Una historia de chovinismo e intolerancia.
El gran Torino es un largometraje dirigido y protagonizado por Clint Eastwood, estrenado en 2008. El film ha sido interpretado por gran parte del público y la crítica perteneciente a los grandes medios de comunicación de masas como un alegato contra los prejuicios racistas y machistas, y una relectura por parte del director respecto a los antiguos roles interpretados por él en el pasado dentro del género policíaco. Sin embargo, a poco que se enfríen las emociones que naturalmente pueda suscitar el film cuando el espectador se relaja en su butaca y se deja llevar por el contenido emotivo del discurso audiovisual, y se examine cualitativamente del contenido implícito de la cinta, se puede observar cómo los valores chovinistas, la ideología conservadora, el machismo más tradicional, y los prejuicios raciales forman el eje esencial del discurso del director.
El film narra la transformación que experimenta Walt Kowalski, un hombre de avanzada edad, con ideales racistas y conservadores, atormentado por los crímenes cometidos en su participación en la Guerra de Corea, cuando, tras la muerte de su mujer, una familia de procedencia oriental se instala en la casa contigua en un barrio humilde donde pocos blancos continúan residiendo. El protagonista acaba conociendo la bondad de sus vecinos y abandonando supuestamente su naturaleza prejuiciosa a través de la amistad que acaba forjando con Thao, un adolescente que trata de evitar el mundo de las tribus urbanas en el cual un primo suyo le quiere introducir. Walt hará las veces de maestro y mentor de Thao.
Los inmigrantes «buenos»
En primer lugar, la procedencia de la familia inmigrante que rompe los prejuicios del protagonista no es aleatoria, pertenece a la etnia hmong, antigua aliada estadounidense en la Guerra de Vietnam. Ésta es una etnia procedente de diversos territorios situados en Laos, Birmania, Tailandia y Vietnam, que formó parte del plan de freno del Comunismo en el Sudeste Asiático trazado por la inteligencia estadounidense en los años 60. Miles de hmongs fueron pagados por EE.UU. por asociarse a la CIA y luchar contra el Comunismo en la conocida como «Guerra secreta de Laos». Tras la derrota y expulsión estadounidense, fueron perseguidos y discriminados en sus países de procedencia durante décadas al ser vistos como traidores y espías por sus compatriotas1. En la película, la hermana de Thao lo reduce a estas palabras: luchamos a vuestro lado (en Vietnam) y, cuando os fuisteis, los comunistas empezaron a matarnos, así que nos vinimos aquí. De esta manera se mantiene el prestigio clásico de EE.UU. como principal guardián de la justicia internacional llegando a justificar un crimen como fue la Guerra de Vietnam, y presentando al Comunismo como una ideología genocida que había que erradicar.
Es significativo el hecho de que ningún otro colectivo inmigrante es prestigiado en la película, únicamente esta etnia, la cual aparece representada en un plano de inferioridad con respecto al americano tradicional encarnado en Clint Eastwood. Durante todo el film sus integrantes se comportan con una actitud servil, colmando de regalos y reverencias al protagonista americano, en gratitud por hacer frente a la tribu urbana que acosaba a Thao. Dentro de los personajes hmong, solo dos acaban siendo representados en un plano de igualdad con Walt Kowalski, Thao y su hermana, los cuales representan a la nueva generación de americanos, ya que debido a su juventud, se encuentran en pleno proceso de asimilación de la cultura de este país. El siguiente diálogo entre Walt y la hermana de Thao es claramente representativo del halo de superioridad con el que sutilmente se representa a la cultura estadounidense respecto de la oriental:
Sue: Ojalá nuestro padre se hubiera parecido a ti. […] Fue muy duro con nosotros, era muy tradicional, realmente de la vieja escuela.
Walt: Yo también soy de la vieja escuela
Sue: Sí…pero tú eres americano…
Walt: ¿Y eso que quiere decir?
Sue: (Se encoje de hombros y cambia de tema)
Resulta paradójico que se pueda tildar de tolerante a una película cuyos personajes llegan a estas conclusiones. Así, dentro de las posibles formas de integración cultural de las minorías étnicas estudiadas en EE.UU; asimilación, melting pot, y pluralismo cultural; el film supone un alegato a favor de la primera, la cual consiste en el abandono absoluto por parte de la minoría étnica de su cultura y sus orígenes para acabar siendo parte de la etnia mayoritaria. De hecho, conforme al clásico maniqueísmo habitual en el cine de Hollywood, el director lleva a cabo una clara diferenciación entre inmigrantes «buenos», familias con actitud servil hacia los autóctonos que guardan en el ámbito doméstico sus ritos culturales tradicionales; e inmigrantes «malos», delincuentes que se resisten a la asimilación cultural y buscan su identidad en la tribu urbana, presentados en el film como jóvenes sin solución que actúan nocivamente contra la sociedad por naturaleza.
Esta peligrosa simplificación del fenómeno de la inmigración y la delincuencia juvenil hace que el supuesto carácter conciliador de la cinta merezca un replanteamiento, ya que su contenido es evidente que apenas ha evolucionado desde Harry, el Sucio.
El ideal reaccionario
Es conocido el perfil derechista y conservador de Clint Eastwood, el cual recientemente ha manifestado su apoyo al candidato republicano Mitt Romney. No es de extrañar, por tanto, que los valores reaccionarios impregnen el grueso de su producción cinematográfica.
Walt Kowalski es un alter ego representado con una leve autocrítica en clave cómica, pero la esencia de su personalidad conservadora aparece en todo momento prestigiada. Es un guardián de los valores estadounidenses tradicionales, simbolizados en el vehículo de producción americana que da nombre al film, un Ford Torino de 1972, el cual guarda y protege enérgicamente en su garaje de la contaminación del consumismo moderno que ha corrompido incluso a sus propios hijos y a sus familias.
Este personaje puede entenderse como un Harry, el Sucio llegado a la vejez, la principal diferencia existente entre ambos, es que Walt Kowalski llega a aprender que un inmigrante puede abandonar su cultura inferior y retrógrada y convertirse en un ciudadano estadounidense, y que el tomarse la justicia por la propia mano acaba siendo problemático. Pero conceptos como la tenencia de armas para la defensa personal, o la Iglesia como guía espiritual aparecen bien vistos en el film, así como las características masculinas tradicionales que definen al protagonista y que éste transmite a su discípulo en curiosas lecciones de «cómo ser un hombre americano». En este sentido, la personalidad machista clásica es un bien preciado que debe quedar intacto generación tras generación.
El Gran Torino es, por tanto una película que rebosa intolerancia en su esencia, ya que, en consonancia con el grueso de la producción cinematográfica Hollywoodiense, reduce y ningunea a las diferentes culturas extranjeras, presentándolas la mayor parte de las veces como atrasadas y primitivas, y a su vez transmite el mensaje xenófobo de que los inmigrantes deben sentirse agradecidos hacia los autóctonos de los países en los que se asientan, ya que estos les permiten vivir en ellos.
El hecho de que en la opinión pública este film figure como un discurso a favor de la tolerancia y la integración evidencia el subdesarrollo en el que se encuentra la cultura mediática contemporánea en el terreno de la ética y la humanidad.
Notas:
1 CASAS, Roger. «Vang Pao, los Hmong, y la Guerra Secreta de Laos». Global Affairs, nº6, 2008. URL: http://www.globalaffairs.es/
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