Un escritor para el que la infancia son recuerdos de un solar con chatarra, cordilleras de escombros, gatos muertos, un yermo huerto donde dar unas pataditas al balón, que pasa su juventud exiliada en lo precario, en el frágil día a día del paro y que su historia vital los listos chaparán. Un escritor que […]
Un escritor para el que la infancia son recuerdos de un solar con chatarra, cordilleras de escombros, gatos muertos, un yermo huerto donde dar unas pataditas al balón, que pasa su juventud exiliada en lo precario, en el frágil día a día del paro y que su historia vital los listos chaparán.
Un escritor que aspira a que su verso brote de cañería rota y se trapichee en las esquinas, que espera a que en sus pulmones el grito se prepare, junto al ebrio humo. Un escritor que fue un niñato, un golfo, un currante, que pisoteó el jardín de la casta impermeable, que mea en sus eternas flores de raíz podrida y en los afeites que ciegan a la palabra, que atraca al coro de listos a punta de palabra navaja, que muerde la mano de quien la pasa por su hirviente lomo de salario basura.
Un escritor que sabe del bozal, del nosotros fragmentado en metralla: delincuentes, tiesos, funcionarias, yonquis.
Un escritor que sabe de sus notas en el dispositivo de adiestramiento, que es el eco del hoy, clamando despierto en los tiempos de la mitología privada. Un escritor que morirá de un disparo a la multitud, que le tocará una semana de atención, ágil olvido consagrado a la anécdota cal viva a la vida cadáver respirando en una zanja de amor y muerte. Un escritor que morirá con equipaje molesto y digno con los ojos abiertos, con las manos esposadas a la espalda. Con los ojos abiertos.
Un escritor así escribe con el corazón afilado en la mano, derramando sobre el papel una sangre tantas veces golpeada.
El penúltimo libro de David González (San Andrés de los Tacones, Gijón, 1964) «El hombre de las suelas de viento» nació de la lectura de las cartas que Rimbaud durante su estancia en Africa. ¡Oh! Un caminador asombroso, con la chaqueta abierta, un pequeño fez en la cabeza a pesar del sol. Ahora publica su nuevo libro: «Anda, hombre levántate de ti», Bartleby Editores.
David González retoma la narratividad bukowskiana para contarnos sus movidas, sus marrones, sus subidas, sus arrebatos poéticos con un porro en la mano y en la otra un cigarro, sus estados anímicos, sus excesos desde una postura de narcisismo de barrio, casi proletario, desde una afectación que es nuestra afectación en un mundo de nadies en la montaña de currículos que se pudren en un ETT. La autoconciencia del nombre, la identidad pisoteada como forma de ser frente a aquellos que por odio de clase o genealogía de ladrones y aristócratas esgrimen su nombre como un precepto de su valía. Justo el reverso de esa moneda es el del hijo pródigo caído en las wertherianas callejuelas de la apatía, la decadencia y esos estados metafísicos que parecen dar empaque a un discurso de la destrucción desde posturas y lugares donde nunca ha acosado la muerte, esa conjugación de economía y policía. Esos impostores que se pierden en submundos con el deseo de acabarse porque no tienen nada mejor que hacer. En cambio David quiere vivir, vivir y verlo todo, denunciando la mentira. Organiza su rabia y la escribe con el lenguaje de los puños para darnos un pedazo de vida.
David González entronca con la larga tradición de la poesía del excluido, del tachado en la lista del bienestar, que se reconoce como tal y muestra con un orgullo forjado en tanto pisotones y desplantes su condición. El lumpenpoeta, como otros lumpenintelectuales de la talla de Chuk D, Los Marea, Robe, Chinato y demás, nunca serán considerados por la intelligentsia como vates aspirantes a glosar a Virgilio o a Horacio por el matiz aristocrático que se le da a la condición social de versificador. El lumpenpoeta es gente como nosotros, que hablan de su vida marcada, golpeada, desde el sujeto que apenas si coincide con ese modelo pintado en sangre con el que cada día nos hacen compararnos. Y son las calles las que forjan a los voceros del gentío anónimo que pierde su aliento en castings, en cáterings y demás empleo temporal.
No hablo de lo que no sé/ No hablo/ Escribo poemas/ Estas son mis piedras partes de ellas/ Piensa en las tuyas/ Y recuerda/ Brazo/ Mano/ Piedra/ Pero/ sobre todo/ el gesto
Un avance de su nuevo libro «Anda, hombre, levántate de ti», Bartleby editores 2004.
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LOS HOMBRES DEL SACO
a ciertos niños,
como a nuestras madres rojas,
antes de vendernos,
nos cortan el pelo al rape,
como si tuviéramos liendres.
a ciertos niños,
como a los americanos nativos,
antes de vendernos,
nos cortan el pelo al cero,
como si tuviéramos piojos,
y se nos prohíbe, además, hablar
en la lengua de nuestros antepasados.
a ciertos niños,
como también a los caballos,
antes de vendernos,
nos miran la dentadura
y nos cuentan los dientes,
y muchas mentiras también.
HISTORIA DE ESPAÑA (NUDO)
Un nudo. Esto, explica la anciana,
fue lo último que hizo mi padre
con sus propias manos. Un nudo.
Piénsalo.
Es lo último que hace ese hombre
con sus propias manos.
No estrecha entre sus brazos
a su madre, a su hermano o a un amigo.
No acuna en ellos a su hija recién nacida.
Tampoco le aprieta las nalgas a su mujer,
ni le acaricia los pezones, los pechos,
las mejillas, el pelo tan siquiera…No,
con ellas, con sus propias manos,
lo último que le permiten hacer a ese hombre
antes de fusilarle
y arrojarlo a una fosa común es
Un nudo, repite la anciana
para las cámaras de televisión
de un canal
de historia. Historia
de España: de un tajo,
el entierramuertos cortó el cordel
que el padre de la anciana
se había atado alrededor del tobillo
para responder así a la pregunta
que horas antes, le había hecho su mujer:
¿Y cómo vamos a distinguir tu cuerpo
entre todo ese montón de cadáveres?
Mientras aparecen los títulos de crédito,
la anciana le da un beso al cordel,
y luego devuelve a su caja de pino
este nudo
que todavía nadie, repito, nadie, se ha molestado
en deshacer.
Bibliografía y Links
-El hombre de las suelas de viento. Germanía 2003
-La carretera roja, Celya, Salamanca 2002.
-Sembrando hogueras, Bartleby editores, Madrid 2001
-Sparrings , Línea de Fuego, Ribadesella, 2000
-Ley de vida, DVD ediciones Barcelona, 1998
-El demonio te coma las orejas, Ayamonte, Crecida, 1997.
Página personal (contratación) www.arte-nativa.com/david
Tiene editado en internet:
Los mundos Marginados www.babab.com
Sparrings en www.portaldepoesia.com