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Amazonía, ecocidio anunciado

Fuentes: Adital

«No existe caña en la Amazonía. No tenemos conocimiento de ningún proyecto en la región, ni reciente ni antiguo», afirmó Reinhold Stephanes, ministro de Agricultura, haciendo eco a la campaña oficial de que la caña se mantiene lejos de la selva (O Globo, 29-07-2007). Datos oficiales revelan que la plantación de caña de azúcar avanza […]

«No existe caña en la Amazonía. No tenemos conocimiento de ningún proyecto en la región, ni reciente ni antiguo», afirmó Reinhold Stephanes, ministro de Agricultura, haciendo eco a la campaña oficial de que la caña se mantiene lejos de la selva (O Globo, 29-07-2007).

Datos oficiales revelan que la plantación de caña de azúcar avanza sobre la Amazonía, a pesar de las negaciones del gobierno federal. Proyectos azucareros y alcoholeros instalados en Acre, Maranhão, Pará y Tocantins pasan por momentos de expansión acelerada. La región no sólo es fértil sino también competitiva. Lula se equivocó al afirmar que la caña «queda muy lejos de la Amazonía».

Según un informe de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), vinculada al Ministerio de Agricultura, la zafra de caña de la Amazonía Legal -que abarca estados como Amazonas, Maranhão, Mato Grosso, Pará y Tocantins- aumentó de 17.6 millones de toneladas a 19.3 millones en el período 2007-2008.

Dicho cultivo en la Amazonía atrae incluso a inversores extranjeros. El fondo de inversión Cooper Fund, de jubilados estadounidenses, ahora es socio del grupo TG Agro Industrial/Costa Pinto, que produce alcohol en Aldeias Altas (Maranhão). En el municipio de Campestre del Maranhão el empresario Celso Izar, de la Maity Bioenergía, negocia con inversores extranjeros cuatro proyectos, cada uno estipulado en US$ 130 millones, para producir 1.2 millones de toneladas de caña. La empresa produce actualmente un millón de toneladas.

Greenpeace cree que el gobierno no reúne condiciones para hacer valer la prohibición de plantar caña en la Amazonía. Aunque haya leyes prohibitivas, ¿cómo las puede implementar el gobierno? No basta con prohibir, es necesario inhibir la plantación. Ya sería más que suficiente si el gobierno llevara a la práctica lo que anunció el presidente Lula: cerrar el grifo de los bancos públicos a los inversores y dejar de liberar financiamientos. Sólo así sería posible paralizar nuevos proyectos.

Otro grave problema en la región amazónica es la extracción ilegal de maderas preciosas: cedro, caoba, freijó, jataí. Cada día 3.500 camiones circulan por el interior de la selva cargando madera ilegal. Con la escasez de la misma en el mundo, el precio del metro cúbico de la madera sacada de la Amazonía es pagado por los madereros a los propietarios de la zona a una media de US$ 10; después, la sierran y la exportan en forma de planchas o bloques cuadrados.

En Europa esa madera es vendida por los comerciantes locales a los fabricantes de muebles o a los consumidores comunes a un precio cercano a los US$ 1.400 el metro cúbico. O sea, una diferencia del 1.280%. El Brasil es el segundo mayor exportador de madera del mundo, por detrás de Indonesia.

En los últimos 37 años, desde que la dictadura empezó la carrera hacia la Amazonía, fueron taladas 70 millones de hectáreas, de las cuales el 78% han sido ocupadas por 80 millones de cabezas de ganado. Mientras tanto, por la madera exportada el Brasil sólo recaudó US$ 2.800 millones. Menos de lo ingresado por las exportaciones de Embraer, fabricante de aviones, durante un año.

Los ganaderos deforestan para tener pastos. Basta con saber que los mayores productores de carne están exactamente en los municipios paraenses donde hay mayor deforestación: São Félix do Xingu, Marabá, Conceição do Araguaia… Y otro detalle: el 62% de los casos de trabajo esclavo se dan en las haciendas ganaderas.

Grandes empresas, que poseen vastas extensiones de tierra en la Amazonía legal, deforestan para plantar eucalipto y transformarlo en carbón vegetal destinado a sus siderúrgicas en la región. Echan abajo la selva tropical más rica en biodiversidad del mundo e implantan el monocultivo de eucalipto, sin ninguna diversidad vegetal, y lo transforman en carbón, que aumenta el calentamiento global. En tanto las empresas se agigantan, la nación se queda con el peso de la degradación ambiental.

La Amazonía es víctima de un ecocidio en función de la ganancia del capital. Si la sociedad no presiona y el gobierno no actúa, en el futuro habrá allí un nuevo Sahara, con graves consecuencias para la sobrevivencia de la humanidad y de la Tierra.

[Autor de «Calendario del Poder», entre otros libros. Traducción de J.L.Burguet]