A la memoria de Simón Radowitzky y Raymundo Gleyzer
Los hechos
Se sabe. Salió publicado en la tapa de Clarín y en varios canales de televisión. En Argentina hubo un acto pequeñísimo -algunos pocos cientos de personas que no llegaban al medio millar- en conmemoración del estado de Israel organizado por la embajada de ese país junto con el gobierno porteño de la derecha neoliberal clásica vinculada al empresario Mauricio Macri. Un pequeñísimo grupo de manifestantes -que no llegaba a dos decenas- intentaron disentir con el sionismo repartiendo volantes en el acto y se armó una trifulca. Represión policial. Los manifestantes críticos del sionismo golpeados y presos. Una brutal campaña mediática para ilegalizar a la izquierda piquetera. La acusación central: «antisemitismo». Persecución, allanamientos, encarcelamientos, judicialización. Intento de eliminar planes sociales, cuestionamientos a todo el movimiento piquetero no oficialista.
Bajo presión de la embajada del estado de Israel y de la embajada de los Estados Unidos en Argentina, el gobierno de Cristina Kirchner y los jueces allanan un local piquetero en la provincia de Buenos Aires, encarcelan a otros diez militantes además de los que ya estaban presos por el acto. Histeria mediática que acusa a toda la izquierda no institucional-principalmente de origen marxista- de… «antisemita».
¿Quién escribe y quién opina?
Algunos antisemitas disimulan y esconden sus prejuicios con el ajetreado y manoseado «tengo un amigo judío«. Yo no tengo un amigo judío. Simplemente parte de mi familia fue torturada y masacrada por los genocidas nazis (genocidio que no tuvo nada de «holocausto». No fue «un castigo de Dios», sino una empresa política bien mundana y terrenal, planeada y ejecutada en forma burocrática a partir de un proyecto de reordenamiento y contrarrevolución capitalista, de factura europeo occidental pero cuyas pretensiones imperialistas apuntaban a todo el planeta). Y si mi familia no hubiera sufrido ese genocidio en carne propia igual tendría derecho a opinar.
Nuestro vínculo con los presos
Conocemos a muchos de ellos y ellas. Con algunos hemos compartido militancia, formación política y estudio durante años y años, décadas. En barrios de la periferia de la provincia de Buenos aires, Argentina. También en escuelas de formación política del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil. Igualmente en actividades conjuntas junto a los pueblos originarios e indígenas de Bolivia. Nos conocemos bien, principalmente con los compañeros del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR).
Ellos asistieron a nuestra Cátedra Che Guevara durante años. En la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, primero, en el Hotel Bauen, después.
Precisamente en el local que fue allanado por la policía, conocido en el barrio de Florencio Varela (uno de los más humildes de la provincia de Buenos Aires) como el cabildo de Castelli, con estos compañeros que hoy están en prisión acusados de «antisemitas» hemos desarrollado una escuela de formación política piquetera y barrial. Lo hicimos en forma totalmente gratuita, absolutamente voluntaria, sin cobrar jamás un solo peso.
Con la gente de los barrios leíamos y estudiábamos a Antonio Gramsci y al Che Guevara. ¡Gravísimo! ¡Terrible! También discutíamos sobre historia argentina. Mirábamos con la gente de los barrios, amas de casa, obreros ocupados, obreros desocupados, muchachos y chicas humildes, de la clase trabajadora, películas. Por ejemplo vimos y discutimos «Los traidores» de Raymundo Gleyzer (¿Quiénes hoy encarcelan a estos compañeros se habrán sentido aludidos por esa película?). Incluso alguna vez con estos compañeros hicimos un taller de filosofía en los barrios donde, junto con trabajadores y trabajadoras, amas de casa y muchos jóvenes analizamos el capítulo séptimo del libro Cosmos del investigador, profesor y astrónomo de la NASA (institución norteamericana…, señor embajador de los Estados Unidos… Sí, norteamericana… ¡horror!), Carl Sagan: «El espinazo de la noche». ¡Gravísimo! ¡Peligro! ¿Clases de filosofía en los barrios? ¿En medio de la calle de barro? ¿En medio de los chicos corriendo y con los perros ladrando alrededor? ¡Inconcebible! ¡Gravísimo! La filosofía es para los niños de la elite, no para la gente humilde y los trabajadores de los barrios. ¡Terroristas!¡Inadaptados! ¡Autoritarios! ¿Cómo se les ocurre socializar el saber? ¡Subversivos! ¡Deberíamos volver a hablar en latín y que la cultura sea para pocos! ¡Loquitos sueltos!
