Todos lo sindican como el mentor de Rafael Correa, aunque él lo niega enfáticamente. Alberto Acosta, economista (especializado en energía y comercio exterior), es docente en el área de Economía de Flacso Quito y uno de los fundadores de Acuerdo País, el movimiento que lleva adelante en Ecuador la «Revolución Ciudadana». Fue un miembro clave […]
Todos lo sindican como el mentor de Rafael Correa, aunque él lo niega enfáticamente. Alberto Acosta, economista (especializado en energía y comercio exterior), es docente en el área de Economía de Flacso Quito y uno de los fundadores de Acuerdo País, el movimiento que lleva adelante en Ecuador la «Revolución Ciudadana».
Fue un miembro clave del gobierno en distintos cargos y presidió la Asamblea Constituyente del 2007 que sentó las bases de un cambio radical en este país, con la sepultura de la partidocracia y la inclusión de sectores históricamente relegados como los indígenas y los negros. Ahora está alejado del gobierno y del presidente y mantiene un discurso crítico, pero no destructivo. Incluso rechazó propuestas opositoras para ser candidato presidencial en las elecciones que Correa ganó en primera vuelta.
En su despacho de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) recibe a «Río Negro» y desgrana su «apoyo crítico» al proceso político ecuatoriano. Dice que el de Correa es un gobierno popular y no populista, pero que debe volver a las bases.
-¿Festejó el triunfo de Correa?
-Estoy contento porque fue un paso importante en la consolidación de la democracia en Ecuador, estamos atravesando la última fase de un proceso que estuvo previsto desde un inicio. Cuando lanzamos la candidatura de Rafael Correa en el 2006, lo hicimos conscientes de que no se trataba sólo de llegar a la presidencia porque con sólo eso no se alcanzaba el poder sino que era necesario consolidar una transformación social profunda que permitiera ir construyendo un poder alternativo, orientado hacia la solución de los graves problemas de las mayorías, que indispensablemente requiere la participación de esas mayorías en el proceso. Por eso, en ese momento no propusimos candidatos al Congreso sino que dijimos que íbamos hacia una asamblea constituyente. El 15 de abril de 2007 se hizo el referéndum para reformar la Constitución y ganó el sí por un 82%. El 30 de setiembre se eligieron constituyentes y obtuvimos 80 de 130 bancas. Ese proceso constituyente duró ocho meses, fue complicado y conflictivo y finalmente se llegó al 28 de setiembre de 2008, cuando el pueblo aprobó la nueva Constitución. Con la elección se va completando un ciclo político que busca transformar las bases estructurales de Ecuador.
-¿Está vigente ese objetivo de transformación profunda o se ha desvirtuado?
-Yo creo que el objetivo está vigente. Si vamos a la gestión misma del presidente, hay muchos puntos positivos, pero en muchos aspectos tengo diferencias. Creo que por ejemplo la forma en que se trató y el contenido de la nueva ley de minería deja mucho que desear porque creo que está en contra de algunos principios básicos de la Constitución como los derechos de la naturaleza, la participación ciudadana, el buen vivir y los derechos colectivos de los pueblos indígenas. Fue una ley aprobada acelerada y atropelladamente. Es sólo un ejemplo; como esa ley, muchas cosas más.
-¿Será por eso que Correa gana con un alto porcentaje de votos pero sus candidatos a la Asamblea Nacional no tanto?
-Por un lado, los candidatos de Alianza País no tuvieron la fuerza y el carisma necesarios, pero también hay problemas derivados del personalismo de Correa, su escasa capacidad para trasladar votos al resto. El reto de Correa es construir poder más horizontalmente. Él se siente el portador de la voluntad política colectiva, no entiende que esa voluntad colectiva tiene que ser ejecutada con participación democrática, ése es uno de sus puntos débiles. No ha logrado sintetizar un movimiento político sólido.
-¿Mesianismo político?
-Sin duda, lamentablemente eso hay que decirlo con claridad, es una constatación que tiene que ser a tiempo para que se corrija.
-Para entender el fenómeno y el proceso, cuente cómo surgió Alianza País, que intenta ser un movimiento revolucionario.
