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Transnacionales de la industria cultural

Alienación sin fronteras

Fuentes: Rebelión

Personajes de la música de la industria cultural aprovechan coyunturas políticas para encalamucar su mercancía como si no bastara con la basura que producen; la misma que los medios acríticos y «privados» -de criterio y amor patrio también- replican con increíble difusión. Antes que nada, el tal concierto debió hacerse en la frontera con Ecuador […]

Personajes de la música de la industria cultural aprovechan coyunturas políticas para encalamucar su mercancía como si no bastara con la basura que producen; la misma que los medios acríticos y «privados» -de criterio y amor patrio también- replican con increíble difusión. Antes que nada, el tal concierto debió hacerse en la frontera con Ecuador -río Putumayo-, nación agredida por el Gobierno y Fuerzas Militares de Colombia. ¿Será que el tránsito comercial con Venezuela, el contrabando de extracción, el conflicto armado, la droga y otros aditivos fronterizos inciden satisfactoriamente en una economía con más del 50% de habitantes neogranadinos en extrema pobreza y es más «provechosa» la relación que con Ecuador? Que el dinero siga fluyendo es la tarea. Eso no implica directamente que los problemas sociales se resuelvan.

Las buenas e inocentes intenciones de estos músicos sin voz propia ante los sellos que los compran, no se las cree nadie. Nada de «jainismo» hubo allí, doctrina que defiende la no violencia como la mayor religión. No vengan con gatos pardos. La publicidad ha sido mundial. La mayoría de las televisoras locales e internacionales hicieron cadenas, confundiendo este despliegue de improvisación que quería emular -sin lograrlo-, al «Woodstock» de 1969 y que carecía de discurso para apuntalar la paz como su sino. La consigna de paz no es un invento salido del alma de un colombiano que es imagen de bebidas venenosas «refrescantes» y que se pasea el planeta con canciones de un contenido tan básico, que raya en la estupidez -hay un inmenso caudal de gente que gusta de estos placebos intelectualoides de la música de moda-. El vallenatero de Santa Marta arrancó la «fiesta», pero no dijo nada. Nada que prefigurara una posibilidad de concepto y contenido del «concierto». Lugares comunes.

Dos antichavistas extranjeros hacen lo que no saben hacer y eso, en el lenguaje coloquial es una osadía: no saben cantar. Pero eso no es lo que importa, al fin y al cabo, el 99 % de los cantantes de la industria cultural no saben cantar. Uno, el que grita y ofende al Cantehondo, pidió que se recogieran firmas para que él suspendiera sus presentaciones en Venezuela, pero no hizo falta esta última vez -febrero 2008-. Alguna autoridad pidió que buscaran otra locación para que hiciera su «show». A llorar al valle y en «El valle» caraqueño lo que se escucha es salsa.

El otro, elaborador de un pop misógino, cuya voz es una pretensión de cantar, no más que eso, con su ego hasta la estratosfera dijo: «que no volvería a cantar en Venezuela hasta que no se fuera Chávez». Esta razón generó una «gran frustración» a la mayoría de los venezolanos porque deberán «injusta e ineludiblemente» resolver los graves problemas sociales que la nación bolivariana atraviesa luego de más de un siglo de atraso antes que este venga a ganarse un fajo de dólares por hablar lo que cree que canta. Un gran compositor e intérprete dominicano estuvo allí. Eso hay que reconocerlo. Pero crea sospechas. El argentino-venezolano ha aprovechado cada salida al exterior y tarima internacional para hablar de la necesidad de una «Venezuela Libre», cual si quisiera patentar una nueva bebida y canta himnos a la televisión como si fuera este aparato y su industria, la patria que engloba a los mass media.

El espectáculo ha sido en sí, una falacia. Los cantores que han cantado a la paz desde siempre, no estaban allí. Y son muchos. Suficientes para llenar un programación de 72 horas y más, incluso para rebasar el record de Woodstock. Son cantores y trovadores del Sur, Centroamérica, el Caribe y de todo el continente. Eso sin contar los que existen en los restantes cuatro continentes al nuestro. Son esencialmente, artistas de verdad, con talento real, con profundidad, con discurso, con arte, con algo que decirle al mundo a través de sus composiciones e interpretaciones, con canciones para la paz y para quienes la paz no es una cosa mercadeable. Oh Dios! Soy un hereje de la mercadotécnia.

Lamentable es escuchar con sorna, de boca de «seres humanos» y por radio, que la «senadora Córdoba no estaba allí porque ella está organizando otro concierto con Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y demás cantantes revolucionarios» y además: que «Uribe es un hombre de paz». Tan de paz es, que según los organizadores del concierto «Alienación sin fronteras» le pidieron a Uribe que no hiciera acto de presencia, por tratarse de un evento de producción independiente. Eso hay que aclararlo. Uribe es un producto de la fábrica imperialista. Le pertenece a la Casa Blanca. Su TRADE MARK es Made in USA. Por tanto, no tiene permitido la presencia en actos donde su manager no lo autorice. Así reza el contrato y él lo cumple.

Eso y más se escucha y se ve en la tierra de Bolívar con un desparpajo que solo una evolucionada democracia genera y tolera. Para que lo sepan, Venezuela no escapa al flagelo de la ignorancia y la insensibilidad, palabras que no tienen nada que ver con el analfabetismo. Cada país tiene sus ignorantes. En Venezuela también los hay con PHD, Maestrías y otros certificados de educación. Unos hasta son locutores y periodistas y tienen unos programas por los cuales pedimos disculpas a la humanidad. La alienación no tiene fronteras, aquí lo hemos comprobado. Hemos sido un gran laboratorio para practicarla y concretarla. La tarea es revertir ese mal y desmontar la farsa que nos aleja de nuestras raíces. Son las transnacionales de la industria cultural que no pierden un segundo para ganar «rating» y bueno, ahora hablan de PAZ. Eso más que sospechoso, es peligroso. Como dirían los trovadores Rafael Amor (Argentina): «Yo en patas y hambreado soy la violencia y ellos armados nos hablan de paz» y Alí Primera (Venezuela): ¿Y cuál paz, y cuál paz? Si quieren dejar al mundo como está».

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