La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) acaba de celebrar en Caracas su primer Consejo Ministerial, en un nuevo paso hacia la institucionalización y en la madurez de un proyecto que nació cual riposta al ALCA de Washington pero quedó como ruta para los pueblos del continente.Apenas dos años y medio nos separan de aquel […]
La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) acaba de celebrar en Caracas su primer Consejo Ministerial, en un nuevo paso hacia la institucionalización y en la madurez de un proyecto que nació cual riposta al ALCA de Washington pero quedó como ruta para los pueblos del continente.
Apenas dos años y medio nos separan de aquel momento fundacional en La Habana, donde los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez dieron vida con sus firmas al ALBA, bajo el espíritu integracionista marcado por la impronta de Bolívar y Martí, en un escenario regional donde la inequidad resulta el principal caldo de cultivo para el cambio.
Con el espíritu de cooperación y complementación, contrapartida a la dependencia y subordinación a Washington y al entreguismo de las oligarquías nacionales, la Alternativa Bolivariana dejó de ser asunto de dos naciones para ir conformando un bloque que se nutre de decisiones populares que van cambiando el mapa político latinoamericano.
Chávez lo decía por estos días en Caracas al clausurar este primer Consejo Ministerial: ‘Hay que bañar a nuestros pueblos de ALBA, de conciencia de unión’, y la meta es nada fácil ante las barreras mediáticas que distorsionan la verdad e intentan dividir y satanizar el esfuerzo integrador.
Sin embargo, el optimismo del mandatario bolivariano se sustenta en la convicción de que cada día los pueblos del continente continuarán llevando al gobierno a líderes consecuentes con sus anhelos y necesidades, como ya ha ocurrido en Bolivia, Nicaragua y Ecuador.
La idea es entonces que lo que hoy une a Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua deje de ser un asunto de cuatro y se convierta en el espacio de todos. De ahí su propuesta de construir una Federación de Estados del ALBA, algo que hoy supone una quimera, pero que hace unos pocos años no estaba siquiera en el área de los sueños.
Tampoco lo estaban los innumerables proyectos que en áreas como energía, tecnología, agricultura, educación, minería, turismo, entre otras, van conformando pilares de un desarrollo social y económico que irá venciendo la pobreza endémica.
Así, por ejemplo, Venezuela venció al analfabetismo, batalla en la cual están enfrascados ahora Bolivia y Nicaragua. La tierra de Evo recibe apoyo en su añorada nacionalización e industrialización de los hidrocarburos, mientras la de Sandino da pasos concretos para resolver la crisis energética y pronto comenzará la construcción de su refinería, estratégica para su propia independencia económica.
Cuba y Venezuela, entretanto, y en medio de otros muchos esfuerzos conjuntos, alistan la refinería de Cienfuegos, al centro de la Isla, un golpe al bloqueo económico de Washington. Son apenas unos pocos ejemplos, junto a otros tan humanos como la Misión Milagro, que devuelve la vista a miles de bolivianos, venezolanos, nicas e incluso de otras latitudes del hemisferio.
Una propuesta trascendental de Chávez, adoptada en la reunión ministerial, fue la creación del Banco de Desarrollo del ALBA, que ninguna vinculación tendrá con el Banco Mundial, el BID o el Fondo Monetario Internacional, con sus intereses de usura o sus recetas injerencistas.
A la par, la idea de establecer un Tratado Internacional del ALBA tiene como objetivo darle mayor peso y fuerza al mecanismo integrador a la hora de negociar con otros bloques o países, ya sea para el tratamiento de la deuda externa, el llamado libre comercio u otros asuntos por dirimir en este esquema injusto de las relaciones mundiales.
Hoy pareciera también un sueño, pero el ALBA en muy poco tiempo ya ha convertido no pocos de ellos en tangible realidad.