Estamos a unos cinco meses de las elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela el próximo domingo 3 de diciembre, y en este momento todo indica que la nueva candidatura del actual presidente Hugo Chávez tiene todas las posibilidades de salir ganadora en la contienda electoral. De todos modos, el panorama futuro que nos […]
Estamos a unos cinco meses de las elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela el próximo domingo 3 de diciembre, y en este momento todo indica que la nueva candidatura del actual presidente Hugo Chávez tiene todas las posibilidades de salir ganadora en la contienda electoral. De todos modos, el panorama futuro que nos separa de aquí a diciembre presenta una serie de interrogantes.
Por lo pronto debe tenerse claro que no serán éstas unas simples elecciones más: de ganar el Movimiento V República, el proyecto transformador en marcha saldrá fortalecido y las posibilidades de profundizar la construcción socialista crecen. Ante ello, entonces, muchas fuerzas conservadoras se juegan el todo por el todo: la consigna es evitar, no importando cómo, el probable triunfo de Chávez.
¿Quién gana y quién pierde con su posible reelección? No hay dudas que la situación del país hoy, visto en términos objetivos, no es mala. Con precios internacionales del petróleo altísimos (alrededor de 70 dólares el barril), y con la perspectiva de seguir subiendo, la entrada de divisas es considerable. Pero la bonanza no estriba sólo en eso. Contrariamente a lo que sucedió décadas atrás, cuando el boom de los precios del petróleo de los 70, ahora, a partir de un proyecto nacional con visos socialistas y centrado en las grandes mayorías populares, la economía tiende a diversificarse para salir de la monoexportación. De hecho, el balance del 2005 dio por primera vez en la historia reciente un producto bruto con una mayor renta proveniente del sector no petrolero: 51 % para el caso.
Hoy día se asiste a un proceso mucho más sólido y sostenible que la cacareada bonanza de décadas atrás. En aquel entonces, más allá de la cosmética imagen de un país inundado de petrodólares (la «Venezuela Saudita»), los beneficios no llegaban a las mayorías. «Yo no me he beneficiado de la riqueza del país», opinó entre un 73 a un 87 % de entrevistados para la investigación «La encrucijada electoral venezolana», desarrollado por la empresa consultora Keller y Asociados en abril del 2006.
En la actualidad la economía crece sólidamente; el año pasado cerró con casi un 10 % de expansión, y la tendencia para el actual va por el mismo camino. En estos momentos (junio del 2006) se registran ya 10 trimestres de crecimiento ininterrumpido. El mismo está sirviendo para mejorar las condiciones de las grandes mayorías, por siempre olvidadas, a través de enormes inversiones sociales, fundamentalmente por medio de las Misiones (quasi ministerios paralelos). Pero los beneficios llegan a todos los sectores; incluso la gran empresa privada ha reconocido este alza económica, informado de un crecimiento espectacular en algunos rubros como la venta de de automóviles, el sector inmobiliario y el de electrodomésticos (la banca registró el año pasado un incremento mensual de 13 % en créditos para vehículos, de 12 % para viviendas y de 6 % en tarjetas de crédito).
La bonanza económica se percibe; distintas investigaciones de campo que ya comienzan a estudiar el panorama electoral así lo atestiguan. Según una investigación realizada entre el 6 y el 13 de mayo por la compañía «Estudios y Organización Eugenio Escuela», sobre una muestra significativa de 1.252 personas (50 % varones y 50 % mujeres) a nivel nacional comprendiendo área metropolitana y los 24 estados, con un error máximo admisible de 2,77 %, un alto porcentaje de la población encuestada considera la situación económica actual entre regular y buena.
Evaluación de la situación económica del país:
Muy buena 2.56
Buena 15.73
Regular hacia buena 43.21
Regular hacia mala 12.46
Mala 19.73
Muy mala 6.23
A partir de este estudio puede constatarse que el 60.90 % de la muestra evalúa la situación económica entre muy buena y regular hacia buena, contra un 39.10 % que la evalúa entre regular hacia mala y muy mala.
Según otro estudio, en este caso del «Instituto Venezolano de Análisis de Datos» cuyo responsable es el estadístico Félix Seijas -en modo alguno pro chavista, profesor de la Universidad Simón Bolívar desde hace más de 20 años, director de la Oficina Central de Estadísticas del gobierno de Jaime Lusinchi (Acción Democrática) y encuestador casi oficial de ese partido desde hace más de 15 años-, publicado por el Semanario «Quinto Día», «las cosas en el país a siete años del mandato de Chávez: Han mejorado: en un 62 %. Han permanecido igual: en un 15.5 %. Han desmejorado: en un 20.6 %. N/S – N/R: en un 1.9 %».
