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Algo más que una crisis hipotecaria

Fuentes: Temas para el Debate

    La cuestión económica sobre la que todos los analistas se vienen preguntando en las últimas semanas es si la crisis inicialmente desatada en el mercado hipotecario estadounidense el pasado verano se convertirá o no en el inicio de una serie de problemas económicos de mayor envergadura y extensión.     Pero no es fácil saber […]

    La cuestión económica sobre la que todos los analistas se vienen preguntando en las últimas semanas es si la crisis inicialmente desatada en el mercado hipotecario estadounidense el pasado verano se convertirá o no en el inicio de una serie de problemas económicos de mayor envergadura y extensión.

    Pero no es fácil saber por adelantado lo que ocurrirá en economías tan complejas, entrelazadas y volátiles como las de hoy día. Además,  y para colmo, ya se sabe que los economistas tenemos fama de no saber predecir ni siquiera el pasado.

Trataré, al menos, de establecer algunas ideas que me parecen básicas para entender lo que está pasando y para poder otear el horizonte con cierto conocimiento de causa.

    Es bien sabido ya que se trata inicialmente de una crisis hipotecaria porque básicamente tiene que ver con la multiplicación de impagos que se dan en Estados Unidos como consecuencia del aumento del tipo de interés y de la caída de las rentas de familias que habían suscrito pólizas sin apenas capacidad de pago.

    No es por sí mismo poca cosa teniendo en cuenta que ese problema puede afectar casi a una quinta parte del mercado hipotecario estadounidense pero me parece que la crisis no es solo eso.

    Hoy día, los bancos no se limitan a conceder hipotecas (u otros títulos de crédito) sino que una vez concedidos realizan operaciones con ellos en otros mercados, llamados secundarios, en donde aseguran o simplemente venden los títulos que cubren a las operaciones iniciales. Así dan lugar a otra serie de títulos o productos financieros, llamados derivados porque proceden de los anteriores, que, a su vez, generan otros productos nuevos y así sucesivamente, alimentando de esa forma la gran pirámide en que se ha convertido el universo financiero de nuestros días.

    Este universo proporciona beneficios muy elevados, en consonancia, lógicamente, con el altísimo nivel de riesgo que llevan consigo las operaciones sucesivas de papel sobre papel que gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación se llevan a cabo continuamente en los mercados internacionales.

    Es por esa razón que los problemas hipotecarios nacidos en la crisis del mercado inmobiliario de Estados Unidos dan lugar a otros problemas más serios en el universo financiero, puesto que los productos derivados de esas hipotecas (ahora impagados o en riesgo cierto de llegar a serlo) pierden valor y, a su vez, van transmitiendo esa pérdida a los derivados de ellos.

    Cuando eso ocurre, los poseedores de recursos financieros afectados tienden a retirarlos del mercado, generando así una crisis que ya no es solamente hipotecaria sino también financiera.

    Los bancos centrales intervienen entonces, como es bien conocido, suministrando -como en este caso- miles de millones de dólares o euros para tratar de compensar esa escasez coyuntural de recursos. Si llegan a tiempo o disponen de reservas suficientes, podrán aliviar el problema. Si no, solo les quedaría rezar a los santos que les sean más próximos… o esperar que la China comunista sea generosa y utilice sus millonarias reservas de dólares para evitar el colapso financiero del capitalismo. Paradojas de nuestro mundo globalizado.

    Puesto que hoy día los mercados en los que se llevan a cabo todas esas operaciones están perfectamente integrados, no cabe la menor duda de que una crisis de esas características será global y que, en consecuencia, afectará antes o después a casi todas las economías. Es una simpleza, por ejemplo, pensar que España no se verá afectada cuando nuestros bancos y mayores empresas están tan estrechamente involucrados en las redes del comercio y las finanzas internacionales.

    Ahora bien. Cuando todo eso sucede, los bancos restringen el crédito y dificultan la inversión y el consumo y las expectativas de las que depende, sobre todo, la actividad empresarial se deterioran rápidamente. Y además, en este caso se viene abajo el sector de la construcción que en su caída arrastra a otros que están vinculados con él. Y así aumenta el desempleo y se reduce la actividad económica, lo que nos indica claramente que la crisis no es solamente financiera sino real, es decir, que afecta al conjunto de la producción de bienes y servicios.

     Además de todo ello, está hoy día por ver si hay algo más. Especialmente, una crisis de solvencia bancaria como consecuencia del muy alegre uso de sus depósitos que vienen haciendo los bancos en los últimos años, algo que de llegar a darse empeoraría los problemas derivados de la crisis inicial.

    En estos momentos, parece que puede ya descontarse que la crisis afectará a la economía española, puesto que es un engranaje más en el contexto de la globalización actual de los negocios y las relaciones financieras, y la cuestión más bien estriba en saber cuáles serán sus manifestaciones específicas y cuándo producirá sus efectos más preocupantes.

    En mi opinión es prácticamente seguro que el sector de la construcción y las actividades inmobiliarias en general van a salir profundamente afectadas de la situación en la que se está entrando. De hecho, ya se está advirtiendo una caída importante en los pedidos de materias primas, en la recaudación del IVA, en el empleo y posiblemente en el consumo
final familiar.

Es más difícil saber, aunque realmente no es fácil ser muy optimista, si se está a tiempo o si hay medios suficientes para aprovechar la crisis y modificar la base del crecimiento de nuestra economía.

Apoyada en la construcción y en la conversión del sector de la vivienda en un mercado especulativo al servicio del ahorro y no de la habitabilidad, la economía española ha sido capaz de proporcionar grandes beneficios, bastante empleo (aunque haya sido muy precario) y crecimiento por encima de la media de nuestro entorno. Pero, como seguramente ya hemos empezado a comprobar, con carácter muy poco sostenible; y, como también es sabido, con un notable aumento de la desigualdad social.

    Como he señalado más arriba, tampoco es fácil saber actualmente hasta qué punto la banca española está afectada por la crisis. Establecida sobre privilegios inexistentes en otros lugares, ha ofertado las hipotecas más caras de Europa y ha obtenido beneficios millonarios que en su gran mayoría no han revertido de ningún modo estructuralmente positivo en la economía española. Aunque técnicamente hablando ofrece una pequeña proporción de hipotecas sub prime, de las que han provocado la crisis en Estados Unidos, su cartera de hecho de hipotecas arriesgadas es bastante más amplia de lo que suele comentarse. Algo que ha podido ir cubriendo hasta ahora haciendo prácticamente ilíquido el ahorro depositado y compensándolo gracias a ventajas fiscales que son, en realidad, una retribución bancaria que no pagan los bancos sino el conjunto de los ciudadanos.

    Lo que no parece que vaya a cambiar es el papel acomodaticio de los bancos centrales, que siguen haciendo oídos sordos frente a la opacidad de los mercados financieros y a la incertidumbre y riesgo innecesarios que generan estas crisis.. Aunque antes o después habrá que plantearse si un mundo económico como el actual se puede permitir la existencia de reguladores monetarios que solo funcionan a piñón fijo, es decir, sin tener en cuenta el conjunto de los objetivos económicos y de las necesidades sociales.

Juan Torrez López es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga (España). Su web personal es www.juantorreslopez.com