El sábado 19 de septiembre, la periodista Sandra Russo -a quien siempre leo- recuerda la tan poco feliz mención que Cristina Fernández de Kirchner hizo de la etapa «avanzada» del capitalismo que hoy vivimos/sufrimos: «Es el de aquel anarcocapitalismo del que habló CFK en su discurso de 2009 en Naciones Unidas, cuando mencionó la crisis […]
El sábado 19 de septiembre, la periodista Sandra Russo -a quien siempre leo- recuerda la tan poco feliz mención que Cristina Fernández de Kirchner hizo de la etapa «avanzada» del capitalismo que hoy vivimos/sufrimos: «Es el de aquel anarcocapitalismo del que habló CFK en su discurso de 2009 en Naciones Unidas, cuando mencionó la crisis de Wall Street como un ‘efecto jazz'» (http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-281992-2015-09-19.html).
Es usual relacionar la palabra «anarquía» con desorden, follón, despelote, etc. Sin embargo, Bakunin dijo claramente que «la anarquía es la más alta expresión del orden», por tratarse de una organización social basada en la justicia y la igualdad. El capitalismo, por el contrario, está basado desde su propia concepción en la injusticia, la desigualdad y la explotación humana, vale decir, es la más alta expresión del desorden.
«Anarcocapitalismo», entonces, es una contradicción en sus términos. Cristina Fernández de Kirchner podría haber elegido cualquiera de las expresiones ya acuñadas para adjetivar el capitalismo: «capitalismo salvaje», «capitalismo de casino» o «capitalismo de timba»; con cualquiera de ellas habría acertado porque describe con precisión lo que sucede. Las cosas por su nombre: al pan, pan, y al vino, vino.
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