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Entrevista a Kintto Lucas sobre su novela Vivir ese ser otro y las elecciones en Ecuador

“A veces la vida es un encierro”

Fuentes: Rebelión

El escritor y periodista uruguayo-ecuatoriano Kintto Lucas, acaba de publicar la novela Vivir es ser otro. Lo entrevisté en diversas ocasiones y contextos, sobre política. Incluso cuando hablamos sobre sus libros fue referente a hechos políticos, sociales o económicos.

En esta conversación hablamos sobre su forma de ver la literatura, sus dioses y demonios literarios, aunque no podíamos dejar a un lado la política. La novela, la locura, las contradicciones del ser humano, la soledad, la derrota, las religiones, la muerte, la campaña electoral en la que participó como candidato a la Asamblea Nacional por el progresismo, los libros como vinculo en una campaña distinta, el compromiso con una forma diferente de hacer política fueron algunos de los temas tratados.

– Empecemos hablando sobre su novela. Es una gran novela, rara tal vez, un poco surrealista. Aunque hay un vínculo claro con la realidad de la trama y con la realidad interior de los personajes. Si bien son tres partes que parecen y podrían ser distintas, es una especie de serie. La primera del personaje anónimo en un hospital o manicomio hablando sobre su mirada del mundo. La segunda parte contada por Azul, una escritora que recuerda un amor. La tercera relatada por Luza un hombre que fue su pareja y recuerda esa vida juntos. Lo que no esta claro, aunque se puede interpretar, es quién está en el manicomio.

-Para mi el surrealismo es parte de la propia realidad y así trato  de presentar las historias. La realidad es cada vez más surrealista. En esta novela y en la historias de Como en Aquelarre, mi libro anterior, recurro al surrealismo porque me da la mejor posibilidad de dibujar los sentimientos que llevamos dentro. En cuanto al personaje del encierro, que puede ser un hospital, un manicomio, una cárcel o una casa en la que alguien se siente prisionero. Es verdad que se menciona la posibilidad de un hospital o manicomio, pero podría ser cualquier tipo de encierro. Incluso un encierro en sí mismo. En la cuarentena obligatoria por el Covid, escuché historias de muchos que se han sentido prisioneros en su propia casa. Pero incluso en época “normal”, hay mucha gente que se siente prisionera en su casa. A veces la vida es un encierro.

El personaje podría ser Luza, o el hermano de Azul. Sin embargo, aunque habla en masculino, no necesariamente debe ser un hombre, podría ser incluso Azul o su hermana. Pero sobre todo, podría ser la locura que hay en cada uno de nosotros y en cada uno de los personajes. También podría ser la derrota que hay en cada uno de nosotros y en cada uno de los personajes. Hay quienes quieren que las historias sean fácilmente digeribles, casi burocráticas en las que todo ocurre de acuerdo a algo predeterminado, sin dejar espacio para la imaginación, para volar. A mi no me interesa eso.

– Mientras se lee el monólogo del personaje en el manicomio, va despertando muchos sentimientos encontrados, que tenemos dentro y nos cuesta hacer públicos. Puede ser claramente la locura que tenemos dentro y que también tienen los personajes. Finalmente todos son locos a su manera. ¿Pero usted es consciente que ésta, no es un novela comercial?

– Yo escribo para mi. Decía Cortázar que no necesitaba psicoanálisis porque escribía. Escribir para mi además de un acto de amor, es una forma de sacar los dioses y demonios que tengo dentro. Para todo escritor es fundamental ser leído y criticado por el lector. Es necesario lograr esa comunicación, ese diálogo con el lector, pero no escribo pensando en agradar a la gente. Escribir es una forma de amar y una forma de libertad, de liberarme. Claro que también quiero vender mis libros y que la gente me lea, e intento acciones para llegar a los lectores y vender libros, pero no escribo para agradar a la gente.

– Se dice que en toda obra de ficción ha algo de autobiográfico. ¿Hay algo de eso en esta novela?

– Más que autobiográfico, siempre hay hechos que uno ha vivido o han vivido personas cercanas o conocidas. Siempre uno mezcla realidades ocurridas a distintas personas. Entonces puede haber partes basadas en la experiencia personal y partes basadas en otras experiencias. Lo cierto, es que para escribir, es necesario haber vivido. Es imposible escribir si no viviste.

– Si bien es una novela centrada en la realidad interior de los personajes, también tiene un profundo contenido político.

