Obviamente no haré referencia a la famosa novela de E. Hemingway , de la que solamente empleo su nombre como un desesperado llamado a hacer realidad la acción que enuncia esto es, decirle definitivamente adiós a las armas. Sé que pensarán, quizá con justificada sonrisa burlona, que soy un desubicado utopista pues el ambiente huele […]
Obviamente no haré referencia a la famosa novela de E. Hemingway , de la que solamente empleo su nombre como un desesperado llamado a hacer realidad la acción que enuncia esto es, decirle definitivamente adiós a las armas. Sé que pensarán, quizá con justificada sonrisa burlona, que soy un desubicado utopista pues el ambiente huele a pólvora homicida por todo lado -en nuestras calles de las pistolas de sicarios y demás asesinos y, en el mundo, desde las cien guerras -por usar una simple figura retórica- que enlutan y avergüenzan a la Humanidad fraterna pero, precisamente esta permanente tragedia es la que, creo, nos exige meditar sobre la solución justa y sosegada de nuestros conflictos.
Otro resorte que impulsa mi pacifista excitativa fue escuchar, el pasado sábado en un programa radial, a tres jóvenes profesionales, que por definición se consideran más reflexivos y objetivamente analíticos, exponer su entusiasta apoyo a la tesis de que el hecho de comprar y usar responsable y legalmente un arma de fuego -lo que implica aprobar tanto los exámenes psicológicos como los de su correcto empleo-, con carácter estrictamente defensivo, nos da un plus de seguridad tanto personal como para el entorno familiar, tesis que respeto pero no comparto pues la experiencia cotidiana demuestra, por desgracia cada día más que, en un encuentro a tiros contra los pistoleros profesionales, cuyo oficio cotidiano es el crimen en todas sus formas, lo que les permite desarrollar habilidades difícilmente superadas por quienes no lo somos, en el «mejor» -entrecomillas pues obviamente nada bueno tiene- de los casos se resolvería a nuestro favor, luego de de una espantosa balacera de la que muchos inocentes pueden salir muy perjudicados , nosotros convertidos en asesinos también y expuestos a futuras y muy crueles venganzas o, en el peor, pereceríamos quizá acompañados por uno o varios familiares queridos. En fin, sería simplemente horripilante y, las causas profundas, seguirían intactas y creciendo.
El camino alternativo que proponemos es, precisamente, empezar a combatir esas causas efectivamente para lo cual es necesario conocerlas, tarea que, dicho sea de paso, es muy laboriosa y complicada aunque muchas de ellas parecen muy evidentes. Por razones obvias de espacio y tiempo, esbozaremos al menos, las que consideramos más importantes:
1.- Injusticias y desigualdades económicas maximizadas hoy día por el sistema Capitalista Neoliberal vigente, cuya argolla ha concentrado y lo hace cada vez más, en sus manos los medios de producción -tierras, fábricas, industrias, transportes, etc.-, la especulación financiera, el comercio, el poder político, los aparatos ideológicos y represivos y, desde luego, las grandes ganancias en todas sus formas que le permiten el acceso a todos los bienes, servicios y placeres de este mundo.
2.- Discriminación social y política cada vez más marcadas, que establecen diferencias que se profundizan y acentúan cotidianamente , polarizando aceleradamente la sociedad entre una minoría cada vez más adinerada y poderosa políticamente, y la gran mayoría de nuestro Pueblo, más empobrecida y distante de la toma de decisiones realmente importantes para definir y conducir su destino.
3.- La difusión y penetración masivas en toda la población de la propaganda sin límites que la impulsa al irrefrenable deseo de adquirir, sea como sea, las más diversas e, incluso, extravagantes y superfluas mercancías. Este deseo desbordado de tener, que muchas veces se convierte en una especie de carencia vital sin cuya satisfacción se siente morir, al chocar frontalmente contra la imposibilidad de ser llenada dictada por la pobreza, hace que cada vez más individuos recurran al delito, como vía «fácil» para adquirir los fondos necesarios para tener lo que ya patológicamente les es indispensable: vehículos, casas, joyas, artefactos electrónicos, sexo, etc, etc.
4.- A la anterior manipulación se agregan el creciente desprestigio de los mecanismos tradicionales de «contención social» -religión y sistema jurídico, por ejemplo- y el de la educación como supuesta vía para el ascenso social que, la desocupación evidente de profesionales, ha puesto en entredicho. Esto obliga a las y los acicateados consumistas, a buscar cualquier vía para satisfacer sus obsesivas e insaciables ansias de poseer.