La demonización mediática es tremenda. Presentan a estos compañeros como si fueran oscuros y monstruosos «terroristas» de las películas más baratas de Hollywood. Los conocemos bien. Si no fuera trágico… nos daría risa. Es más, ya nos reiremos juntos cuando estos compañeros salgan de la cárcel…
¿El estado de Israel defiende al pueblo judío?
¿Los acusan de «antisemitas»? ¿Israel protege al pueblo judío? ¿La embajada de Israel y la embajada yanqui en Argentina son los «papás» del pueblo judío?
El estado de Israel habla hoy en nombre de las víctimas del genocidio nazi, de los sobrevivientes y de sus familias. Para legitimarse, se autopostula «protector» de los judíos y representante de los familiares y las víctimas del nazismo.
Pensemos un poco. Hagamos memoria.
Si Israel nos protegiera, no entiendo porque el estado de Israel fue un aliado estrecho y fiel de Videla y Massera, dictadores simpatizantes de Adolf Hitler (como todas las Fuerzas Armadas argentinas, según lo demuestra el documental «Panteón militar» del historiador y periodista Osvaldo Bayer). El general Videla era un católico ultramontano, que preconizaba la guerra contrainsurgente como si fuera una guerra santa contra los ateos marxistas. Todos los manuales de la escuela secundaria de aquella época así lo prueban. El almirante Massera, a su vez, era integrante de la logia neonazi P2. ¿Por qué el estado de Israel tenía una alianza tan estrecha con esta dictadura militar?
En su época el Movimiento Judío por los Derechos Humanos (MJDH) había calculado que de los 30.000 desaparecidos y desaparecidas en Argentina, aproximadamente entre 1.500 y 2.000 eran de origen judío. Una proporción bastante mayor (en realidad corresponde a 16 veces más) si se la compara con la relación cuantitativa de la comunidad judía con el conjunto de la población total de nuestro país. No fue casual.
Eso se explica al menos por dos razones. En primer lugar, por la activa militancia del judaísmo progresista y de izquierda en las organizaciones revolucionarias argentinas (incluyendo las político-militares PRT-ERP, FAR, Montoneros y otras similares). En segundo lugar, por el carácter brutalmente antisemita de los militares argentinos. Hay numerosísimos testimonios, por ejemplo en el Nunca más (un libro que no tiene posiciones de «ultraizquierda» precisamente… ya que el prólogo de Ernesto Sábato fortaleció la tristemente célebre «teoría de los dos demonios») sobre el ensañamiento especial de los torturadores militares con los prisioneros y secuestrados de origen judío, las torturas «especiales», las marchas nazis que les hacían escuchar en las cámaras de tortura, etc.,etc. El general Camps, jefe policial que se responsabilizó de la desaparición y asesinato de 5.000 prisioneros, era un confeso antisemita. Su odio a los judíos lo expresaba cada vez que podía. No era el único, sólo uno de los más conocidos y cínicos.
¿Qué hizo el estado de Israel para proteger no ya a los 30.000 desaparecidos y desaparecidas en general, sino especialmente a los 1.500 ó 2.000 desaparecidos judíos?