– El propio significado del encierro asume un contenido político sobre la libertad, la otredad, la diversidad… Pero además está la lucha de los campesinos “sin tierra” de Brasil y en medio de esa lucha la discusión sobre las distintas miradas de la izquierda, por ejemplo sobre la caída del muro de Berlín. También hay una reivindicación de la historia de la lucha de las mujeres; o el significado de la religiones impuestas como las pentecostales en un mundo de soledades. Religiones contrapuestas a religiones arraigadas en una identidad cultural, en raíces que están ahí como las religiones afrobrasileñas. Una realidad que también puede transportarnos a relaciones a veces surrealistas. Lo central es el mundo interior de las personas y los personajes que, dentro de su soledad necesitan ser otra persona. Para salir de ese encierro personal necesitan ser otro. Vivir es ser otro, decía Pessoa. Pero también están las luchas por cambiar un mundo injusto, por cambiar una cotidianidad impuesta.

– Hay un tema recurrente, que es el de la muerte: ¿usted teme a la muerte?

– La muerte está ahí siempre, es parte de la vida. Nunca sentí temor por la muerte. Cuando llegue, sea en el momento que sea, llegará y ahí estaré. Tal vez lo único que me preocuparía es la gente que pueda sufrir por mi muerte. Personas cercanas, claro. Porque en realidad, nadie sufre la muerte de los otros mas allá de algún llanto. Incluso cuando se trata de personas muy queridas a nivel popular, finalmente pasa el duelo y pasa el dolor.
Mi padre murió a los 46 años cuando yo todavía no había cumplido 2; mi hermano mayor murió a lo 26 años, mi segundo hermano murió a los 30; así que yo ya estoy lucrando, tengo 57 (se ríe). La muerte llega cuando tiene que llegar y no hay como escarparle. Hay gente que vive atemorizada por la muerte. Vive rezando así nunca honre su plegarias. Ahora, con la pandemia han muerto amigos, parientes, conocidos y vimos claramente que la muerte está ahí, a veces muy cerca de lo que pensamos.

– Vamos a otro tema, usted fue candidato a legislador en las recientes elecciones ecuatorianas. Apoyó al candidato progresista Andrés Arauz. Hizo una de las campañas más reconocidas, tanto en Ecuador como a nivel internacional, entregando libros, conversando con la gente sobre historia, literatura y la realidad. Una campaña distinta, mostrando que se puede hacer otro tipo de campaña, más honesta, más creativa. Pero finalmente no se eligió, se eligieron muchos que casi no hicieron campaña, y que se eligieron por ir en los primeros lugares, que tal vez solos no se elegían de nada. Hay gente que me ha dicho: así deberían ser las campaña electorales, pero lamentablemente eso imposible en un mundo como este, finalmente se eligen muchos que no hicieron nada, o que no tienen su trayectoria, su reconocimiento, su capacidad. ¿Sirvió de algo desgastarse en una campaña y poner en riesgo un prestigio de años?

– Yo sabía, y lo acepté desde el principio, que era muy difícil elegirme en el octavo puesto nacional. Pero lo importante era colaborar con la campaña desde un lugar distinto, desde una acción constructiva para el binomio presidencial. De alguna forma también estaba colaborando para que se elijan otros compañeros a la Asamblea. Pero sobre todo, lo importante era demostrar que sí es posible hacer otro tipo de campaña y vincularse con la gente desde los libros, desde la lectura, desde la literatura, desde la historia, desde la cultura. Los intelectuales, y obviamente los políticos, subestiman a la gente de sectores populares, creen que no les interesa leer. Eso es terrible. En realidad gran parte de la gente muestra un aprecio por el libro y quiere leer. Pero como va a comprar un libro si no tienen muchas veces para comer, si viven sobreviviendo. Es una tarea del Estado llevar el libro y la lectura a los sectores populares. Para mi fue una experiencia lindísima. Conversar con la gente sobre las mujeres del libro Mujeres del siglo XX, por ejemplo. Que algunas personas me digan: “yo escuché hablar de Tránsito Amaguaña o de esta otra, pero no sé muy bien su historia, qué lindo poder leerla”. O sobre las Rebeliones indígenas y negras e América Latina, que muchas veces no conocen los mismos indígena. Otra persona me decía yo no voy por su candidato, pero deme el librito para mi hija, y al revés yo voy a votar por usted y su candidato pero no me dé volantes deme el librito, yo quiero aprender. Yo pensaba que si lograba que cada persona de las cinco mil y pico a las que le compartí libros, leía una historia o un cuento, ya había logrado mucho, ya había sido una victoria. Una campaña no debería ser para engañar a la gente, sino para tratar de que comprenda su realidad, de que logre otros conocimientos, de que puedan crecer algo como personas. Yo crecí como persona y aprendí más sobre las urgencias de la gente, que van mas allá de sus necesidades económicas, que tienen que ver con lo subjetivo, lo espiritual, la necesidad de conocer más el mundo en que viven, la dignidad. No creo que haya perdido prestigio, al contrario sentí un gran cariño de la gente, porque, como en todas las acciones de mi vida, fui honesto conmigo mismo y con los demás. Por eso la gente, incluso la que no está de acuerdo conmigo políticamente, me sigue respetando y reconociendo.

