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Palabras de Roberto Fernández Retamar pronunciadas en la entrega a Alfredo Guevara del Ángel de La Jiribilla

«Alfredo ha sido uno de los intelectuales más influyentes de nuestra vida revolucionaria»

Fuentes: La Ventana

No he escrito nada en particular, pero me satisfizo mucho que me pidieran decir estas palabras. Tengo una relación muy antigua con Alfredo Guevara y una deuda que he tratado de pagar de alguna manera. La Universidad de Fidel, de Alfredo He estado pensando que nuestra relación amistosa tiene más de sesenta años, lo cual […]

No he escrito nada en particular, pero me satisfizo mucho que me pidieran decir estas palabras. Tengo una relación muy antigua con Alfredo Guevara y una deuda que he tratado de pagar de alguna manera.

La Universidad de Fidel, de Alfredo

He estado pensando que nuestra relación amistosa tiene más de sesenta años, lo cual para los jóvenes debe ser estremecedor. Recuerdo lo que pocas veces se puede recordar en una amistad: el día exacto en que comenzó mi relación amistosa con Alfredo Guevara. Muy pocas veces se puede saber algo con tanta exactitud.

Esta relación comenzó el 27 de noviembre de 1947. Yo había cometido el error de matricular Arquitectura en la Universidad de La Habana, una carrera que no era la mía y rápidamente fracasé: a las pocas semanas ya sabía que había metido la pata, que lo que debía estudiar era Filosofía y Letras pero no me animaba a hacerlo pues me parecía que no era una carrera propia.

En ese estado de disgusto conmigo mismo, posiblemente somatizando, me dio una congestión y me mandaron al hospital. Estando allí ese día, en un radiecito que mi padre me había facilitado, escuché un discurso del secretario de la Federación Estudiantil Universitaria: era Alfredo Guevara. El discurso me conmovió profundamente, dado que además él era el presidente de la Asociación de Estudiantes de Filosofía y Letras… ¡por lo pronto, sí se podía estudiar esa carrera!

Ese día, decidí definitivamente abandonar mis estudios de Arquitectura y al año siguiente matriculé Filosofía y Letras. Una de las primeras cosas que hice fue buscar a Alfredo para decirle que estaba a su disposición para lo que se pudiera hacer. Alfredo era una fuerza extraordinaria en esa Universidad. Era la Universidad de Fidel, en los años 40 y principios de los 50 del siglo pasado. Adelaida y yo, que nos conocimos entonces, sentíamos una gran admiración por Alfredo: era un orador extraordinario, con una voz tonante. Para muchos de nosotros, Alfredo era como el Mella de nuestra generación: en eso nos equivocábamos, porque el Mella de nuestra generación estudiaba Derecho y se llamaba Fidel Castro.

Ahí no acerté ni nunca tuve conversación con ese estudiante de Derecho al que yo veía de lejos. Alfredo, en cambio, sí tuvo la perspicacia de darse cuenta de quién era Fidel Castro desde muy temprano. He comentado en varias ocasiones un documental de un nórdico, en el que Alfredo hablaba de cómo cuando entró Fidel en la Universidad, el pensó que algo definitivo acababa de ocurrir. No sabía para dónde se iba a dirigir, pero era algo definitivo y así fue.

Esta mañana ha regresado Fidel a la Universidad, renacido después de tantos años, como le dijo a Carmen Lira: re-su-ci-ta-do… Tiene una importancia enorme pues esa Universidad, la Universidad de Fidel, la Universidad de Alfredo, era un centro de una importancia extraordinaria.

Yo recuerdo que un profesor de Psicología muy interesante que teníamos, medio loco, que se llamó Bernal del Riesgo, llegó a decir: el presidente de la FEU es el co-presidente del país. El impacto que tenía por entonces la Universidad era tremendo. Pero la figura más importante de la FEU no era el presidente -a quien recuerdo también- sino Alfredo, que era el secretario.

La FEU tenía además una serie de comités: por la República Española, por la Independencia de Puerto Rico, por la Liberación de la República Dominicana, contra la discriminación racial… Alfredo tenía que ver con esos comités. Y por cierto, Fidel también, él tenía que ver con el comité a favor de la Liberación de la República Dominicana. Esa es una de las razones por las que combatió en Cayo Confites, aquella expedición para derrocar a Trujillo.