Según reconoce Pinjas Avivi, el entonces cónsul de la embajada del estado de Israel en Argentina (entre 1978 y 1981), cuando acompaña al periodista Jacobo Timerman (uno de los pocos, quizás el único, que logró salvarse) al aeropuerto de Ezeiza le pide… no que denuncie a la dictadura y las tremendas torturas que sufrió… ¡sino todo lo contrario…! «Le pedí que no atacara al gobierno militar porque corría peligro nuestro trabajo» (Página 12, 8/9/2001). El funcionario israelí reconoce que este tipo de actitud respondía a que: «no queríamos dañar las relaciones diplomáticas entre Israel y la Argentina». El mismo funcionario reconoce que «hubo detenidos que rechazaron nuestra ayuda. Ellos nos espetaron: «Ustedes son colonialistas, genocidas y conquistadores. No queremos vuestra ayuda. Ustedes son peores que los generales»» (http://www.hagshama.org.il [1/2/2000]). Iosi Sarid, uno de los diputados de Israel del Frente de Izquierda Meretz reveló que en los archivos de la cancillería israelí y en el ministerio de Defensa de Israel hay pruebas que niegan la versión acerca de la supuesta «ignorancia» del estado israelí respecto a las masivas desapariciones, secuestros y torturas de judíos en Argentina, «pruebas que se trataron entonces de ocultar para no molestar a las «buenas relaciones», y entre ellas la venta de armas» (18/11/2003, www.wzo.org.il).
La colaboración del estado de Israel -venta de armas, votos de la dictadura a favor de Israel en Naciones Unidas, etc.- con la dictadura militar, genocida y antisemita del general Videla no fue una excepción. Lo mismo hizo con otros regímenes fascistas o de extrema derecha como los de Augusto Pinochet (que usaba el uniforme nazi) en Chile, Anastasio Somoza en Nicaragua o el régimen neonazi del apartheid en Sudáfrica. Todos estrechos aliados, como Israel, de la cabeza madre de la serpiente extremista, el estado norteamericano: USA. ¿Una casualidad?
¿El apoyo entusiasta a Somoza tenía que ver con «la defensa del judaísmo»? Comandos israelíes hoy combaten a la insurgencia marxista de las FARC-EP o asesoran a los narco-militares de Uribe en las selvas y montañas de Colombia… ¿para «defender a los judíos»? ¿Cuáles son los judíos que viven en las montañas o selvas de Colombia? ¡Queremos conocerlos para compartir algunas comidas o mirar juntos algunas películas de Woody Allen!
Cuando el famoso intelectual estadounidense Noam Chomsky (de origen judío, quien vivió varios años en Israel y se marchó sumamente decepcionado y amargado) afirma que las FARC-EP de Colombia no son terroristas y que, en cambio, la política oficial del estado de Israel es de extrema derecha, no sólo en medio Oriente sino en todo el mundo… ¿será acaso un «terrorista antisemita«?
Lejos de la tradición humanista de Sigmund Freud, Albert Einstein y Karl Marx que supiera defender el entrañable escritor judío Isaac Deutscher, hoy Israel hace culto de la limpieza étnica y la discriminación, construye un muro de intolerancia (por el que nadie se «ofende» como ocurriera hipócritamente con el muro de Berlín…), legaliza la monstruosidad de la tortura (llamándola con el mismo eufemismo del que hacen gala los «demócratas» norteamericanos.. «interrogatorios fuertes») y practica sobre los demás lo mismo que alguna vez sufrió en carne propia el pueblo judío. Como bien alertó en su época el pensador judío Martín Buber: «Deberemos enfrentar la realidad que Israel no es inocente ni redentora. Y que en toda su creación, y expansión, nosotros como judíos hemos causado lo que hemos sufrido históricamente: una población de refugiados en la diáspora«.
Como alguna vez escribió en su libro Ser judío el filósofo judío y marxista argentino León Rozitchner: «¿Qué extraña inversión se produjo en las entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar, perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían reclamado para sí mismos? ¿Qué extraña victoria póstuma del nazismo, qué extraña destrucción inseminó la barbarie nazi en el espíritu judío? ¡Qué extraña capacidad vuelve a despertar en este apoderamiento de los territorios ajenos, donde la seguridad que se reclama lo es sobre el fondo de la destrucción y dominación del otro por la fuerza y el terror? Se ve entonces que cuando el estado de Israel enviaba sus armas a los regímenes de América Latina y de África, ya allí era visible la nueva y estúpida coherencia de los que se identifican con su propios perseguidores. Los judíos latinoamericanos no lo olvidamos. No olvidemos tampoco Chatila y Sabra«.
¿Quién es el enemigo?