– Usted ha tenido actitudes un poco raras para un político. Como vicecanciller de Ecuador renunció por la firma del TLC con la Unión Europea. Siendo embajador itinerante de Uruguay puesto por Mujica, renunció porque no confiaba en Luis Almagro por su actitud sumisa a la embajadora de Estados Unidos. Ahora, sin estar directamente vinculado con el Movimiento de Correa, aceptó ir en un octavo lugar para la Asamblea. Pero además se comprometió más con la campaña que otros que estaban en los primeros lugares y sabían que se iban a elegir. ¿No es un poco fuera de la realidad, para no decir de giles, actuar así?

– (Se ríe). Gil es el que no sabe porque hace determinadas acciones. Yo las he hecho porque es parte de mis principios: ser honesto conmigo mismo, respetar a los otros. Pero tal vez en esta realidad eso es ser gil. Es vedad que yo pude haberme callado y no renunciaba cuando se firmó el TLC, y podría haber ocupado otro puesto o ser embajador ganando un suculento sueldo. Con lo de Almagro también, hubiese seguido en el gobierno de Pepe. Pero yo he  aprendido que no puedo traicionar a los muertos, entre ellos a mi hermano mayor que murió peleando. Y, sobre todo no puedo traicionarme a mi mismo. Juan Carlos Onetti dijo alguna vez: “Lo más importante que tengo sobre mis libros es una sensación de sinceridad. De haber sido siempre Onetti. De no haber usado nunca ningún truco… de no haberme estafado a mi mismo ni a nadie nunca. Todas las debilidades que se pueden encontrar en mis libros son debilidades mías y son autenticas debilidades”. Podría decir lo mismo, en cuanto a los que he escrito y a mi actuación política o de gestión pública.Es necesaria otra forma de hacer política. Eso no quiere decir que siempre tenga que imponer mis puntos de vista, que sea siempre intransigente. Tengo la capacidad de escuchar las distintas miradas y ceder no estando de acuerdo, siempre que no vaya contra mis principios. Hay gente que lo único que le interesa es acomodarse, y así vivir bien.
Claro que esa forma de ser me trae problemas, por ejemplo de no conseguir trabajo durante mucho tiempo. Pero bueno difícil cambiar a esta altura. Es verdad que yo no tenía nada que ganar personalmente, apoyando a Arauz y comprometiéndome con la campaña, como sí tenían otros. Pero para mí, lo más importante era que el progresismo triunfe. Esta derrota golpea a todas las izquierdas a mediano y largo plazo. Pero, sobre todo, golpea a la gente porque lo que se viene será peor que el desastre que hemos vivido con Moreno.

– Hablando de triunfos después de la derrota de Arauz, usted escribió algo así: “Tengo tantas derrotas acumuladas en mi vida que unas se atravesaron en mi garganta; otras pesan como un elefante sobre mi espalda; y algunas, al crujir los dedos, gritan como cuyes, desesperadas. Son tantas las derrotas acumuladas que hoy exige un poco más llegar a la victoria”. ¿Está decepcionado?

– Una derrota como esta, en la realidad actual sin duda golpea, por todo lo que significa de retroceso para los sectores populares, para el país y para América Latina. Hay gente que eso le importa poco. Hay otros que en su mezquindad, su odio y su minúscula capacidad de ver estratégicamente creen que la derrota del progresismo es triunfo de la alguna izquierda. Se entiende eso en quienes han vivido bien toda su vida, siempre acomodados en el estado, en una ONG o en la academia, pero no en quienes surgieron de la luchas populares desde abajo. Pero cuando hablo de derrotas no es solo de derrotas electorales, estoy hablando de la vida. Hay derrotas de distinto tipo que se van acumulando, y uno siente, y aprende, que cada vez cuesta un poco más llegar a la victoria, aunque siga repitiendo “hasta la victoria siempre”. La vida es más compleja que una elección, pero seguimos ahí tratando de construir caminos colectivos.

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Ana Molina, Comunicadora peruana. Ha escrito para diversos medios en América Latina.