En este año 2017 conmemoramos el centenario de la Revolución Socialista de Octubre que cambió la Historia de la Humanidad. Tal acontecimiento constituye una auténtica oportunidad para la reconstrucción comunista, tanto en lo ideológico como en lo organizativo, tras la catástrofe sufrida por las y los comunistas de todo el mundo al fracasar el primer […]
En este año 2017 conmemoramos el centenario de la Revolución Socialista de Octubre que cambió la Historia de la Humanidad. Tal acontecimiento constituye una auténtica oportunidad para la reconstrucción comunista, tanto en lo ideológico como en lo organizativo, tras la catástrofe sufrida por las y los comunistas de todo el mundo al fracasar el primer Estado socialista de la historia con el consiguiente golpe demoledor a los intereses inmediatos y estratégicos de la clase obrera. Sin dudas, la reconstrucción comunista deberá basarse en las tremendas enseñanzas de lo que ocurrió o no tendremos ni credibilidad ni posibilidad de acertar tanto en el presente como en el futuro.
En 1922, después de ganar la guerra civil con todas las probabilidades en contra, Lenin escribió un texto breve, titulado «Sobre el ascenso a una alta montaña»1. Después de enumerar los logros y fracasos del Estado soviético, Lenin subraya la necesidad de admitir francamente los errores: «Están condenados aquellos comunistas que imaginan que es posible terminar la empresa de construcción de una época, como lo es sentar las bases de la economía socialista (particularmente en un país de pequeños campesinos), sin cometer errores, sin retrocesos, sin numerosas alteraciones de lo que falta terminar o de lo que se ha hecho mal. Los comunistas que no caen en el engaño, que no se dejan vencer por el abatimiento y que conservan la fortaleza y la flexibilidad para «volver a empezar desde el principio», una y otra vez, encarando una tarea extremadamente difícil, no están condenados (y es muy probable que nunca perezcan).»
De eso se trata ahora, por eso desde ya debemos preparar un auténtico proceso de encuentro comunista, tanto entre las y los comunistas como de estos con el pueblo trabajador. Y tenemos que abordarlo apoyándonos sobre dos elementos esenciales, el primero el estudio y debate sobre la experiencia de la construcción del socialismo y el segundo la incidencia revolucionaria en un contexto social y político planetario de senilidad terminal del sistema capitalista y de búsqueda de alternativas al mismo.
El socialismo traicionado
En al año 2009 fue publicado en Canarias por Ediciones Idea2 el libro del camarada Joaquín Sagaseta, «De grupo social a clase dominante. La revolución usurpada», con la conclusión central de que «la bancarrota de la Unión Soviética, no fue, de ningún modo, expresión de la superioridad del capitalismo como sistema, fue ante todo, la incapacidad para resolver de forma revolucionaria su principal contradicción interna: la existente entre propiedad social y propiedad estatal de los medios de producción y distribución o entre la necesidad de poder social y la necesidad de una planificación socialista o finalmente, entre el control de los privilegios de la burocracia por el pueblo trabajador y la tendencia natural de la misma a transformarse de grupo privilegiado en clase dominante restauradora del sistema de propiedad capitalista.»
Posteriormente, en 2014, tuvimos la grata sorpresa de poder leer, editada por El Viejo Topo, la traducción al castellano del libro de los autores estadounidenses Roger Keeran y Thomas Kenny, «El socialismo traicionado» con una contundente aportación al conocimiento de las causas del colapso de la Unión Soviética basada en una sólida información sobre la llamada segunda economía (economía sumergida) cuyo crecimiento hizo surgir una capa de la población que obtenía todos sus ingresos o la mayor parte de ellos de la actividad privada, constituyéndose en una clase emergente de pequeñoburgueses que proporcionó la base social para la deriva antisocialista.
¿Es posible la ofensiva socialista?
Conforme al marxismo decía Trotski3: «…Entre la posición de un partido y los intereses de la capa social en la cual se apoya, pueden haber desacuerdos que, más tarde pueden desarrollarse hasta llegar a profunda contradicción. El comportamiento de los partidos puede cambiar bajo la influencia del estado de ánimo de las masas populares (…) Tanto más necesario es que dejemos de confiar, para nuestros cálculos, en elementos aún menos estables y dignos de confianza como son las consignas y los pasos tácticos de los partidos, y referirnos en cambio a elementos históricos fidedignos: a la estructura social de una nación, a la correlación de fuerzas de las clases, a las tendencias de su desarrollo».
Pues bien, de la expresión de todos estos elementos en la realidad social y política del Estado español se puede derivar una respuesta positiva a la pregunta que da título a este apartado. Efectivamente, las condiciones objetivas están dadas para la ofensiva socialista queda, nada más y nada menos, que articularlas con las subjetivas que conjuntamente han de conformar al sujeto de la transformación revolucionaria. Es aquí cuando tenemos que hablar de las luchas populares clasistas, así como del grado de avance de las posiciones políticas que las puedan representar dándose en este terreno una gran dispersión que se traduce en debilidad, así como, una excesiva desviación hacia la actividad institucional aunque con un representación, la de Unidos Podemos, que arroja unos números insólitos hasta ahora en el campo situado a la izquierda del PSOE y que obedece a una demanda creciente de alternativas frente a la «vieja política», frente al desgaste del «viejo régimen».
Es preciso fortalecer y unificar la componente clasista tanto en las luchas sindicales como en el agrupamiento político conseguido al que hay que llevar mucho más allá del terreno electoral, hacia la lucha popular de masas con una táctica y una estrategia de «contrapoder» social, político, cultural que determine finalmente la toma del poder efectivo por el pueblo trabajador. Para eso las y los comunistas debemos ser conscientes de que, dispersos en grupos y partidos o aisladamente, las fuerzas escasean tan tremendamente, que solo la más estrecha unión de todos y todas puede asegurarnos el éxito en la lucha, tanto contra los «aventureros» y oportunistas, como contra las patronales, las fuerzas oligárquicas y sus órganos políticos de poder. Y el instrumento decisivo con el que avanzar, el Partido Comunista, ha de estar por encima de nuestras divergencias que como decía Lenin en su «Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes»4, «tiene una base única, común, granítica: el reconocimiento de la revolución proletaria, de la lucha contra las ilusiones democráticoburguesas y el parlamentarismo democráticoburgués…»
Trabajemos pues para que el año del centenario de la Revolución de Octubre sea el de la reconstrucción del partido de las y los comunistas del Estado español y de Canarias en particular. Trabajemos para que de esa manera la unidad popular avance de modo imparable hasta la derrota de los enemigos del pueblo.
Notas
1. Lenin. Sobre el ascenso a una alta montaña. Tomo XXXIII de las O.C.
2. https://issuu.com/mencir/docs/
3. Trotski. La lucha por el poder. 1905 resultados y perspectivas. T.2.
4. Lenin. Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes. Tomo XXXII de las O.C.
Arturo Borges Álamo, miembro del colectivo «Punto de Vista Comunista»
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