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A la segunda vuelta

Fuentes: El Telégrafo

El binomio de Alianza PAIS (AP) con Lenín Moreno y Jorge Glas no llegó al 40% requerido para ganar en primera vuelta, y la segunda le confrontará con el exbanquero Guillermo Lasso, candidato de CREO-SUMA, pero cuya matriz política siempre fue el Partido Social Cristiano, que apoyó su candidatura en 2013.   Los candidatos de AP […]

El binomio de Alianza PAIS (AP) con Lenín Moreno y Jorge Glas no llegó al 40% requerido para ganar en primera vuelta, y la segunda le confrontará con el exbanquero Guillermo Lasso, candidato de CREO-SUMA, pero cuya matriz política siempre fue el Partido Social Cristiano, que apoyó su candidatura en 2013.  

Los candidatos de AP han tenido que afrontar una coalición de fuerzas muy poderosas: las derechas políticas, las elites empresariales de las cámaras de la producción y los más influyentes medios de comunicación privados, convertidos en voceros ideológicos de esos intereses; pero también a la internacional derechista de América Latina y al imperialismo, que han actuado, tras bastidores, para acabar con el ciclo de los gobiernos democráticos, progresistas y de nueva izquierda en la región.

AP triunfó en las siete provincias costeñas con amplios márgenes y también en Guayaquil, lo que significa un importante quiebre al predominio Socialcristiano/Madera de Guerrero. También triunfa en cinco de las diez provincias de la Sierra y en Quito, pero pierde en Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua y Bolívar, provincias con significativa presencia indígena, donde se ha preferido dar el triunfo al exbanquero, lo cual merece un estudio especial. AP también pierde en Galápagos y en cinco de las seis provincias amazónicas, lo que obliga a pensar qué impacto ha tenido la explotación minera y la reacción de sectores indígenas de la región.

El gran perdedor en todo es el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), que agrupó a la vieja izquierda marxista, la revivida Izquierda Democrática, Pachakutik, varios dirigentes indígenas y de trabajadores, y una ampulosa gama de «movimientos sociales». Privilegiaron el ataque al presidente Correa y a los candidatos de AP, antes que a las candidaturas de la ultraderecha; su candidato Paco Moncayo apenas obtuvo cerca del 7%, y será irrelevante su presencia en la Asamblea. Después de las elecciones, en el ANC hay quienes sostienen que «nunca» votarán por el «continuismo» y hasta que prefieren un banquero a la «dictadura». Entre sus partidarios se interpreta los resultados electorales como una pugna entre «dos derechas» y no como la confrontación entre dos proyectos de economía y sociedad, que responden a fuerzas sociales distintas.

Inevitablemente, con el paso de las décadas, la izquierda tradicional, que no ha podido generar alguna alternativa política para el Ecuador del presente, ha quedado superada por la historia. Para la segunda vuelta, por tanto, hay que esperar que las derechas políticas, económicas y mediáticas lancen todo su arsenal, en lo que tienen experiencia histórica. Saben que no enfrentan a otra «derecha».  

La toma de calles y la violencia para reclamar esa segunda vuelta, aún antes de los resultados oficiales, fue parte del escenario para rechazar un supuesto «fraude» electoral, estrategia utilizada desde 1978. No les importa si son armas «bajas» o «nobles», porque les mueve el único interés de restaurar su poder en el Estado, preservar su dominación y reconstruir el modelo empresarial de economía y sociedad.

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