Michel Temer es el primer presidente en ejercicio denunciado por la Procuraduría General de la República, en proceso acatado por el STF (Supremo Tribunal Federal), luego de la célebre absolución de su fórmula con Dilma por el TSE (Tribunal Supremo Electoral). En entrevista con Correio da Cidadania, el sociólogo Ruy Braga analiza la «ópera bufa» en que se tornó la política nacional, reforzada por el papel doble del PT y de la CUT, y describe a Brasil como una sociedad suspendida en el aire, a espera de 2018 y de soluciones inerciales para la crisis.
Ruy Braga.- Sin sorpresas. En un tribunal donde dos jueces fueron nombrados por Temer, el presidente es Gilmar Mendes, profundamente comprometido con él, uno de los ministros es Nunes Maia, conocido por su complicidad con empresas investigadas en la Lava Jato, el placar de 4 a 3 era previsible.
Podemos decir que el relator Herman Benjamin se comportó dignamente del punto de vista apenas jurídico, pero también por enfrentar a Gilmar Mendes, gran bastión de la defensa de ese sistema político fallido. Pero no vi el resultado final con sorpresa considerando la composición del tribunal.
En tanto, no puedo dejar de observar que la crisis política brasilera ha producido estragos sobre el conjunto de las instituciones políticas, inclusive y ahora en el TSE, que supuestamente debería ser una institución política ajena a esa crisis generalizada. Al final, es un tribunal de última instancia de recursos de la vida política, de modo que debería resguardar más autoridad. Pero tal autoridad fue totalmente eliminada por ese resultado que a pesar de previsible es totalmente chocante.
Queda el registro de que a partir de esa sentencia el tribunal se involucró cabalmente en la crisis del sistema político brasilero, tragado por ese verdadero caos en que se transformó la política del país y el colapso de las instituciones, esto es, el Congreso, Presidencia, Supremo y ahora el TSE. A despecho de previsible, no deja de ser bastante impresionante que el tribunal llegue a ese nivel de desfachatez,
Gabriel Brito.- ¿Qué comentar de la postura del PT, CUT y afines que en la hora decisiva retiraron el bloque de la calle y apoyaron la absolución, tirando el Fuera Temer a la esquina?.
Ruy Braga.- La escena brasilera viró Ópera Bufa. Es difícil creer lo que se ve, el escarnio llevado a las últimas consecuencias. Por un lado, el PSDB entró con pedido de impugnación de la fórmula, aspirando a que el juzgamiento no golpeara a toda la fórmula -esto es, librase a Temer- pero al día siguiente pidió la revisión de tal juzgamiento.
De otro lado, había el visible interés petista en el Fuera Temer, el único camino para las elecciones directas ahora, en las cuales Lula sería franco favorito. Pero el partido se manifestó a favor de la absolución de la fórmula, sin hacer nada durante el proceso de juzgamiento para presionar al tribunal y efectivamente promover un juzgamiento justo.
Tenemos otra demostración del nivel absolutamente surreal de desfachatez política, del partido de centro-derecha del actual momento, del partido de centro-izquierda que se opone al gobierno Temer. Un caos que apenas testimonia la profundidad de la crisis.
Gabriel Brito.- ¿Eso afectó la fuerza y adhesión para la huelga, que dejó de ser general, para el viernes 30? ¿Qué se puede esperar de esa paralización?
Ruy Braga.- Primeramente, es claro y necesario reconocer que la principal fuerza social y política brasilera, capaz de llevar adelante la agenda que inhibe la huelga general, son el PT y la CUT. Es innegable, pues están al frente de los principales aparatos sindicales del país. En tanto, sus posturas se fragilizan mucho cuando se comportan como hicieron en el juzgamiento del TSE.
Al mismo tiempo, hay un cierto debilitamiento de esa posición política de la huelga general por el Fuera Temer cuando vemos que existen barreras auto-impuestas al PT, ya que están todo el tiempo haciendo una especie de cálculo, en el cual Lula siempre termina como candidato presidenciable. Es exigida una auto-moderación en las iniciativas del PT. El partido no quiere incendiar el país, no quiere radicalizar y cuenta con la presencia de Lula en las elecciones, que supuestamente precisa mostrar responsabilidad en relación a las instituciones. etc. Una auto-moderación que se organiza de la vuelta de Lula en 2018.
En fin, una situación realmente muy delicada, cuando pensamos básicamente en la necesidad de radicalizar nuestra agenda, nuestras iniciativas, nuestra postura política delante de la sociedad, nuestro programa a fin de garantir una salida de izquierda a la crisis.