¿Nos permiten un consejo? A los muchachos del MOSSAD y las Fuerzas Armadas de Israel, humildemente, les sugerimos que si lo que buscan es adrenalina y venganza por los feroces asesinatos nazis del pasado contra el pueblo judío… pues bien… entonces… ¿por qué no planificar y prepararse para atacar en forma mortífera y demoledora a las grandes empresas europeas y estadounidense que se enriquecieron con el genocidio nazi? Como bien explica el formidable libro Negocios son negocios. Los empresarios que financiaron el ascenso de Hitler al poder del escritor judío Daniel Muchnik, el nazismo no fue una «anomalía».
Los jerarcas políticos, militares e ideológicos del nazismo son conocidos: Hermann Göring, Joseph Goebbels, Ernst Röhm, Alfred Rosemberg, Ulrich F.J.von Ribbentrop, Heinrich Himmler, Rudolf Hess, Gottfried Feder, Josef Mengele, entre otros. Mucho menos lo son, en cambio, los empresarios beneficiarios-cómplices, socios de intereses, aliados o colaboracionistas del nazismo en Alemania.
La lista es larga y Muchnik la recorre minuciosamente. Entre otros incluye a las empresas Siemens (eléctrica), a BMW y Volkswagen (automotrices), a Fritz Thyssen (industrial siderúrgico que murió en 1951 en Buenos Aires), a Gustav Krupp (dueño del gigante del acero alemán), a Ernst Heinkel (desde 1938 «führer económico-militar») y a Emil Kirdorf (empresario del carbón). Estos empresarios, recuerda amargamente Muchnik, aun habiendo utilizado mano de obra esclava de los prisioneros judíos, comunistas o gitanos salieron airosos de los juicios de Nuremberg… ¿Una mera casualidad?
¿Acaso hoy en día -vuelve a preguntarse Muchnik- no siguen operando con total impunidad empresas de origen nazi (derivadas de la IG Farben, que fabricaba el raticida de las cámaras de gas) como la Bayer, la Hoesch o la BASF, demandadas por sobrevivientes del genocidio nazi?
Muchnik aporta entonces una cantidad enorme de datos sobre la colaboración sistemática, los negocios o incluso la simpatía ideológica que mantuvieron con Hitler-aún durante la segunda guerra mundial- empresas como la General Motors (asociada con IG Farben), la General Electric, la Brown Boveri (filial de Westing House), el británico Unilever, la Shell, la United Steel, el Chase Manhattan Bank de Rockefeller, la Standard Oil, la TEXACO, la ITT (la del golpe de estado de 1973 en Chile), el National City Bank, el grupo editorial Bertelsman, dueño de RCA y accionista mayoritario de American On Line (el principal proveedor de Internet de EEUU) y la Ford. ¡Todos ellos se llenaron de dinero con el nazismo y hoy, en pleno siglo XXI, siguen abultando sus cuentas bancarias y sus acciones con total impunidad!.
Ahí tendrían que atacar y dirigir su violencia mortal, muchachos de MOSSAD y las Fuerzas Armadas de Israel, no a los refugiados palestinos, no a las escuelas palestinas, no a los hospitales palestinos, no a las familias palestinas… El enemigo tampoco son los piqueteros de Argentina, la insurgencia de Colombia, los negros de Sudáfrica. El enemigo son las grandes empresas que amasaron fortunas con el nazismo.
¿Se confundieron de enemigo, muchachos, o ustedes son amigos y cómplices de ese enemigo? Lean ese libro, «desinformados» muchachos del MOSSAD…
¿Los revolucionarios son «terroristas antisemitas«?
La literatura sionista, la gran prensa del poder (monopólico), la embajada de los Estados Unidos y la embajada de Israel han logrado construir un gran sofisma. Todo revolucionario es… «un terrorista«. Si cuestiona la política de estado de Israel o Estados Unidos es, además, un «terrorista antisemita«.
