Tras el Paro Nacional de octubre, la contradicción favorita de la oligarquía quedó insuficiente: no se trata del correísmo o el anti correísmo, sino de la lucha de clases, que se expresó con toda su fuerza y magnitud.
En las últimas semanas el debate en torno a la Revolución Ciudadana (RC) y el correísmo han explotado en las redes sociales, demostrando así las más diversas interpretaciones y posiciones de militantes, simpatizantes y críticos de esta identidad político social, cuyo capital político es innegable al momento de pensar en 2021. Los artículos de Amauri Chamorro, Gabriela Rivadeneira, el programa de Radio Frente Radiosa, pusieron en discusión la posibilidad de “superar” al correísmo, a la RC, e incluso al mismo Rafael Correa, la necesidad de unidad para enfrentar al neoliberalismo y el fascismo, la autocrítica, etc.
Con claridad pudimos ver cuán lejos se encuentra una salida a dicha discusión que no implique lecturas ahistóricas y exageradas, reduccionismos, negacionismos, entre otras perlas cuyo origen – a riesgo de invocar el dogma – carecen de la máxima “análisis concreto de la situación concreta”. El punto es entonces debatir para la unidad, para construir, no para barajar tesis y posibilidades particulares nada más.
El presente texto se enuncia desde el marxismo, es decir, desde la lucha de clases. Lo hemos redactado con el fin de provocar un debate que vaya más allá de las definiciones simples y momentáneas de la calentura. Nuestro interés es aportar herramientas para la batalla ideológica, el combate al oportunismo y la ambiguedad ideológica, la organización revolucionaria y la unidad efectiva, con un único e impostergable objetivo: parar al fascismo y al neoliberalismo.
Correa, los correísmos, las y los correístas y la RC
Académicxs y aspirantes a académicxs – nosotrxs no nos consideramos ninguna de las dos – simpatizantes y detractores de un proceso de más de 10 años, conjugan a Correa, los “correísmos” y la RC, casi siempre desde un punto en donde la historia no existía. Para varios, no es el acumulado histórico anti neoliberal, es decir, la lucha de clases, quien propicia la llegada del líder de la RC, el proyecto modernizador, la visión de Estado y país. Se absolutiza la figura de Correa, al punto incluso de desproveer al mismo referente de toda dimensión histórica.
Aparentemente, Correa aparece de la nada. No es la lucha de clases, las insurrecciones populares, la organización social y popular masiva, no es el trabajo silencioso y anónimo de miles de militantes, la lucha encarnizada en las calles, las que llevaron a un gobierno nacionalista y progresista al poder. De allí las definiciones apresuradas, los apasionamientos. También hay que decir, que algunas de las organizaciones y referentes de dicho acumulado han tomado en ciertos episodios – propiciados por sus dirigencias y fracciones con intereses puntuales – de la RC una postura plenamente reaccionaria.
Al recoger el acumulado histórico, la lucha de clases nos ayuda a conocer la verdadera proyección, retrocesos y avances de la RC, las múltiples versiones constituidas en torno al correísmo – desde mayores oportunidades para el empresariado de acumular en condiciones redistributivas favorables para el Estado, hasta la posibilidad más “cercana” del socialismo que ha experimentado este país -, así como del mismo Rafael Correa.
En este punto, podemos entrar en un encarnizado debate con lxs populistas, el ultra izquierdismo y la misma derecha, sobre cuál era la vía adecuada o el camino correcto. No obstante, los comunistas no elegimos el momento histórico que nos ha tocado vivir; simplemente militamos en el lugar en el que la lucha de clases nos ha colocado. No comprendemos la historia desde el deber ser, desde el idealismo, para eso tenemos método, y es el método el que guía nuestra forma de entender su marcha.
Es indisociable la figura de Correa de la RC – con su visión modernizante- así como su rol en la configuración de la identidad correísta. También es cierto que esta tiene una fuerte raigambre popular, pese a que a conveniencia se la haya tratado de eliminar para que algunxs puedan acomodarse en los obtusos límites de la democracia burguesa.
Lxs sociademócratas y populistas que la pulularon y pululan en búsqueda de alguna oportunidad, restan cualquier posibilidad de “radicalizarla” por su miedo innato al pueblo, – en otras palabras – por su miedo al socialismo. No les interesan las escuelas de formación política, la organización de base, la construcción de frentes. No creen en el socialismo, piensan que el Estado y las elecciones son todo, que los “antiguos radicalismos” son cosas del ayer. Al mismo tiempo, los sectores revolucionarios en su interior – sea por una correlación de fuerzas desfavorable o por la vorágine absorbente que implica la política real – no alcanzan a desplegar un programa revolucionario que supere estas dicotomías.