Como eso no ocurre, estamos siempre en la situación de una pelea donde las personas no quieren ir por las vías de hecho. Queda siempre en la contemporización, se radicaliza apenas retóricamente. Las fuerzas radicales son insuficientes para llevar adelante una reforma más profunda. Estamos viendo un acomodamiento general del sistema político, entorno del apoyo del gobierno Temer y especialmente de las reformas que intenta llevar adelante en el Congreso.
El acomodamiento se da mernos en torno de Michel Temer, figura patética involucrada hasta los pelos en esquemas sórdidos, de los más vergonzosos y notorios de la vida pública brasilera, más por un sistema político que tiene amplio consenso dde ser calificado como antipopular, ampliamente elitista, con agenda ultra-neoliberal, fundamentalmente comprometido con la agenda encomendada por los sectores empresariales.
Existe una especie de distensión que de alguna forma se organiza en torno de esa agenda de reformas, al menos en el intento, y que tiene como fiador o al menos un eje-clave de esas medidas en la presidencia de la República. Es la situación que vivimos en el país: todos en la expectativa de inercialmente resolver la crisis política, cuando en la verdad, precisamos exactamente de lo contrario. Precisamos de movilización y radicalización política, un proceso de restablezca la soberanía popular y que las masas subalternas se reapropien de la capacidad de definir sus propios destinos, cosa que no acontece hoy.
Gabriel Brito.- Antes de la caída de Dilma el sociólogo Ricardo Antunes hablaba del escarnio que era la apelación petista para la formación de una unidad, evidentemente a su alrededor. ¿La postura del PT y la CUT en el juzgamiento del TSE y ahora en la huelga, no fue la enésima demostración de que la idea de la llamada «unidad de izquierda» es un tanto falaz sino impracticable?
Ruy Braga.- Sin duda es impracticable. No hay unidad en la izquierda porque la principal fuerza política no se dispone a realizar su programa. Debemos considerar que los dos gobiernos Dilma eran claramente caracterizados por un modelo de desarrollo radicalmente comprometido con el poder financiero (bancos), dependiente de las inversiones en infraestructura y sus sórdidos esquemas con las constructoras, modelo también dependiente del agronegocio y del éxito de la venta de commodities (lo que incluye los esquemas de la bancada parlamentaria ruralistas), de la acumulación por expoliación centrada en la minería y las inversiones dudosas en infraestructura. En fin, un modelo que no dio cierto. No es un modelo de desarrollo para ser presentado por un partido de izquierda.
Lo más grave es que aparentemente sólo se ve una alternativa, que es repetir el pasado. O sea, repetir a Lula en el gobierno piloteando ese modelo de desarrollo pos-fordista y financiero, que evidentemente ya agotó su poca capacidad progresista, esto es, de formalización del mercado de trabajo. Tenemos ahora un modelo ultra-explotador, pero sin la contrapartida de la formalización, porque la Refoma Laboral y la Ley de las Tercerizaciones ya están casi aprobadas en el Congreso.
No hay una solución progresista que salga de ahí. Lula promete una especie de PAC 3 (Programa de Aceleramiento del Crecimiento). Crédito para comprar casa propia, auto, productos de línea blanca y empleos de poco más de salario mínimo. Ese modelo ya colapsó y es el modelo de la mercantilización de los ahorros, endeudamiento familiar, multiplicación de empleos mal remunerados, de conscentración de ingreso y riqueza entre las clases sociales, esto aumenta la desigualdad de las clases. No dio cierto, pero el PT empuja su restauración como única alternativa.
No hay chance de unidad de izquierda porque no hay chance de unidad en torno de ese programa. Lo que precisamos de hecho es una especie de solución portuguesa, donde un partido de izquierda (el Partido Socilaista de centro izquierda y comprometido con el neoliberalismo) no es capaz sólo -hasta porque no depende de un único líder- de formar gobierno y, por tanto, es obligado a asumir compromisos muy claros, más allá de lo que estará dispuesto a aceptar, acordando una agenda creada por el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, una agenda mucho más a la izquierda de lo que el PT estaría dispuesto a hacer.
Es eso lo que precisamos aquí: unidad de las izquierdas en torno de un programa que represente la radicalidad de las izquierdas, y no de la restauración de aquel modelo pos-fordista finaciarizado, que ya dejó explícito no que no ofrece alternativa para la clases trabajadora de Brasil
Gabriel Brito.- Tuvimos en estos días el 6º. Congreso del PT. Quedó evidenciado, en líneas generales, que la ilusión de la «autocritica petista» jamás fue contemplada. ¿Qué deberían entender los sectores progresistas del país a partir de ese acontecimiento?
