América Latina y el Caribe han tenido buenos resultados en la mayoría de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Sin embargo, la reducción de la pobreza es un desafío pendiente, pero no imposible para algunos países.
La campaña de divulgación brasileña «Ocho maneras de cambiar el mundo: Nosotros podemos» fue reconocida por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como una de las cinco mejores prácticas a favor de los ODM, por la creatividad en movilizar y comprometer a distintos sectores de la sociedad.
La estrategia de comunicación, impulsada desde 2004 por el PNUD de Brasil, involucró a la empresa privada, representada en supermercados, compañías de servicios y bancos, así como a instituciones de la sociedad civil.
Así, los ODM fueron tema del célebre carnaval carioca y pasaron a ser iconos impresos en millones de bolsas de supermercados y tarjetas.
Los ocho ODM fueron adoptados por la comunidad internacional el septiembre de 2000 como una gran plataforma de desarrollo para combatir la pobreza, el hambre y la desigualdad en todo el mundo. Incluyen metas de género, salud, educación, ambiente y desarrollo sustentable.
Además del mercadeo social de productos alusivos a los ocho ODM, la campaña comprende la celebración de la Semana Nacional por la Ciudadanía y la Solidaridad y el premio ODM Brasil, que el año pasado seleccionó 23 experiencias y cuatro personalidades entre 920 postulaciones.
La campaña es necesaria, porque solo se alcanzarán los ODM con un «gran pacto nacional» que involucre a la sociedad y a los gobiernos locales, regionales y nacional, especialmente en un país tan grande, evaluó Anna Maria Peliano, directora de Estudios Sociales del gubernamental Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), que coordinó el Informe Nacional de Acompañamiento de los ODM de 2005.
Brasil se propone no sólo cumplir sino superar el primer ODM, que plantea reducir a la mitad la proporción de personas en pobreza extrema, según la medida de ingresos inferiores a un dólar por día, entre 1990 y 2015.
Para cumplir la meta, Brasil debe llegar a 4,4 por ciento, lo cual es muy probable dado que disminuyó de 9,9 por ciento en 1990 a 5,7 por ciento en 2003, según el informe de monitoreo de los ODM realizado por IPEA. Sin embargo, aun si se alcanza, habría cerca de 10 millones de personas indigentes, por lo cual el país se propone bajar a un cuarto la proporción de ese grupo poblacional.
Sin embargo, hay voces disidentes. «Las metas son minimalistas, insuficientes y no atacan las causas de la pobreza y otras llagas», dijo a IPS Fernanda Carvalho, coordinadora del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos.
La campaña responsabiliza a la sociedad del cumplimiento de las metas, pero debería movilizarla para presionar a los gobiernos, los organismos internacionales y los países ricos para que adopten o apoyen políticas de verdadera erradicación de la pobreza, sentenció Carvalho.
La campaña brasileña está sirviendo de ejemplo a países como Argentina y Chile. Mientras en algunas naciones de la zona andina, el desafío se plantea desde el ámbito económico.
«El crecimiento económico es el primer requisito para reducir la pobreza. El Perú ha avanzado en eso, pero no con la velocidad que se requiere» y además debe enfrentar el desafío «de la redistribución de los recursos para reducir la brecha entre el más pobre y el más rico», señaló a IPS el representante del PNUD en ese país, Jorge Chediek.
Si Perú no supera el crecimiento de siete por ciento anual del producto interno bruto que actualmente registra, seguirá a paso lento y sin perspectiva de éxito en la carrera para cumplir el primer ODM, agregó.
La pobreza extrema debería ser en 2015 como máximo de 15,6 por ciento y la total de 33,1 por ciento de la población peruana. En 2004, las proporciones eran, respectivamente, de 19,2 y 51,6 por ciento, según datos de la Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas e Informática..
La superación de la pobreza es lenta y en algunas zonas del país registra estancamiento. No ha habido cambios significativos en regiones andinas o amazónicas como Huánuco, donde la pobreza alcanzaba 77,6 por ciento de habitantes, según la encuesta de 2004 del Instituto Nacional de Estadísticas.
Según Chediek, Perú no cuenta con un sistema de medición de la ayuda estatal que permita determinar hasta qué punto se logró reducir la pobreza. «Se prefiere tener como mayor indicador el número de pobladores beneficiados», dijo el funcionario, tras señalar como otras limitaciones la «incompatibilidad y falta de coordinación» que existen entre los programas sociales.
