¿Quién iba a pensar el 10 de septiembre de 2011 que el desmoronamiento de la primera potencia mundial comenzaría un día después? No solamente esto, sino que los atentados del 11 de septiembre de ese año, que derribaron las emblemáticas Torres Gemelas de Nueva York y tocaron el punto más sensible del poder militar estadounidense, […]
¿Quién iba a pensar el 10 de septiembre de 2011 que el desmoronamiento de la primera potencia mundial comenzaría un día después? No solamente esto, sino que los atentados del 11 de septiembre de ese año, que derribaron las emblemáticas Torres Gemelas de Nueva York y tocaron el punto más sensible del poder militar estadounidense, el Pentágono, abrieron un nuevo horizonte a la historia mundial.
Los hechos fueron los siguientes: diecinueve terroristas de Al Qaeda, grupo islámico procedente de Arabia Saudita (firme aliado de Estados Unidos) secuestraron cuatro aviones y los desviaron para impactarlos dos contra las Torres Gemelas de Nueva York, uno contra el Pentágono y el cuarto cayó en un lugar inhóspito. Murieron más de tres mil personas y quedaron heridas alrededor de seis mil, quedando totalmente destruida la estructura de los edificios emblemáticos de la «capital del mundo».
El impacto histórico y político mundial fue, como escribió Marx para referirse al Golpe de Estado de 1851 en el «18 Brumario de Luis Bonaparte», parecido a «un rayo en cielo sereno» porque Estados Unidos había conseguido imponerse como potencia mundial hegemónica e indiscutible por la crisis y caída de la Unión Soviética en 1991, el fin de la Guerra Fría, el triunfo del neoliberalismo y la globalización. El discurso del «fin de la historia» y el «fin de la ideologías» fue convertido por los medios en una nueva teoría universal.
Inmediatamente después del derrumbe de la Torres Gemelas se exacerbaron las contradicciones religiosas, políticas, militares y nacionalistas entre los poderes y gobiernos occidentales con los gobiernos y líderes religiosos del Medio Oriente, con impactos geopolíticos estratégicos por la riqueza petrolera existente y por su importancia económica y comercial como eslabón entre oriente y occidente.
El 7 de octubre de 2001 Estados Unidos invadió militarmente Afganistán, dónde Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, planificó el atentado. Dos años después la invasión militar coordinada con Inglaterra alcanzó a Irak bajo el pretexto de que su líder Saddam Hussein tenía un arsenal de armas de destrucción masiva, abriendo así la fase más larga de una guerra de intervención en Medio Oriente y periódicos y violentos atentados ejecutados por grupos radicales islamistas en ciudades de Francia, Estados, Unidos, Inglaterra, Bélgica, Alemania o España. El desgaste del imperialismo norteamericano se hacía cada vez más evidente.
La guerra de acentuó en la región con la formación de ejércitos privados y mercenarios formados por musulmanes árabes, asiáticos, africanos y más de 4.000 europeos y 1.000 norteamericanos que formaron grupos más radicales aún que, como piratas contemporáneos, se dedicaron a controlar territorios y campos petroleros como botín de guerra e inclusive inventaron un Estado Islámico apadrinado por Estados Unidos. A su vez el enclave sionista Israel arremetía contra el pueblo palestino, Irán y Siria para mantener su lugar estratégico en Medio Oriente.
En este contexto China se convirtió en una potencia económica, comercial y financiera muy poderosa desplazando a Estados Unidos del liderazgo mundial, mientras tanto Rusia recuperaba su poderío militar y geopolítico frenando el avance de la Organización militar del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sobre sus fronteras y ocupó la península de Crimea en el Mar Negro y estableciendo un control militar muy fuerte en Ucrania. Asimismo Rusia recuperó su influencia en Oriente Medio realizando alianzas con Irán y apoyando al gobierno de Siria consiguiendo un retroceso de la influencia política y militar estadounidense.
A diecisiete años del 11-S Estados Unidos se entrampó en Medio Oriente, perdió la hegemonía económica y política mundial, se distanció de sus aliados europeos, su poder se encuentra sometido al asedio geopolítico ruso y la administración de su presidente Donald Trump se caracteriza por la inestabilidad y el escándalo público.
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
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