Me dirijo a la clase obrera y a simpatizantes de la izquierda, para recordarles que este año conmemoramos 100 años del triunfo de la Gran Revolución de Octubre, la que, liderada por Lenin en 1917 en Rusia, mediante una insurrección de obreros y campesinos organizados en el partido Bolchevique derribó al régimen zarista y abrió […]
Me dirijo a la clase obrera y a simpatizantes de la izquierda, para recordarles que este año conmemoramos 100 años del triunfo de la Gran Revolución de Octubre, la que, liderada por Lenin en 1917 en Rusia, mediante una insurrección de obreros y campesinos organizados en el partido Bolchevique derribó al régimen zarista y abrió la esperanza a la humanidad. Por ello mismo los invito a organizar actos conmemorativos de la efemérides y a participar de las actividades programadas por organizaciones que ya hayan tomado la iniciativa.
El triunfo de esa revolución fue el acontecimiento más impactante del siglo XX, fue el misil que removió los cimientos del capitalismo. Esa revolución cambio el curso de la historia; pero, también, sacudió la conciencia de vastos sectores de la clase obrera, campesinos, intelectuales y poblaciones del planeta.
A partir del triunfo de la Revolución Bolchevique la humanidad supo que es posible construir el socialismo como, igualmente, derrumbar al capitalismo. Desde entonces, millones de obreros se sintieron orgullosos de ser militantes comunistas, libraron heroicas luchas en todos los continentes, soportaron represiones, crueles torturas, asesinados, ofrendando sus vidas y su sangre en esta lucha revolucionaria, en cada lugar del planeta.
La construcción del socialismo en el vasto territorio del imperio ruso duró siete décadas. Con el desmoronamiento de la Unión Soviética -URSS- en 1991 la construcción del socialismo quedo interrumpida. En ese contexto se impusieron en avalancha las dictaduras neoliberales, las que arrasaron con los derechos de los trabajadores, siendo los recursos del Tercer Mundo entregados por completo a las corporaciones transnacionales por los gobiernos serviles y traidores a sus pueblos en el marco del «Nuevo Orden Mundial» impuesto por los imperialistas.
Los ideólogos de la derecha neoliberal, el imperialismo, y oportunistas de todo pelaje dieron rienda suelta a su júbilo por el desmoronamiento de la Unión Soviética, desarrollando una feroz campaña anticomunista para que no se vuelva hablar más de socialismo ni comunismo, a los comunistas los pusieron en el banquillo procurando demostrar que estaban equivocados o engañados. En algunos casos lo consiguieron, colocando a muchos «izquierdistas», incluso militantes de partidos comunistas, en el dilema hamletiano de ser o no ser comunistas.
Por supuesto que gran cantidad de estos dejaron de serlo, otros se convirtieron en analistas y opinólogos. Otros, desde los partidos comunistas o comunistas que decían serlo o se creían y que usufructuaron de la solidaridad del Partido Comunista de la Unión Soviética-PCUS-, por arte de magia se volvieron autocríticos llegando a la conclusión de que en la URSS no se construía el socialismo. Otros se refugiaron en las ONG como escribidores y otros más desvergonzados se convirtieron en peones de partidos de derecha, socialdemócratas o gobiernos neoliberales.
También, brotaron como hongos, traidores y oportunistas y otros sufrieron alzheimer ideológico y político.
La clase dominante es más consecuente consigo misma, son más clasistas cuando está en dificultades o sufre derrotas o está en peligro, sus miembros se ayudan entre ellos, se unen, no se traicionan ni se convierten en los arrepentidos.
Es una realidad que ha disminuido la militancia comunista, los partidos comunistas han sido muy golpeados; el bombardeo ideológico anticomunista ha logrado sus efectos en parte, pero ya pasaron 27 años, es hora de reaccionar, los que quedamos estamos dispuestos a rearmar al Partido y resistir la embestida, desarrollar y pasar a la ofensiva.
La respuesta tiene que ser comunista y no hay otra manera de hacerlo sino tomando el marxismo como teoría revolucionaria que afirma el principio universal que la sociedad en el planeta está dividida en clases sociales y no en razas ni creencias religiosas. Por ello, como miembros de la clase obrera y sindicalistas con conciencia de clase, estamos obligados a redoblar la lucha por la construcción de una sociedad sin clases. Del leninismo tomaremos sus principios organizativos y la práctica revolucionaria y no a esperar que el cadáver del imperialismo pase por la puerta de nuestra casa, porque nadie va a luchar por nosotros.
Ese es el reto que debemos asumir. El resto es desvarío.
Valentín Pacho, Ex Secretario General de la CGTP (Perú) y actual Vice Presidente de la Federación Sindical Mundial.
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