Ruy Braga.- Lo que llamó la atención en este Congreso fue la incapacidad del Partido de los Trabajadores en aprender del pasado. No aprendieron absolutamente nada. Pienso que la raíz de eso es que la dirección mayoritaria del PT, que hegemonizó el partido por décadas, no cree que erró. Ellos creen que hicieron lo correcto, porque son parte de ese sistema político podrido sobre lo que ya hablamos.
Ese el punto clave: ellos se sienten confortables con campañas multimillonarias financiadas por la «caja 2» de las grande empresas constructoras. Se sienten confortables y creen que realmente hicieron un bien al país cuando se aliaron a los sectores empresariales y rentitas, al fin de, en un contexto de crecimiento económico, practicar políticas públicas «que sacaran millones de personas de la miseria absoluta», para dejarlas en la pobreza oficial.
Ello creen que este es el límite de la vida política democrática, de izquierda, y todos nosotros deberíamos reconocerlo. Así, no hay porque hacer autocrítica, por ejemplo, sobre el financiamiento empresarial de campañas, porque básicamente ellos no piensan que erran, no tienen esa consideración.
Entre otras cosas, porque este modelo, este sistema de financiamiento, esta política carcomida y podrida los ancla a posiciones en el sistema partidario y de poder en Brasil, lo que ellos jamás imaginarían conquistar caso que hubiese una radicalización democrática, a través de mecanismos de participación. Si hubiese una democratización radical de la lucha política en el país, con desarrollo de alternativas de democracia participativa, los sectores mayoritarios del PT serían simplemente eliminados de la escena política, por su burocratismo, dirigismo y autoritarismo. Ellos no tendrían espacio en una escena política democrática renovada. Ellos no ven alternativa porque esta implicaría en que ellos mismos, los dirigentes tradicionales, quedarían muy fragilizados.
Por tanto, prefieren continuar apostando en una solución para la crisis que sea gestada en un pacto con el resto del sistema corrupto brasilero. Prefieren una solución por dentro, negociada, antes que una ruptura sistémica apoyada en un amplio proceso de democratización de las fuerzas políticas brasileras.
No hay autocrítica porque no se reconoce el error, por tanto, no hay que cambiar. Ellos apuestan en un re-pacto con algunas pequeñas reformas en la ley electoral. Ese es el horizonte del PT.
Gabriel Brito.- ¿Cómo queda la pauta Directas Ya y que salidas a toda la crisis? ¿Concuerda con la pauta destacada por la historiadora Virgínia Fontes – «Fuera Temer, elecciones ya, huelga general y anulación de todos los actos del gobierno»? (Ndt: ver entrevista en Correspondencia de Prensa, 10-6-2017)
Ruy Braga.- Concuerdo con una pauta mínima que tensione a los sectores honesto del PT. No apoyo una pauta mínima que sea tan mínima al punto de ser consensual, en que las personas adhieren de forma irreflexiva. No digo que es el caso de la propuesta de la profesora Virginia, Concuerdo con ella, que una pauta mínima implique «Fuera Temer», una gran movilización de las personas de este país por un fuerte compromiso con las elecciones directa yá, restablecimiento de la soberanía popular, revisión de todas las medidas del gobierno ilegítimo en especial la PEC 55 (Propuesta de Enmienda Constitucional) y la Ley de Tercerizaciones.
Pero yo diría que, además de eso, o sea, de la pauta mínima, es necesario que haya un proceso de reconstrucción de una solución por la izquierda, radicalmente popular, una apuesta en los mecanismos de participación democrática. Entiendo que debemos apostar en la elección de nuestros candidatos a través de procesos amplios y participativos. En especial elecciones previas que los aparatos burocráticos no controlen las listas y nombres elegidos y que todo sea debatido y votado por las bases de tales partidos.
Además, deberíamos organizarnos para romper con los mecanismos de selección de candidatos, que son burocráticos. Deberíamos apostar en una gran participación de las personas en la elección de los candidatos de izquierda.
Gabriel Brito.- ¿Es factible que la izquierda más identificada con el anticapitalismo, o fuera del orden, partidaria o no, consiga pautar alguna cosa en este momento?
Ruy Braga.- Difícil de responder, porque supone que la izquierda radical pudiese presentar una alternativa de poder hoy. Entiendo que en este momento, no. La izquierda radical no es capaz de presentar alternativa de poder. Primero porque no tiene nombres nacionales capaces de aglutinar un proyecto; en segundo lugar porque no tiene un enraizamiento en el movimiento social y popular, en las comunidades pobres y en la clase trabajadora suficientes para garantir un giro a la izquierda en la orientación de la sociedad brasilera.