¿Cómo llamarían los dirigentes sionistas y los monopolios de (in)comunicación a uno de los principales fundadores de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) de la Argentina de los años ’70, el militante de origen judío y comunista Marcos Osatinsky? Marcos Osatinsky no sólo era guevarista, promovía una opción político-militar, era aliado de Cuba y defendía la causa palestina. Estuvo prisionero por la dictadura militar en la cárcel de Rawson, se fugó en tiempos de la «masacre de Trelew», pasó por el Chile de Salvador Allende y llegó a Cuba, donde además de hacer trabajo voluntario se fotografió con Mario Robi Santucho y otros revolucionarios antiimperialistas de aquella época. Este gran revolucionario de origen judío hoy está desaparecido. ¿Marcos era un «terrorista antisemita«?
¿Cómo llamarían los dirigentes sionistas y los monopolios de (in)comunicación al joven obrero judío libertario Simón Radowitzky que a comienzos de siglo ajustició con un explosivo al feroz coronel de la policía Ramón Falcón, luego de que este último masacrara a obreros indefensos en un acto por el primero de mayo en una plaza porteña? Simón Radowitzky fue castigado con más de dos décadas de torturas, vejámenes y reclusión en las peores cárceles del sur argentino, tras cuya deportación a Montevideo marchó a combatir con las armas en la mano en los batallones internacionalistas en la guerra civil española. ¿Simón era un «terrorista antisemita«?
¿Cómo llamarían los dirigentes sionistas y los monopolios de (in)comunicación a Teresa Israel, joven abogada de guerrilleros y militantes populares? Esta joven judía comunista abogada de presos políticos, una de las más audaces que incursionó en el tenebroso cuartel militar de Campo de mayo denunciando las torturas a los detenidos, se metía en los años ’70 en los cuarteles para intentar salvar la vida de los revolucionarios secuestrados y torturados por los militares argentinos (aliados del estado de Israel). Hoy está desaparecida. Muchos centros culturales y barriales llevan el nombre de Teresa, joven judía revolucionaria. ¿Teresa era una «terrorista antisemita«?
Cómo llamarían los dirigentes sionistas y los monopolios de (in)comunicación a Raymundo Gleyzer, joven militante judío, primero comunista y luego combatiente del guevarista Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). En casa familiar de Raymundo se fundó el teatro IFT, uno de los baluartes culturales del judaísmo progresista argentino, hoy ubicado en el barrio de Once. Raymundo, brillante y apasionado, dirigió el grupo Cine de la Base y fue el gran cineasta de la insurgencia argentina, amiga de la causa palestina. ¿Raymundo era un «terrorista antisemita«?
La lista de ejemplos sigue y es incontable. No sólo de Argentina sino de toda América Latina y el mundo.
¿El joven dirigente uruguayo Jorge Zabalza, que comenzó militando en la agrupación judía Hashomer Hatzair, visitó Israel, vivió en un kibbutz y luego al regresar se convirtió en uno de los comandantes y uno de los nueve rehenes históricos en Uruguay pertenecientes al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, organización amiga de la causa palestina? ¿El «tambero», como lo llaman en Uruguay, es un «terrorista antisemita«?
¿Y Mauricio Rozencof, igualmente judío, otro de los fundadores de Tupamaros en Uruguay? ¿Era un «terrorista antisemita«?
Y Enrique Oltusky, joven militante judío cubano, que se convirtió en estrecho colaborador del comandante Ernesto Che Guevara (Oltusky, junto con su amigo Orlando Borrego, fue el organizador de las Obras Completas del Che conocidas por el título El Che en la revolución cubana. Los tres, Oltusky, Borrego y Guevara, estudiaron juntos El Capital en Cuba). Como su jefe Guevara, Oltusky era amigo de la causa palestina. ¿Era Enrique un «terrorista antisemita«?
Y si nos vamos aún más para atrás… ¿El joven guerrillero socialista Mordejai Anielevich, que mientras los grandes popes del sionismo negociaban con los nazis, organizaba en el guetto de Varsovia el único camino para enfrentar a los fachos, es decir, la lucha armada… ¿Era un «terrorista antisemita«?