Ante esa situación de prosperidad económica: ¿qué puede pasar en las próximas elecciones presidenciales? ¿Quién gana y quién pierde con la reelección de Chávez y la consolidación de la Revolución Bolivariana?
Sin dudas ganan las amplias mayorías, clase obrera urbana, campesinado, clase media baja, subocupados y desocupados. Ganan todos aquellos que empiezan a tener beneficios de las cuantiosas inversiones sociales de las Misiones, quienes tienen acceso a los mercados populares con precios solidarios del Mercal, o mejoran su atención en salud por medio de la Misión Barrio Adentro, o quienes se alfabetizaron merced a la Misión Robinson. Ganan aquellos que miraban pasar los petrodólares en años pasados sin beneficiarse de esa supuesta bonanza, confinados en los cerros, y que ahora tienen voz y voto. Y toda esa masa de población es amplia, mucho más de la mitad del país.
Quienes confían en el actual gobierno (55.52 % contra un 40.42 % según la investigación de Eugenio Escuela), y sin duda volverán a votar por él, tienen fundamentos para ello: encuentran en el actual gobierno respuestas a sus problemas, así de simple. Según el mismo estudio, esta es la visión de la administración que otorga la muestra:
Hasta ahora, la gestión de gobierno del presidente Hugo Chávez es evaluada como:
Muy buena 17.50
Buena 22.30
Regular hacia buena 21.10
Regular hacia mala 7.50
Mala 20.85
Muy mala 10.75
Si sumamos los porcentajes un 60.90 de la muestra evalúa la actual administración entre regular hacia buena o muy buena. Por eso la volverán a votar en diciembre.
Es interesante acotar que la población que se siente representada, escuchada y atendida por el gobierno de Chávez no es precisamente de izquierda; es población popular sin militancia, de sectores humildes, que nunca se tuvo por atendida en administraciones anteriores. De acuerdo al perfil estudiado por Eugenio Escuela, esa población se autoevalúa así en términos ideológico-políticos:
Ud. se considera una persona de:
De centro 35.10
Centro izquierda 10.07
Centro derecha 9.82
Derecha 6.47
Izquierda 6.07
Extrema derecha 1.60
Extrema izquierda 0.72
No sabe/no contesta 30.15
Es decir: población que, en general, respeta la propiedad privada (75 % a favor de ella contra un 22 % que habla de expropiaciones), no tiene un discurso clasista y no presenta una posición marxista, pero que encuentra en la Revolución Bolivariana en curso un claro mejoramiento de su situación, por lo que votará para su continuidad.
Esos sectores -que representan no menos del 60 % de la población total del país- son los que votarán por el MVR en diciembre próximo. Todas las encuestas que circulan a la fecha así indican la actual intención del voto: 63 % de acuerdo al Instituto Venezolano de Análisis de Datos contra un 37.2 % de no-chavistas, 57 % contra 35 % de la oposición según la investigación de Keller y Asociados, 50 % favorable a Chávez con un 40 % de indecisos todavía de acuerdo a las encuestas hecha por Datanalisis, 40.33 % de intención de voto por Chávez contra un 26.69 % de la oposición y un 38.98 % de indecisos según el informe de Eugenio Escuela. En otros términos: hoy por hoy, a cinco meses de las elecciones, con un 83.39 % de entrevistados que piensa votar -según datos de Eugenio Escuela-, la fuerza electoral del presidente Chávez parece incontrastable.
¿Y quién no votará por Chávez? En otros términos: ¿quién no se beneficia de su gobierno? En principio podría decirse que amplios sectores de clase media y la aristocracia. Pero, vistos los datos del desempeño económico -250.000 carros nuevos vendidos en lo que va del año, indicador tan sensible para los sectores medios- algo no termina de quedar claro. ¿Por qué la clase media no apoya el proceso en marcha? No tanto porque se sienta perjudicada en términos económicos, sino por profundas razones ideológicas. Dicho en otros términos: los sectores medios son la base necesaria para azuzar el sentimiento antichavista, y grupos de interés que necesitan base para ese proyecto encuentran ahí su clientela política. La clase media, por razones histórico-culturales, no puede -ni quiere- sentirse «populacho». Por eso, aunque la situación económica real no les sea desfavorable hoy día, mantiene un encendido discurso antibolivariano.
