A noventa años de la Segunda República Española y después del ciclo de escándalos que nos está brindando la monarquía, ¿cómo vamos a construir el camino hacia un horizonte republicano?
A veces hay que alejarse en el tiempo o la distancia para encontrar respuesta. 370 años A.C. Antigua Grecia, Platón a través de Sócrates reflexionaba en uno de sus diálogos con Glaucón sobre la república y como ésta, no debía de ser una construcción ideal de una sociedad perfecta “de modo exactamente a como lo tratamos en nuestro discurso; pero, si somos capaces de descubrir el modo de constituir una ciudad que se acerque máximamente a lo que queda dicho, es posible la realización de aquello que pretendías” Quizá sea este un buen puerto de partida en esta travesía. Repensar un movimiento republicano que en el Estado español pueda transformar el statu quo no es cuestión de discursos inmóviles. Es necesario cabalgar las enormes contradicciones que se plantean para superarla.
La realidad parece evidente, existe una crisis de régimen galopante pero no un sujeto con capacidad de impugnación a nivel estatal que dé una salida a la misma. Y subrayo las palabras “a nivel estatal” puesto que son fundamentales para entender el problema.
La herencia
Para construir el ente republicano quizá debamos de entender de dónde vienen los actores que lo componen. Hagamos otro pequeño viaje, esta vez un poco más próximo, tanto histórica como geográficamente.
“En torno a la medianoche del 17 al 18 de marzo de 1808, en Aranjuez sonó un solo disparo. En un momento las calles se llenaron de una turba irritada compuesta por trabajadores y miembros del ejército cercanos a Fernando VII. En el espacio de tan sólo dos días Carlos IV abdicaba la corona en su hijo.”
“El 2 de mayo de 1808, a primera hora de la mañana, grupos de madrileños comenzaron a concentrarse ante el Palacio Real. Los soldados franceses pretenden sacar de palacio al infante Francisco de Paula, último miembro de la familia real. Al grito de “¡qué nos lo llevan!”, parte del gentío asalta las puertas de palacio.”
“El 19 de marzo de 1812, las Cortes aprueban la nueva Constitución. El principio de que la soberanía reside en la Nación, compuesta por ciudadanos libres e iguales, vertebra todo el texto.”
Desde entonces el devenir de los pueblos de España se convierte, parafraseando a Jaime Gil de Biedma, en la más triste de todas las historias de la Historia porque acaba mal. Desde aquel momento, cada vez que se ha producido una crisis política la clase dominante ha vencido y machacado a la clase subordinada. Cada vez que las capas liberales y populares primero o democráticas, republicanas y obreras después han intentado avanzar hacia una sociedad más justa, la reacción con la Casa de Borbón como máximo exponente, ha conseguido aplastarlas.
El republicanismo en el Estado español, por tanto, se construye a lo largo de dos siglos gracias a la fuerza motriz de amplias capas populares, pero también, de sectores de la burguesía liberal. En España no se dio una revolución liberal burguesa porque continuamente fue aplastada y los avances que se consiguieron gracias a enormes esfuerzos, a costa de vidas y sufrimiento, siempre fueron contenidos en transiciones dirigidas por la oligarquía española, la reacción y los Borbones, es decir, los representantes del Antiguo Régimen y sus posteriores herederos.
¿Cuáles son los herederos de las tradiciones políticas ligadas al republicanismo? O, dicho de otra forma, ¿con qué sujetos políticos contamos para poder construir un movimiento republicano aglutinador?
Los actores
¿No es acaso la lucha por la república la culminación de un proceso liberal en el sentido amplio de la palabra? ¿No debería de ser un frente amplio interclasista constituido por todos los herederos de aquel liberalismo del siglo XIX?
Aquí necesito detenerme para hacer un inciso que quizá sea uno de los más controvertidos del texto. Es imprescindible que entendamos que el movimiento republicano no necesariamente es republicano español. Como herederos del republicanismo del siglo XIX necesariamente las diferentes tendencias federalistas, confederales e independentistas deben de convivir y confluir.
Para terminar este inciso, la soberanía de los pueblos es uno de los principios de la Revolución francesa y el derecho de autodeterminación está recogido tanto en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos así como en numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU. Por lo tanto, cualquier proyecto transformador y liberador, deberá ser riguroso con el cumplimiento de éste.