La criminalización macartista de los revolucionarios -especialmente de aquellos que tienen o asumen posiciones radicalizadas- y la falacia de homologarlos con el brutal y monstruoso antisemitismo de origen nazi no reviste el menor análisis histórico. Únicamente a condición de borrar, no sólo la heroica resistencia palestina sino incluso la propia historia de honor y valentía del judaísmo revolucionario y socialista -impulsor de la lucha armada- se puede aceptar la propaganda oficial del MOSSAD, el estado de Israel y la embajada de Estados Unidos.
¿La izquierda piquetera «antisemita»?
Todavía hoy sigue sin resolverse el atentado a la AMIA. Mientras la dirigencia oficial del sionismo se abrazaba con los políticos del sistema y aplaudía al presidente Carlos Saúl Menem, todo el mundo sabía que había una «pata local» en el atentado. Atentado que no se hizo en los barrios donde viven los judíos ricos, chetos y millonarios sino en el barrio de Once, uno de los más populares de la ciudad de Buenos Aires (precisamente el mismo barrio donde a principios del siglo XX tuvo lugar la «semana trágica», cuando los hijos y los «niños bien» de los empresarios y las bandas parapoliciales salían a reprimir obreros insurrectos y a cazar «judíos-bolcheviques», vejando mujeres y niños y asesinando a mansalva en nombre de «la patria»). En la «pata local»· del atentado a la AMIA, todo el mundo sospechaba que había puesto su garra sucia y corrupta la policía de la provincia de Buenos Aires, popularmente conocida como «la bonaerense». También se sospechó que los militares carapintadas -ex instructores en contrainsurgencia en las escuelas yanquis del canal de Panamá- habían colaborado.
Pero a nadie, absolutamente a nadie, ni siquiera a los más delirantes o fantasiosos, se le ocurrió que el movimiento piquetero estuvo mezclado con el atentado a la AMIA.
¿Por qué entonces ese odio y esa histeria que ahora vemos en todos los monopolios de la incomunicación contra la izquierda piquetera?
Pedimos permiso para contar una anécdota. Resulta que hace unos años, una de las organizaciones de víctimas del atentado a la AMIA, los compañeros de APEMIA, organizaron un acto en la calle Corrientes y Pasteur, barrio de Once, Capital Federal de Argentina. Hubo bastante concurrencia. Cuando un trabajador morocho y muy humilde del Polo Obrero intentó subir al estrado a solidarizarse con las familias de las víctimas, algunos sionistas que estaban en el público comenzaron a insultarlo, abuchearlo e intentaron echarlo. Casi nos agarramos a golpes.
¿Por qué ese odio de clase? ¿Al sionismo le interesa el pueblo judío o en realidad defiende sus propios intereses, incluso contra los propios judíos? Si de verdad le interesara el bienestar de los judíos NUNCA, repito, NUNCA hubiera apoyado una dictadura antisemita como la de Videla y Massera.
¿El sionismo nos protege?
Pido permiso para contar otra anécdota personal, esta de la adolescencia. Resulta que en la escuela secundaria militábamos en el centro de estudiantes. Algunos de nuestros amigos eran judíos, otros católicos y un compañero era de origen árabe, aunque de fe católica. Sin renegar de nuestro origen, nosotros éramos (y somos) ateos. Sin embargo, aprovechando el «día del perdón» (no nos ponían inasistencia), faltamos a clase, como gran parte de los adolescentes intentando escapar de la disciplina escolar. Junto con los de apellido judío también faltaron nuestros amigos de origen católico y el de origen árabe. ¿Qué se encontró la barra de amigos al día siguiente al regresar a clase? En cada uno de nuestros bancos de madera había pintada una inmensa cruz svástica (nazi) de color rojo con cada uno de nuestros nombres. La primera reacción, instintiva, fue irnos a los puños. Pero rápidamente, pensando políticamente, como militantes del centro de estudiantes hicimos una denuncia pública de este gravísimo hecho antisemita. Como dirigentes del centro de estudiantes recorrimos muchísimos diarios. Nadie publicó nada. El único periódico que publicó la denuncia fue Nueva Presencia, órgano periodístico que había sido en tiempos dictatoriales baluarte cultural de la resistencia popular. Dirigido por el periodista Herman Schiller (a Herman lo conocimos personalmente muchos años después militando con las madres de plaza de mayo), Nueva presencia le dio lugar en sus páginas a la colorida familia de la izquierda argentina, judía y no judía.
