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Ante la corrupción, ética en pastillas

Fuentes: Rebelión

«Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad» Bertolt F. Brecht   Escribir sobre las corruptelas, el vodevil que hace tiempo que dejó de ser comedia ligera para pasar a ser una tragedia pesada, es hacerse eco de sus protagonistas, los profesionales de la política, […]

«Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad»

Bertolt F. Brecht

 

Escribir sobre las corruptelas, el vodevil que hace tiempo que dejó de ser comedia ligera para pasar a ser una tragedia pesada, es hacerse eco de sus protagonistas, los profesionales de la política, esos asiduos actores de escándalos y que sin duda cansan al respetable. Pero cuando la verdad empieza a ser aburrida por repetitiva la posverdad se muestra entretenida. Esa mentira de un mundo en el que realmente no pasa nada, aflora especialmente en verano, cuando uno puede refrescarse en el mar y disfrutar de cualquier cosa que caiga en el vaso mientras esté bien fría. Es entonces cuando la memoria, el centinela del cerebro, se derrite y olvidamos el nivel de corrupción estructural que anida en la política del estado. Normal, algunas cosas parecen ser tan propias que se acaban olvidando.

Decía Publio Sirio el escritor latino de la antigua Roma que la absolución del culpable es la condenación del justo. La justicia no es el dar o repartir, sino más bien saber decidir a quién le pertenece algo por derecho. Es la voluntad de dar a cada uno lo que es suyo, es equidad y en esencia es ética. La corrupción, el uso del poder para conseguir una ventaja ilegítima, es por tanto la negación de la ética: Mientras una se refiere a lo correcto o bueno, la segunda es lo que daña o destruye lo bueno. Pero si se vende que todos somos rehenes de «Don dinero» y el capitalismo alcanza la categoría de ciencia axiomática, como única verdad posible, entonces toda posible discrepancia desaparece de la misma manera que se desvincula de cualquier ideología. Lógicamente para que la corrupción pueda campar ancha la percepción crítica deberá estrecharse. De ahí la necesidad de ser presentada como un mal irremediable, para que nadie se haga responsable de nada ante la ilusión de que, en el fondo, en este sistema todo el que puede robar lo hace…y más en tiempo de crisis.

Ciertamente cuando «el poderoso caballero Don dinero» manda y nos creemos que solo queda obedecerle, es cuando realmente se dan crisis, pero no económicas, sino de valores. El dinero no desaparece, cambia de manos, se concentra más… ahora lo que queda es cambiar la escala de valores. Propagar la ausencia de ética, como se propaga una enfermedad contagiosa para deshumanizar como personas y como sociedad sin siquiera darles pie a atisbar la afección que les aflige. Sin embargo, si la principal característica del ser humano es la libertad, la capacidad de tomar la iniciativa, si realmente podemos coger las riendas de la propia vida, personal y compartida, la lucha contra la corrupción a nivel individual y estructural no solo será viable sino necesaria. En esencia, aunque a alguien le puede parecer humana la corrupción y la injusticia, a todas luces parece más humano la lucha contra ellas y en España el silencio no es oro, el silencio es un sobre.

Por tanto, ya lo sabe, si quiere un sistema incorrupto recétele ética, ese relato de ideales que a veces parece que nadie quiere cumplir. El paciente las puede tomar en pastillas, si bien se recomienda no injerir todas a la vez, ya que, aunque esté necesitada de muchas, las consecuencias podrían ser catastróficas. Imagínese que le da por empezar a creer que otro mundo es posible y transforma el capitalismo. Ya puestos, mejor librarse de este mal con comprimidos efervescente. Rasguémonos las vestiduras pero no profundicemos en la estructura que las ampara. No nos cuestionemos porque ciertos modelos para jóvenes lo son por el simple hecho de estar podridos de dinero y presumir de ello. Quienes creen que el dinero lo es y lo hace todo, terminan siendo y haciendo todo por dinero. Pero no se engañe, si va a tomar las pastillas con agua no olvide que si no limpia antes el vaso, probablemente lo que derrame en él se corromperá. Por último si está cansado de este artículo, de las mismas historias de siempre y prefiere abrazar la resignación y no hacer nada, pase la hoja, fúmese un puro a mi salud y siga apoyando a los corruptos-… al fin y al cabo ya se sabe que si uno no pelea contra la corrupción es porque en esencia, ya forma parte de ella.

José Antonio Mérida Donoso, profesor asociado de la Universidad de Zaragoza y profesor de secundaria de historia, lengua y literatura.

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