URSS. Numerosísimos grados universitarios de a URSS responden aún a las necesidades de la alfabetización en sentido amplio y no científico. Son, por ejemplo (yo he conocido a varios), supuestos “economistas” que no saben una palabra de matemáticas, o “filósofos” que no saben más que un manual de memoria, etc. […] Pero lo más importante es que vosotros mismos tengáis una idea del ambiente cultural de aquí y de las necesidades de la propaganda en este ambiente, Y tanto la nota de Núria Pla [Teresa Pàmies] contra Costa [Josep Fontana] cuanto la decisión de no publicar la nota sobre Guevara [escrita por él] y la insistencia en traducir artículos de ruso muy escasamente interesantes me parecen síntomas de escasa sensibilidad para con una buena propaganda cultural. La nota contra Costa se basa en la negación del concepto de objetividad científica, como si el difunto Zdanov tuviera aún la sartén por el mango y todos siguiéramos creyendo que participar de la cultura es la negación de objetividad. Hace mucho tiempo que en este ambiente cultural hemos dejado de creer ese dogma que liquidó para decenios la ciencia social soviética».

Sobre la valoración de la URSS en aquellos años, señalaba Juan-Ramón Capella en su biografía política, p. 101:

«La coincidencia de la debilidad obrera con la tendencia al vanguardismo de los jóvenes y con el distante empantanamiento de la URSS de Breznev -que combinaba dirigismo burocrático con encadenamiento a la carrera armamentística y apatía de la gente- dibujaban un cuadro seriamente preocupante. Manolo no se hacía ya ilusión alguna acerca de la URSS sino más bien todo lo contrario: “Es como un mastodonte con los pies de barro. No puede dar un paso sin venirse abajo”, comentaba en 1967. Ni tampoco acerca de los métodos de represión “suavizados” del postestalinismo».

3 De la carpeta «Apuntes en la corrección de K I, 1979)» (BFEEUB), la siguiente anotación de Sacristán sobre la relación entre ciencia, conocimiento y clase social ascendente: «Mismo lugar, MEW [Marx Engels Werke] 21 [prólogo a la 2ª edición], “uneigennützige Forschung” [investigación desinteresada], posible incluso en economía política con que la lucha de clases esté solo en latencia. La posición de Marx parece ser esta (en este lugar): la ciencia es metaparadigmática en el sentido de proyecto de investigación desinteresada. Y es posible practicarla a toda clase que disponga de los medios materiales e intelectuales para ello (ocio [riqueza] y educación) y no esté amenazada por otra clase ascendente. Con eso está dicho que no toda actividad científica representa una clase. Ni siquiera toda actividad crítica: “Soweit diese Kritik [de la bürgerliche economía] überhaupt eine Klasse vertritt (…) [En la medida en que esta crítica [de la economía burguesa] no representa en absoluto una clase]” (MEW 23, 22). Notable que Marx escriba, con comillas, ‘bürgerliche’ Ökonomie. Eso apunta a mi análisis de los sentidos de ‘ciencia de la clase X».

4 En Lógica elemental, p. 15, observaba Sacristán: «¿A qué se debe esa utilidad del punto de vista lingüístico en lógica? Ante todo, a que para discutir la verdad o falsedad de un pensamiento, es necesario que ese pensamiento sea preciso y accesible sin vaguedades a todas las personas que quieran analizarlo. Si alguien afirma que tiene opiniones verdaderas pero inefables -esto es, no susceptibles de expresión lingüística-, entonces, por muy verdad que sea lo que dice, esas supuestas opiniones suyas quedan fuera del ámbito del conocimiento, de la ciencia, pues no son criticables, confirmables ni refutables por nadie». Desde el punto de vista científico no existían tales opiniones, ni tenía, por tanto, sentido preguntarse si eran verdaderas o falsas. («La psiquiatría podía, naturalmente, interesarse por la manía de grandeza que se trasluce muchas veces en declaraciones sobre supuestos saberes inefables»). La verdad en cuanto conocimiento no era, en efecto, «una casual coincidencia aislada e inexplicable con los hechos, sino el fruto de un intencionado esfuerzo de aproximación a la realidad por procedimientos que debe ser posible describir y someter a crítica».

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