Reet, de 14 años, creció entre las ruinas del antiguo templo de este montañoso distrito de Camboya, a aproximadamente una hora de distancia de la capital, Phnom Penh, y aprendió a contar subiendo y bajando sus 412 escalones.
En la escuela conoció también los detalles sobre el constante saqueo de antigüedades del edificio, construido en el siglo XI en lo más alto de la colina.
Pero, como les asegura a los visitantes, ya «no hay saqueos aquí».
La comunidad local dirige su propio programa para educar a los aldeanos sobre el patrimonio que significa el templo de Phnom Chisor, construido con el mismo estilo arquitectónico piramidal de los templos de Baphuon y Khleang, dos de los más importantes de este país de Asia sudoriental.
Sobresaliendo en la colina, de unos 100 metros de altura, Phnom Chisor fue erigido en honor al dios hindú Brahma por Suryavarman I, rey del imperio jemer, en 1010.
El templo sobrevive más o menos intacto, a diferencia de muchos otros sitios históricos como Koh Ker, capital del reino jemer en el siglo X, e incluso Angkor Wat, en la provincia de Siem Reap.
Los saqueos a menudo son cometidos por aldeanos pobres que, en su desesperación, venden los objetos por pequeñas sumas de dinero. Las antigüedades luego son halladas en mercados locales o internacionales, según explicaron activistas.
Las casas de remates internacionales no hacen suficientes esfuerzos para asegurarse de que estos objetos no sean obtenidos ilegalmente, señaló Dougald O’Reilly, fundador y director de Heritage Watch, una organización no gubernamental con sede en Phnom Penh.
Por un objeto antiguo saqueado, un habitante de la zona probablemente obtendrá apenas un dólar. El mismo artículo luego podrá ser vendido por una suma 100 veces superior en un mercado de Bangkok, y mucho más fuera de Asia, dijo por su parte Teressa Davis, coordinadora de proyecto de Heritage Watch.
Reet tiene claro que la ley camboyana prohíbe el saqueo de antigüedades. Pero ¿qué haría él si alguien le ofreciera una gran suma de dinero por algo de las ruinas?
Sus ojos brillaban cuando respondió: «No lo haré porque es ilegal. Además, sé que es algo malo».
«Funcionarios del Ministerio de Cultura han dejado muy claro que el saqueo está prohibido. La gente está más informada ahora, así que no estará tentada de saquear», dijo un monje en un moderno templo budista, al lado de las ruinas.
«Todos tenemos la responsabilidad de proteger nuestra propia herencia cultural», añadió.
El valor total de todos los bienes culturales, falsificados y originales, contrabandeados cada año en Camboya es de 22 millones de dólares. Para proporcionar este dato, O’Reilly cita al periodista japonés Masayuki Nagashima, autor del libro «Herencia perdida: la realidad del contrabando de antigüedades en Asia sudoriental».
En todo el mundo, el tráfico de obras de arte y tesoros nacionales robados supera los 8.000 millones de dólares anuales, según el Programa contra Robos de Arte del Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), que considera ese comercio ilegal «una categoría mayor del delito internacional».
Por su parte, la Policía Internacional (Interpol) señaló las ganancias obtenidas por la venta ilegal de bienes culturales y artísticos robados son superadas sólo por el tráfico de drogas, el lavado de dinero y el tráfico de armas.
En todos los países asiáticos hay saqueo de obras antiguas, pero en Camboya este problema es más grave debido a la popularidad de los artículos de la época jemer.
Ante esto, grupos como Heritage Watch lanzan campañas educativas para estimular a las comunidades locales que protejan su patrimonio. Estos planes van acompañados de cursos de capacitación a los aldeanos para administrar negocios de venta de artesanías y recuerdos turísticos.
Davis lamentó que 80 por ciento de los catálogos de las casas internacionales de subastas no incluyen información sobre el origen de los artículos, pues eso no contribuye con los esfuerzos de acabar con el saqueo en Camboya y otros países.
«Ellos pueden decir simplemente que es un jarrón del estilo Ming, pero no dirán exactamente de dónde lo sacaron. La falta de esta información puede significar que realmente no saben de dónde viene o que no quisieron poner más datos porque los incriminaría», señaló.
Organizaciones como Heritage Watch se dedican también a fotografiar las antigüedades camboyanas para tener evidencia visual en caso de que luego sean encontradas en alguna casa internacional de subastas.
Pero «acabar con la pobreza y educar a la gente deben ser los principales objetivos para erradicar este fenómeno», sostuvo Heng Chan Thol, un ex estudiante de arqueología en la Universidad Real de Artes de Camboya.
Mientras, Davis confía en que las campañas de Heritage Watch tarde o temprano tendrán su efecto.
«Algún día, los que contribuyen a los saqueos tendrán que dar cuenta. Algún día, los coleccionistas de arte, los saqueadores y los contrabandistas serán tan combatidos como hoy lo son los traficantes de marfil o piel», afirmó.