Chediek destacó sin embargo el programa de subsidio directo Juntos, del gobierno del ex presidente Alejandro Toledo, consistente en entregar a las familias más pobres cerca de 30 dólares mensuales, con destino a la salud y la educación.
El economista de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Pedro Francke, dijo a IPS que los programas sociales también presentan problemas de dispersión y focalización, por lo cual los recursos no llegan siempre al público objetivo.
Perú debe mejorar la recaudación fiscal con el propósito de focalizar el gasto público en los pobres. «Las regiones donde se ha incrementado la explotación minera no han mejorado su situación de carencias, mientras que la pobreza aumenta en las zonas rurales», dijo Francke.
Otra de las dificultades que advierten el economista y Chediek es que ha decaído la calidad del empleo y no se han creado oportunidades adecuadas para que los pobres capitalicen sus recursos económicos, por ejemplo, con el acceso a la propiedad mediante programas efectivos de titulación de tierras.
«Estamos frente a una pobreza muy difícil de desarraigar porque es estructural, secular e incluso tiene elementos de exclusión étnica y cultural. La buena noticia es que este problema se ha hecho consciente en el Perú y se ha revelado en las últimas elecciones», reflexionó Chediek.
Precisamente, Alan García subrayó la eliminación de la pobreza como propósito de su segundo mandato, en el discurso de asunción a la Presidencia, el pasado 28 de julio.
Los esfuerzos también se sienten en algunos países centroamericanos. El Salvador logró avances sustantivos en términos porcentuales, alrededor de 20 puntos, en el primer ODM, pero las diferencias de criterios metodológicos para medir la pobreza en el país ponen en entredicho la dimensión de los progresos.
Según la Dirección Nacional de Estadística y Censos, responsable del primer informe de avances de los ODM (2004), la población con ingresos inferiores a un dólar diario en 1991 era de 57,8 por ciento, y se redujo a 38, 9 por ciento en 2002, es decir que ese año estaba a 10 puntos de alcanzar la meta de 28,9 por ciento en 2015.
No obstante, si se toma la categoría de porcentaje de personas viviendo en pobreza extrema del Informe de Desarrollo Humano de 2005, que se basa en la Encuesta de Hogares con Propósito Múltiple, El Salvador estaría a menos de tres puntos porcentuales de cumplir la meta: en 2004 ya se había disminuido a 15,2 por ciento, faltando poco para llegar a 12,8 por ciento en 2015.
Tales indicadores ofrecen dudas a especialistas como Jimmy Vásquez, coordinador estadístico del PNUD. «La estimación no es limpia», evaluó.
Los problemas proceden de los precios que se atribuye a la canasta básica de alimentos y a la canasta básica ampliada, que contiene servicios como electricidad, vivienda, educación o salud. Según Vásquez, la canasta básica de 1996 aparece un 10 por ciento más cara que la actual «cuando cualquiera que vaya a un mercado puede ver claramente lo contrario». Así es como la cantidad de personas en pobreza extrema se ve reducida en los porcentajes.
Para hallar la cantidad total de pobres, el gobierno se sirve de la canasta básica ampliada o de servicios, pero Vásquez considera que tampoco se trata de un cálculo realista, pues los precios del combustible, la electricidad o la vivienda se han elevado más de lo que se contabiliza.
Álvaro Trigueros, gerente de la sección de macroeconomía de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, coincidió en destacar el problema metodológico a la hora de medir la pobreza, pero subrayó la evolución positiva del país desde 1991, cuando 25,5 por ciento de los salvadoreños vivían en condiciones de extrema pobreza.
En cuanto a la ejecución de políticas públicas para cumplir plenamente con los ODM, Trigueros afirmó que se están llevando a cabo buenos proyectos, como el plan Red Solidaria, que desde 2004 transfiere a los hogares más pobres una suma mensual de entre 15 y 20 dólares, para que los niños de estos hogares puedan integrarse a los sistemas educativo y sanitario, en lugar de tener que trabajar para ayudar a la subsistencia familiar.
* Con aportes de Milagros Salazar (Perú) y Alberto Mendoza (El Salvador).