1. La honestidad es el cimiento de la confianza política. Ser de izquierda es abrazar una esperanza apasionada de que es posible cambiar el mundo, pero el optimismo no debe cegarnos. El realismo es la condición de la lucidez revolucionaria. Ha llegado el momento de la alerta roja. Las últimas encuestas indican que Lula va al frente con un 49% frente a un 45%, pero también una oscilación positiva de Bolsonaro. En el margen de error, hay un empate técnico. En otras palabras, la imprevisibilidad reina. Los cálculos de probabilidad basados en la evaluación estadística confirman un ligero favoritismo hacia Lula. Pero ocho días son una eternidad en la lucha política. Lo que sugieren las encuestas es que la disputa sigue abierta. Lula ganó la primera vuelta con 57 millones de votos, es cierto. Una virada, aunque es poco probable, no es imposible. Se enfrentan dos rechazos, y el de Bolsonaro -51% a 46%- sigue siendo superior. Pero es el 38% el que aprueba al gobierno y sólo el 39% el que lo rechaza. Seis terrenos de lucha están a nuestro frente. Los seis dependen del comando de la campaña y del propio Lula: (a) táctica política en sintonía fina; (b) ampliación de la declaración de apoyos; (c) marchas con Lula en las calles con movilización de masas; (d) intensidad de las publicaciones en las redes sociales; (e) programas de impacto en radio y televisión; (f) actuación de Lula en el debate final. Todo cuenta y mucho. Pero el papel de la militancia es la variable que puede marcar la diferencia. La militancia consciente no precisa ufanarse en exceso. La victoria de Lula no está garantizada. Es posible ganar, pero habrá que luchar mucho. Luchar contra el miedo, con ira, con rabia, con furia.
2. Debemos aprender de nuestros errores. Si hay una lección estratégica que nos deja la experiencia de los últimos dos años es que hubiera sido mejor apostar por el derrocamiento de Bolsonaro el año pasado. En 2021, cuando la conmoción de la segunda ola de la pandemia nos golpeó catastróficamente, con muchas semanas de miles de muertes diarias, un solo frente de izquierda fue construido por la campaña ¡Fuera Bolsonaro!. Lula no se comprometió. No participó ni siquiera en uno de los actos. Nadie puede afirmar que el destino de la campaña hubiera sido diferente si lo hubiera hecho, por supuesto. Los contrahechos son ejercicios interesantes y no concluyentes. Pero es razonable decir que la ausencia de Lula disminuyó la potencia de la campaña por el impeachment de Bolsonaro. Esa decisión no oculta la apuesta de medir fuerzas en el terreno electoral este año confiando en el desgaste del gobierno tras la suspensión del auxilio de emergencia. Fue una decisión, dramáticamente, equivocada, porque subestimó la fuerza del bolsonarismo. A la dirección del PT le faltó valor político para ser un instrumento de movilización de masas dispuesto a intentar, en serio, derrocar al gobierno. Creía que estas elecciones serían «normales».
3. Las elecciones contra un fascista nunca serían «normales». Los fascistas no respetan nada. El bolsonarismo ha consolidado una corriente político-ideológica de extrema derecha. El sondeo de DataFolha identifica que el 28% de los votantes están atrincherados con los neofascistas. Agrupan a la «masa» de la burguesía, a la pequeña burguesía propietaria, a una mayoría de la clase media en puestos directivos del sector privado y público, se centran en franjas de la clase trabajadora de ingresos medios, así como en sectores populares organizados por las iglesias neopentecostales. Son ellos los que arrastran a los sectores de masas «antipetistas» por el lavado de cerebro del Lava Jato, no al revés. No dudaron en abrir los grifos del gobierno federal que liberó el aumento de R$ 21 mil millones en transferencias de efectivo a los electores beneficiarios de los programas sociales. Un intento de manipulación mediante la «compra de votos». Pero su proyecto es una regresión de los derechos sociales. Ya se ha señalado la congelación del salario mínimo y de las pensiones del sector privado por tiempo indefinido. Pero también afectará a los jubilados del sector público. No tienen ninguna vergüenza en alimentar descaradamente un acoso criminal de los empresarios contra los trabajadores, abusando del poder económico. Fomentan campañas diarias de fake news de milicias digitales en las redes, exactamente, como en 2018: cierre de iglesias, comunismo, baños unisex, drogas, aborto, Venezuela y Nicaragua, todo lo que pueda provocar un escándalo e instalar el terror Si no fuera suficiente, se victimizan ante el intento tardío del TSE (Tribunal Superior Electoral) de establecer límites, como pregoneros de la «libertad de expresión». En los últimos días, es impensable lo que harán. Veremos el horror.
4. El bolsonarismo ha ganado capilaridad social y nacional. Representa a los ricos y acomodados. Los límites de la campaña negativa para desmoralizar la imagen personal de Bolsonaro ya han sido revelados. No hay magia, brujería o mandinga. Se ha probado un poco de todo. Masonería, satanismo, canibalismo y pedofilia. Es cierto que las declaraciones de Bolsonaro contra sí mismo fueron esencialmente utilizadas. No se inventó nada, porque es una monstruosidad. Pero el rendimiento en las encuestas, incluso después del increíble «clima pintado», no ha disminuido. Lo que confirma que hay una consolidación del apoyo programático reaccionario a la extrema derecha. Ya no estamos en 2018. Decenas de millones piensan con la cabeza envenenada por los fascistas. Por desgracia, el país está fracturado, tanto social como regionalmente. (ver artículo “Una fractura social y regional como nunca antes”). No se trata de un fenómeno brasileño. Una mitad del país, concentrada en el sur, el centro oeste, partes del norte y, sobre todo, el sureste, se ha pasado a la extrema derecha con fuerza. Lo más importante es que hay una mayoría social en contra de ellos, y pueden ser derrotados.
5. La gigantesca fuerza de Lula reside en la identidad de clase. La mayoría popular se mueve porque confía en Lula. Hay una historia de cuarenta años que abarca dos generaciones. Sin Lula, la izquierda brasileña no tendría forma de disputar estas elecciones en condiciones de victoria. Las movilizaciones en la segunda vuelta son mayores que antes de la primera. Nuestra debilidad se expresa en la inevitable dificultad de movilización en ausencia de Lula. Pero la victoria también depende del programa. Habrá que denunciar la amenaza fascista como lo que es: la vida de una generación está amenazada. Habrá que combatir el peligro de que aumente la tasa de abstención garantizando la gratuidad del transporte público. Pero, sobre todo, será necesario encender una imbatible voluntad de victoria. La última semana es el momento de la ofensiva total.
Valerio Arcary, militante de Resistencia, corriente del PSOL es columnista de Esquerda Online.
Traducción: Correspondencia de Prensa.
Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=30375
Fuente (del original): https://esquerdaonline.com.br/2022/10/22/alerta-vermelho-ofensiva-total/