A medida que la masacre en Gaza se va intensificando, a la par que la cifra de muertos de palestinos inocentes se va incrementando, a la misma vez que las manifestaciones de protesta contra el modo de actuar del Estado sionista se van haciendo visibles por millones en todo el mundo, las acusaciones de anti-semitismo […]
A medida que la masacre en Gaza se va intensificando, a la par que la cifra de muertos de palestinos inocentes se va incrementando, a la misma vez que las manifestaciones de protesta contra el modo de actuar del Estado sionista se van haciendo visibles por millones en todo el mundo, las acusaciones de anti-semitismo se van haciendo más presentes también entre los argumentos propagandísticos de aquellos que sin pudor ninguno están defendiendo las barbaridades llevadas a cabo por el ejercito hebreo en los casi quince días consecutivos de ataques contra el pueblo palestino que llevamos ya. Como todos debemos saber, la estrategia no es nueva.
La apelación al anti-semitismo, el recuerdo de las víctimas del holocausto nazi y otros argumentos del estilo fueron convertidos desde el mismo momento de la fundación del Estado de Israel en un elemento central en la lucha de los dirigentes judíos allí presentes por legitimar y dar cobertura mediática a su existencia como tal. Somos muchos aún los millones de personas en todo el mundo que miramos escandalizados a la impunidad con la que Hitler pudo llevar a cabo su programa político durante casi una década, sin que nadie en el mundo supuestamente democrático y civilizado hiciera nada por impedirlo. Las horripilantes imágenes de los campos de concentración nazis, donde millones de personas fueron aniquiladas (en su mayoría judíos, aunque también gitanos, comunistas, homosexuales, discapacitados y otros colectivos de seres humanos que normalmente no suelen ser incluidos por la propaganda sionista entre los muertos allí acaecidos) siguen martilleando nuestras consciencias y generando grandes sentimientos de compasión cuando uno se pone en la piel y siente en sí mismo de manera empática el sufrimiento de aquellas pobres gentes. Lo contrario sería una aberración moral. Sin embargo, más allá de lo lógico y racional que resulta la existencia de este recuerdo colectivo, los sionistas han sabido hacer de estos humanos sentimientos una puerta mediante la cual penetrar desde aquel entonces en el interior de las mentes y de los corazones de miles de millones de personas en todo el mundo, especialmente en los países del mundo occidental-capitalista. Ante cualquier ataque al estado de Israel, sea cual sea el motivo, el argumento del anti-semitismo se hace inmediatamente presente. De hecho, los intelectuales de la propaganda sionista han calificado incesantemente desde entonces todo ataque contra la existencia del Estado de Israel, su legitimidad histórica o sus acciones de guerra, bajo el calificativo de antisemitismo ideológico o neo-antisemitismo. No importa cual sea el motivo por el que usted tiene algún tipo de opinión contraria al Estado de Israel, no importa si es usted un palestino que protesta contra la invasión de su tierra, si es un ciudadano árabe que se solidariza con la causa de sus hermanos palestinos o si es un historiador respetable que profundiza en el estudio y el desenmascaramiento de los mitos fundacionales del Estado de Israel o simplemente hace un recorrido histórico para deslegitimar la existencia de un Estado creado ad hoc por las potencias europeas para resolver así de un plumazo el «problema judío» (que durante buena parte de los siglos XIX y XX llevó de cabeza a los líderes de muchos países europeos) y en compensación moral por el holocausto. Tampoco importa si es usted un militante de la izquierda anti-capitalista y anti-imperialista que ve en Israel una punta de lanza del imperialismo usamericano para implantar el capitalismo y tener control geopolítico sobre las tierras tradicionales del mundo árabe, o si acaso fuese usted simplemente un pacifista que se horroriza ante las matanzas que con toda impunidad lleva a cabo dicho estado. Nada de esto importa. El simple hecho de alzar su voz contra Israel le convertirá a usted, según la propaganda sionista, en un manifiesto anti-semita.
Durante muchos años, como digo, tal estrategia ha tenido gran éxito y ha conseguido acallar las voces y las protestas anti-israelís en occidente. Pero esos tiempos pasaron ya a mejor vida. Aunque con cada nuevo conflicto llevado a cabo por Israel contra sus vecinos el argumento sale a relucir ante cualquier mínimo atisbo de crítica, cada vez son menos los que se dejan intimidar por tales acusaciones, a la vista de la magnitud de las aberraciones morales que dicho estado comete sin cesar. Los órganos políticos y mediáticos de la propaganda sionista insisten continuamente con sacar a la luz pública el argumento, pero su efectividad es cada vez menor. Al fin y al cabo, la gente ha acabado por comprender que un estado que mata indiscriminadamente a civiles palestinos tratándolos como si fuesen ratas, no tiene autoridad moral alguna para acusar a nadie de nada. Pero, sobre todo, la gente ha acabo por comprender que los verdaderos anti-semitas que habitan hoy sobre la tierra son precisamente aquellos líderes israelitas que mandan a su ejercito a masacrar palestinos y todos aquellos cuantos lo apoyan (ya sea dentro o fuera del propio Israel). Ellos son los verdaderos anti-semitas.