-Después de participar individualmente en las marchas callejeras que echaron a Abdalá Bucaram en 1997 y a Yamil Mahuad en el 2000, hacia el 2005 nos empezamos a juntar cinco o seis amigos que empezamos a discutir cómo llevar adelante una propuesta de cambio. Para ese tiempo, en el gobierno interino de Alfredo Palacio, Rafael Correa ocupó el Ministerio de Economía durante 104 días y logró posicionarse en la vida política con mucha fuerza, inteligencia y gran carisma. Salió del ministerio muy fortalecido y entonces estos cinco o seis amigos nos aglutinamos en torno a él, y el movimiento se fue construyendo paulativamente. Recuerdo que nos reuníamos en mi casa y no llenábamos todas las sillas de la mesa del comedor. Eso sí, nosotros hicimos esto y discutíamos ideológicamente, pero por otro lado muchos sectores fueron consolidando las condiciones para que se produjera el cambio. Para decirlo con claridad, Correa no es un relámpago en cielo despejado. Las nubes estaban cargadas por las luchas de los pueblos del campo y de la ciudad, de los indígenas, de los estudiantes, de los ecologistas, de los obreros, empresarios responsables y patriotas, jubilados maltratados… por todos los actores que querían un cambio. Y aquí radica otro de los problemas de Correa: que él no logra entender que las condiciones estaban dadas por esos sectores, por eso no logra tener una relación fluida con el movimiento indígena, por ejemplo.
-Éste fue el proceso del pueblo ecuatoriano pero ¿cómo fue el proceso de Correa, de un economista formado en universidades privadas de Ecuador y EE.UU., a este heterodoxo revolucionario?
-Él podría haber sido una persona confiable para el establishment, pero fue siempre muy crítico. Lo conozco desde hace 19 años y siempre tuvo clara su vocación de servicio a la sociedad. En una época fue parte de un grupo de catequistas y trabajaba en barrios marginales y estuvo más de un año en una comunidad indígena de Cotopaxi, donde aprendió a hablar quichua y comenzó a darse cuenta de la realidad de la miseria.
-Todos dicen que usted inventó a Correa…
-Correa es un invento colectivo, él no es ni un autoinvento ni tampoco tiene un mentor. Hay algunos que me sindican a mí como inventor. No es así, Correa tiene méritos propios pero él es sobre todo el resultado de un proceso político-social de larga data y eso es lo que tiene que entender él mismo, que se debe a ese proceso, que debe obedecer el mandato de los sectores populares, algo que entiende mejor Evo Morales cuando dice que manda obedeciendo a sus bases. Claro, Evo viene de bases populares; Rafael no, pero debe entender que producto de un proceso histórico él está en la presidencia.
-¿Sigue sintiéndose parte de este gobierno?
-Sigo sintiéndome parte del proceso de cambio en la medida en que puedo opinar, apoyar y criticar, pero no soy parte de este gobierno.
-¿Descarta volver?
-Para integrar este gobierno debería ser un equipo mucho más democrático, respetuoso, y creo que puedo aportar más desde afuera con una posición de crítica constructiva que con una posición sumisa desde adentro.
-Usted le critica al gobierno falta de diálogo y de consensos, pero ¿se puede dialogar o consensuar con sectores que defienden intereses tan distintos?
-En principio creo que se puede conversar con todos los sectores si el interés nacional está de por medio. Ya buscar consensos con quienes están en contra del proceso es imposible, es real. En el marco de un proceso de transformaciones profundas y radicales es difícil consensuar con quienes van a perder sus privilegios, y es perder el tiempo. Pero sí es verdad que la Revolución Ciudadana tiene un déficit de ciudadanía, tiene que haber más participación y no tomarse las decisiones desde el buró.
-A Correa, como a Chávez y a Evo Morales, lo acusan de populista. ¿Correa lo es?
-El término «populista» se usa con demasiada ligereza, una muletilla a la cual se recurre cuando uno no puede explicar algo. Pretende ser un insulto o al menos algo despectivo y peyorativo. Yo creo que el gobierno de Correa no es populista sino popular. Lo que pasa es que está dentro de un patrón de acumulación económica y dominación política propio de una economía extractista sustentada principalmente en el aprovechamiento de recursos naturales como el petróleo o la minería. Esos países, ricos en recursos naturales, normalmente tienen estructuras económicas basadas en prácticas rentistas, estructuras sociales sustentadas en prácticas clientelares y sus gobiernos son de raíz autoritaria. Entonces, otro de los desafíos de Correa es dar pasos para superar la economía extractivista y prepararse para una economía pospetrolera sustentada en el esfuerzo del ser humano y en mayor medida en un enorme respeto y convivencia con la naturaleza y en una sociedad democrática.