“Nuestro” último mohicano, el último guerrero con dignidad, el último que utilizaba las letras para afilar verazmente la verdad costase lo que costase, que nunca mintió al pueblo porque mentir al pueblo nunca es revolucionario. Se ha enfrentado a manipuladores, a mentirosos, a los alienadores tramposos, a los de las medias verdades, los eufemismos, los tópicos vacíos o repletos de humildades indignas e inconfesables. Los derrotaba con sus armas cortantes, engrasadas, tensas. Aun así, la mentira creció y creció. La dejamos aumentar en fuerza y complejidad hasta transfigurarse en dominadora postverdad sin atender a que somos los demás los transfigurados en monstruosas mentiras cada vez más bastas y simplonas por nuestra propia incapacidad, cobardía, debilidad, comodidad subjetiva suicida y asesina criminal de la realidad objetiva pura y hermosa. Preferimos como cerdos industrializados reahogarnos en nuestra propia mierda antes que tomar su ejemplo y rebelarnos.
Ahora Alfonso Sastre se fue. Ahora ya no está para poner en su lugar a los que lo ignoraron y obviaron cumpliendo sumisos las tácitas órdenes de la voz de su amo. Ahora estos mismos se abalanzarán como hambrientas pirañas, como voraces interpretadores de su indefensa obra, su teatro, su poesía y sus ensayos para despedazarlos en su propio beneficio y para su egoísta gloria. Dirán que el análisis que hacen es el más profundo y definitivo, cuando las palabras de Alfonso sobran y se bastan por sí mismas. Solo pocos permanecerán callados, derrotados, llenos del veneno de la amarga culpa por no haberle hecho mucho más caso cuando hubiéramos podido. Ahora nos queda su obra. Nos queda la obra de Eva Forest. Nos quedan sus ejemplos de coherencia, de militancia, de solidaridad internacionalista. No los desperdiciemos. No lleguemos tarde otra vez. No esperemos a Godot. Ni la realidad ni la Utopía esperarán a nuestra vana y estúpida esperanza.
Euskal Herria, a 17 de septiembre 2021
Walter Wendelin es miembro de Askapena