5.- La degradación de nuestra cultura no formal, ejecutada por las entidades -prensa, radio, televisión y demás grandes vías masivas de comunicación y difusión-, cuya responsabilidad debiese ser, por el contrario, el constante enriquecimiento de la misma y su difusión a toda nuestra población. Esa perversión claramente de debe a que los dueños de esos medios de comunicación masiva, no quieren que la verdad despabile y libere a nuestro Pueblo, que puede despertar, entender, unirse y movilizarse para rescatar el poder y la felicidad que ellos le han robado. Este perverso proceso implica, ante todo, una velada pero efectiva destrucción de los valores humanitaristas -fraternidad, solidaridad, cooperación, etc.- y ecologistas -respeto, amor y protección por la Naturaleza- y, su sustitución por su negación, esto es, la competencia salvaje y fratricida por «llegar de primeros» aunque pasemos sobre los cadáveres de nuestros prójimos- y la conversión de la Naturaleza en simple caja de recursos de la que se extrae lo que sirve para aumentar las riquezas y lo que no, se convierte en basura.
6.- Finalmente vale apuntar también el negocio que para la élite , cuyas riquezas a decir de Marx «vienen al mundo chorreando sudor y sangre por todos sus poros», significa la existencia tanto de la violencia ambiente como del delito calculadamente desbordado. Este «delito ambiente» conque sus medios de desinformación llenan repetitivamente los espacios informativos cotidianos le permite en primer lugar, al entretener y atemorizar al Pueblo en general, disimular sus grandes chorizos y las variadas y múltiples formas que emplea para evadir y eludir impuestos, escamotearle legítimos derechos a sus trabajadoras y trabajadores , especular con precios y calidades de productos que venden y evadir olímpicamente el resto de la legislación vigente cuando lo cree necesario. En segundo lugar, se convierte, mediante la venta de «seguridad» que realiza, obtener múltiples ganancias en venta de armas, de alarmas, circuitos cerrados de TV , e, incluso a algunos, hacer pingues ganancias con el trasiego, la producción y mercadeo de drogas a nivel nacional e internacional. En fin, un negocio redondo.
Así las cosas, evidentemente la solución a la violencia desbordada que hoy padecemos como mayoría de la comunidad nacional que somos, no es de fácil y pronta solución pues requiere, como es claro, del cambio radical del sistema capitalista neoliberal que vivimos por uno realmente Humanitarista , cuyos principios básicos son : todos los humanos deben ser valorados por igual; todos merecemos el mismo respeto y dignidad; toda la humanidad debe disponer de los mismos recursos y, se debe asegurar el estado de bienestar para toda la población humana y, Ecologista, que es la puesta en práctica de las enseñanzas de la Ecología para el cuidado del ambiente, en el entendido de que el ser humano es parte del ambiente mismo, como componente de un ecosistema, lo que nos obliga como especie a entender que, en el proceso de nuestro desarrollo integral, estamos determinado por el ineludible principio de que, los daños que le hacemos al ambiente nos los hacemos a nosotros mismos.
Este cambio de sistema que debe hacerse preferentemente mediante el proceso de la toma del Poder por vía electoral, requiere que como Pueblo nos liberemos de prejuicios y temores, entendamos la ineludible necesidad de hacer ese cambio, nos unamos y lo logremos, lo que requiere del desarrollo de múltiples e ineludibles actividades en el tiempo, periodo en el cual no podemos desde luego permitir que la violencia se desboque. Esto nos lleva a la necesidad de poner en práctica un plan provisional para contenerla, de manera tal que evitemos al menos sus más criminales consecuencias. Este debe incluir por ejemplo: la unión cívico policial pues la seguridad es un problema de todos. así, la comunidad debe unirse a las fuerzas policiales para desarrollar planes de vigilancia conjuntos, de fluida comunicación y acción de manera tal que comunidades y hogares estén muy bien protegidos; lo anterior se debe traducir a nivel individual y familiar en medidas elementales como adoptar una actitud personal de alerta -no obsesiva- constante, de evitar caminar por las calles solos, de escoger las vías más seguras, de no ostentar nuestras valiosas posesiones, de preferir horarios adecuados, de escoger nuestras gentes de confianza, nuestros sitios de diversión y esparcimiento, de evitar las drogas, en fin, entender plenamente que no estamos en tiempos normales sino de emergencia pues nuestras vidas, las de quienes amamos y las de la comunidad honesta, trabajadora, fraterna e imprescindible están en peligro constante. Si, sé que suena horrible pero esta es la realidad del Sistema vigente que debemos erradicar, como lo hemos propuesto, de inmediato pero, no volviéndonos asesinos pistoleros, sino empleando la inteligencia y audacia típicas de nuestra especie.
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