En tanto, me parece que ella está en el camino de construir esa alternativa en el medio plazo, en torno de 5, 6, 7 años. La izquierda socialista, si continúa dialogando con los movimientos sociales y se implanta en comunidades pobres, en las periferias de las ciudades, fortaleciendo sus vínculos con la clase trabajadora y demostrando por medio de sus parlamentarios y liderazgos que es posible hacer política de forma alternativa, apostando en la radicalización y en la democratización de elección de sus dirigentes, revitalizando el compromiso de esa izquierda con la democracia participativa, apostando en la formación consiente de liderazgos jóvenes, que supone un amplio trabajo entre los intelectuales de izquierda en el país, con todo eso, tendremos condiciones en el medio plazo de construir una alternativa al país desde las bases.
¿Por qué soy moderadamente optimista? Porque percibo que hay, sí, un clamor generalizado en el país por más democracia y participación política. Existe una juventud que se está aproximando de los movimientos sociales y estudiantil, que ya demostró bastante fuerza en la ocupación de las escuelas, asume el Fuera Temer, la lucha por las Directas Ya… Ese conjunto de sectores sociales y grupos, jóvenes y movimientos no será absorbido por el PT porque el partido no dispone de tal condición -con sus expedientes, burocracia, caciquismos, jerarquías- es incapaz de dialogar con tales masas o con los jóvenes. El partido no consigue efectivamente representarlos de la manera radical y democrática con que tales sectores desean ser representados.
En ese sentido, soy moderadamente optimista en apostar en el medio plazo tanto en una revitalización de la izquierda radical y socialista como en el estrechamiento de los lazos y vínculos de esos sectores que se radicalizan por la izquierda.
Gabriel Brito.- ¿Finalmente, como debería seguir el gobierno Temer, que a fin de cuentas está denunciado por la PGR (Procuraduría General de la República), prácticamente cero en aprobación popular y no consigue acertar casi en nada?
Ruy Braga.- Es difícil prever porque la escena continúa muy volátil. Probablemente, más escándalos seguirán, como ya vimos después de la absolución del TSE. Sin embargo, ante la falta de alternativas para el sistema político brasilera la permanencia de Temer en el gobierno parece -aquella reunión del PSDB apuntó en esa dirección- la solución que contenta a de alguna forma a los diferentes grupos, sea del Congreso, sea de aquel ambiente político ampliado, con el judicial y algunos sectores sociales, en especial empresariales y más organizados.
Aparentemente, el gobierno Temer debe permanecer de forma inercial. Si fuese apostar en un futuro inmediato, delante de las políticas que viene intentando, diría dos cosas: el gobierno trágicamente aprobará la Reforma Laboral y felizmente no conseguirá aprobar la previsional. Él debe tener fuerza suficiente para apenas una, consecuentemente será un gobierno malogrado en el conjunto, pues sólo conseguirá atacar a los trabajadores en la cuestión de la protección del trabajo, sea por la Reforma Laboral o por la Ley de Tercerización.
Del punto de vista de aquello que serán los gastos generales del Estado brasilero en las cuestiones sociales, no conseguirá entregar el paquete encomendado. Incluso viendo la PEC 55, ya aprobada, si no fuera complementada por una radical reforma previsional, se transformará en una especie de letra muerta en el medio plazo, porque los gastos previsionales continuarán creciendo y presionando el techo de los gastos públicos. Significa que él no habrá conseguido entregar la encomienda que le fue ordenada por el sistema financiero, en el caso, bajar a cero la inversión pública en lo tocante a lo social para garantir el pago automático de la deuda pública a los bancos.
Eso crea otra situación del potencial de la crisis, o sea, tensión entre los sectores empresariales, insatisfechos con la clase política brasilera. Por tanto, en esos términos, el gobierno va quedando por ausencia de otras opciones para ejecutar tales servicios. Y mismo entre sectores petistas la caída de Temer y elecciones indirectas en el Congreso son insuficientes, porque el cálculo petista -o de la izquierda reformista brasilera- entiende que una elección indirecta vía Congreso Nacional colocaría en el poder a alguien de perfil parecido. Con el agravante de estar renovado para continuar presionando por las contrarreformas. La única solución posible será la de elecciones directas, para eso debería haber una adhesión muy radical del conjunto de la izquierda brasilera, lo que no ocurre.
Consecuentemente, entramos en un impasse. Como no se resuelve ni para un lado ni para el otro, la inercia toma cuenta y avanza el calendario. Viramos a una sociedad parada en el aire, a la espera de 2018; 2017 ya acabó y todos aguardamos el año que viene. Así, el gobierno queda por inercia, y lo bastante fuerte para aprobar la Reforma Laboral, porque la bancarrota empresarial es realmente gigante, pero no lo suficiente para aprobar la Previsional, ya que esta es mucho más impopular.
Traducción: Ernesto Herrera para Correspondencia de Prensa
Fuente: http://www.correiocidadania.com.br/