Un hombre de cine en la Revolución

Alfredo era una gran figura espiritual de aquellos años en la Universidad. Después pasó el tiempo y se inclinó por el cine muy fuertemente. Recuerdo el día en que estábamos en un teatro y me dijo que estaba interesado en el cine. En aquel momento, realmente pensé que no era así, pensé que Alfredo estaba diciendo eso pero que seguía siendo la figura política extraordinaria que utilizaba al cine como una pantalla. Y no era así, realmente se había convertido en un hombre de cine. Yo, por mi parte, derivé hacia la poesía. Pero de todas formas, Alfredo siguió siendo una figura política iluminada, para todos nosotros. Eso fue antes del triunfo de la Revolución.

A partir de 1959, esa amistad de Alfredo con Fidel no pudo ser más fértil. Recién llegado Fidel a Cuba, reunió un grupo de amigos íntimos con los que tenía plena confianza, entre ellos Alfredo, para que fueran bocetando la Ley de Reforma Agraria, las leyes que iban a destruir el sistema burgués en Cuba.

Como todos recordamos -aunque los jóvenes no, claro-, al principio de la Revolución hubo figuras procedentes de la burguesía con ciertos cargos, pero afortunadamente eso desapareció con rapidez y la Revolución mostró su verdadero rostro, su rostro radical. Ese grupo de los que trabajaron junto a Fidel y junto a Alfredo, logró sentar nuevas estructuras en el país. Pero Alfredo tuvo la dicha de que Fidel autorizara la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Eso fue muy pronto, en marzo de 1959, y la ley que lo creó empieza de manera memorable: «porque el cine es un arte». Ese momento fue fundamental en la historia política y cultural de nuestro país.

Lo que Alfredo ha significado al frente del ICAIC lo saben todos ustedes, es uno de nuestros grandes orgullos y nuestras grandes alegrías. El ICAIC se convirtió, bajo orientación suya, en el centro más importante de trabajo político-cultural del país: produjo películas extraordinarias; pero produjo también un fermento intelectual enorme, polémicas resonantes -en muchas de las cuales participó Alfredo-. Finalmente, Alfredo ha venido a dirigir el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y allí también ha hecho de esa institución una fuente de afirmación intelectual.

Alfredo, Lezama y el Ángel

Antes de comenzar este acto, un compañero me estuvo haciendo una entrevista y me preguntó por Lezama: yo le expliqué cómo en los últimos días de Lezama, Alfredo me llamó para decirme que estaba enfermo. Yo corrí a verlo y creo que Alfredo, que tanto lo admiraba, no llegó a conocer nunca a Lezama. Estoy seguro de que si él hubiese tenido esta relación con Lezama, no me hubiese llamado a mí, habría ido él personalmente.

Pero gracias a eso, me tocó el tristísimo privilegio de haber estado los últimos días, las últimas horas, junto a Lezama. Creo que lo dejé de ver a las 9 o las 10 de la noche, y antes de medianoche ya había fallecido. Pero fue Alfredo quien me llamó para contarme de la situación de Lezama. Digo esto porque da la idea del campo tan vasto de formación intelectual, de presencia intelectual de Alfredo.

Cuando yo lo conocí, era un joven socialista muy marcado. Después me enteré de que antes había sido un joven anarquista. Eso no lo vi yo, ya cuando lo conocí era socialista. Pero la realidad es que Alfredo ha tenido un vasto radio de trabajo intelectual. Desde su temprana vocación socialista hasta su admiración por figuras que no conoció, como el caso de Lezama. Esto ha hecho posible que Alfredo sea, sin dudas, uno de los intelectuales más influyentes de nuestra vida y sobre todo, desde luego, de nuestra vida revolucionaria, que ya tiene más de medio siglo.

Se le va a entregar hoy el Ángel de La Jiribilla, y fue Lezama quien lo convocó entre nosotros. Recuerdo cuando oí a Lezama en los primeros meses de 1959, en la Colina universitaria entre lo que se llamó Operación Cultura, decir: «ningún honor yo prefiero al que me gané para siempre en la mañana del 30 de septiembre de 1930». Él sentía que estaba en la raíz de su vida y de su obra.

Y es hermoso que a Alfredo Guevara, que tanto lo merece, se le vaya a otorgar este Ángel de la Jiribilla que en aquella ocasión Lezama mencionó. Que yo sepa, fue la primera ocasión en que Lezama habló del Ángel. Esa página la retomó luego en su texto «Partir de la poesía», que apareció en su libro La cantidad hechizada.

Quise terminar con esta admiración de Alfredo por Lezama, pues ahora los jóvenes que se nuclean en torno a La Jiribilla -tanto a La Jiribilla digital como a La Jiribilla de Papel-, con toda razón van a honrar a uno de los intelectuales más dignos de ser honrados con el Ángel de la Jiribilla, ese que convocó hace más de medio siglo Lezama Lima.

Muchas gracias.

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5677