Inmediatamente después de la denuncia vinieron a la escuela dirigentes sionistas. No recuerdo ahora si eran de la OSA o de la DAIA. Pero era un dirigente entonces de peso y renombre. Vino a averiguar y a pedir explicaciones por el hecho antisemita. El rector de la escuela, facho disfrazado de liberal, jurista legitimador de los golpes de estado y columnista del diario de extrema derecha La Prensa, nos llamó a los estudiantes agredidos y también al agresor (quien vino junto con su padre) que había pintado las cruces nazis. En medio de la discusión, el rector le dice al dirigente sionista, señalándome con el brazo extendido: «Porque este estudiante es marxista y milita en el fascismo rojo«. Automáticamente al dirigente sionista se le cruzaron los ojos. Se olvidó al instante del joven neonazi, de las cruces svásticas, de la agresión antisemita y empezó a insultarme. Yo no entendía nada. ¿No venía a defendernos de los nazis? ¿Nosotros no éramos los atacados? ¡No! Para el dirigente sionista, que no era un muchacho ignorante sino un alto dirigente del sionismo argentino, era más peligroso un estudiante marxista judío que un nazi que pintaba svásticas… ¡¡¡Increíble!!! En aquella época yo era muy chico. No entendí nada. La situación me parecía un absurdo y absolutamente ridícula. De agredido y denunciante yo había terminado siendo acusado… ¡Nada menos que por otro judío! Años después lo comprendí muy bien…
¿Los palestinos nos odian?
¿Los palestinos nos odian? No es cierto. Gravísimo error confundir judaísmo con sionismo. Confusión que resulta falsa a todas luces, si se la esgrime en defensa del estado de Israel como si se lo hace en contra de Israel. La resistencia palestina -al menos en sus vertientes y organizaciones más lúcidas, las que provienen de un tronco antiimperialista laico y socialista- lucha contra la política de estado de Israel, no contra todos los judíos en general.
Si se me permite, quisiera contar una tercera anécdota para ilustrar este pensamiento.
Cuando se inauguró la Escuela Nacional «Florestan Fernandes», cerca de San Pablo, a iniciativa del Movimiento sin Tierra (MST) de Brasil, allí nos encontramos militantes de muchas partes del mundo, todos unidos por las mismas banderas y los mismos ideales, los más nobles que ha conocido la humanidad hasta el momento. Había, entre muchísima otra gente, judíos no israelíes. También había marxistas israelíes. Igualmente estaban presentes madres palestinas. Estas últimas vestidas con sus pañuelos y túnicas tradicionales. Todavía recuerdo con una emoción indescriptible el inmenso abrazo internacionalista y fraterno que estas madres nos dieron a todos y todas por igual, incluyendo a los judíos no israelíes y a los marxistas de Israel, sabiendo perfectamente quien era cada uno. No me lo contó nadie. No lo leí en ningún libro. No lo vi en ninguna película. Ese abrazo entrañable, afectuoso y fraternal de palestinas y judíos, palestinos y judías, simbolizó para nosotros un adelanto de cómo se podría vivir y convivir si este mundo cruel y mezquino, no lo gobernaran el imperialismo y las burguesías, con todo su abanico de primitivismo político, odio racial, opresión nacional y fanatismo religioso sino los pueblos organizados sobre un proyecto socialista de alcance mundial. No es un sueño delirante, es algo posible y al alcance de la mano, con la condición de sacarnos de encima a los dueños del poder burgués, del mercado, del capital y de la guerra fraticida.
Por todo esto, les pedimos a los señores defensores del sionismo que hagan toda la propaganda que quieran y se les antoje, pero…
¡Basta ya! ¡No la hagan en nuestro nombre!
¡No usen la memoria de nuestros abuelos y bisabuelos torturados, perseguidos, y masacrados por el nazismo para fines mezquinos, egoístas e indefendibles!
¡Viva la causa de los hermanos y hermanas palestinas!
¡Viva el socialismo!
¡Libertad a todos los presos y presas políticas!