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Ang Lee y una historia de traición

Fuentes: IPS

Los intelectuales chinos no hablan de otra cosa. En bibliotecas y universidades resuena un encarnizado debate ideológico sobre lo último del cineasta taiwanés Ang Lee, un thriller erótico y melodramático titulado «Se, Jie» («Lujuria, peligro»).

En lo que parece un «flashback» de la Revolución Cultural (1966-1976), cuando la política determinaba el valor del arte, Ang Lee y la autora del libro que inspiró la película, Eileen Chang, son virtualmente flagelados por sugerir que los traidores también merecen amar.

El filme, ganador del León de Oro a la mejor película en el Festival Cinematográfico de Venecia, recibió calificativos como «enfermedad dermatológica de transmisión sexual» y «hierba venenosa». (El final se revela en los párrafos siguientes.)

La campaña contra la película fue lanzada por el Diario del Pueblo, portavoz oficial del Partido Comunista. Pero, en un intrigante retruécano del destino, quienes reclaman su prohibición no son los infames censores del Buró de Propaganda del partido gobernante.

Luego de ser sometido por su director a seis cortes en escenas eróticas o violentas, que le restaron 12 minutos de la versión distribuida en el resto del mundo, el Buró aprobó la película, la cual fue estrenada el 1 de este mes.

A pesar de tal censura, el trabajo de Ang Lee se convirtió en un enorme éxito comercial en China, con una recaudación de 90 millones de yuanes (el equivalente a 12 millones de dólares) en las dos primeras semanas de exhibición.

Diversos círculos intelectuales chinos manifestaron su disgusto por el modo en que la película, cuya trama transcurre en Shangai y en Hong Kong durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pinta el vínculo entre ocupante y ocupado.

En «Sei, Jie», la protagonista femenina Chia Chi (interpretada por la actriz china Tang Wei) no cumple con su misión patriótica de asesinar a Yee, un traidor que colabora con la ocupación japonesa, encarnado por el actor hongkongués Tony Leung.

Y no lo asesina porque está enamorada de él.

«‘Sei, Jie’ es un insulto a las buenas mujeres de China», advirtió Huang Jisu, de la Academia Nacional de Ciencias Sociales, en un debate sobre el filme organizado por el Club de Libros Utopía, en Beijing.

«Este tipo de películas, que presentan a los chinos como ávidos bebedores de potentes tónicos y a las chinas como eternas insatisfechas sexuales, se convirtieron en una nueva variedad de Viagra exótico para Occidente», agregó.

«Pero fabricaron la insultante imagen de una China de rodillas», advirtió Huang. «El pueblo chino ha resistido de pie más de 100 años. Es Ang Lee y los que son como él los que aún se arrodillan.»

En la película, Chia Chi pertenece a un elenco de teatro que, encendido por el fervor patriótico, se embarca en una conspiración para asesinar a un funcionario chino que colabora con las fuerzas de ocupación japonesas.

La relación entre Chia Chi y Yee evoluciona desde el dominio sexual directo del hombre a una delicada intimidad. Cuando llega el momento del asesinato, la mujer ayuda a Yee a esquivar el cuidadoso atentado.

Ganador del Oscar de la industria cinematográfica estadounidense al mejor director (por «Brokeback Mountain», conocida en español como «Secreto en la montaña») y a la mejor película extranjera (por «El tigre y el dragón»), Ang Lee dejó de lado las sutilezas convencionales del arte chino y prefirió describir el romance de modo bien gráfico.

A medida que la clave del vínculo pasa del deseo a la sospecha, también se sacuden las convenciones históricas sobre lo correcto y lo erróneo, reemplazadas con los valores trascendentales del amor.

En este plano es que chocan las opiniones de los espectadores.

Intelectuales de izquierda –como, por ejemplo, los miembros del Club del Libro Utopía– han calificado el filme de reconstrucción del pasado chino motivado ideológicamente. Otros lo ven como un intento erótico de presentar la complejidad del amor.

Unos perciben en la película un insulto, y los otros aplauden el triunfo de la humanidad.

«No me gustan los cuestionamientos del filme que lo analizan como discurso histórico o que interpretan la novela original como un texto político», dijo el crítico Chai Ziwen.

«La trama, en realidad, opera en cualquier contexto histórico, porque se mete en la pasión y la crueldad que ocupan el corazón humano. Es un filme sobre la desesperanza y la soledad, a las que ninguna represión puede suprimir», agregó

Más capas cubren el debate, debido a la trayectoria personal del director de la película y en la escritora cuya obra la inspiró.

Eileen Chang, quien escribió algunas de sus novelas y cuentos más famosos en los años 40, durante la guerra de resistencia contra la ocupación japonesa, sufrió en carne propia el oprobio por su romance con un colaboracionista.

Muchas de sus narraciones sobre amores condenados y alienación, muy cuestionadas por sus compatriotas, se ambientan en la cosmopolita Shangai antes del triunfo de la revolución comunista en 1949.

«No se trata de que merezcas o no el amor», escribió en el prólogo de su última colección de cuentos, que incluye «Sei, Jie».

Chang comenzó a escribir el libro en 1950, pero no lo publicó hasta que consideró terminada una enorme serie de revisiones que concluyó en 1979.

Se trata de una figura controvertida en China, al igual que Ang Lee. Nacido en Taiwán, sus padres habían huido del continente luego de la revolución. Ha vivido y trabajado en Estados Unidos desde los años 80.

La mayoría de los críticos chinos admiran su talento pero deploran su «individualismo», que, según ellos, le impide beneficiar con su labor la cultura nacional.

En el debate realizado en el Club del Libro Utopía, el cineasta Zhou Guojin calificó «Sie, Jie» de «película de traidor chino», y sostuvo que Ang Lee se vale de sus galardones para entrar con su obra en el mercado nacional.

Pero Ang Lee parece muy al tanto de los riesgos que asumió al realizar su película. «Describe el lado oscuro del heroísmo, algo con lo que nos sentimos incómodos. Pero decidí afrontarlo», sostuvo.

La polémica dentro de China ha trascendido los círculos académicos. El periódico Southern Weekend aseguró que los comentarios chinos sobre «Sei, Jie» en Internet sumaron un millón y medio en unas pocas semanas.

Al margen del debate sobre amor y patriotismo, algunos críticos aplaudieron la concurrencia de multitudes a las salas de cine para apreciar una película diferente y de calidad.

«‘Sei, Jie’ insufló entusiasmo en los espectadores chinos. Hizo que las salas sean lo que deben ser: centros urbanos de vida social», dijo el profesor Zhang Yiwu, de la Universidad de Beijing, en su columna semanal del Diario de la Juventud.