«Me dieron una guitarra, y me enseñaron a poner los dedos. Ahí empezó todo« (Paco de Lucía) «En mi tierra, a los niños, como hay muchos Pacos, y muchos Pepes, se acostumbra añadir los nombres de las madres…Así que yo era Paco, el de la Lucía, la portuguesa…« (Paco de Lucía) «Yo sé […]
«Me dieron una guitarra, y me enseñaron a poner los dedos. Ahí empezó todo«
(Paco de Lucía)
«En mi tierra, a los niños, como hay muchos Pacos, y muchos Pepes, se acostumbra añadir los nombres de las madres…Así que yo era Paco, el de la Lucía, la portuguesa…«
(Paco de Lucía)
«Yo sé que su serenidad se alimenta en la tradición, y también que es la angustia quien le ayuda a mover de su sitio a la música, para que sea más ancha, pues que nada jamás concluye. Yo sé, en fin, que ese hombre encuentra júbilo en la música, y también desesperación. Así tiene que ser. Y eso me hace brindar por su fidelidad y por su altanería, por su respeto y su arrogancia. Brindo por este hombre que ha tenido maestros que hoy son ya sus discípulos. Brindo por este músico cuyo amor al origen del camino no le impide sino le incita a caminar. Brindo por un artista«
(Félix Grande)
A que el Flamenco sea hoy en día considerado como una música de excepcional calidad artística, ha contribuido en gran medida la gigantesca figura de Paco de Lucía. Hemos perdido a Paco la pasada semana, se nos ha ido, quizá, el mayor músico flamenco de la historia de este arte andaluz, que no sólo elevó el sonido y el acompañamiento de la guitarra hasta sus más altas cotas de expresión, sino que ha sido el mayor exportador, el mayor símbolo, y el mayor representante de la guitarra flamenca fuera de nuestras fronteras. Andaluz universal, genio inconmensurable. El también recientemente desaparecido poeta y escritor Félix Grande, amigo personal de Paco, había glosado su inmensa figura, y se declaraba firme admirador del genio de Algeciras. Junto a Camarón de la Isla, y durante casi todo el período de la vida artística del cantaor, representaron quizá el dúo flamenco más grande de la historia, y nos dejaron memorables grabaciones que derrochaban arte por los cuatro costados. Ambos han sido artistas revolucionarios.
Pero vayamos por partes. Francisco Sánchez Gómez nace en Algeciras en 1947, en el seno de una familia humilde. Eran varios hermanos, y su padre (Antonio Sánchez Pecino) conocía perfectamente los sinsabores y amarguras de una vida difícil. No quería que sus hijos pasaran por lo mismo que él había pasado. Desde pequeñito, el joven Paco demuestra aptitudes para la guitarra, y el padre se empeña, con férrea disciplina, en que aprenda bien y pueda desarrollar una carrera artística. De hecho, el padre del guitarrista fue el productor de casi todas las grabaciones de la primera época de Camarón y Paco de Lucía, así como el autor de muchas de las letras que se cantan. Junto a su hermano, Pepe de Lucía, que compartió con él casi toda su carrera, se presentó formando dúo, llamados «Los Chiquitos de Algeciras», y recibiendo incluso un premio ya en 1962.
Paco declararía más tarde que se «escondía» detrás de la guitarra debido a su gran timidez, pero que su gran ilusión hubiera sido ser cantaor. De ahí que declarara que cuando conoció a Camarón, «era como si hubiese conocido a Dios». Y tras la muerte del maestro de San Fernando, declararía haber quedado sumido «en un gran vacío, se me ha ido la inspiración». Su primera grabación discográfica en solitario data de 1967, y a partir de ahí su vertiginosa carrera le lleva a constituirse en el indiscutible número uno de la guitarra flamenca, por su depurada técnica, por su rapidez, pero también por el desarrollo de sus armonías. Decididamente, hubo un antes y un después en la guitarra desde Paco de Lucía. ¡Cuántos jóvenes hemos despertado al flamenco escuchando «Entre dos aguas», la genial rumba incluida a última hora como un relleno en su álbum «Fuente y Caudal»!
