Recomiendo:
0

¿Acartonado o cucaracha?

Fuentes: Rebelión

«No soy capaz de rebelarme», confiesas Harald Martenstein. Cuentas que esto no te ha ocurrido de la noche a la mañana, que has sufrido un proceso lento: «Una mañana de tantas abrí el periódico y leí: descubierto un escándalo de huevos». Algo huele mal en el negocio huevos. Y me acordé de otros alborotos escandalosos […]

«No soy capaz de rebelarme», confiesas Harald Martenstein. Cuentas que esto no te ha ocurrido de la noche a la mañana, que has sufrido un proceso lento: «Una mañana de tantas abrí el periódico y leí: descubierto un escándalo de huevos». Algo huele mal en el negocio huevos. Y me acordé de otros alborotos escandalosos a lo largo de mi vida con el tema alimentos, que si la carne, Contador y el clembuterol, que si la leche, que si los huevos…, muchos. Dices haber escuchado más escándalos en tu vida que amigas has tenido, estás harto: «No, no quiero minimizar ni pisotear en modo alguno el trabajo de los buenos veterinarios y controladores, ni el de los periodistas valientes que, con frecuencia, descubren desaguisados, alcantarillas y fondos bajos y, mucho menos, el de los seductores agricultores ecológicos. Pero paso».

Dices estar cansado: «Todo fantástico y magnífico, pero me bajo en la próxima, seguir sin mí. Y voy a prepararme un huevo, aunque sea el último». ¿Este hartazgo tiene que ver con la edad? ¿Es enfermedad? No eres capaz de rebelarte. Es posible que sea acartonamiento. Afirmas que son tantos los apocalipsis anunciados por radio, prensa y televisión, tantos los fines del mundo pregonados con antelación, a los que hay que sumar los cuatrillones de políticos corruptos o supuestamente corruptos o que obviaron sus obligaciones, los pastores eclesiásticos cachondos y pederastas, los autores quebrantadores de tabúes, los besuqueadores promiscuos, las falsificaciones y manipulaciones, las promesas electorales incumplidas…, y ahora, para colmo, el anunciado crecimiento de los mares que…, te sientes cansado, desilusionado. Aquí, entre nosotros, y después de la experiencia de Lemoiz se anuncia la prolongación de la vida de las centrales nucleares más allá de los 40 años: «El PNV afirma que la enmienda no afecta a Garoña, pero CiU, el impulsor del texto, sostiene que la norma sí cambia la situación de la central burgalesa». ¿Harald, estás acartonado?

El hombre es malo y la naturaleza capaz de todo. Bien. Entiendo tu razonamiento. ¿Y? ¿Te preguntas qué va a ser lo siguiente? En casa y en cuestión de amores, dices, «lo tengo todo más o menos controlado y en orden. Y está claro que soy profundamente egoísta, hasta es posible que yo mismo sea el mayor escándalo». Y te muestras de acuerdo con las palabras de aquel columnista: «¡Me da todo igual! ¡Comed huevos, sed corruptos, ¡creced y multiplicaos! Ángela Merkel, señora canciller: Esto se va al garete». Otrora afirmabas sentirte ciudadano del mundo.

¡Un buen día nos morimos! I did it my way, yo lo hago a mi manera. Luego gobernarán las cucarachas. Y confío en que lo harán bien, they´ll do it their way, ellas a su estilo. De pronto destaca una especie -por ejemplo el hombre- crece, se multiplica enormemente, destruye su biotopo y muere. Normal. Un buen día desaparece el hombre, es ley y ciclo natural, eterno arriba y abajo, up and down. ¡Catástrofe climatológica, take me in your arms and rock me, cógeme en tus brazos y acúname!

Todo hallas demasiado estresante: «Uno no sólo se siente agobiado por los muchos correos electrónicos, es que además uno tiene poca empatía con ese cúmulo de alarmas de las que viene siendo informado perennemente, no se es capaz de reaccionar ante tanta avalancha. Sería cuestión de especializarse, por ejemplo como las antiguas mujeres de los cancilleres sobre mucoviscidosis. Sólo lo que aparece sobre mucoviscidosis y el resto se deshecha. Pero a mí me resulta difícil optar, tan pronto leo un libro sobre el maltrato animal como luego otro sobre la guerra en Afganistán…».

Sin embargo viste cómo una mujer rectificaba la bufanda a su marido en plena calle, expuesto a la mirada de todos, y exclamaste: «¡Mujer, que un hombre no es un muñeco! ¡Si les gusta que lo hagan con sus muñecas!». Ya ves, Harald, todavía eres capaz de rebelarte ante cosas -aunque sean bagatelas- que ocurren ante tus ojos.

Tu comportamiento tiene un algo de esa teoría que sostiene que hay que comer sólo lo que se produce en el entorno. Ellos dicen: «Kiwis de Nueva Zelanda no» y tú, Harald, dices: «No hay que rebelarse ante los icebergs que se derriten en el Polo Norte sino únicamente cabrearse cuando las mujeres del entorno, las vecinas, arreglan el cuello o rectifican el pantalón o la bufanda del marido».

Harald, vas envejeciendo, acartonándote, volviéndote cómodo y egoísta, y creo que es ley de vida. ¡Pero combatir la rebeldía y no sentir el chispeo en los ojos viendo a los egipcios en la plaza Tahrir es indicio de que has muerto y las cucarachas mandan ya en tu vida!


Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.