“Superar al correísmo”
Hace ya casi dos años, en este medio digital comenzamos a esbozar algunas líneas para pensar en la “superación” del correísmo. Varias veces nos equivocamos, pusimos al ultra izquierdista que llevamos dentro – y que a veces se activa cuando la realidad no calza en nuestras voluntades apresuradas – a hablar. Sin embargo, nunca nos alejamos de que cualquier posibilidad de caminar más lejos requería dos cosas – que los “nuevxs” proponentes de esta tesis han olvidado -: a) la necesidad que una nueva identidad, que no niegue al correísmo, a lxs correístas y a la RC, y que esté socialmente construida e integrada en la diversidad, con trabajadores, indígenas, campesinos, mujeres, jóvenes; b) que esta identidad “superadora” no podría soslayar la existencia de la lucha de clases y la nacesidad del programa socialista en clave latinoamericana.
El debate de estas últimas semanas ha demostrado cuando lejos estamos de “superar al correísmo”, cuán limitada – a veces inexistente – es la relación de lxs proponentes del pueblo y sus organizaciones, y cuan cerrada es la respuesta de quienes consideran oportunista a todo quien plantea esta tesis. En estas condiciones – sin una alternativa real, socialmente establecida y organizada, sin ideología – proponer su superación cae en el terreno de la especulación, los delirios académicos, el idealismo.
Por otro lado, está la soberbia de no pocxs al subestimar al pueblo que se declara correísta; como si las bases de esta identidad fuesen incapaces de cuestionarse a sí mismas y establecer un norte revolucionario sin el “asesoramiento” de quienes “conocen”. El ego de académicxs, pequeño burguesxs y aprendices de fábulas, alejadxs totalmente de estas bases, no les permite reconocer un proceso que lleva tiempo, y que a veces incluso ha sido silenciado por algunxs de sus dirigentes.
Por otro lado, lxs correístas que quieren superar a Correa en su carrera voraz por llegar en una Buena posición para el 2021, olvidan que no han sido sus cualidades individuales las que hicieron posible su llegada a la arena política, sino la figura misma del líder de la RC; sin el “apadrinamiento” de Correa, poco o nada serían en estos momentos. Además, las victorias venideras – de ser el caso, sin un partido político propio – serán victorias individuales.
La autocrítica de lxs idiotas
También en repetidas ocasiones, desde este portal digital hemos “exigido” una dosis de autocrítica sea a Correa, la RC, el correísmo, lxs correístas, como si fuese patrimonio exclusivo de estxs “enderezar” lo “que se hizo mal”, cayendo en la misma lectura ahistórica que criticábamos anteriormente. Aparentemente, al único que habría que exigirle autocrítica es a esta identidad – como si no existiese un proceso histórico que la llevó al poder – y como si dentro de este proceso organizaciones y militantes, desde lxs afines a los críticxs, no tendrían una “cuota” en la deriva reaccionaria que actualmente vivimos.
La inexistencia de ideología, de estructura, de frentes político sociales territorialmente construidos, de una identidad de izquierda, de lazos solidarios, de compañerismo, de una militancia entregada a la revolución, de táctica, estrategia y programa revolucionario, no es un mal que aqueje solo al correísmo, sino a toda la izquierda, incluyendo a la ámplia gama de organizaciones políticas – salvo algunas excepciones – de este país.
El viejo dicho popular nos recuerda que en “casa de herrrero, cuchillo de palo”. La autocrítica necesita ser transversal a todo militante, y no basta con reconocer un secreto a voces en el correísmo: la falta de estructura, la traición, “los Litardos”, más aún cuando quienes la exigimos no tenemos la más mínima capacidad de proponer una alternativa social y organizada más allá de lo declarative a dicha entidad y en general al pueblo. Solo el hecho de estar exigiendo esa autocrítica sin poner parte alguna en esta disputa, debería darnos vergüenza.
A la carga
Las y los correístas, no correístas, las bases, lxs militantes revolucionarios, deben avanzar y promover en todos los sectores posibles la convergencia y unidad para enfrentar al fascismo y el neoliberalismo. Tras el Paro Nacional de octubre, la contradicción favorita de la oligarquía quedó insuficiente: no se trata del correísmo o el anti correísmo, sino de la lucha de clases, que se expresó con toda su fuerza y magnitud.
Lxs correístas de las bases, las dirigencias honestas y consecuentes, comprometidxs con la transformación profunda de este país, deben superar las discusiones ambiguas en su interior, elevando el debate, expulsando a lxs “especialistas” que solo aparecen en época pre electoral, oportunistas de toda gama que han parasitado durante más de 10 años, con el objetivo de construir, resistir y vencer en el 2021. Porque solo existe una salida para el correísmo, con una definición de clase, y caminando hacia el socialismo.
Quizá, esta sea la última llamada…