Y no sólo porque el masacrar indiscriminadamente a un pueblo árabe sea ya en sí mismo un acto de anti-semitismo, al ser sabido que los árabes son también un pueblo semita. Sino, fundamentalmente, porque el principal «anti-algo» que existe es aquel que haciendo uso con orgullo de su condición de perteneciente a ese «algo» actúa de tal manera que mancilla el honor, la decencia, la dignidad, la honradez y la nobleza moral de ese «algo» en su conjunto. Y, en este caso, no son los críticos con Israel sino los sionistas y quienes los apoyan quienes con mayor virulencia están mancillando sin cesar el buen nombre del pueblo judío. Son ellos, y sólo ellos, quienes, aprovechándose de su condición de tales y fingiendo ser los representantes ante el mundo de los mismos, están pisoteando el honor, la decencia, la dignidad, la honradez y la nobleza moral de todo el pueblo judío, y especialmente de aquellos judíos que en todas las partes del mundo (y aun dentro del propio Israel) están alzando sus voces en contra de la actitud sanguinaria y genocida de los líderes sionistas y quienes los apoyan. Los sionistas no son el pueblo judío, no, pero se auto otorgan el papel de representantes de los mismos ante los pueblos del mundo desde el mismo momento en que califican legalmente a su propio Estado, de naturaleza sionista, como el Estado judío. Son ellos, y sólo ellos, quienes con sus masacres humillan la dignidad de los judíos, cuando dicen hacer tales masacres en defensa de los intereses de tal pueblo («lo único que importa aquí es la defensa de nuestros intereses», decía ayer la señora Livni). Son ellos, los sionistas, quienes en nombre de un estado que se dice judío hacen las cosas más aberrantes y horripilantes que existen. Son ellos quienes están usando el nombre de un pueblo entero para legitimar sus actos de sangre y fuego, para dotar de legitimidad a sus crueles matanzas en tierras palestinas. Son los sionistas quienes con sus masacres mancillan el honor y pisotean el buen nombre del pueblo judío. Ellos son los verdaderos anti-semitas, los verdaderos enemigos históricos de su propio pueblo.Son ellos, por tanto, quienes están atacando de verdad el honor del pueblo judío, quienes están levantado toneladas de odio en todo el mundo contra ese ente político-nacionalista que ellos mismos han llamado el «Estado judío».
Así, de igual modo que la alta jerarquía de la Iglesia Católica es la institución más anti-cristiana que existe, o que ciertos líderes de la revolución rusa fueron grandes anti-comunistas de mucha mayor consistencia y efectividad que el mayor de los anti-comunistas del mundo capitalista, de igual modo que los nazis han sido los anti-alemanes más grandes de la historia por todo el daño que hicieron a la imagen, el orgullo y la nobleza moral del pueblo alemán (que por muchas décadas después de aquello no se atrevía a ondear con orgullo su propia bandera y que aún hoy en día sigue avergonzado de todo lo que hicieron aquellos salvajes en su nombre), de la misma forma podemos decir que los líderes sionistas de Israel (y todos aquellos judíos que los apoyan) son a día de hoy los auténticos y verdaderos anti-semitas, aquellos que más odian a su propio pueblo, aquellos que más detestan la dignidad y el orgullo moral del que pueda hacer gala de manera histórica tal pueblo, aquellos que más daño le están haciendo a la existencia de tal colectividad y, por supuesto, aquellos que con toda virulencia están desatando el odio y el rencor allá por donde pasan. Lo que otros puedan decir o hacer en contra de Israel, no será nunca ni una ínfima parte de todo lo que estos malnacidos sionistas están haciendo en contra de la existencia de tal Estado y en contra del buen nombre de un pueblo entero como es el pueblo judío. Ellos son, quede claro, los verdaderos anti-semitas, los que de verdad odian a su propio pueblo, un pueblo al cual no dejan de humillar constantemente con sus aberrantes matanzas y sus inmorales masacres. Todo judío decente debería estar avergonzado de que tales bestias salvajes se otorgen la capacidad de hablar y matar en nombre de un «Estado judío» que supuestamente representa al «pueblo judío».
Pero no se preocupen los judíos decentes y honrados que existen en todo el mundo, así como los alemanes se avergüenzan hoy en su inmensa mayoría de los nazis, llegarán un día también, más temprano que tarde, en que la inmensa mayoría de los judíos se avergonzarán de estos malditos sionistas y las turbas enfervorecidas de psicópatas y otros enfermos mentales que los apoyan. Tiempo al tiempo.