La cuestión es saber quién enciende ese discurso; o sea: ¿quién pierde con la Revolución Bolivariana? Pierden los sectores que pueden ser expropiados, los grandes empresarios, las clases históricamente acomodadas. De todos modos -economía mixta mediante- en estos momentos los grandes grupos de interés no han sido tocados. Lo cual abre el interrogante de hacia dónde va el proceso revolucionario en curso. Lo que está claro es que la coyuntura actual no permite la Cuba de los 60, por eso aquí no se habla de masivas expropiaciones y la alta burguesía sigue manteniendo sus cuotas de poder. ¿Qué pasará a partir del 3 de diciembre si el movimiento bolivariano obtiene una amplia mayoría, si gana por «knock out» como reclama el presidente Chávez con 10 millones de votos (más del 70 % del electorado). Puede ser que ahí las aguas se terminen de dividir claramente y el incipiente socialismo del siglo XXI se profundice. Ese es el temor de la oposición.
Pero la oposición, vistas las cosas con objetividad, son la gran empresa nacional (medios de comunicación comerciales mediante) y, quizá fundamentalmente más que nadie, los intereses de la administración estadounidense. Ahí, sin dudas, está el núcleo de resistencia mayor a la revolución. Una administración imperial que necesita denodadamente el recurso petrolero y que no puede tolerar que un país de su área histórica de influencia se envalentone manejando en forma independiente sus recursos, dando con ello un mal ejemplo a otros pueblos. De ahí, de la Casa Blanca, viene la verdadera oposición.
¿Quién es y qué papel puede tener la oposición política en las próximas elecciones?
Como se ha dicho en más de una ocasión: la actual oposición real no son los partidos políticos sino las cadenas privadas de medios de comunicación -televisión, radio, prensa escrita- que siguen un guión escrito por Washington.
Los desunidos y raquíticos partidos de la oposición venezolana son cadáveres vivientes. Hoy, a cinco meses de las elecciones, no tienen propuesta coherente, no tienen candidato, no hay plataforma conocida. De momento, y sin dudas como parte del plan del gobierno estadounidense, aparece una enorme cantidad de aspirantes a la presidencia, en general con porcentajes de aceptación popular mínimos que, salvo un par de excepciones, no superan el 1 % de opción de voto (aclarando que los más «populares» no pasan del 4 %): Manuel Rosales, Teodoro Petkoff, Julio Borges, Wiliam Ojeda, Henrique Salas, Roberto Smith, Henrique Mendoza, Claudio Fermín, Antonio Ledesma, Vicente Brito, Cecilia Sosa, Froilán Barrios, Sergio Calderón, Víctor Romero, Luis Palacios, Bernabé Castillo, Enrique Tejera, Alvaro Carrillo, José Ignacio de Oliveiras. De momento, incluso, no se sabe si consensuarán un candidato único o presentarán distintas opciones. No sería nada improbable que llegando el momento del acto comicial, igual a como se hizo con las pasadas elecciones legislativas en diciembre del 2005, todos estos candidatos se retiren en bloque alegando falta de transparencia, buscando desestabilizar así la legitimidad de la democracia bolivariana.
Estas fuerzas políticas difícilmente puedan mover a las grandes masas de venezolanos a votar por sus propuestas. Básicamente, porque no las tienen. Son, en todo caso, un producto prefabricado nacido en la lógica de una estrategia que traza la Casa Blanca, y ninguno de estos candidatos puede ser -y lo sabe- rival real de Chávez en un proceso electoral genuino. Son, por el contrario, mecanismos de una estrategia diseñada por la administración estadounidense.
La población -según datos ofrecidos por el trabajo de Eugenio Escuela- mayoritariamente no confía en esta oposición: 76.43 % de los encuestados desconfía de su accionar, contra un 17.42 % que sí confía. En términos generales, así es considerada:
Cómo percibe, cómo ve a la oposición venezolana:
Están desunidos 28.87
No tienen un plan concreto 26.86
Trabajan para tumbar a Chávez 13.10
Están sin líder 6.47
No contestó 6.37
Son golpistas 4.55
Son luchadores 4.31
Preocupada por Venezuela 3.23
Tienen planes concretos para después de la salida de Chávez 2.16
Son violentos 2.08
Están unidos 2.00
Es decir, fundamentalmente se la ve como un grupo desunido, desarticulado, sin proyecto, que tiene como principal (y tal vez único) objetivo quitar al presidente Chávez del poder político. No se la percibe ni preocupada por el país, ni como una alternativa honesta. Y esto es algo generalizado entre la totalidad de la población; ni siquiera la clase media a la que arrastraron años atrás como «base social» del golpe de Estado del 2002 y de los distintos paros con que se intentó frenar la revolución, tiene un buen concepto de estos partidos políticos.
