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Amor sin fronteras: los derechos de los gays y el Islam

Fuentes: Sin Permiso

El exabrupto de beatería fanática de la revista de la Asociación humanista de Gays y Lesbianas llamando al Islam una «doctrina chiflada» es el más claro ejemplo de que algunos dirigentes del movimiento de liberación gay han pasado a ser reclutados por la chiflada doctrina del choque de civilizaciones.

Que los homosexuales sufren cotidianamente opresión en todo el mundo, es una verdad que vale tanto para los EEUU y Europa como para el mundo musulmán. Sin embargo, algunos prefieren desviar la lucha, abundando en un argumento racista contra el Islam.

Indicador inequívoco de lo cual son los activistas occidentales que hablan de «Islamofascismo» y que, en la misma estela, justifican la concesión del Premio al Orgullo [Homosexual] 2006 en la Jerusalén ocupada. Bastaba el muro del apartheid para convertir en grotesca la consigna del Orgullo: «Amor sin fronteras».

Ni que decir tiene que hay represión de gays y lesbianas en los países musulmanes, pero las tradiciones islámicas a que apela el grueso de las elites dominantes no son distintas de las del telepredicador evangelista Pat Robertson o de las del papa de Roma. La retórica de los valores familiares, introducida por vez primera en el Levante y en Egipto por misioneros procedentes de los EEUU y de Europa, persiste. Pero no siempre fue así.El caudal de arte, literatura y narrativa popular homoeróticos procedentes históricamente de la región es buen testimonio de ello, como lo es la poesía de Abu Nuwwas en el siglo XIII, la de Omar Khayyam en el siglo XII y la de Mamad al-Nawaji bin Hasan (Shams al-Din) en el siglo XV: todos vivían bajo la regla islámica.

Irónicamente, las leyes modernas que criminalizan la homosexualidad en muchos países musulmanes son un resultado directo de la intervención imperialista y proceden del Código de Napoleón. Esa persecución ha ido de la mano de las muy modernas nociones del Estado-nación y del control público de la moralidad.

Un reciente y emblemático caso de represión fue el arresto y tortura de 52 hombres en El Cairo en 2001. Scott Long, del Observatorio de Derechos Humanos, sostiene que «en el derecho egipcio, entre las disposiciones que tocan a los crímenes sexuales, pocas, si alguna, arraigan en la sharia o en las costumbres». Los acusados fueron procesados por un Tribunal de Seguridad inapelable. Cuando Egipto se aprestó a renovar sus leyes de emergencia creando esos tribunales en 2003, invocó, a modo de justificación, la Patriot Act [Ley Patriótica] estadounidense. De acuerdo con el activista egipcio Hossam Bahgat, «es indudable que la motivación subyacente es distraer a la opinión pública de la recesión económica y de la crisis de liquidez del gobierno».

Es verdad que muchos musulmanes son homofóbicos. También muchos católicos, protestantes, hindúes, judíos y ateos lo son. Sin embargo, cuando el papa lanza una caza de brujas contra los sacerdotes gays, no se oye hablar de «Cristianofascismo», a pesar de que el fascismo, como movimiento, despuntó sobre todo en los países cristianos. ¿Y qué decir de los judíos ultraortodoxos, que atacaron la marcha del Orgullo este año en Jerusalén? ¿Judeofascismo?

Si en los países considerados musulmanes, o en países laicos con tradiciones islámicas, los gays y las lesbianas están luchando contra eso, no es gracias a la «intervención humanitaria» de Occidente. Uno de los ejemplos más recientes fue la formación de Helem en Líbano. Enfrentados a una propuesta de ley para radicalizar el código que penaliza las relaciones homosexuales, un grupo de activistas decidió que su liberación no vendría de la emulación de la actitud consumista y de la mentalidad de ghetto predominantes en el movimiento occidental. Tampoco ignoraban que formaban parte de una lucha internacional de emancipación global de la sociedad.

Durante la «Revolución del Cedro» el pasado año en Líbano, los aliados de Bush -tanto musulmanes como no musulmanes- portaban pancartas que llamaban a sus adversarios «mariconas». Sus juventudes echaron de su «campo de la libertad» a los activistas gays por la democracia. La mayoría de aquellos dirigentes eran receptores de generosas donaciones de la Unión Europea y de la Agencia norteamericana de ayuda (USAID) para «promover los derechos humanos y la democracia».

La primera vez que ondeó una bandera arco-iris en una manifestación en Beirut -una ciudad, la cultura y los valores de la cual proceden en buena medida del Islam-, no fue durante el realineamiento, patrocinado por los EEUU, de su clase dominante. Ni fue desplegada por ONGs en misión civilizatoria del paganismo árabe. Fue en 2003, durante la campaña para impedir la guerra de Irak, cuando un grupo de activistas gays se sumó a la manifestación del 15 de febrero, dejando claro que la lucha por la paz y por la liberación es parte de la lucha mundial contra la guerra y la opresión en todas sus formas.

Ghassan Makarem es un activista socialista por los derechos de los gays radicado en Líbano

Traducción para www.sinpermiso.info : Ramona Sedeño