Paco siempre declaró que sus grandes maestros fueron, por un lado, Sabicas, de quien aprendió un toque rico, distinto y revolucionario, nunca antes utilizado para acompañar el cante, y por otro lado, Manuel Serrapí «Niño Ricardo», quizá el gran maestro del siglo XX anterior a Paco. Mientras Niño Ricardo desarrollaba la justeza y técnica para el perfecto acompañamiento, Sabicas era la inspiración, el toque armónico y diferente, la savia nueva y fresca en quien Paco bebió para relanzarse definitivamente como el gran maestro que ha sido. De hecho, fue Sabicas quien recomendó al genio de Algeciras que «si quería triunfar, debía desarrollar su propia música». Y así lo hizo. Además de sus múltiples grabaciones y actuaciones como acompañante para el cante (el repertorio congrega a todas las grandes figuras del momento), Paco de Lucía, con su inquieta e inconformista actitud, siempre buscando nuevas formas de expresión para la guitarra, y nuevos desarrollos para la música flamenca, fue despuntando como solista, destacando en grabaciones que se nos ofrecen como auténticas joyas inscritas en la historia flamenca.
Así, mientras su carrera como «alma mater» de Camarón continúa, dejando volar la inspiración y los momentos de gloria de ambos, Paco de Lucía se va constituyendo como el mayor referente flamenco de todos los guitarristas de su época, los de su generación y los de la generación posterior, que llegan a nuestros días como grandes maestros. Así, desde Manolo Sanlúcar a Tomatito, desde Rafael Riqueni a Vicente Amigo, desde Paco Cepero a Niño Miguel, desde Manolo Franco a Paco Cortés, y un largo etcétera, están bajo la órbita de influencia de Paco de Lucía. Paco influye no sólo en la revolucionaria forma de tocar, sino en los modos, costumbres y maneras de expresar el toque flamenco. Desarrolla la guitarra de concierto no sólo en el mundo flamenco, sino que se va introduciendo también en otros mundos, como el de la música clásica y la fusión del flamenco con otras músicas foráneas, como el jazz o el blues, el pop o la salsa. Toca junto a los grandes genios del momento, como Chick Corea, Carlos Santana, Larry Coryell, Al Dimeola o John McLaughlin, y en todas las experiencias pone su granito de arena, resalta su gigantesca personalidad.
Junto a sus hermanos Ramón de Algeciras (tocaor para acompañamiento) y Pepe de Lucía, también un excepcional cantaor, y a grandes músicos de la talla de Rubem Dantas, Jorge Pardo, Tino Di Geraldo y otros, formó su propio grupo, con el que recorrieron el mundo varias veces, dejando constancia de su especial estilo en la interpretación del flamenco, hondo y puro, pero fresco, creativo, imaginativo y moderno. De su inmensa discografía en solitario, podemos destacar «La fabulosa guitarra de Paco de Lucía» (1967), «Fantasía Flamenca de Paco de Lucía» (1969), «Fuente y Caudal» (1973), «Almoraima» (1976), «Paco de Lucía interpreta a Manuel de Falla» (1978), «Sólo quiero caminar» (1981), «Siroco» (1987), «Zyryab» (1990), o «Concierto de Aranjuez» (1991). A ello, como decimos, hay que sumar la intensa trayectoria como guitarrista de acompañamiento de casi todas las grandes figuras del flamenco de los últimos 50 años, y su especial travesía con José Monge, «Camarón de la Isla».
Y en cuanto a honores, premios y galardones recibidos, hay que citar un Premio de Honor de Guitarra en Concierto en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, en su edición de 1968; Premio Nacional de Guitarra Flamenca de la Cátedra de Flamencología de Jerez (1970); Castillete de Oro del Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia, 1974); Diapasón de Oro en el Festival de Música Internacional de San Remo (Italia, 1974), y Distinción Compás del Cante (1987), entre otros. Poseía además un Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Berkeley, un Premio Príncipe de Asturias de las Artes, la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, así como un Grammy al mejor álbum latino. Su legado es inmenso y universal. Y ahora, Paco se nos ha ido. Se nos ha ido por sorpresa, como se van todos los grandes genios, con humildad, dejando una estela imborrable. Todos los flamencos nos sentimos un poco huérfanos. Gracias, Paco, hijo de Lucía, por haber llevado a la guitarra, el instrumento flamenco por excelencia, a sus más excelsas cumbres, por haber universalizado nuestro arte andaluz, y gracias por haber representado el más firme paladín de la música flamenca de todos los tiempos.