De hecho, en Venezuela hace tiempo que ya los partidos políticos tradicionales -a partir del proceso revolucionario que se abrió con la llegada de Chávez a al presidencia- han ido esfumándose. Ya no convocan, no tienen representatividad. En definitiva, su función fue asumida por los medios masivos de comunicación privados. Son ellos, en tanto factor de poder utilizados por los grandes grupos económicos nacionales y por la estrategia imperial de Washington, los que marcan la línea ideológico-política de una parte de la sociedad venezolana.
Vale acotar, al respecto, la imagen que tiene la población de sus instituciones (de acuerdo a la investigación de Eugenio Escuela).
Nivel de confianza en las principales Instituciones del país:
La Iglesia 64.59
La Fuerza Armada Nacional 58.24
Los Medios de Comunicación (en general) 45.26
El Gobierno Nacional 43.30
Tribunal Supremo de Justicia 35.99
La Asamblea Nacional 34.50
La Defensoría del Pueblo 32.83
Contraloría 32.27
Los Empresarios 5.56
Los Partidos Políticos 21.28
FEDECAMARAS (cámara emresarial) 20.05
La Fiscalía 18.72
La Central de Trabajadores de Venezuela 15.39
Son, entonces, estos medios de comunicación uno de los factores de poder y convicción social más sólidos, más que el propio gobierno nacional según el estudio citado. Son ellos, con su prédica diaria, los que forjan el escenario de la vida cotidiana, los que arman la conciencia colectiva general. Así -valgan estos ejemplos- si bien en Venezuela hay índices delictivos relativamente altos pero en absoluto cercanos a los niveles de peligrosidad extrema que indican los estándares policiales internacionales, a partir de este montaje mediático la delincuencia aparece como el principal problema del país.
Para el Instituto Venezolano de Análisis de Datos de Félix Seijas, la población considera el aumento de de delincuencia como el peor problema del país en un 67 %; y según los datos de Eugenio Escuela, también la inseguridad ciudadana es su principal inconveniente, presentando el siguiente orden:
Problemas más importantes, que confrontan los venezolanos en este momento:
La delincuencia / la inseguridad 63.52
El desempleo / falta de trabajo 35.69
El alto costo de la vida 13.42
La crisis económica 8.95
Falta de vivienda 7.04
Crisis hospitalaria, salud 6.90
Crisis política 5.91
Problemas con carreteras / puentes 5.38
Hambre / miseria / pobreza 4.23
El presidente ayuda más a otros países que a Venezuela 2.15
Hay ahí una deliberada manipulación comunicacional que presenta la inseguridad ciudadana como tema de alarma pública, con lo que se escamotean otros aspectos de la realidad si se hace el estudio comparativo con otros países de la región (en tal caso Venezuela presenta un moderado índice de criminalidad). Por otro lado no sería nada improbable que esa delincuencia crezca en los próximos meses, intentando complicar el escenario preelectoral -lo cual ratificaría que hay mucho (demasiado quizá) de magnificación confabulada por la prensa en la manera de abordar el tema.
También puede verse el papel de la prensa con el ejemplo del Concejo Nacional Electoral -CNE- . A través de una continuada campaña mediática de desprestigio de esta institución, la población -sin mayores elementos de juicio reales- terminó por presentar un nivel de desconfianza en este órgano de casi el 50 %, siendo que los mismos observadores internacionales que participaron en los distintos procesos electorales pasados, en cuenta las elecciones parlamentarias del 2005, lo elogiaron en cuanto a su transparencia. Nunca más evidente aquello de «una mentira repetida mil veces se transforma en una verdad».
En otros términos: el discurso conservador y de derecha es, ante todo, un mensaje publicitario.
Con este panorama el país se acerca a las elecciones. Todo hace pensar que de aquí en más el clima político podrá ir caldeándose cada vez más, no descartándose en absoluto golpes de efecto con los que la oposición intentará crear condiciones, ya no para evitar un triunfo masivo del movimiento bolivariano, sino para complicar esa posibilidad. No sería improbable que todos estos candidatos terminen retirándose a última hora denunciando la poca credibilidad del Concejo Nacional Electoral, o que se renueven los ánimos secesionistas del Estado Zulia o que asistamos a algunos maniobras mediáticas fuertes que incluyan actos violentos (asesinatos, sabotajes, conatos de invasión) o denuncias internacionales de fraude por parte de grupos de derecha como Súmate.
Por otro lado el gobierno revolucionario está en plena campaña, y de aquí en más se asistirá a un sinnúmero de inauguraciones de nuevas obras y proyectos a lo largo y ancho del país. Al mismo tiempo, el poder popular irá acrecentándose a través de los distintos mecanismos que Estado y sociedad civil disponen; poder popular que, en definitiva, es el único garante de la continuidad de la revolución.