Intentemos dibujar pues, quiénes pudieran ser los sujetos políticos o sociales que encajarían en el esquema de la tradición republicana:
Queda al descubierto, que para construir ese gran frente amplio capaz de disputar la hegemonía al búnker reaccionario debe de aglutinar tanto las diferentes identidades nacionales que existen dentro del Estado, como asumir las contradicciones de cualquier proyecto interclasista.
¿Pueden luchar los representantes de las burguesías periféricas junto a la clase obrera por un mismo proyecto emancipador?
La palabra como cemento
El lenguaje a veces puede ser traicionero, porque nos confunde si no es muy concreto. Pero también puede ser mágico sí consigue englobar aspiraciones diferentes en un solo concepto. El significante “república” tiene una función imprescindible como pegamento del sentir republicano. Debe de significar diferentes cosas para cada uno de los sujetos anteriormente mencionados.
Mientras que, para las burguesías representadas por las derechas republicanas, vasca y catalana y quizá también para las izquierdas independentistas, luchar por la república debe de significar luchar por los derechos civiles y políticos, por las libertades democráticas y por el derecho de autodeterminación. Para las clases trabajadoras y para la izquierda transformadora no independentista debe de suponer luchar por los servicios públicos, la vivienda, los derechos laborales; en definitiva, por una mejora en las condiciones materiales.
Las piedras del camino
Es obligatorio en este articulo hablar de cuáles son los mayores retos y frenos a los que se enfrenta un proyecto republicano de herencia liberal como el que estamos dibujando. Al contrario de lo que se pueda pensar, el núcleo reaccionario no es la primera barrera a la que se tiene que enfrentar un movimiento de estas características. Ese quizá, sea el último escollo que superar y dependerá de la correlación de fuerzas entre cada uno de los bloques, el que salga uno u otro modelo vencedor. Pero los grandes puntos críticos iniciales, ya insinuados anteriormente, son dos:
- A excepción de la derecha vasca y catalana, no existe en el resto del Estado español una derecha con valores realmente democráticos que beban de la herencia republicana y liberal. Todo lo contrario, la derecha española, salvo honrosas excepciones, forman parte de ese bloque reaccionario cuya herencia cultural no es la Restauración del Imperio Español
- El otro pilar del proyecto republicano debería de estar formado por las clases populares. ¿Cuál es el problema? Que la fuerza política hegemónica y que mejor representa electoralmente a esas clases populares es el PSOE. Pero al PSOE se le atribuyó el papel de eje vertebrador y soporte fundamental del statu quo. Ese fue el reajuste que tuvo que realizar el búnker para seguir sirviendo a sus intereses. ¿Cómo la fuerza más potente de transformación social, la clase obrera, va a pelear por un horizonte republicano si su principal referente político es el mayor garante de la monarquía?
El campo de batalla
La tarea que el movimiento republicano tiene por delante no es nada sencilla, pero tiene el viento de cola de una crisis de régimen que no va a dejar de agudizarse. Aunque reconozcámoslo, las condiciones objetivas nunca fueron suficientes para que las transformaciones se materializasen.
Si yo fuera Tom King, el boxeador maduro, cansado y hambriento de la novela “Knock out” de Jack London y tuviera que golpear certeramente y sin gastar energías contra el rival más joven y bien alimentado, elegiría los dos siguientes flancos:
- La coordinación y conjunción de todos los actores descritos anteriormente. Cuando las fuerzas independentistas están reclamando la soberanía de sus pueblos, la izquierda española transformadora debe de comprender que está luchando por el proyecto republicano y, por lo tanto, debe de posicionarse claramente a su lado, defendiendo los derechos de los pueblos. Por otro lado, las fuerzas independentistas deben de ser conscientes de que, si triunfa un proyecto republicano a nivel estatal, ellos estarán más cerca de alcanzar su soberanía como pueblos. Están condenados a entenderse y a colaborar para debilitar al frente reaccionario.
- Es imprescindible que las fuerzas de la izquierda transformadora estatal consigan vincular la mejora de las condiciones materiales de la clase trabajadora con el horizonte republicano. Si los sectores más duros de la clase dominante llevan más de doscientos años aplastando cualquier chispa liberal primero y luego republicana, es porque la actual configuración política es la que mejor representa a sus intereses. Por lo que el proyecto antagonista, republicano, será el que mejor represente los intereses de las clases trabajadoras. Este sector político tiene la tarea de hacer entender a las clases populares que los servicios públicos son república; el derecho a la vivienda es república; los derechos laborales son república. Es imprescindible disputar la hegemonía en la clase trabajadora al PSOE y es imprescindible hacerlo vinculando la idea de república con sus aspiraciones materiales.